En la niebla

Subimos a Zelatun -con viento, lluvia, frío-, a esparcir las cenizas de Marijuli. Zelatun era su paisaje preferido pero apenas lo vimos, tan envuelto en la niebla.

Llegó gente caminando desde Asteasu, Iturriotz, Errezil. Nos reunimos entre las bordas de Zelatun. Hablaron de Marijuli y así la tuvimos entre nosotros, le cantamos, le bailaron un aurresku con botas de monte que chapoteaban en el barro, caminamos doscientos metros hasta un árbol recién plantado en la ladera, volvimos a cantar contra el viento y el frío, nos juntamos para darnos un poco de calor, esparcieron las cenizas al pie del árbol.

Copio de ‘La muerte de la bien amada’, de Marc Bernard:

“Un universo que no se conociera a sí mismo sería igual que la nada. No le bastó con que las criaturas siguieran sus leyes; todo sucedió como si necesitase un testigo, aunque éste lo acusara de crueldad, de absurdidad, como si el odio, la rebelión se le antojasen preferibles a una sumisión bestial desprovista de voluntad. Solo entonces ese dios-universo adquirió forma, color, cobró vida. El primer cadáver que no se dejó a merced de las alimañas, a quien flexionaron las rodillas para colocar en la posición del feto original, que fue sepultado en una tierra ocre, alrededor del cual fueron depositadas herramientas, armas y calaveras de animales, aquel muerto fue la primera criatura que unió cielo y tierra. Fue él quien otorgó su resonancia al universo, quien lo hizo vibrar como un arpa. Y fue, también, la primera vez que nos impregnamos de tragedia.

A esos hombres y mujeres respetuosos con aquello que hasta entonces se desechaba junto con los detritus de la cueva, que de improviso creen que más allá del frío y la descomposición comienzan otra vida, otros peligros que requerirán de las armas; a ellos me siento muy cercano, excavo la tierra, la rocío con arcilla, tomo al difunto amorosamente entre mis brazos, lo recuesto con delicadeza en la fosa, lo deslizo en ella como en una falla de la pared que llamamos, sin saber lo que decimos, “realidad”. Y experimento también yo, ante la desaparición de Else, la misma extrañeza que sentía un hombre de las cavernas”.

Zelatun hoy sin Marijuli:

O

Aquel Zelatun con Marijuli:

031 Zelatun

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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