Archivo marzo 2011

Devuélveme el rosario de mi madre (road movie castellana)

Los tacaños vemos cosas que los rumbosos ignoran. Por ejemplo, una de las señales más sugerentes de toda la red  viaria española: la que indica el desvío a Santa María del Invierno y Villaescusa la Sombría, sólo visible para los viajeros que renuncian a la autopista. Había leído tantas veces esa promesa helada, había fantaseado tanto con los misteriosos territorios que esperan más allá de este cruce, que para mí el cartel alcanzaba ya la talla de otras indicaciones legendarias.

 

 

 

 

Para estas expediciones sé que puedo contar con Josema: qué te parece si vamos a Santa María del Invierno y Villaescusa la Sombría, provincia de Burgos, y ya le oigo desplegar al otro lado del teléfono su mapa Michelín de los años ochenta, en el que no aparecen ni la mitad de las autopistas actuales. Total para qué.

Josema es un routier, entusiasta de las carreteras nacionales viejas y de las comarcales que ni siquiera tienen raya en medio, aficionado a tomar café con leche en el Bar-Centro Social de pueblos con menos de cien habitantes, lector de toldos de camiones – ¡tan interesantes!- y propietario de un señorial Mercedes blanco de treinta años con el que surca la meseta castellana sin despeinar a los chopos.

Después de la primera hora y media de viaje, sabemos que la conversación debe ir apagándose para que dentro del Mercedes resuene “My way”, que Josema corea como si fuera un himno cuando Frank Sinatra presume de que “I’ve travelled each / and every highway”. Y luego vienen las canciones desgarradas de María Dolores Pradera. Hay un estribillo que cantamos a pleno pulmón: “Devuélveme el rosario de mi madre / y quédate con todo lo demás…” (min 1:02).

Tarareábamos al montar la tienda de campaña en la noche gélida del viernes, disimulada entre unos pinos al pie del Monumento al Pastor, en Pancorbo. Otro viejo capricho. Antes de meternos a los sacos dimos una caminata a paso rápido para entrar en calor, y contemplamos a la luz de las estrellas -y de unos poderosos focos- el titánico pastor de piedra, que sostiene un cordero en su brazo mientras camina con mala cara, desafiando a los elementos y tal. Aquellos que circulan por la autopista nunca verán al pastor, a su perro desproporcionadamente grande, al zagal saludador que completa el conjunto, ni al ángel manco clavado en una pared rocosa, que simula volar en horizontal y en realidad parece un niño despeñándose desde lo alto del espolón rocoso. Casi se le oye gritar.

Estamos a favor de las carreteras que aceptan la geografía. Estamos a favor de la vieja N-I que serpentea para colarse por el desfiladero de Pancorbo (velocidad máxima: 50 kilómetros por hora), en lugar de atravesar la sierra a golpe de túnel como hace la autopista recta y arrogante, sin enterarse del desfiladero ni del pueblo. Estamos también muy a favor del propio pueblo de Pancorbo, agazapado entre las crestas calizas que le tapan el sol y que brotan incluso entre casas.

El sábado escalamos con aliento épico de Pancorbo a los Montes Obarenes. Porque están ahí , qué carajo. Ahí, a la vista desde la carretera nacional durante muchos kilómetros, presentes en todos los viajes hacia Burgos y Madrid desde hace años, pero ignotos hasta el sábado. Nos emocionó palpar las cuchillas de piedra, tantas veces admiradas, que van subiendo en cresta hasta el pico del Castillete (1.038 m), descubrir allá arriba las ruinas del Fuerte de Santa Engracia, pisar las penúltimas nieves de la temporada, completar la vía de los polacos hasta la Peña del Buey (1.292 m). Y, de vuelta en el campo base, preparar sobre el techo del Mercedes el banquete de huevos duros, pan con jamón y una naranja.

“Ahora Briviesca está más cerca de Pancorbo”, me dijo Josema por teléfono el domingo, cuando volvía a casa un día antes que yo. “Ese tramo se me ha pasado volando porque iba reconociendo desde la carretera las cumbres y los collados”. El gozo de nombrar el mundo, oh, ah, igualico que John McDouall Stuart cuando atravesó Australia de costa a costa trazando una línea de topónimos.

¿Y Santa María del Invierno y Villaescusa la Sombría? Ah, sí.

En Santa María del Invierno, aire fresco, siete grados, vecinos en la siesta, cuadrilla de chicos haciendo una barbacoa y en el ayuntamiento el aviso de tres batidas de jabalí.

En Villaescusa la Sombría, solazo. Y una tasca atendida por una señora búlgara a la que acompañaban en una mesa tres amigas búlgaras que invitaban a pastas búlgaras pero no añoraban Bulgaria. Y pegado en el frigorífico, un misterioso cartel con dedicatoria en euskera: “Para Dora. 8 de marzo. Zorionak ta jangarri goxoak ta ondo bizi!”. (Sí, justo del 8 de marzo, tal día como hoy, que en Villaescusa al parecer es el día de la mujer que trabaja, Dora).

Dos pasos más allá, en San Juan de Ortega, seguimos la pista del Milagro de la Luz: los rayos de sol que en los equinoccios atraviesan la iglesia y van iluminando paso a paso las escenas de la Anunciación talladas en un capitel. Josema se extrañó por la poca altura que tenía el sol el 5 de marzo a las cinco de la tarde, cuando sólo quedan un par de semanas para el próximo equinoccio («la típica discusión de pareja: rotación y traslación«), y echamos de menos a nuestro astrónomo de cabecera. Y resulta que encontramos el Milagro de la Luz trasladado esa tarde a Torquemada, provincia de Palencia, donde el último sol incendió uno a uno los 25 ojos de su puente sobre el Pisuerga.

Rematamos el viaje en la Plaza Mayor de Palencia, donde dos cafés con leche, una tostada y un pincho de tortilla cuestan 3,20 euros.

Y dijo el routier:

-¿Se le puede pedir más a la vida? Yo creo que más ya sería demasiado.

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Cansas al aire, niña

El profesor de francés explicó la frase y me desencantó: «Vous avez l’air fatigué, les filles!». Tenéis aire fatigado, niñas; o sea, parecéis cansadas, niñas.

Yo había entendido algo mucho más bonito: «Vous avez l’air fatigué, les filles!», ¡tenéis al aire cansado, niñas!, o sea, os movéis tanto que cansáis hasta al aire. Me pareció preciosa esa imagen del aire que no para de moverse de acá para allá, rellenando los espacios que las niñas inquietas van ocupando y desocupando. Te mueves tanto que cansas al aire. Buah, qué bueno. Pienso utilizarlo.

La ignorancia es capaz de los mejores descubrimientos. Qué interesante. Voy a darme un par de cabezazos contra la pared, para tratar de olvidar unas cuantas frases hechas y ver cómo se me ocurre entenderlas luego.

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Entrevista en Nickdutnik

Haritz Rodríguez me entrevistó para Nickdutnik, el programa sobre internet de ETB3. Lo emitieron ayer durante el Valencia-Barça, pero mientras Messi duerme, yo sigo hablando y hablando. Muchas de las fotos que insertaron son de Daniel Burgui.

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Entre primates sociales. Cómo conseguí que Pérez-Reverte me siguiera

La clave del éxito de Twitter es tan sencilla como profunda: un chimpancé aislado no es un chimpancé.

La frase es del etólogo Konrad Lorenz (el tipo que engañaba a ocas recién nacidas para que siguieran como si fuera su madre a una caja de zapatos de la que él tiraba con un cordel). Y nosotros por ahí andamos: somos unos primates sociales, cuya pulsión más poderosa es la de estar en grupo.

Esto lo explicó el paleontólogo Juan Luis Arsuaga en el diálogo que mantuvo con el escritor Arturo Pérez-Reverte durante la clausura del congreso iRedes en Burgos. Esto y muchos otros asuntos apasionantes sobre nuestra naturaleza social; sobre la cultura como amplificadora (pero no sustitutiva) de la biología; sobre la evolución que nuestra especie ya no necesita continuar porque dispone de la tecnología, mucho más rápida y eficaz para conseguir lo que nos haga falta, como volar o movernos bajo el agua; sobre la maravillosa aparición en el universo de una forma de materia que es consciente de sí misma (o sea, nosotros, salvo algunos lunes por la mañana); sobre el afán de inmortalidad; sobre las profecías de Un mundo feliz y la manía de posar sonriendo en las fotos… («Las redes sociales, desde Atapuerca hasta Twitter», audio completo).

Pérez-Reverte completó el diálogo con ideas sobre los riesgos de la inmediatez y la falta de reflexión, sobre la manera en la que las nuevas herramientas han cambiado el papel clásico del reportero, sobre la tecnología que nos protege pero que nos hace inconscientes de la hostilidad y el dolor que siempre acaban llegando…

Con la polémica de su tuiteo sobre Moratinos sobrevolando, pero sin mencionarla, Pérez-Reverte habló del peligro que supone sacar una frase de Twitter y publicarla como titular en los medios de comunicación. Dijo que Twitter es como una charla en una  barra de bar y que los comentarios que allí se hacen entre amigos no pueden llevarse a titulares sin descontextualizarlos.

Es cierto que a veces se sacan de madre algunas frases lanzadas por ahí, pero la de Pérez-Reverte me parece una concepción equivocada de Twitter: una barra de bar en la que te escuchan 80.000 personas ya no es una barra de bar. No es, por supuesto, una charla entre amigos. A mí me encanta contar chistes burros y soltar de vez en cuando comentarios disparatados que incluso dicen lo contrario de lo que pienso, pero se los suelto en privado a mis amigos, a los que entienden el contexto, saben qué pienso en realidad y entienden por qué me hacen gracia esas burradas;  ni se me ocurriría contarlos con un micrófono ante una audiencia de cientos o miles de personas. Eso no es hipocresía sino una conciencia elemental de que en un público amplio muchos no conocen las claves de  la conversación ni tienen por qué comprender si en ese momento soy irónico o si hablo en sentido recto. Si no eres capaz de distinguir los ámbitos, te puede pasar lo que a Nacho Vigalondo.

Hablando de estas cosas con Allendegui, nos dio vértigo imaginarnos cómo será tener 80.698 seguidores en Twitter, los que tiene Pérez-Reverte en el momento en que escribo esta línea.  A la vez sentimos mucha curiosidad por saber quiénes son los 72 selectos tuiteros a los que él sigue, nos preguntamos qué habrá que hacer para que te siga alguien tan popular… y nos propusimos intentarlo.

En Burgos, con la ayuda de Allendegui y Nacho de la Fuente, lo conseguimos: esto es lo que hay que hacer para que te siga Pérez-Reverte.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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