Escribir con los pies

Los trabajos del intelecto también tienen riesgos laborales. El viernes, por ejemplo, escribí siete horas seguidas.

Escribí a través de un paisaje transformado hace trescientos años por holandeses -ríos, diques, canales, balsas-; al pie de castillos de señores que fueron, ni navarros ni franceses, soberanos ante cualquier rey; de aldeas que acogieron a judíos fugitivos -con sinagoga y cementerio israelita-. Escribí, acartonado de calor y sed, por las tierras vascas más norteñas: Gixune, Bidaxune y Akamarre.

Caminando solo, las piernas toman un ritmo al que se van acompasando las poleas y los engranajes del cerebro. Con ese golpeo de martinete se van moldeando, clonc-cataclonc, clonc-cataclonc, las ideas. Luego, lo de pasarlo todo por el teclado es ya un trámite.

*

Otra conclusión del viernes: al amor se llega andando.

Foto del interior de mi zapatilla derecha, dedicada a Oskar, el andasolo.

 

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6 Comentarios Dejar comentario

  1. ¡Menudas venas! ¡He visto ríos con menos afluentes!

    • Ander Izagirre #

      Es lo que se llama un PIE DE FOTO. Tranquilo, Sergio, a las pocas horas el pie volvió a su tersa normalidad, quitado un par de ampollas que aún dan un poco la lata.

  2. esnabide #

    Parece que zapatilla, mejor dicho, plantilla y tu estais compenetrados

    • Ander Izagirre #

      Va siendo hora de pedir el patrocinio de alguna marca de zapatillas y botas.

  3. Escribir… puro trámite. ¡Qué suerte tienen algunos!
    Cuida la espalda Ander y los talones, claro.

    • Sólo es puro trámite si primero has caminado unas buenas horas en solitario. Si no, Santi, hay párrafos y páginas que no salen ni con sacamuelas.

      La espalda la llevo muuucho menos cargada que tú, artista. Y en los talones aún resiste una ampollita varios días después: bah, tengo una ampolla peor en el cerebro, después de rematar un reportaje laaaaargo…

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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