Los ojos del camaleón

La prueba que hizo Sos Racismo el pasado viernes, para demostrar con testigos que en ocho bares de Bilbao impiden el paso a algunas personas por el color de su piel, ha producido reacciones airadas de algunos hosteleros y algunas autoridades. Era de esperar. A mí me han sorprendido otro tipo de reacciones, más suaves, matizadas, respetuosas y hasta amigables, pero que tienden a mirar a otro lado.

Algunos cuestionan el rigor científico de la prueba de Sos, niegan que tenga validez estadística o que sirva para establecer conclusiones sociológicas. Pues claro: en Sos Racismo nunca han defendido lo contrario. Han insistido desde el principio, una y otra vez: no pretendían hacer ningún estudio sino comprobar con testigos si ciertos bares, sobre los que había denuncias constantes de discriminación, negaban el paso a negros y moros. Como los resultados fueron contundentes, los medios y las instituciones han reaccionado y parece que algo se mueve. ¿Cuál es el problema de que Sos Racismo ayude a constatar y denunciar estos delitos?

Otros, esquivando la gravedad de los hechos denunciados, salen por peteneras señalando otras injusticias: que si a los tíos también les cobran por entrar en las discotecas (un argumento muy repetido en los foros), que si también hay otra gente discriminada, que si hay muchos otros prejuicios, que si nos la cogemos con papel de fumar…

A mí estas reacciones me han sugerido justo lo contrario: que nos la cogemos con papel de fumar cuando nos hablan del racismo en nuestra sociedad. ¿Racismo?, no, hombre, no es para tanto… Pues sí, yo creo que sí es para tanto, no me parece exagerado tildar de gravísimas las discriminaciones que reveló la prueba del viernes ni estas otras  situaciones que cuenta hoy June Fernández y que son un goteo permanente de injusticias. Tenemos las cloacas justo debajo de casa y lo peor es que todos caminamos por ellas, y casi siempre con las manos en los bolsillos.

Cuesta ponerse en la piel de las personas discriminadas, imaginar la humillación y el desprecio cotidiano. Incomoda pensar en la manera en que son tratados muchos emigrantes que viven entre nosotros, preferimos pensar que aquí somos muy majos y  no hay problemas, no tenemos por qué preocuparnos de nada, todo va bien, miramos a otro lado y somos complacientes con nosotros mismos.

En algunos casos ha molestado más la denuncia del racismo que el propio racismo. Es que la denuncia resulta incómoda, choca con la imagen plácida que tenemos de nosotros mismos. Esa es mi conclusión: que todo esto nos interpela, nos obliga a repensar nuestro entorno y eso incomoda. Por eso procuramos quitarle hierro.

Lo dice June en su entrada de hoy: cuando te enteras de una cosa, ya no puedes hacer como que no sabes.

Y eso incordia mucho.

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7 Comentarios Dejar comentario

  1. Copio y pego lo que he escrito en el blog Mari Kazetari:

    Bien, el tema central ¿es el rigor científico? Bueno, si la batalla es en torno a ese asunto vamos al tema. Sostengo que en este caso lo tiene porque si la intención de sus autores no era científco sus resultados sí lo son. Así se descubrió la penicilina, por cierto.
    Resulta hilarante que quienes defienden que todos los moros son ladrones porque una vez un moro les robó se dediquen a divagar sobre el carácter científico o no de lo sucedido el pasado viernes.
    La sociología es una ciencia y la encuesta, uno de sus principales instrumentos. No hay muestreo sociológico -sea sobre el tema que sea, lo mismo me da político que sanitario- que alcance el porcentaje de representatividad que ocho locales nocturnos bilbaínos ostentan respecto al total de cuantos existen en la ciudad.
    El trabajo realizado por SOS Racismo el pasado viernes es tan científico que nadie aceptaría una apuesta de un euro sobre las posibilidades que una pareja de magrebíes tiene de entrar en cualquier local de ocio nocturno bilbaíno, incluidos todos los no afectados por la citada prueba.
    Hay que recordar también que con 3.000 audímetros instalados en España se establecen los índices de audiencia de todo el país, cuestión que al fin y al cabo sólo mueve algunos cientos de millones de euros.
    Para colmo, la superioridad científica del experimento de SOS Racismo sobre cualquier encuesta es que está basado en lo que hacemos, no en lo que decimos. Finalmente, el experimento ha sido tan científico que ha llevado a retratarse, en cadena, a la responsable de Igualdad del Ayuntamiento, a la asociación de hosteleros y los cientos de comentaristas.
    He ahí la secuencia completa del genoma humano.

    Y con esto ya puedo dar por amortizado el comentario, aunque estoy dispuesto a pegarlo en más sitios, si hiciera falta.

  2. alvarhillo #

    En estos casos yo recomiendo una buena dosis de «En el nombre del padre» es mano de santo

  3. La entrada me viene al pelo, porque estoy que trino. Precisamente el miércoles fui con una amiga peruana a un bar chic de la Castellana madrileña y no nos dejaron pasar porque «no teníamos reserva». ¿Desde cuando hay que pedir reserva para tomar una cerveza? Volveré al bar sin mi amiga para reiterar mi prejuicio de que los bares pijos madrileños son racisas, como en Bilbao. Por supuesto que ya he llenado la red de improperios contra ellos, aunque sea para desahogarme. Este mundo está loco…

    • Ala! Después de leer en post posteriores la que se ha montado, me doy cuenta de que lo mío es una chorrada. Pero

      • Ander Izagirre #

        Bah, Aran, no creo que haya racismo, a mí me han convencido. No pienses mal. Seguro que en ese bar de Madrid dejaban entrar a la gente por orden alfabético y tu amiga peruana se apellida Zurutuza.

  4. Jo, con lo que aprendo yo de las polémicas, más aún si vienen de dos amigos…

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