Archivo marzo 2011

Responso por las ranas aplastadas

Bajo de los hayedos aún invernales de Oberan, pedaleo por los meandros ocultos del Urumea, salgo al asfalto y me encuentro con la señal más evidente de la primavera: docenas y docenas de ranas aplastadas por los coches.

De vuelta en casa, con el ánimo encogido, busco algunos salmos fúnebres adecuados. Para recitarlos conmigo, pinchad esta canción de aquí abajo («Memories of green») y dejadla de fondo. Ayuda a pensar en las ranas.

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Mientras suena, leamos las palabras del señor Summers, el hombrecillo que vive en una cabaña en el bosque, odia a los automovilistas y se dedica a enterrar a los animales atropellados por los coches (Todos los animales pequeños, Walker Hamilton, Tusquets, 1999):

«Las personas pueden enterrarse unas a otras -me contestó malhumorado- pero a los animales hay que ayudarlos. No sólo a los conejos y a las ratas, sino a todos los animales pequeños, muchacho -dejó escapar un suspiro-. Otros hombres los matan y yo los entierro. Entierro ratas, ratones, pájaros, erizos, ranas e incluso caracoles -mordisqueó una galleta-. Bueno, la verdad es que a los caracoles no los entierro, pero retiro sus restos de la carretera y los dejo entre la hierba alta y las ortigas. Los escondo, muchacho, ¿te das cuenta? Los escondo para que no los puedan ver».

(…)

Vamos ahora con el poema «Trikuarena«, de Bernardo Atxaga, que maltraduzco a continuación:

El erizo despierta en su nido de hojas secas

y repasa todas las palabras que conoce;

unas veintisiete, más o menos, verbos incluidos.

Y luego piensa: ha acabado el invierno.

Soy un erizo. Allí vuelan dos ratoneros.

Caracol, Gusano, Cucaracha, Araña, Rana,

¿en qué charco, en qué agujero os escondéis?

Ahí está el arroyo. Este es mi reino. Tengo hambre.

Y dice de nuevo: este es mi reino. Tengo hambre.

Caracol, Gusano, Cucaracha, Araña, Rana,

¿en qué charco, en qué agujero os escondéis?

Pero se queda quieto como una hoja seca,

porque aún es mediodía, porque una ley vieja

le prohíbe el sol, el cielo y los ratoneros.

Viene la noche, se han ido los ratoneros; y el erizo,

Caracol, Gusano, Cucaracha, Araña, Rana,

deja el arroyo y sube por la ladera,

seguro con sus púas como seguro estaría

un guerrero con su escudo, en Esparta o en Corinto;

y de repente cruza el límite

entre la hierba y la carretera nueva,

con un solo paso entra en tu tiempo y en el mío.

Y como su diccionario universal

no se ha renovado desde hace siete mil años,

no conoce las luces de nuestro coche,

no se da cuenta, ni siquiera, de la proximidad de su muerte.

(…)

Acabemos con unas líneas de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?, de Philip K. Dick, el libro del que salió la película Blade Runner, de la que sale esta música que ayuda a pensar en ranas aplastadas:

«Amaba todas las cosas vivas y sobre todo a los animales; y en cierta época había sido capaz de traer de vuelta a la vida, tal como habían sido, animales muertos (…). Las leyes locales prohibían invertir tiempo en devolver seres muertos a la vida; se lo dijeron claramente cuando tenía dieciséis años. Pero continuó haciéndolo secretamente durante un año más, en los bosques que aún quedaban (…). Entonces ellos -los asesinos- bombardearon aquel nódulo único que se había formado en su cerebro, lo destrozaron con cobalto radioactivo y eso lo hundió en un mundo diferente, de cuya existencia jamás había sospechado. Era un pozo de huesos y cadáveres de donde salió tras años de esfuerzo. El burro, y en especial el sapo, las criaturas que más le importaban, habían desaparecido, se habían extinguido (…). Él estaba unido al metabolismo de otras vidas y no volvería a vivir mientras ellas no vivieran (…). Isidore sentía que llevaba en su interior a todas las cosas vivas».

Espero que las ranas se encuentren ahora en el gran charco celestial, sobre el que aletean nubes de moscas sabrosas y libélulas crujientes.

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Empieza el curso en la Escuela Robertito

Empieza el curso en la Escuela Robertito, la que atiende a los niños y las niñas que viven al pie de las minas en el Cerro Rico de Potosí (Bolivia). En este centro les aseguran las condiciones básicas de educación, alimentación y salud, y desarrollan una labor concienzuda para prevenir el trabajo infantil minero. Como veis en la foto que nos acaban de mandar, los chavales empiezan el curso con mochilas nuevas. Los responsables del centro las han comprado, junto con el resto del material escolar, gracias a las aportaciones que muchos de vosotros habéis hecho.

Aquí abajo podéis ver el justificante de la transferencia que hicimos el mes pasado a Voces Libres, la organización que fundó la escuela (la única en toda la zona minera del Cerro Rico). Fueron 5.794 euros. También hubo un donativo on line de 40 euros. Total enviado: 5.834 euros. En las últimas semanas la cuenta ha seguido recibiendo aportaciones por valor de otros 620 euros. Total recaudado hasta hoy mismo: 6.454 euros.

El presupuesto para atender la educación y las necesidades básicas de 60 o 70 chicos y chicas durante 2011 era de 7.449 euros. Por tanto, el dinero enviado hace un mes cubre el 78% del presupuesto y el recaudado hasta hoy alcanza el 86%.

La cuenta corriente seguirá abierta. En www.mineritos.org tenéis reportajes sobre los niños mineros, información detallada sobre la Escuela Robertito, sus objetivos y su presupuesto, y los datos bancarios por si queréis colaborar. Apenas faltan mil eurillos para completar el presupuesto anual.

Os agradecemos muchísimo vuestra colaboración.


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Una flor de repuesto para mamá

«La enfermedad es un momento ideal para despilfarrar afectos», escribe Rebeka Elizegi, ¡alehop!, autora de Una flor de repuesto para mamá (editorial Takatuka).

«Un niño pasa por la extraña situación de vivir el proceso de cáncer de mama de su madre y, sin perder el ánimo, afronta junto a ella la aventura de luchar contra la enfermedad con todas sus fuerzas». El libro es precioso.

(Vía Eider Elizegi. ¿Aún no has leído Mi Montaña? Ya tardas).

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Ottomila metri sulle spalle

La revista Popoli publica «Ottomila metri sulle spalle» (pdf) (en castellano: «Porteadores. Ochomiles sobre sus espaldas«). Da gustito leerlo en italiano:

«Un alpinista himalayano fa sempre il primo passo sulle spalle di un portatore. Chi raggiunge le vette più alte del pianeta non arriverebbe nemmeno al campo base se non ci fossero dozzine di uomini che trasportano carichi di 25 chili. Reportage dal Karakorum, sullo stretto crinale tra sviluppo e sfruttamento».


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Cuando los vascos atascaron la entrada a Nueva York

«Y los vascos atascaron Nueva York» (pdf / web ). Deia, 20 de marzo de 2011.

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Periodismo Web On

Tengo pruebas contundentes de que asistimos al desarrollo de un gran periodismo web, o sea, a un periodismo webón.

Aquí van cinco casos de mails reales, alguno de hace ya un tiempo, pero la mayoría muy recientes.

1. Hola, me interesa mucho tu reportaje «Los patatines de Nosedónde» y me gustaría sacarlo en nuestra web. Pero aún no lo he leído entero. ¿Puedes contarme un poco de qué va?

2. Hola, quiero hacer un reportaje sobre ti para la web del periódico. Pero no sé muy bien sobre qué. ¿De qué te parece que podría ser? Otra cosa: ¿tienes vídeos?

3. Hola, quiero hacerte una entrevista sobre tal y cual. (Le doy mi teléfono para que me llame cuando quiera. Siguiente mensaje:). Es que estoy a tope con el curro y no saco tiempo. Aquí te mando la lista de preguntas para que me las respondas por mail.

4. Hola, te paso la lista de diez preguntas para la entrevista de la contraportada. Cada respuesta tiene que ser de tantos caracteres, y así no habrá que andar luego cortándolas. Y escribe por favor una presentación tuya de tres líneas word.

Y mi favorita:

5. Hola, en el periódico queremos hacer un reportaje sobre blogueros guipuzcoanos. Nos interesa mucho tu blog. Te paso las preguntas de la entrevista. Primera: nombre de tu blog y de qué trata.

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Inmigranteak fuck off / ongi etorri

Ayer pasé junto a esta valla y sigue exactamente igual que hace un año, cuando la fotografié y la traje al blog. Viene al pelo para todo lo que hemos estado hablando esta última semana, así que copio también el texto que escribí entonces.

«El debate sobre la emigración es muy complejo, tiene muchos rincones, no puede simplificarse. Vale. Pero al final, después de darle mil rodeos, siempre vuelvo a la casilla de salida: qué derecho tenemos los habitantes de la opulencia a cerrarles el paso a quienes vienen de la miseria, en nombre de qué razones les impedimos que tomen su parte del pastel. Sólo se me ocurren respuestas egoístas.

La emigración es un jaleo, claro, quién lo niega. El asunto es que no parecemos muy dispuestos a ceder un milímetro de nuestra comodidad para que otros puedan respirar. Preferimos levantar un muro de excusas alrededor de nuestra chiripa geográfica para no saber nada de esas personas raras a las que les ha tocado nacer en el lado chungo, para no pensar que nuestro nivelón de vida es cómplice de la injusticia».

(Hace un año también dejasteis comentarios y debates jugosos).

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¡Coño, el negro!

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Los ojos del camaleón

La prueba que hizo Sos Racismo el pasado viernes, para demostrar con testigos que en ocho bares de Bilbao impiden el paso a algunas personas por el color de su piel, ha producido reacciones airadas de algunos hosteleros y algunas autoridades. Era de esperar. A mí me han sorprendido otro tipo de reacciones, más suaves, matizadas, respetuosas y hasta amigables, pero que tienden a mirar a otro lado.

Algunos cuestionan el rigor científico de la prueba de Sos, niegan que tenga validez estadística o que sirva para establecer conclusiones sociológicas. Pues claro: en Sos Racismo nunca han defendido lo contrario. Han insistido desde el principio, una y otra vez: no pretendían hacer ningún estudio sino comprobar con testigos si ciertos bares, sobre los que había denuncias constantes de discriminación, negaban el paso a negros y moros. Como los resultados fueron contundentes, los medios y las instituciones han reaccionado y parece que algo se mueve. ¿Cuál es el problema de que Sos Racismo ayude a constatar y denunciar estos delitos?

Otros, esquivando la gravedad de los hechos denunciados, salen por peteneras señalando otras injusticias: que si a los tíos también les cobran por entrar en las discotecas (un argumento muy repetido en los foros), que si también hay otra gente discriminada, que si hay muchos otros prejuicios, que si nos la cogemos con papel de fumar…

A mí estas reacciones me han sugerido justo lo contrario: que nos la cogemos con papel de fumar cuando nos hablan del racismo en nuestra sociedad. ¿Racismo?, no, hombre, no es para tanto… Pues sí, yo creo que sí es para tanto, no me parece exagerado tildar de gravísimas las discriminaciones que reveló la prueba del viernes ni estas otras  situaciones que cuenta hoy June Fernández y que son un goteo permanente de injusticias. Tenemos las cloacas justo debajo de casa y lo peor es que todos caminamos por ellas, y casi siempre con las manos en los bolsillos.

Cuesta ponerse en la piel de las personas discriminadas, imaginar la humillación y el desprecio cotidiano. Incomoda pensar en la manera en que son tratados muchos emigrantes que viven entre nosotros, preferimos pensar que aquí somos muy majos y  no hay problemas, no tenemos por qué preocuparnos de nada, todo va bien, miramos a otro lado y somos complacientes con nosotros mismos.

En algunos casos ha molestado más la denuncia del racismo que el propio racismo. Es que la denuncia resulta incómoda, choca con la imagen plácida que tenemos de nosotros mismos. Esa es mi conclusión: que todo esto nos interpela, nos obliga a repensar nuestro entorno y eso incomoda. Por eso procuramos quitarle hierro.

Lo dice June en su entrada de hoy: cuando te enteras de una cosa, ya no puedes hacer como que no sabes.

Y eso incordia mucho.

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Nuestro apartheid

Imagina que vas a un bar y el portero te prohíbe la entrada: es que está lleno y no puedes pasar. Pero un minuto después llegan dos amigos tuyos y a ellos sí les deja entrar sin ningún problema.

Imagina que vas a un segundo bar y el portero también te prohíbe el paso: es que hay una fiesta privada. Un minuto después llegan tus dos amigos, que no saben nada de ninguna fiesta privada, y el portero les deja entrar sin problemas.

Imagina que vas a un tercer bar y el portero te frena: son ocho euros. Llegan tus dos amigos y les deja pasar gratis.

Imagina que vas a cuatro bares, a cinco, a seis, a siete, a ocho. Y en todos te impiden la entrada con excusas o incluso con desprecios y amenazas, mientras que a tus amigos les dejan pasar en todos.

No tienes ninguna cuenta pendiente con nadie, vas sobrio, vas pacífico y hasta llevas buen aspecto: americana, camisa, zapatos y bien afeitado. Y sin embargo, te impiden la entrada en ocho bares consecutivos.

Ah, joder, es que eres moro. Y estás en Bilbao.

Ocurrió el pasado viernes por la noche en una prueba organizada por Sos Racismo, después de que esta organización recibiera constantes denuncias de que ciertos bares de la ciudad impedían el paso a algunos clientes por este único motivo: el color de su piel. Sí, como en Alabama 1960 o Johannesburgo 1980.

La prueba consistía en acudir a ciertos bares de copas y entrar por parejas separadas: dos árabes, dos negros, dos sudamericanos, dos europeos… De los nueve bares visitados, ocho impidieron la entrada a los árabes y tres a los negros.

Si fuéramos capaces de ponernos un momento en la piel de alguien que va con toda paz a los bares y que ve cómo lo rechazan y lo humillan puerta tras puerta, quizá empezaríamos a plantearnos qué queremos decir cuando exigimos a los emigrantes que se integren.

En el grupo iban como testigos la periodista María R. Aranguren, que escribió la crónica «Aquí no entran negros ni moros«, y el guionista y bloguero José A. Pérez, que escribió «Fiesta de blancos«. Ambos textos se publicaron tanto en Periodismo Humano como en Pikara Magazine. También hizo de testigo y cronista David S. Olabarri, autor de un reportaje a doble página en El Correo: «En este bar no entran ni negros ni moros« (incluidas las versiones de los dueños de los locales).

June Fernández, integrante de Sos Racismo y participante en la prueba, escribió un análisis muy interesante en su blog Mari Kazetari, sobre el racismo latente y la percepción de que los racistas siempre son los otros. También dice que no estamos ante un problema de hosteleros racistas: «Si los bares de Bilbao no dejan entrar a negros y moros es porque saben que su clientela prefiere no tenerlos cerca».

*

June Fernández salió en este vídeo contestando a una entrevista que le hizo El Correo. Y en los comentarios posteriores de la página web le lanzaron una oleada de insultos, calumnias, amenazas y todo tipo de salvajadas.

Los comentarios que se vierten en los medios digitales tienden a ser una fosa séptica, como dice El Jukebox. Los anónimos cobardes, hiperactivos y furiosos desparraman una vomitona que en esos foros alcanza una extensión mucho mayor que en la vida real. June, que le ha echado valor para dar la cara ante semejante avalancha anónima de odio y violencia, dice que estos comentaristas son una minoría ruidosa que rastrea noticias ligadas con inmigración y vuelca en ellos su basura ideológica: se convierten en las noticias con mayor número de comentarios, pero no suelen ser ni las más vistas ni se corresponden con los temas que más alarman a la ciudadanía. El problema es que esos discursos de odio suelen apoyarse en sartas de tópicos y prejuicios que sí calan, de manera acrítica, entre mucha otra gente.

Es vergonzoso que los medios toleren estos desparrames en sus páginas. Sí, las medidas para controlar los comentarios harían bajar el ritmo, la interacción y supongo que hasta las visitas de los lectores que acuden a la polémica. Pero la otra opción, la de la barra casi libre con esas moderaciones insuficientes y tardías, supone ceder el periódico como terreno de insultos, calumnias y amenazas -delictivas, por cierto-.

Miguel Ángel Jimeno impulsó en Facebook un grupo llamado «Por el control de la barra libre en los comentarios de publicaciones online«.  Habrá que, ¿no?

*

Lecturas recomendadas, incluidos los comentarios:

Racismo: manual de uso y disfrute, del Escéptico Confuso.

Monta y doma de prejuicios, de El Jukebox.

Échale la culpa al moro, de mí mismo, con perdón.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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