ÁLAVA

Excursiones por cinco ríos

Os propongo cinco planes para andarines y ciclistas: excursiones por la orilla de los ríos Urumea (de Hernani a Ugaldetxo), Bidasoa (de Sunbilla a Lesaka), Ebro (de Elciego a Lapuebla), Lea (de Mendexa a Munitibar) y Biduze (de Guiche a Bidache). Este último me dejó marcada en los pies una interesante cartografía de ríos y afluentes.

Escribí un reportaje con esas cinco rutas para el número de junio-julio de la revista Euskal Herria, ahora en los quioscos. Las fotos son de Koldo Badillo. El número también trae un reportaje magnífico de Santi Yaniz sobre «Lapurdi, la costa de los corsarios», otro de Alberto Muro sobre el macizo calcáreo de Itxina… ¡y el fotógrafo Iñaki Mezquita publica unas fascinantes imágenes de cópulas! (de insectos).

Os dejo la entradilla del reportaje sobre las cinco excursiones por ríos:

«Hubo un tiempo en que los ríos fueron las arterias de nuestro país. Por ellos entraron las culturas, el comercio, las ideas. Dieron de beber a las primeras poblaciones y luego a las grandes ciudades. Sus aguas regaron cultivos, ofrecieron pesca, movieron la prosperidad de ferrerías y molinos, sirvieron de vía de transporte para las gabarras y los botes que surcaban los cauces y para los trenes que obedecían sus trazados. Luego los invadimos, los ahogamos, los envenenamos y los sepultamos en la contaminación y el olvido.

Hace dos o tres décadas, con la forzosa readaptación industrial y la nueva conciencia ecológica, los ríos vascos empezaron a revivir. Los cauces y las riberas acogieron de nuevo una abundancia de peces, anfibios, mamíferos, aves, plantas y árboles que  parecían a punto de desaparecer. Y además de esta recuperación de los espacios naturales, empezamos a ver los ríos como espacio de ocio y disfrute. Se rehabilitaron caminos de sirga, senderos y calzadas, se trazaron itinerarios para caminantes con un esfuerzo notable por la divulgación del patrimonio histórico y natural: en estas rutas encontramos ahora parajes deliciosos y huellas de los viejos oficios y las viejas vidas.

Proponemos cinco caminatas fluviales: Biduze, Bidasoa, Urumea, Ebro y Lea. Son paseos llanos y sencillos, descritos para caminantes pero idóneos también para ciclistas, que nos ayudarán a redescubrir el paisaje y la historia de nuestros ríos».

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Alimente a un escritor

Como recordaréis, me escribieron de una casa rural alavesa para contarme que ‘Plomo en los bolsillos‘ era el libro que los clientes más veces les habían robado (tres). Hace unos días mandé tres ejemplares a la dueña de la casa y ayer recibí un paquete con el pago:

El lote: ¡un queso de Idiazábal!; el libro-guía de una caminata alrededor de la Llanada Alavesa; la revista local de Asparrena -en cuya portada sale una pastora que es amiga de un amigo-; un bloc de notas de un museo -la dueña de la casa rural no lo sabe, pero los textos de ese museo los escribí yo-; y unos cuantos bolígrafos y lápices -incluido «ese rojo que puedes llevar encima de la oreja, que puedes afilar con la navaja o con una piedra, y con el que puedes escribir en las paredes, en el suelo, en una piedra o una teja».

Hace años, un amigo biólogo navarro, al que corregí los textos de un libro sobre el oso pirenaico, me pagó con varios kilos de hongos cocinados y congelados. En un pueblo guipuzcoano minúsculo, con mucho entusiasmo y poco presupuesto, a Josu y a mí nos pagaron una charla con un queso y varias botellas de sidra. Así que ya sabéis, que cunda el trueque: podéis pagarme con un bocata de tortilla y una caña, con otro libro, con unas babuchas kirguisas, con un masaje, con un cenicero hecho de macarrones…

Y si queréis hacer una escapada preciosa, no lo dudéis: el agroturismo Mendiaxpe es una delicia. Está en Araia-Asparrena, al pie de las sierras de Aizkorri y Aratz, y además tiene unos libros fantásticos para robar.

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Mi campaña

Siempre hay una ermita: en las afueras del pueblo, en un alto, con vistas estupendas y una explanada ideal para dormir con absoluta placidez.

Compré esta tienda -pequeña, ligera, ni siquiera tiene doble techo- para llevármela en el cajón de la moto en Vespaña, hace ya cinco años. Me costó 18 euros. La semana pasada me escapé tres días por Navarra y Álava para hacer varias caminatas y preparar algunos reportajes (conceptos clave: cordero caramelo, escribano palustre, complejo troglodita) y en una de las noches planté la tienda junto a la ermita de San Vicente, en Elciego (Rioja Alavesa), asomado al pueblo y a la bodega de titanio de Gehry.

En esos ratos tontorrones de antes de meterse al saco, queda tiempo para dar un paseíto por los alrededores de la ermita y calcular, por ejemplo, que debo de haber dormido en esta cutretienda unas 80 noches. Que me sale a 22 céntimos la noche. Y ya sabéis a lo que voy: que luego dicen que viajar es caro y tal y cual. Campaña y jornada de reflexión: debería hacerlas más a menudo.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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