Escapadas
Escribir con los pies
Los trabajos del intelecto también tienen riesgos laborales. El viernes, por ejemplo, escribí siete horas seguidas.
Escribí a través de un paisaje transformado hace trescientos años por holandeses -ríos, diques, canales, balsas-; al pie de castillos de señores que fueron, ni navarros ni franceses, soberanos ante cualquier rey; de aldeas que acogieron a judíos fugitivos -con sinagoga y cementerio israelita-. Escribí, acartonado de calor y sed, por las tierras vascas más norteñas: Gixune, Bidaxune y Akamarre.
Caminando solo, las piernas toman un ritmo al que se van acompasando las poleas y los engranajes del cerebro. Con ese golpeo de martinete se van moldeando, clonc-cataclonc, clonc-cataclonc, las ideas. Luego, lo de pasarlo todo por el teclado es ya un trámite.
*
Otra conclusión del viernes: al amor se llega andando.
Foto del interior de mi zapatilla derecha, dedicada a Oskar, el andasolo.
18
Lea
Mendexa, Amoroto, Gizaburuaga, Aulesti, Munitibar. Hay recorridos que son poemas. Este sonaba aún mejor en boca del nativo que me acompañó; en boca y en dientes, porque masticaba esos nombres comiéndoles vocales y empapando consonantes fricativas. El nativo que me acompañó en la ruta del río Lea fue editor de Elea, ese que lo mismo sacaba libros que esparcía estiércol, valga la rebuznancia, un maquinador cultural al que deberían dar una medalla o meter por fin en la cárcel.
Mendexa, Amoroto, Gizaburuaga, Aulesti, Munitibar: ignorante de mí, antes del domingo hubiera dicho que en este valle, apenas un zarpazo desde las faldas del monte Oiz hasta el puerto de Lekeitio, nunca había pasado nada. Pero hay mundos que se superponen a otros mundos, que así van quedando sepultados en musgos y olvidos, y cuando alguien se dedica a escarbar para sacarlos un poco a la vista, te quedas de piedra. Pero de piedra piedra: en este modesto río Lea se suceden 38 puentes antiguos, 41 ferrerías y molinos y 28 presas. Este cauce fue el laboratorio de Pedro Bernardo Villarreal de Bérriz, un ilustrado de Arrasate que hace cuatro siglos se dedicó a la construcción naval, las explotaciones forestales, la arquitectura, pero sobre todo a la ingeniería hidráulica: aquí desplegó en piedra todas sus ideas y marcó la vanguardia industrial de Europa, con presas de contrafuertes, ferrerías, molinos (incluido uno de mareas), de los que salieron miles de toneladas de herramientas y armas, incluidas las picas de Flandes. En sus libros, Villarreal de Bérriz explicó el motivo principal de sus industrias y afanes: «Satisfacer mi curiosidad y gusto».
Es emocionante descubrir vanguardias viejas, vanguardias de piedra ya camufladas por el tiempo, tecnología punta fosilizada: es como palpar siglos. Así caminamos Lea arriba, desde la playa de Isuntza hasta los molinos de Munitibar, presa barik baina presa askogaz.
Fotos: 1) presa y ferrería de Bengolea; 2) Iñaki Mendizabal haciendo puenting; 3) Iñaki Mendizabal, en su tiempos de editor, convenciendo a uno sus autores.
4Aldura Resort
La vuelta al monte Aldura es un delicioso recorrido que cuenta con todas las comodidades y atracciones para satisfacer al turista más exigente: 1) hotel; 2) campo de golf con velódromo; 3) piscina; 4) spa; 5) masajes con envoltura de barro; 6) safari; 7) zona de copas; 8 ) solárium con sombrárium y 9) sex shop.
1) Hotel:
2) Campo de golf con velódromo anexo:
5) Masaje con envoltura de barro:
9Josetxo de plata
Acabo de felicitar por teléfono a Josetxo Mayor: el 17 de septiembre de 1986, hace exactamente 25 años, empezó a limpiar los caminos del monte Ulía. Y desde entonces no ha parado. El hombre tiene 78 años, sigue en plena forma y con un humor estupendo. Me ha citado para un día de estos, entre las 8 y las 10 de la mañana, en el tramo de Bustintxo, donde ahora mismo anda cortando y recogiendo los arbustos que en verano amenazan con tapar el sendero.
(Foto: Josetxo, hace cuatro años, limpiando la bajada desde la zona de los cañones hacia la punta ballenera de Animeta)
Hace ya un par de años que no veo a Josetxo pero percibo su rastro muy a menudo: salgo a caminar por Ulía y veo unas zarzas cortadas y apiladas, que al día siguiente ya están recogidas, o un tramo de sendero recién alisado… Así, siempre sé en qué tramo del monte anda trabajando Josetxo, el hombre que sube todos los días del año a limpiar y cuidar los caminos por propia voluntad -salvo el primero de cada mes, porque ese día hace cola para cobrar la pensión-.
Una o dos veces por semana paso junto a la curva del castaño: mi rincón favorito, porque revela lo mejor de Josetxo. Ya os lo sabréis de memoria: en esa curva, los paseantes se agarraban a la rama más baja del castaño y la iban estropeando, de manera que Josetxo abrió con la azada un tramo nuevo, un poco más alejado del árbol, acarreó un montón de losas una a una y pavimentó con ellas la nueva curva. Así desvió a los caminantes y salvó la rama, de la que ahora mismo cuelgan unos hermosos erizos de castañas. La semana pasada me traje unas pocas -dejé las que corresponden a las ardillas-, para pasarlas por la sartén vieja y comerlas de postre a la salud de Josetxo.
Unos metros después del castaño, el camino pasa por una ladera con otro detalle que me gusta mucho: en las épocas lluviosas, se oye el chorro potente de un manantial pero no se ve, porque cae por un terraplén de areniscas, cubierto por zarzas. En mi mapa mental, es el tramo de la fuente cantarina invisible. Hace unos días me llevé una sorpresa: alguien había despejado las zarzas, había abierto una pequeña trocha ladera abajo y había colocado un tubo por el que brotaba el agua. Bajé y le pegué un trago con la emoción de quien mete los morros en las fuentes del Nilo.
Hoy he preguntado a Josetxo si era cosa suya.
-¡No, no! Me dicen que lo ha hecho un pescador, de los que bajan a pescar a las rocas, uno que anda mucho por allí. Yo no quería arreglar esa fuente, porque sabes lo que pasa, que los manantiales no se respetan. Mira la Kutralla, la gente hasta meaba y cagaba y todo allí. Por eso no quería limpiar ese manantial, para que no empezara a ir gente a estropearlo, pero la verdad es que está muy bien. Has visto el laurel, qué laurel tan majo. Allí íbamos mucho de jóvenes. Comprábamos botellas de sidra en el caserío Arbola y nos íbamos a la fuente, a pasar la tarde, y de paso te morreabas con la chavala.
También le he preguntado si iba a celebrar de alguna manera sus bodas de plata como cuidador de Ulía.
-Hombre, iba a pedirle a Odón el reloj de oro ese que regalan en el Ayuntamiento por los 25 años de trabajo, pero ahora como está otro de alcalde…
*
Josetxo Mayor es el protagonista de ‘Los caminos de Josetxo’, uno de los capítulos del libro Cuidadores de mundos.
19Hirumugarrieta (8.060)
El poste y el buzón de la cumbre estaban rebozados de pegatinas. Gracias a la lluvia, pudimos arañarlas y quitarlas fácil. Luego abrí el buzón y encontré este mensaje. Me entraron ganas de mandárselo al rey Haakon VII.
PD: 8.060 decímetros. Hirumugarrieta, primer ochomil.
9
Me mandan recuerdos del perro de Gamere
A veces entran la pereza o el desánimo y me dan ganas de dejar aparcado el blog. Pero de pronto vuelvo a descubrir que algunas historias son anzuelos que de vez en cuando traen de vuelta unas piezas tan hermosas…
El zumaiarra Xabier Azkue y su pareja vieron los cinco recorridos temáticos que publiqué en la revista Nora de este mes. Andaban de escapada por Zuberoa y decidieron acercarse a Gamere (Camou, en francés), para hacer el itinerario de las lamias, esas sirenas mitológicas que se bañan en pozas.
Cuando llegaron al manantial de agua caliente de Gamere se encontraron con un perro. Y como Xabier es lector de este blog, lo reconoció: era el perro que me acompañó durante cuatro horas y media por montes, bosques y cuevas, que no se apartó de mí cuando nos cayeron varios chaparrones ni cuando encontró un ligue por el camino. Cuenta Xabier que el perro se fue con ellos, por delante, marcándoles la ruta. No sé yo para qué me tomé tanta molestia de ir anotando el itinerario y de escribirlo después, si basta con decir a los excursionistas que obedezcan al chucho.
Sigue contando Xabier: el perro se paró a saludar a unos niños y a otra pareja, que le hacían mucho más caso y más mimos, pero enseguida reanudó la marcha para acompañarles a ellos. Como yo, comprobaron que es un perro de palabra. En un cruce, Xabier y su pareja pensaron que el recorrido completo se les haría muy largo y decidieron bajar atajando por la carretera hasta el punto de partida. Entonces el perro les dejó y regresó por el sendero. Dice Xabier que iría en busca de otros excursionistas a los que guiar por el recorrido.
Me manda esta foto y recuerdos de parte del perro.
15Sosiego
Salí en bici desde la costa, subí por un desfiladero de caliza roja, bordeé un castillo asomado al abismo, alcancé la parte alta de la sierra. Allí, por una carreteruela capilar, atravesé una meseta a 800 metros de altitud, entre bosques de encinas y pinos. A mi izquierda, en el fondo del valle, veía los meandros plateados del Ebro. A mi derecha, lejos, el centelleo azul del Mediterráneo y la cinta blanca de las playas. En una hondonada encontré por sorpresa una aldea de piedra con una iglesia románica. Me senté en un murete, escuché las chicharras, comí tres ciruelas y dejé la cuarta, un poco pocha, para las golondrinas que trazaban acrobacias eléctricas. (Supongo que las golondrinas comerán ciruelas, ¿no?).
Bajé de vuelta hasta el mar, haciendo zigzagueos eufóricos en las mil curvas y contracurvas por las que antes había subido, con ganas de gritar yujus y yepas, pensando en lo falsos que son el puenting y tantos de esos deportes llamados de aventura, que venden adrenalina sin sudor, premio sin esfuerzo. Hombre, es un poco el consuelo de las uvas verdes: yo no salto de un puente ni atado.
Por la tarde me bañé y cogí olas. Me tumbé a leer a la sombra. Por la noche dormí por fin como un bebé.
Dejadme que plantee una hipótesis. Lo hago con mucha ignorancia y sin intención de molestar, porque cada uno busca el sosiego como mejor puede, y casi todo me parece muy bien. Pero me pregunto yo: las biodanzas y las terapias de energías y toda esa gama de gimnasias rebozadas de cháchara mística ¿no serán para gente que ha olvidado caminar?
13Ermitaños, trincheras, sirenitas y otros paseos
La revista Nora trae este mes un reportaje mío con cinco propuestas para dar paseos temáticos (euskaraz). Se vende hoy domingo con el diario Berria y, aparte, en los quioscos. Por si gustáis, son estos:
1. Ruta de los ermitaños, por las cuevas-templo milenarias de Valdegovía, nuestra modesta Capadocia (Álava).
Bonus track para lectores de este blog: «Yo quiero bañarme en mares de radio«.
2. Ruta de las ferrerías del Barbadun, incluyendo la de El Pobal, que los sábados se pone en marcha (Vizcaya).
Bonus: «El misterio del hierro«.
3. Ruta de las trincheras, por el escenario de la batalla de los Intxortas en 1937, en Elgueta (Guipúzcoa).
4. Ruta mitológica por cuevas prehistóricas y pozos de lamias, en Gamere-Camou (Zuberoa).
Bonus: «Zooberoa».
5. Ruta de los arrozales y los sotos del Ebro, con observatorio de aves incluido, en Arguedas (Navarra).
Algunos cromos:
7Aviso ministerial para renacuajos y corcones
Ayer lo celebramos con los renacuajos y los corcones en una de las desembocaduras más modestas y más bellas de la costa vasca: la del arroyo Mintegi, que se abre paso entre estratos de arenisca, en el litoral de Jaizkibel.
En la desembocadura se forman pozas. La marea alta cubre algunas, en las que nadan corcones, pero otras permanecen dulces, refugio de renacuajos. «No habrá zapaburus más cercanos al mar que estos», sentenció Josema, ahí, agachado, a la izquierda en la foto.
La foto de la primera charca es mía. La de la segunda es de Pedro López y El Diario Vasco, de cuando la diputada Tapia, el consejero Arriola, el diputado general Olano, el ministro Blanco, el presidente del puerto Buen y el viceconsejero Gasco sellaron a principios de abril «un compromiso sin marcha atrás» para construir el superpuerto exterior de Jaizkibel, al que llaman «ecopuerto».
Veinte días más tarde, el ministerio de Medio Ambiente declaró en un informe que el superpuerto causaría «daños irreversibles» en los ecosistemas protegidos y resultaría «económicamente insostenible», y puso el proyecto de vuelta y media. Zaca, zaca y zaca. Y es precisamente este ministerio el que tiene la última palabra sobre la ejecución de la obra.
Por eso ayer fuimos a visitar a los corcones y a los renacuajos y les cantamos «Agua dulce, agua salá».
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10Autoestop (3): moros y riberos
Caminé desde Tudela hasta Valtierra por la orilla del Ebro, cuatro horas por uno de los tramos con bosques de ribera más frondosos y sonoros del río. Una delicia. Para volver al punto de partida hice autoestop y confirmé la teoría que escribí hace ya tres años: sólo paran las currelas (y sus corolarios: el afán de limpieza es egoísta, los conductores de audis y bemeuves son miedosos y aburridos…).
Primero me recogió una camioneta. Conducía Rachid, un transportista argelino que trae y lleva cargas por toda la Ribera navarra. De copiloto iba su hermano mayor, que apenas hablaba castellano. Rachid enseguida me enseñó un carné viejo, en el que aparecía su foto de muy joven: un carné oficial de prensa de Argelia, de 1991. Rachid es periodista pero se fue de su país en 1994, en plena guerra civil, y se instaló en Navarra. Echa de menos el periodismo. Le apasionaba su trabajo en una redacción. Pero hace 17 años lo primero era sacar adelante a su familia, así que se instaló donde mejor pudo, empezó a trabajar en mil chapuzas y acabó montando su propia empresa. Le va todo muy bien, dice.
Hablamos de las revueltas árabes, de la acampada de Sol, de la crisis, de la emigración. En un momento de la charla, le conté cómo un día encontré dentro de mi furgoneta melonera a un argelino durmiendo. «Esa es la historia de mi país», me dijo. «La riqueza la manejan cuatro y los argelinos acabamos emigrando y buscando una furgoneta para dormir».
Después me recogió otra camioneta en la que iban dos chatarreros de Valtierra. Uno de ellos me contó que el negocio iba mucho bien pero que debían andar siempre rápidos para que no se les adelantaran los gitanos, que menudos son. Me contó una apasionante y enrevesada historia sobre una aventura nocturna en las Bardenas, hace veinte años, en la que acompañó a un periodista de Pamplona que buscaba en secreto los restos de un caza estrellado y que acabó encontrando la caja negra.
Cuando ya llegábamos, me preguntó:
-¿Y a ti te da mucho la locura esa de andar?
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Autoestop (1): costa vasca | Autoestop (2): Marruecos
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