Caminos de Santiago

Todos los Caminos de Santiago que cruzan Euskal Herria

Quien camina solo y en silencio empieza a fijarse en sus pies, dónde pisa y dónde no, qué barro evita para no hundir la bota y en qué piedra se apoya para impulsar mejor el siguiente paso. Sus movimientos son precisos y se acerca a la eficacia de los animales. A diferencia de los animales, comprende que cada uno de sus pasos marca una huella leve en la tierra. Y se hace consciente de que el camino es la suma de millones de huellas como la suya, el camino es el trazado más eficaz, la precisión de los millones de pasos que le han precedido. El camino es una memoria de la humanidad, grabada en la tierra con los pies.

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Dediqué la primavera a caminar ochocientos kilómetros, a fotografiarlos y a escribirlos. Ahora ya está a la venta la guía Todos los Caminos de Santiago que cruzan Euskal Herria, publicado por la editorial Sua (17 €).

La guía detalla cinco rutas, con sus historietas, sus personajes, sus monumentos, sus sorpresas, sus albergues, sus servicios, sus informaciones prácticas:

-Camino del Norte: desde Baiona hasta Muskiz-Cobarón, once etapas.

-Camino Vasco: desde Irún hasta Haro, siete etapas y una variante de dos etapas por las montañas de Guipúzcoa.

-Camino Francés: desde Saint-Jean-Pied-de-Port / Donibane Garazi hasta Logroño, siete etapas.

-Camino Aragonés: desde Sangüesa hasta Obanos, dos etapas.

-Camino Baztanés: desde Baiona hasta Pamplona, cinco etapas.

Debo un agradecimiento a quienes me acompañaron y me visitaron en el camino: mi madre Arantza, Josema, Nagore, Txuspi, Iñaki G., Sara…

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En la calle Mayor de Monreal, en una de sus casas nobles, se puede leer esta inscripción tallada en 1682: “La maldición de la madre abrasa / y destruye de raíz hijos y casa”. Son versículos del Libro del Eclesiástico, que hablan de la necesidad de honrar a padre y madre cuando son viejitos. Es un poco terrible, esa idea de que mamá nos destruirá con una maldición abrasadora si no la cuidamos, pero los siguientes versículos son un poco más tiernos: “Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en la vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor. Pues el servicio hecho al padre no quedará en el olvido, será para ti restauración en lugar de tus pecados”.

No está mal, en el inicio de las etapas, cargar en la mochila un poco de agua, unos frutos secos, chocolate, y de paso también alguna idea para ir masticándola durante los silencios largos del camino. La etapa de hoy es una de esas: tranquila, poco poblada, idónea para que la cabeza vuele un poco. Salimos de Monreal por la calle del Burgo, caminamos bajo la Higa, por la vega del río Elorz, quizá pensando que deberíamos llamar más a menudo a nuestros padres.

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Subimos por las calles de Torres del Río hasta la iglesia del Santo Sepulcro, uno de los templos más peculiares del Camino navarro. Tiene planta octogonal, porque fue construido hacia el año 1170 como réplica de la basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, y constituye una pequeña extravagancia dentro del románico (…)

Y custodia el templo Ofelia, una de las dos señoras que se turnan en el puesto, un mes cada una. Sentada a una mesita en la que cobra el euro de la entrada, bajo las columnas desde la que le miran monstruos medievales, Ofelia juega a ensamblar columnas de caramelos en la pantalla de su teléfono. Se enfada un poco porque ha abierto la iglesia a primera hora de la tarde, por petición de un peregrino, y luego no ha venido nadie más durante la hora larga en la que ha caído un chaparrón. Dónde estabais, dónde estabais, murmura a los peregrinos que entramos ahora. A un italiano le echa una pequeña bronca porque trae la credencial muy arrugada. Y a un andaluz con pocos sellos estampados le dice “tú poco has andado…”. Ofelia cobra la entrada, reparte folletos informativos y atiende a las preguntas de los peregrinos.

¿Seguirá lloviendo mañana? “No creo”, dice Ofelia, y señala la repisa de piedra que recorre toda la nave de la iglesia, a modo de banco para los feligreses. “Si el banco de piedra está húmedo y brillante, al día siguiente llueve. Ahora se ve seco. No lloverá”.

Al día siguiente, al amanecer, el peregrino mira por la ventana y piensa en Ofelia.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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