VALLEJO Juan

Base polar de la isla de Gros. Estamos preparados.

Ayer empezó para mí el invierno. Después de cenar, leyendo en el sofá, se encendió en el hemisferio boreal de mi cerebro la primera decisión consciente de no poner la estufa: me vestí un buen jersey y unos calcetines gruesos, me eché una mantita a los hombros, y a por otro invierno sin calefacción. Sopesé el riesgo de seguir perdiendo amistades -tranquilidad: a los huéspedes de mi casa nunca les faltará la estufa: etorri lasai!-. Luego emprendí una expedición de supervivencia a la cocina en busca de colacao calentito, y al cruzar el pasillo de maderas crujientes, pensé en la cabaña abandonada de Scott en el cabo Evans de la isla de (G)Ross. Volví a la sala esquiando pasos largos y al entrar saludé, ondeé el brazo derecho, sin poder gritar porque tenía la mandíbula congelada, intentando llamar la atención de una silueta junto a la ventana, que parecía la de Frederick Jackson, el hombre que vio aparecer en la Tierra de Francisco José a Nansen y Johansen, que llevaban quince meses desaparecidos, esquiando en busca del Polo Norte. Me senté de nuevo en el sofá, bajo el póster de las montañas nevadas del Karakórum, donde este año Moro, Urubko y Richards han conseguido la primera cumbre invernal en un ochomil pakistaní.

Durante la noche, las temperaturas no han bajado mucho, el viento ha soplado suave, no ha nevado. Por la mañana he recibido el nuevo vídeo de Iñurrategi, Vallejo y Zabalza, que ya avanzan por la Antártida con normalidad después de 16 días de tormentas, sastrugis, enclaustramientos, miserias y sustos gordos, y que parecen felices a 30 grados bajo cero:

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Estaciones abandonadas en Groenlandia

En pleno vendaval ártico, Iñurrategi, Vallejo y Zabalza llegaron a DYE 2, una estación de radar abandonada en mitad de Groenlandia. Llevan 17 días esquiando, arrastrando el trineo, cometeando, y con muchas penurias han cubierto ya 800 kilómetros. Les quedan otro 1.500 hasta Thule, en el extremo norte de la isla.

«Es mi primera experiencia en travesías polares», explica Zabalza en el vídeo, «y resulta mucho más dura de lo que esperaba.  Cuando estás acostumbrado al Himalaya, la mayor diferencia es que aquí nunca descansas, no hay un campo base al que llegas para relajarte y donde el cocinero te sirve el té».

En la estación de radar, desde luego, conseguir que te atienda un camarero parece al menos tan difícil como en un bar donostiarra.  Y no lo dicen, pero otra pega es que con semejantes vientos no hay quien amontone los amarrekos.

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La DYE 2 formaba parte de un cinturón de 58 estaciones de radar que Estados Unidos construyó desde Islandia hasta Alaska, pasando por Groenlandia y Canadá, durante la Guerra Fría -pero fría fría-. Claro: si los soviéticos y los estadounidenses querían lanzarse misiles, el camino más corto era a través del Ártico. Y este cinturón de estaciones debía servir como alerta temprana -dicen que el radar de Thule confundió una manada de gansos con un ataque nuclear soviético-.

Hace tres años nosotros conocimos los restos de DYE 4, la estación de radar situada en el islote groenlandés de Kulusuk. En la foto de Dani Burgui podéis ver a Josu Iztueta, probando si aquello explota, se derrumba o qué.

Más información sobre la travesía de Iñurrategi, Vallejo y Zabalza: Bat Basque Team.

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Geocoincidencias

Hace justo diez años, el 23 de mayo de 2001, llegamos a la orilla jordana del Mar Muerto. Aquellas rocas rebozadas de sal están en el punto más bajo de la superficie terrestre (416 metros por debajo del nivel de los océanos). Y fueron el quinto de los seis sótanos del mundo que visitamos durante la expedición Pangea.

En aquella quinta etapa del viaje participamos Maialen Lujanbio, el tolosarra Josu Iztueta y yo. Cuando volvimos a casa, nos enteramos de que la también tolosarra Edurne Pasaban había alcanzado la cumbre del Everest… precisamente el 23 de mayo. Es decir: en el mismo instante hubo un tolosarra en el punto más bajo del planeta y una tolosarra en el más alto, sin que ninguno tuviera noticias del otro. ¿Cuántas ciudades del mundo podrían presumir de una coincidencia de tal calibre? Deben de contarse con los dedos de una oreja. Y Tolosa, ojo al dato, tiene 18.000 habitantes (menos que el barrio donostiarra de Gros, por ejemplo). Hemos hablado a menudo de este caso tan peculiar, Josu explica muy bien algunas causas históricas -la aparición de los noruegos, la pujanza industrial, la potente tradición montañera y deportista, el entorno geográfico tan variado- para explicar la insólita abundancia de viajeros, escaladores, deportistas y aventureros de todo pelaje en una ciudad de este tamaño.

Ese mismo 23 de mayo de 2001 también pisó la cumbre del Everest el montañero vitoriano Juan Vallejo, con quien compartí dos meses de campo base en el Karakórum el verano pasado. A mí, la verdad, me parecía muy curioso sentarme a la misma mesa con alguien de quien una vez estuve separado por 9.264 metros de altitud (sin aviones ni submarinos, claro, y sin ponernos quisquillosos, ejem, con distinguir quién se separó más del cero para abrir semejante distancia).

Pasaban, igualito que entonces, está ahora mismo en el Everest. Iztueta acaba de volver de Nepal. Vallejo está cruzando Groenlandia con esquís, trineo y cometa. Yo… yo acabo de volver de Lapuebla de Labarca y esta tarde, por primera vez en el año, he paseado por la orilla del Cantábrico metido en el mar hasta los muslos.

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Sudada en Groenlandia

No sabía que Groenlandia tuviera sur, pero Iñurrategi, Vallejo y Zabalza dicen que están allí. El miércoles se engancharon por primera vez los trineos de cien kilos y comenzaron la travesía de 2.300 kilómetros con la que quieren llegar hasta el extremo norte de la isla. Esperan recorrer cien kilómetros diarios, esquiando y extendiendo cometas para que el viento les empuje. Pero en la primera etapa apenas hicieron diez. Tranquilidad: es lo previsto. Porque las primeras etapas son las de terreno más complicado.

Groenlandia es una llanura de hielo del tamaño de cuatro penínsulas ibéricas. Si te las apañas para soportar el frío extremo, la soledad absoluta, las tormentas vuelcaosos y los white out -los apagones en blanco: cuando el viento te envuelve en una manta de hielo y nieve con la que no puedes distinguir el cielo de la tierra-, si te las apañas con todo eso, puedes esquiar con cierta facilidad. Pero esa llanura está abombada. En el centro de la isla, el grosor del hielo alcanza más de tres kilómetros. Es decir: desde la costa, tienes que subir hasta los 2.500 o 3.000 metros. Para eso, tienes que escalar glaciares repletos de grietas y seracs. Y si llevas a rastras un trineo de cien kilos, la cosa se complica.

«Nos hemos encontrado con muchas grietas y formaciones de hielo, además de nieve bastante pesada, lo que ha hecho muy incómodo tirar de los trineos», escribieron Iñurrategi, Vallejo y Zabalza al final de la primera etapa, en la que remontaron 600 metros de desnivel. Dicen que han tenido «buen tiempo, poco frío», que arrastrando los trineos cuesta arriba y de grieta en grieta han «sudado bastante» y que a partir de hoy esperan que «el camino sea más tendido y llevadero».

Foto: Basque Team

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Calentamiento: 2.300 kilómetros sobre hielo

En vez de ochomiles, seis mil: pero seis mil kilómetros sobre hielo. De la exploración vertical a la horizontal. Así, por cambiar de planes, Iñurrategi, Vallejo y Zabalza han salido esta mañana desde el aeropuerto de Loiu hacia Groenlandia. Pretenden atravesar la isla de sur a norte, unos 2.300 kilómetros, esquiando, arrastrando trineos y llevando cometas para aprovechar el viento y recorrer unos cien kilómetros diarios. Como aperitivo. Porque dentro de unos meses quieren darse otro paseo de 3.700 kilómetros por la Antártida, incluyendo alguna escalada.

Esta vez, en lugar de un periodista llevan un rifle y dieciséis balas. Les ayudará más o menos lo mismo, pero al menos el rifle no come y sí calla. Y, como son tres, otro detalle subraya la condición de aventura extrema: no llevan baraja.

Ha sido un espectáculo ver cómo paseaban el rifle por el vestíbulo del aeropuerto, mientras en las pantallas de televisión aparecían fotos de Bin Laden. Por Abbotabad pasamos desarmados y ahora, para ir a una isla desierta, Vallejo se ha tenido que sacar la licencia de armas. Rifle y dieciséis balas: esperan que no aparezcan más de dieciséis osos.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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