Archivo junio 2011

Los catorce de Iñaki

Me he zampado en tres sentadas Los catorce de Iñaki, una crónica escalofriante del intento de rescate de Iñaki Ochoa de Olza, el montañero navarro que agonizó cinco días y murió en una tienda de campaña a 7.400 metros en el Annapurna. En el empeño por salvarlo participaron catorce escaladores de varios países, que se presentaron voluntarios y arriesgaron sus vidas en situaciones delicadísimas, cuando tenían razones de sobra para quedarse al margen sin que nadie les hubiera podido hacer ningún reproche, pero que lanzaron un órdago dramático para apurar las minúsculas posibilidades de rescatar a Ochoa de Olza.

He devorado el libro con tal angustia y tal emoción que anoche, a las dos y cuarto de la mañana, cuando cerré porque ya se me caían los ojos, pensé por un momento que Colibassanu, Steck, Urubko, Bowie, Bogomolov y compañía acabarían rescatando al navarro. Hace un rato he leído la muerte de Iñaki, un hecho que ya conocía desde hace tres años, y aun así me he llevado un susto y una congoja del quince.

Y eso que el relato es austero, humilde, muy contenido. Bastan las decisiones de los montañeros, terribles y sin aspavientos, para revelar las razones más nobles y emocionantes del himalayismo. Basta la pura narración sin moralejas -sin esos rollos tan de moda de autoayuda y superación y motivación y demás filosofadas de peseta-, para mostrar que la actividad en esas montañas no es un juego con la muerte, sino un juego por llevar la vida a su máxima plenitud.

El autor, el periodista pamplonés Jorge Nagore, era muy amigo de Iñaki. Y se nota pero no se nota, nosesimexplico, de la mejor manera en la que puede notarse sin que se note.

Nagore presenta el libro hoy en Barcelona y mañana en Madrid. Hoy, miércoles 29 de junio, a las 12 en la librería Catalonia (ronda Sant Pere, 3) y a las 20 en el Colegio Mayor Sant Jordi (paseo Zamora). Y mañana en Madrid, a las 12 en la librería Desnivel (plaza Matute, 6). En las presentaciones le acompañará Horia Colibassanu, el montañero rumano que permaneció varios días en la tienda junto a Iñaki, hasta que llegó el suizo Ueli Steck a relevarle.

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Dentro de unos meses se estrenará la película Pura vida, sobre esta misma historia. En este adelanto de tres minutillos, el kazajo Denis Urubko, otro de los catorce, dice esta frase: «No somos de países diferentes. Somos de un mismo país: las montañas».

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Y ya es muy conocido el reportaje que emitió Informe Robinson sobre Ochoa de Olza y el intento de rescate, el que Guardiola puso a los jugadores del Barça y tal: «Una vida entregada a la montaña«.

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Ya vienen las futbolistas guaraníes

Las mujeres futbolistas del Chaco boliviano, protagonistas del reportaje Las madres guaraníes saltan a la cancha, llegan dentro de pocos días a San Sebastián. Vienen a participar en el torneo internacional Donosti Cup, que se celebra entre el 3 y el 9 de julio.

El empeño ha sido muy complicado -también se intentó el año anterior y no salió- pero esta vez el viaje de las bolivianas ha cuajado gracias al esfuerzo de las propias mujeres del Momim (Movimiento de Mujeres Indígenas del Mundo), de Iñigo Olaizola, director de la Donosti Cup, de Pilar Mateo, la doctora que desarrolla una impresionante labor sanitaria y social en aquella región, y de Xabier Azkargorta, «el Profe», «el Bigotón», el entrenador azpeitiarra que clasificó a la selección de Bolivia por única vez en su historia para un Mundial.

Azkargorta será el entrenador de las madres en la Donosti Cup. Hace unos días viajó a Camiri, en el Chaco, para rematar los entrenamientos con ellas. Como dice en este vídeo, «algunos futbolistas profesionales se suelen quejar de que entrenan mucho durante el día. Ellas trabajan, dan de comer a los hijos, sacan adelante a su familia y además entrenan. Es que son mujeres». Atentos a la celebración final del vídeo. ¡Qué majo, Azkargorta!

Vídeo (2:24): Xabier Azkargorta visitó Camiri.

En su cuenta de Twitter podéis seguir las andanzas de Azkargorta en estos  últimos días por el Chaco, con las futbolistas, la doctora Mateo, la recepción de Evo Morales…

Foto de Daniel Burgui. Aquí, una galería suya con más imágenes de las futbolistas.

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Si podéis con Gipuzkoa, a ver si os atrevéis con Bangkok

El Congreso español ha aprobado que «Bizkaia» y «Gipuzkoa» sean las denominaciones oficiales de esas provincias.

Algunas personas defienden que debemos escribir los topónimos según su denominación oficial, y no según la lógica y la tradición de cada idioma. Según ellos, a partir de ahora en castellano debemos escribir «Gipuzkoa», aunque en esa lengua semejante grafía no tenga ni pies ni cabeza. Por tanto, también les debe de parecer mal que los catalanes escriban Saragossa, que los vascos escriban Bartzelona o Estatu Batuak, que los ingleses escriban Biscay. Y supongo que en castellano escribirán Yerushalayim (y no Jerusalén), Warszawa (y no Varsovia), Deutschland (y no Alemania), Bhārat Gaṇarājya (y no India)…

Vale, es un terreno difícil y yo mismo tengo muchas dudas. Pero sólo un aviso para quienes usan el argumento de la denominación oficial como criterio obligatorio.

La denominación oficial de Tailandia no es Tailandia sino Ratcha Anachak Thai.

Y su capital no se llama Bangkok, un nombre usado por extranjeros, sino Krung Thep Mahanakhon Amon Rattanakosin Mahinthara Ayuthaya Mahadilok Phop Noppharat Ratchathani Burirom Udomratchaniwet Mahasathan Amon Piman Awatan Sathit Sakkathattiya Witsanukam Prasit.

Ahí os quiero ver.

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Lo llaman el Valle del Amor

Lo llaman el Valle del Amor. A mí me han entrado muchas ganas de comer percebes.

(Fotos tomadas en Capadocia, valga la contradicción).

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Contra los recortes

Hoy nosotros también nos sumamos a la protesta contra los recortes por la crisis. En concreto, contra el recorte de calidad que ha sufrido nuestro viaje por Turquía desde que abandonamos el hotel Hilton. Adjuntamos un par de fotos para dejar constancia de nuestra crisis y, también, de nuestra apuesta por las acciones no violentas. O, mejor, bio lentas.

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#Acampadaestambul

Por circunstancias que no vienen al caso —tralarí, tralará— hemos pasado dos noches de gorra en el hotel Hilton de Estambul. Aquí tenéis a Josu leyendo Indignaos, en plena acampada en el Hilton, ahí, donde más duele.

Los indignados turcos, acampados en la plaza Taksim, plegaron bártulos antes de las elecciones generales de este pasado domingo. Cuando hemos llegado nosotros, siempre al filo de la noticia, no quedaba ni la varilla de una tienda. Luego Josu se ha acercado a este vendedor callejero para preguntarle por sus condiciones laborales, dispuesto a solidarizarse con él y a indignarse de nuevo en la segunda noche en el Hilton. El hombre no le ha entendido bien y le ha vendido una rosquilla de sésamo. Estaba rica.

Mañana, carretera y manta hacia la costa egea.

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En los zapatos del asesino

(Ilustración de Nerea Armendáriz | Artículo también publicado en Pikara Magazine)

A principios de los años ochenta, los diarios españoles relataban cómo “los activistas” habían asesinado “con dos certeros disparos” a una persona, y remataban la crónica explicando que “en algunos círculos del pueblo” a la víctima se le tenía por chivata. Cuando una bomba mató a un obrero de la central nuclear de Lemoiz, unos días después El País recogió la reivindicación de Eta y sus detalladas explicaciones, y tituló así: “La muerte del trabajador se debió a motivos imprevisibles”.

En estos años hemos aprendido que es inmoral escribir desde el punto de vista del asesino, desplegando sus razones y sus justificaciones, mientras con el pie empujamos un poco el cadáver para que quede tapadito debajo de la mesa y no incomode. Por eso, por ese aprendizaje, ahora a muchos nos repugna semejante prosa complaciente con el terrorismo.

Pero hay violencias con las que aún no hemos hecho ese recorrido. Existe un tipo de violencia bien concreta que en España mata a unas 60 o 70 personas todos los años, hiere a cientos y asfixia la vida de miles. Si esa violencia se cebara con otros grupos –no sé, imaginad a cinco o seis periodistas, políticos o futbolistas asesinados todos los meses, y docenas de ellos heridos y cientos de amenazados- se produciría una gran reacción social, una indignación.

Pero en el caso de la violencia contra las mujeres esa reacción apenas se produce. Todos los años mueren 60 o 70, sufren malos tratos unos cuantos miles, muchísimas otras padecen infiernos silenciosos o como mínimo controles y coacciones más sutiles. Es una violencia ejercida por hombres para dominar la vida de esas mujeres. Y los culpables gozan, todavía, de cierta tolerancia social. Mucha mayor tolerancia de la que nos gustaría reconocer.

Esta violencia se minimiza y los medios de comunicación a menudo construyen relatos comprensivos con los agresores, que aparecen caracterizados como buenos vecinos que saludan en el ascensor cuando sacan a pasear al perro, ¡era un chico normal!, incluso estudiantes modélicos y trabajadores honrados a los que de repente les ha entrado una ofuscación y han matado a su pareja. Un arrebato, un cortocircuito, una reacción aislada que queda dentro de los límites del cráneo del asesino. La disculpa del “crimen pasional”: es que cualquiera podría reaccionar así.

El arrebato le puede dar a cualquiera, decía precisamente un famoso articulista que dedicó una columna a comprender al asesino y a decirle “te has pasao, macho”, mientras le daba palmaditas en la espalda. Le puede pasar a cualquiera: la gran falacia. Yo no la acepto para mí: si mi pareja me engaña, me jodo y punto. Tomo una decisión pero desde luego no reacciono con violencia. Sin embargo, el articulista describía al asesino como “un chico normal”, que había sufrido una gran decepción amorosa y por eso había matado a su pareja. El crimen es terrible, escribía el tipo, pero también es comprensible que el dolor del hombre le llevara a asesinar a la mujer. Es que ella le había puesto los cuernos y, oye, “hay muchas formas de violencia”.

“Hay muchas formas de violencia”. ¿No os suena de algo esta excusa?

El machismo: un paisaje

La justificación de la violencia machista es minoritaria. Sí, claro. Pero las cifras no son para tomarlas a broma: si una mujer decide abandonar a un hombre, al 6% de la población española le parece justificable una reacción violenta. El porcentaje parece pequeño, pero supone casi tres millones de personas.

De ahí salen los 400.000 casos anuales de violencia machista, que se traducen en unas 135.000 denuncias. Y en 70 asesinatos. Añado un dato interesante sobre las famosas denuncias falsas de malos tratos, inventadas por mujeres malévolas que quieren arruinar al hombre y quedarse con los críos, la casa y el coche: sólo el 0,018% de las denuncias por maltrato resultaron falsas, el porcentaje más bajo entre todos los delitos.

Todos estos datos los repasó Miguel Lorente, delegado del Gobierno para la violencia de género, en una charla que dio ayer en Bilbao.

Si bien la justificación resulta minoritaria, Lorente subrayó que la reacción social ante esta violencia es bajísima: sólo el 1,5% de la población la considera un asunto grave. La sociedad considera que no hay tanto machismo o que no es preocupante.

El problema consiste en identificar el machismo sólo con la violencia, con sus manifestaciones más brutales. Y como los 60 o 70 asesinatos, por muy trágicos que sean, no tienen mayor relevancia estadística, pues ahí se queda la cosa. Todos tranquis, que tampoco es para tanto. Cuatro bestias a los que se les va la olla.

Pero el machismo no son sólo los estallidos. El machismo es un paisaje: un terreno amplio y común de desigualdades, en el que el poder y la autoridad de los ámbitos públicos sigue en manos abrumadoramente mayoritarias de hombres, y en el que muchas relaciones de pareja están marcadas por el dominio habitual del hombre sobre la mujer; ese es el paisaje en el que arraiga la violencia, más sutil o más brutal, física o psicológica, en el que encuentra justificaciones, un cierto amparo o una indiferencia que le deja hacer. Ese es el terreno abonado del que brotan, de repente, los estallidos.

El machismo no es la violencia: es la desigualdad. Y la violencia es la manifestación extrema de esa desigualdad.

No es casual que las peores violencias se desaten cuando la mujer decide separarse del hombre; es decir, cuando ella reacciona contra la desigualdad y contra el control que ejerce él. El machista vive la pérdida de control sobre su mujer como una mengua de su hombría (que la mujer le abandone no le resulta triste sino humillante) y la manera última de reivindicar su hombría y su autoridad es la violencia.

Los encarcelados por homicidios machistas, explicó Lorente, no presentan alteraciones psicológicas. No son enfermos mentales. No se les ha ido la olla. El problema es que han construido un sistema de dominio y que en los casos extremos recurren a la violencia más brutal para mantenerlo: tienen pleno conocimiento de lo que hacen cuando atacan a la mujer, los testimonios de las víctimas están plagados de frases amenazantes del tipo “ya te dije lo que te iba a hacer, no lo ves”. La mayoría de los asesinos de mujeres se entrega después a la policía o llama a un familiar para contarle lo que acaba de hacer o intenta suicidarse. Aceptan las consecuencias, porque lo primordial para ellos es que han restablecido su posición dominante, y han llegado hasta el extremo para lograrlo.

Por eso es necesario entender que los asesinatos machistas no son simples arrebatos, sino que se alimentan de la desigualdad. El problema de fondo es este sistema social en el que todavía las mujeres tienen menos oportunidades y papeles más limitados y sumisos, en el que los hombres cumplen a menudo unos roles típicos que les dan ventaja pero que crean relaciones injustas (y que a menudo son un lastre y una fuente de frustraciones para los propios hombres), en el que muchas relaciones de pareja derivan en sentimientos de posesión y control…  No hay que perderlo de vista: son las reacciones contra esa desigualdad las que suelen desatar la violencia de los dominadores.

Y diría que el asunto de la indiferencia atañe especialmente a los hombres. Es significativo lo que ocurre con el 016, el teléfono confidencial para maltratadas: cuando la persona que llama para pedir ayuda no es la víctima, sino alguien de su entorno, en el 80% de los casos son amigas, madres, hijas, hermanas… Sólo una llamada de cada cinco la hacen hombres. O sea, que en general estamos a por uvas.

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La homeopatía cura ¡y gol de Messi!

Cuando me encuentro con algún amigo consumidor de homeopatía, le pregunto si conoce cuáles son los principios en los que se basa. Hasta el momento, ninguno los conocía. Todos pensaban que la homeopatía era una especie de remedio natural, algo así como tomar infusiones y hierbas en vez de fármacos.

La homeopatía no tiene nada que ver con los remedios naturales: sus productos se elaboran siguiendo unos principios descacharrantes, ideados por Samuel Hahnemann, médico alemán del siglo XVIII, comprensibles en aquella época pero imposibles de leer hoy en día sin que te dé la risa floja.

1. La misma sustancia que produce una enfermedad es capaz de curarla (o sea, cafeína para remediar el insomnio. Esta afirmación no tiene ninguna prueba que la sostenga pero es la base de la homeopatía).

Hahnemann atribuía las enfermedades a “desequilibros espirituales” que se debían restablecer. Como él decía, nadie había visto jamás la materia que provocaba la gota o la escrófula, por ejemplo. La enfermedad era una cuestión de desajustes con la “energía vital”. Unas décadas después se descubrieron los virus y las bacterias (por ejemplo, la bacteria que causaba la escrófula, o la sal que producía la gota). La homeopatía sigue anclada en la época anterior a estos descubrimientos.

2. Cuanto menor sea la dosis, más potente será su efecto (o sea, tomamos una gota de cafeína y la disolvemos en una masa de agua como la del océano Atlántico: es la proporción habitual en muchos fármacos homeopáticos).

Los productos homeopáticos se preparan siguiendo este principio. Tomamos un mililitro de café y lo mezclamos con 99 mililitros de agua. Eso es una dilución de 1 CH. Luego meneamos la mezcla muy fuerte: así, según Hahnemann, la sustancia transmite su “espíritu curativo” al agua. De esta mezcla, tomamos de nuevo un mililitro (que ya sólo tendrá una parte de café y 99 de agua) y lo volvemos a mezclar con otros 99 mililitros de agua.  Lo meneamos fuerte de nuevo. Eso es ya una dilución de 2 CH (una parte de café y diez mil de agua). Y seguimos con el proceso. Con 3 CH, hay una parte entre un millón. Con 4 CH, una parte en cien millones.

Algunos productos homeopáticos presentan una dilución de 12 CH (una molécula disuelta en una masa de agua equivalente a un océano).

Otros afirman que diluyen las sustancias hasta los 30 CH: es decir, el equivalente a una molécula disuelta en una esfera de agua de 150 millones de kilómetros de diámetro (la distancia que hay de la Tierra al Sol).

Evidentemente, los productos homeopáticos sólo contienen AGUA y un poco de azúcar o de esencias vegetales que le añaden después.

Veamos un ejemplo. Los homeópatas suelen recetar para la gripe un producto llamado Oscillococcinum. Su principio activo es el “extracto de hígado y corazón del pato de Berbería”, disuelto en una proporción tal que, para encontrar una molécula del principio activo, la mezcla debería tener una cantidad de moléculas mayor que el número de átomos que existen en el universo. O sea: agua sin nada más. Además, como principios inactivos, cada gramo de Oscillococcinum tiene… ¡0,85 gramos de sacarosa (azúcar común) y 0,15 gramos de lactosa (azúcar de la leche)! Sumad, sumad 0,85 y 0,15 y descubriréis qué venden los homeópatas.

3. Pero es que el agua tiene memoria. La homeopatía vende agua con azúcar, sí. No queda ningún rastro de la sustancia original. Pero los homeópatas sostienen que el agua tiene memoria y que recuerda esa sustancia.

Primero: nadie ha demostrado que el agua tenga ningún tipo de memoria. Eso es una ocurrencia. Segundo: si aceptamos que el agua tiene memoria, alguien debería explicar por qué sólo recuerda precisamente la supuesta sustancia curativa que nos interesa y no las sustancias químicas con las que ha estado en contacto alguna vez el agua en vejigas o en alcantarillas, o las radiaciones cósmicas que ha recibido…

4. Pues a mí me funciona. Suele ser una respuesta habitual. Vale. Yo ya no tengo nada más que decir. Una señora me contó que le suelen funcionar los rezos al Niño Jesús para conseguir que el Barça meta goles. Un día, cuando ganaban 2-1 al Villarreal con ciertos apuros, la señora rezó y entonces Messi marcó el 3-1. Tampoco en este caso tengo nada que decir.

Ahora llenaré la bañera de agua, le echaré una gota de café, lo agitaré todo muy bien, pegaré un sorbo y esta noche dormiré como un bendito.

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Si queréis consultar algunas dudas frecuentes, en esta web las exponen con detalle: por qué la homeopatía parece funcionar con niños y con animales; por qué se vende en farmacias; si no tiene efectos secundarios, qué problema hay en tomarla… También explican el origen de la homeopatía, una historia que no tiene desperdicio.

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Termino con dos vídeos: una escena en Urgencias homeopáticas (¡con dos cervezas homeopáticas bien fuertes!) y un suicidio homeopático.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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