PÉREZ MIGUEL Leandro
Redes sociales: media docena de ideas y un reloj de arena
El jueves en el congreso iRedes de Burgos nos reímos cuando Nacho Escolar recordó aquella costumbre de los periódicos que sacaban un tema y escribían «en Madrid no se habla de otra cosa», «en Burgos no se habla de otra cosa»… En realidad, era el director del periódico el que hablaba de esa cosa, o que como mucho la había comentado con sus cuatro amigotes, pero acababa estableciendo de manera categórica que eso era lo que a todo el mundo le interesaba. Ahora, siguió diciendo Escolar, sabemos de verdad de qué se está hablando: se le llama trending topic (o sea: los temas más mencionados en Twitter).
Tiene mucha razón, porque en Twitter encontramos a millones de personas conversando y sabemos inmediatamente cuáles son los temas principales, las etiquetas más repetidas. Pero a mí me mosqueaba un poco la idea que iba calando en algunos de los debates de Burgos: Twitter es el mundo. Nos reíamos de esa coletilla viejuna, el «no se habla de otra cosa», pero acto seguido le atribuíamos a Twitter, y sin dudarlo, esa misma capacidad de decidir que no se habla de otra cosa. Y sí, el fundamento es muchísimo mayor -y seguirá aumentando, claro-, porque sabemos de lo que hablan millones de personas en todo el mundo en cada momento. Pero Twitter no es el mundo. En el mundo se habla muchísimo de muchísimas otras cosas de las que en Twitter apenas se tiene noticia. Y si los periodistas creemos que todo lo importante está en Twitter, vamos daus.
Por eso me alegré cuando ayer Juan Andrés Muñoz (Allendegui) recordó durante su intervención que no todo el mundo está en las redes sociales, que somos una minoría. No se lo había oído antes a nadie en el congreso (quizá alguien lo dijo en alguna de las ponencias a las que no llegué).
Y me volví a alegrar cuando José Luis Orihuela, al presentar las conclusiones del congreso, hizo una advertencia previa contra los entusiasmos demasiado efervescentes: a las redes sociales no podemos atribuirles un carácter mágico ni exigirles milagros. A continuación enumeró las enormes virtudes de estas redes, en unas conclusiones que parecen muy acertadas y muy relevantes. Pero que muy.
1) Las redes sociales son la más poderosa tecnología de comunicación de la historia.
2) Las redes sociales son la gran base de datos de los deseos e intenciones de nuestras sociedades.
3) Las redes sociales abren las organizaciones.
4) Los usuarios de las redes sociales tenemos un compromiso con la defensa de la neutralidad de la red.
5) Las redes sociales son tecnologías para la libertad.
La lección cero la recibí yo hace unos días, cuando un amable señor que da discursos públicos sobre el futuro del periodismo dijo que estaba mosqueado con «todo eso de internet», porque es una autopista sin señales ni seguros, porque puede escribir cualquiera sin carné ni título ni nada, porque ¡internet no es periodismo! Tenía un reloj de arena y se le paró, que dice mi abuela: ¿o sea que se puede ver Twitter en el ordenador?
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Hace un año ya solté esta misma morcilla aquí: «Las historias más interesantes están fuera de Google«, especialmente hacia el minuto 6 y el 7.40. Morcilla burgalesa, porque la entrevista me la hizo en Burgos el burgalés Leandro Pérez Miguel, el jefe, el que nos pastorea con infinita paciencia a los blogueros más torpes de Gente Digital, el tipo supersónico que tiene quince ideas y siete proyectos interesantísimos por semana, y que encima es capaz de que alguno cuaje, como este mismo iRedes, primer congreso iberoamericano de redes sociales, que él ha organizado y dirigido con un programa de lujazo, que el jueves se convirtió en tercer trending topic mundial -o sea: el tercer tema más tuiteado del planeta-, en una ciudad que mola mucho, en la que él mismo hace de cicerone, y un tipo que en plena locura organizativa entre 300 asistentes y tres docenas de ponentes es capaz de mantenerse sereno, calmo y hasta bromista con una sospechosa capacidad que nos ha llevado a rebautizarlo -chst, él no lo sabe- como Leandro Gado. Todo hay que decirlo: en estos elogios ejercen alguna influencia los estímulos intelectuales con los que mima a sus invitados.
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