NAVARRA

La juerga de los barbudos románicos

En San Pedro de Etxano no cuadra nada. Es la única iglesia románica conocida que, en lugar de transmitir la doctrina cristiana, refleja mensajes profanos.

Quienes saben leer los símbolos del románico se quedan pasmados: en la portada no aparecen el Cristo en majestad y los veinticuatro reyes ancianos del Apocalipsis, como dicta el canon, sino un señor de grandes barbas postizas celebrando una fiesta de carnaval con sus amigotes; y en la decoración del edificio se pueden leer las fórmulas de alquimia que se estudiaban en el siglo XII, dictadas por uno de los mayores sabios de la época, un sacerdote inglés que fue consejero del rey de Navarra y estaba mosqueado con la Iglesia. Un señor lo suficientemente sabio, rico y mosqueado como para construir este edificio burlón.

El reportaje completo, aquí: ‘Un templo románico dedicado a la parranda’ (Yorokobu).

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Los juerguistas barbudos de Etxano. Foto de Javier Intxusta.

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El orgullo de los malditos

—Somos hijos de una raza maldita.

Xabier Santxotena habla, a menudo, en primera persona del plural.

—Decían que éramos herejes, que hacíamos pactos con el diablo, que teníamos lepra, que no teníamos lóbulos en las orejas, que nuestra sangre hervía. Que si pisábamos descalzos, la hierba no volvía a crecer. Si agarrábamos una manzana, se pudría. En este valle no nos dejaban tener tierras, ni ganado, ni sacar madera de los bosques comunales, ni beber de las fuentes de los pueblos. Teníamos que llevar un distintivo rojo, una tela cosida en la ropa con forma de huella de oca.

Santxotena desciende de aquellas gentes que se instalaron en la Edad Media en el barrio de Bozate, un racimo de caseríos blancos en una pradera del valle del Baztán (Navarra). Es un pueblo de cien habitantes, caminos empedrados, calles estrechas, varias huertas, una pequeña plantación de maíz, casas con explosión de geranios en los balcones y carteles que ofrecen miel casera y zumo de manzana. En la pradera pastan las ovejas, al fondo se elevan las primeras montañas pirenaicas de mil metros, un telón de laderas verdes y rasas. Bozate es una postal, Bozate fue un gueto hasta ayer.

Sus habitantes no podían casarse con otra gente y sufrieron esa marginación, como otras, hasta bien entrado el siglo XX. La antropóloga Paola Antolini mencionó una boda que causó escándalo hacia 1940: una cocinera de Bozate se casó con un carpintero tallista de Arizkun, el pueblo que queda a un kilómetro y medio, al otro lado del río Baztán. Bozate es un barrio de Arizkun; durante siglos pareció que pertenecía a otra galaxia. La boda entre la moza de Bozate y el mozo de Arizkun fue muy criticada, escribió Antolini.

—Pues esos eran mis padres: Julián y Jesusa —dice Santxotena, que nació en Arizkun en 1946, y que pronto sospechó que algo pasaba al otro lado del río—. A mí me mandaban, de niño, a llevar las vacas de Arizkun al prado de Bozate. Cruzaba el río, con ocho o nueve años, y yo sabía que entraba en un sitio un poco especial. No recuerdo nada muy concreto, pero sabía que Arizkun y Bozate eran distintos, que la gente era distinta. Algún día me llegó la palabra. Recuerdo que se lo pregunté a mi padre: qué es eso de los agotes. Qué quiere decir que los de Bozate son agotes. Y él me dijo: ¡Eso son tonterías! No me dijo nada más.

La palabra estuvo oficialmente prohibida: en 1817, las Cortes navarras decretaron que a nadie se le llamara agote, «so pena de injuriador». Según explicaba el decreto, algunos consideraban que esas gentes descendían de los herejes albigenses de la Edad Media: «Esas conjeturas y otras vulgares tradiciones han sido causa de que hasta ahora se les haya tratado con notorio desprecio, reputándoles viles, excluyéndoles de todos los oficios públicos, incluso del trato social y civil». Prohibieron la palabra, el desprecio duró. Algo queda todavía.

Sigue en la revista Jot Down: ‘El orgullo de los malditos’.

Xabier Santxotena (Agotes)Xabier Santxotena con la ‘Máscara del agote’

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Pesados

En la subida a Lepoeder yo he visto a peregrinos doblados bajo mochilas enormes; he visto a coreanos con dos botellas de litro y medio, atadas una a cada lado de la cintura; he visto a una alemana llevando de la correa a su perrito, y al perrito con un chaleco en el que llevaba su propio botellín de agua; no he visto a matrimonios franceses porque iban ocultos bajo su carga titánica, pero he visto sus bastones asomándose y tanteando cada paso y clavándose en el suelo como si temieran hundirse hasta el centro de la Tierra.

El caminante elimina siempre lo superfluo.

Muchos empiezan a caminar en Donibane Garazi / Saint-Jean Pied-de-Port y emprenden la subida a Lepoeder, hacia Roncesvalles, de veinte kilómetros de longitud y 1.300 metros de desnivel. Es el primer día: es el día de los arrepentimientos.

Empiezan a abandonar objetos. En uno de los repechos más duros encontré este libro tántrico en alemán y un libro de oraciones envuelto en esa bolsita de plástico. Leí por ahí que la peregrinación es una plegaria expresada con el cuerpo. Para qué, entonces, los libros de oraciones.

01 Pesado

En el albergue de Roncesvalles había montones de libros abandonados. Abundaban los tochos de Paulo Coelho y Dan Brown y Jorge Bucay y autores llenos de energías y felicidad y luces y cúpulas y los nueve tralarí. Es la prueba objetiva de que esos señores son unos pesados.

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Noticias urgentes

Os traigo noticias urgentes. Ahí fuera brotan ya las collejas y los ajoporros, los campos de trigo están verdes y relucen tras los chaparrones, los almendros se despliegan, los abejorros zumban de flor en flor, los pajarillos andan  excitados.

En un día feliz, perseguí por los campos navarros la silueta de una japonesa durante siete horas, cagué junto a un avellano (señal de felicidad), me encontré en Obanos con un amigo que hace películas sobre el azar y al final, mientras sacaba fotos al puente románico de Puente la Reina, un saxofonista terrible tocó de pronto, sin que él supiera que era para mí, el Happy birthday to you.

Foto: fiesta de cumpleaños en Valdizarbe.

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Los que nunca faltan

En los próximos meses voy a caminar mucho, unas 35 jornadas largas, para escribir una guía.

El plan me gusta mucho pero a veces no es fácil. Algunos días se juntan el cansancio, la pereza, el frío, la lluvia, los barrizales, algún huracancito o diez novillos que te cierran el paso y te miran amenazantes.

Ayer me tocaba ir a Sangüesa, a 140 kilómetros de casa, para luego caminar siete horas. Me gusta mucho caminar solo. Pero hay días ligeros y días pesados.

La etapa de Sangüesa venía pesada. Y difícil de organizar. Pero la víspera hubo dos o tres telefonazos y de repente nos encontramos, desayunando en Liédena a las nueve de la mañana, mi madre, J. y yo.

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Con J. hice el primer viaje de mi vida, el primer viaje de nuestras vidas, cuando salimos de casa con las bicis y las tiendas de campaña a los 17 años, sin saber dónde íbamos a dormir esa noche ni las siguientes seis o siete. Procuramos repetir algo parecido todos los años. Primero fue en bici, luego en moto y últimamente en su Mercedes de 32 años, con el que viajamos a una velocidad que no despeine a los chopos.

Procuramos parar siempre en Liédena, camino del Pirineo, y pedir un pintxo de triguero en el hostal Latorre. Hace unos años construyeron la autovía. Ya no hay que pasar por Liédena ni cruzar el puente sobre el río Irati, en el que J. siempre hace la misma pregunta. Y el hostal Latorre quedó fuera de ruta.

A J. le fastidian esos abandonos. Él es fiel, es hombre de ritos, y cuando va al Pirineo se sale de la autovía en Liédena para pedir el pintxo de triguero en el hostal Latorre.

Ayer, como yo iba a Sangüesa, J. se acercó a desayunar a Liédena.

Ayer, como yo iba a Sangüesa, mi madre decidió llevarme y traerme, como cuando me llevó con 17 años a la carrera de ciclocrós de Ormaiztegi y se puso en la zona de control del circuito, para recibir mi bici embarrada, darme una limpia, quitarle el barro a manguerazos a la sucia y repetir el cambio en las siguientes vueltas, todo con un par de grados bajo cero.

Sangüesa, por su arrojo en las guerras medievales contra los vecinos de Aragón, lleva este título en su escudo: “La que nunca faltó”.

Ayer mi madre pasó el día haciendo visitas turísticas mientras yo caminaba, y luego se acercó a Salinas de Ibargoiti, penúltimo pueblo de mi ruta. Allí le dejé mis zapatillas embarradas y empapadas, y me dio otras secas que yo había dejado en el coche.

Hasta Salinas, mi recorrido de ayer marca un trazado bastante recto en el GPS (en naranja). Luego pasó esto:

Salinas

Llegué a Salinas, mi madre me dio las zapatillas secas, dimos un paseo para ver la iglesia, nos metimos por la Calle Mayor, ella me iba contando su visita a la cripta de Leire, y de pronto yo me di cuenta de que ese rodeo con mi madre se estaba grabando en el GPS.

No sé editar estos trazados de GPS ni tampoco quiero hacerlo en este caso. Quedará marcado el bucle, quedará marcada la presencia de mi madre en la ruta.

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Excursiones por cinco ríos

Os propongo cinco planes para andarines y ciclistas: excursiones por la orilla de los ríos Urumea (de Hernani a Ugaldetxo), Bidasoa (de Sunbilla a Lesaka), Ebro (de Elciego a Lapuebla), Lea (de Mendexa a Munitibar) y Biduze (de Guiche a Bidache). Este último me dejó marcada en los pies una interesante cartografía de ríos y afluentes.

Escribí un reportaje con esas cinco rutas para el número de junio-julio de la revista Euskal Herria, ahora en los quioscos. Las fotos son de Koldo Badillo. El número también trae un reportaje magnífico de Santi Yaniz sobre «Lapurdi, la costa de los corsarios», otro de Alberto Muro sobre el macizo calcáreo de Itxina… ¡y el fotógrafo Iñaki Mezquita publica unas fascinantes imágenes de cópulas! (de insectos).

Os dejo la entradilla del reportaje sobre las cinco excursiones por ríos:

«Hubo un tiempo en que los ríos fueron las arterias de nuestro país. Por ellos entraron las culturas, el comercio, las ideas. Dieron de beber a las primeras poblaciones y luego a las grandes ciudades. Sus aguas regaron cultivos, ofrecieron pesca, movieron la prosperidad de ferrerías y molinos, sirvieron de vía de transporte para las gabarras y los botes que surcaban los cauces y para los trenes que obedecían sus trazados. Luego los invadimos, los ahogamos, los envenenamos y los sepultamos en la contaminación y el olvido.

Hace dos o tres décadas, con la forzosa readaptación industrial y la nueva conciencia ecológica, los ríos vascos empezaron a revivir. Los cauces y las riberas acogieron de nuevo una abundancia de peces, anfibios, mamíferos, aves, plantas y árboles que  parecían a punto de desaparecer. Y además de esta recuperación de los espacios naturales, empezamos a ver los ríos como espacio de ocio y disfrute. Se rehabilitaron caminos de sirga, senderos y calzadas, se trazaron itinerarios para caminantes con un esfuerzo notable por la divulgación del patrimonio histórico y natural: en estas rutas encontramos ahora parajes deliciosos y huellas de los viejos oficios y las viejas vidas.

Proponemos cinco caminatas fluviales: Biduze, Bidasoa, Urumea, Ebro y Lea. Son paseos llanos y sencillos, descritos para caminantes pero idóneos también para ciclistas, que nos ayudarán a redescubrir el paisaje y la historia de nuestros ríos».

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Minerets, gli inuit, kobazuloak

Me llegó del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, se me aparecieron unas lenguas como de fuego que se posaron sobre mí y me puse a hablar en otros idiomas. Me han traducido dos reportajes al catalán y al italiano y he publicado otro en euskera.

Minerets (Foc Nou) Abigaíl Canaviri té 14 anys, entra totes les nits a les galeries de Cerro Rico de Potosí, una de les mines més deteriorades i perilloses del món. Allà carrega amb vagonetes de roques durant dotze hores, a canvi de dos euros.

Groenlandia. Gli inuit del profondo Est (Popoli). Alcuni ubriachi scompaiono in inverno. Una tormenta li sorprende mentre vagano per il villaggio barcollando, e quando finisce il temporale, vari giorni dopo, nessuno è in grado di ritrovare i loro corpi sotto la neve compatta. Bisogna aspettare il disgelo primaverile.

-Hiru kobazulo harrigarri (Nora). VALTIERRA. Valtierrako kobazuloak ostatu txukunak dira, ederrak, xarmantak, turistak erakartzen dituztenak. Baina istorio latza gordetzen dute eta hori beti gogoan dauka Rubén Mendi kudeatzaileak: «Gure ama kobazulo batean jaio eta han bizi izan zen 1965 arte. Bizirauteko erremedioa zen, ez zeukatelako dirurik adreilu bat ere erosteko». LANESTOSA. Leizera sartu eta lanean ikusiko ditugu duela 10.000, 20.000 edo 35.000 urteko arbasoak, sua pizten, harrizko tresnak zorrozten, mineralak eta koipeak nahasten eta substantzia horrekin hormak pintatzen. ZUGARRAMURDI. Aker beltza gurtzen zuten Zugarramurdiko leizerik ospetsuenean, baina herri berean badago beste koba bat arkume errearen jarraitzaileak biltzen dituena.

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Autoestop (3): moros y riberos

Caminé desde Tudela hasta Valtierra por la orilla del Ebro, cuatro horas por uno de los tramos con bosques de ribera más frondosos y sonoros del río. Una delicia. Para volver al punto de partida hice autoestop y confirmé la teoría que escribí hace ya tres años: sólo paran las currelas (y sus corolarios: el afán de limpieza es egoísta, los conductores de audis y bemeuves son miedosos y aburridos…).

Primero me recogió una camioneta. Conducía Rachid, un transportista argelino que trae y lleva cargas por toda la Ribera navarra. De copiloto iba su hermano mayor, que apenas hablaba castellano. Rachid enseguida me enseñó un carné viejo, en el que aparecía su foto de muy joven: un carné oficial de prensa de Argelia, de 1991. Rachid es periodista pero se fue de su país en 1994, en plena guerra civil, y se instaló en Navarra. Echa de menos el periodismo. Le apasionaba su trabajo en una redacción. Pero hace 17 años lo primero era sacar adelante a su familia, así que se instaló donde mejor pudo, empezó a trabajar en mil chapuzas y acabó montando su propia empresa. Le va todo muy bien, dice.

Hablamos de las revueltas árabes, de la acampada de Sol, de la crisis, de la emigración. En un momento de la charla, le conté cómo un día encontré dentro de mi furgoneta melonera a un argelino durmiendo. «Esa es la historia de mi país», me dijo. «La riqueza la manejan cuatro y los argelinos acabamos emigrando y buscando una furgoneta para dormir».

Después me recogió otra camioneta en la que iban dos chatarreros de Valtierra. Uno de ellos me contó que el negocio iba mucho bien pero que debían andar siempre rápidos para que no se les adelantaran los gitanos, que menudos son. Me contó una apasionante y enrevesada historia sobre una aventura nocturna en las Bardenas, hace veinte años, en la que acompañó a un periodista de Pamplona que buscaba en secreto los restos de un caza estrellado y que acabó encontrando la caja negra.

Cuando ya llegábamos, me preguntó:

-¿Y a ti te da mucho la locura esa de andar?

*

Autoestop (1): costa vasca | Autoestop (2): Marruecos

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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