Violencia en el Cerro (2): mujeres contra el horror silenciado

Viene de Violencia en el Cerro (1)

El primer día no, pero el cuarto o el quinto, las mujeres y los niños del Cerro empiezan a contarte historias tremendas. Lo terrible es que se repiten, con pequeñas variantes, en casi todas las casetas de adobe. Una señora te explica que tuvo dos abortos por las palizas que le daba su marido, te enseña las cicatrices, las huellas de los mordiscos, te cuenta cómo le arrancaba el pelo, todo delante de sus hijos, a quienes también zurraba de vez en cuando. Te hablan de maridos que se marchan con otra señora, se llevan los dos muebles y las dos camas que habían conseguido comprar en la familia, desaparecen dos años y regresan cuando están enfermos de mal de mina, para que la mujer se ocupe de ellos. Te cuentan historias de niñas violadas por extraños y por familiares. De coches de mineros borrachos que aparecen a las tres de la madrugada en el Cerro, y lanzan al camino a niñas atadas de pies y manos, violadas, ensangrentadas, que cuando son liberadas no son capaces de decir una palabra, mudas del espanto. Te indican dónde vive la adolescente que quedó embarazada dos veces tras dos violaciones, que dio a luz a dos bebés y los mató y los enterró a los dos.

El Cerro es un territorio sin ley, de violencia brutal. Acá arriba nunca llega la Policía. Las mujeres no denuncian nada, ni prestan testimonio cuando son testigos de barbaridades. “Vino la familia del minero a decirnos que nos conocían”, me contó una guarda, que una noche auxilió a una joven recién violada y arrojada en el Cerro por ese minero al que la familia protegía con amenazas.

Las mujeres son casi siempre viudas, porque los mineros mueren pronto de silicosis o en accidentes. Y tienden a excusar a los difuntos: es que el hombre tenía trabajos infernales, salía muy cansado de la galería, muy estresado, bebía mucho…

Acaso las mujeres no tienen trabajos muy duros en las bocaminas, acaso no viven estresadas, teniendo que mantener a montones de hijos sin apenas plata, acaso no viven nerviosas por los peligros del Cerro. Y ellas no pegan (bien: pegan mucho menos, porque también hay casos de madres que zurran a los hijos, la violencia está extendidísima).

En el primer viaje a Potosí, en 2009, descubrimos las condiciones horribles en las que trabajan los mineros. Ese parece ser el gran drama del Cerro, el interior de la mina. Y es un gran drama, sin ninguna duda. Pero si rascas un poco, descubres que en el exterior, en las casetas, se viven infiernos todavía peores. Infiernos casi siempre producidos por hombres, en los que las víctimas son casi siempre mujeres y niños.

No se puede entender el horror sin tener en cuenta la imagen tan arraigada y prestigiosa del minero supermacho. Son tipos muy duros, que se juegan la vida en condiciones de trabajo espantosas, que llevan a gala su coraje. A cambio del riesgo suelen ganar mucho dinero, mucho más que cualquier otro trabajador, y cuando salen de la galería se creen los reyes de la ciudad, con derecho a todo. Gastan millonadas en todoterrenos (hay que ver la cantidad de cochazos que circulan por Potosí, tremendos tanques), en juergas que duran de viernes a lunes, borracheras, putas, el fin de semana gastan todo lo que han ganado entre semana. Si pasa una mujer cerca y les gusta, se sienten con derecho a hacer lo que quieran con ella. Igual con su familia y sus hijos. Son mineros, llevan una vida muy dura, ganan plata y por tanto tienen derecho a divertirse sin obstáculos.

Ese papel de tipo duro de última frontera no afecta solo a las familias, a los casos de violencia dentro de casa. Hablé con juntas de vecinos del barrio minero: están asustados por los desmadres que se organizan todos los fines de semana. Los mineros cobran el viernes al mediodía y por la tarde empiezan a llegar al barrio de las cantinas y los burdeles con sus todoterrenos. Algunas cuadrillas se encierran con putas en una taberna y no salen en dos días. O van de cantina en cantina, montando broncas. De vez en cuando hay peleas a muerte con los rateros que vienen a levantarles la pasta a los mineros forrados y bebidos. Los mineros tienen plata y poder. Toman el barrio. Los vecinos encierran en casa a los niños, hasta que llega el lunes.

Son un sector muy poderoso. Ahora el Gobierno quería empezar a cobrarles el IVA (algo razonable, una ley que debió entrar en vigor en 1987 y que desde entonces ningún Gobierno se ha atrevido a imponerles) y los mineros bloquearon y paralizaron Potosí durante dos días, hasta que les aseguraron que no les tocarían el bolsillo. No hay policía que frene sus desmanes ni autoridad que les imponga obligaciones.

En Cepromin acaban de librar una batalla feroz para conseguir que enjuiciaran y condenaran a un minero que violó a una chica de 13 años. Por fin, un juicio. Estas mujeres tan valientes tuvieron que pedir ayuda personal a la ministra de Justicia para que apoyara el caso, porque la impunidad es la regla general. Quieren sentar precedentes, quieren que los mineros sepan que hay castigos. Ahora quieren pegar carteles en las bocaminas, para advertir a los mineros de que pueden ser castigados. También quieren ir y dar algunas charlas en las minas sobre la violencia de género. Todavía no se atreven, dicen, pero tienen que hacerlo.

Entrevisté a la presidenta del comité nacional de amas de casa mineras. Ellas luchan en las bocaminas, en las empresas mineras, en las familias, contra la violencia de género. Impulsan campañas de concienciación por la igualdad… Tela marinera.

La lucha de estas mujeres de las minas contra ese horror silenciado necesita ser contada y divulgada, con urgencia.

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6 Comentarios Dejar comentario

  1. Terrible. Si ya es difícil y desesperante luchar en España contra la violencia machista no me quiero ni imaginar como tiene que ser en aquella zona.

    • Ander Izagirre #

      Pues parece lo peor de lo peor. Y ahí andan esas valientes, intentando que la cosa empiece a cambiar un poquito. Y jugándose el tipo cuando suben y bajan al Cerro, que no es broma la cosa.

  2. esnabide #

    ¡buf!! pobres mujeres y niños/as teniendo que convivir con esos «supermachos». ¿Por qué tendrán los hombres ese concepto de posesión y derecho de propiedad sobre las mujeres??
    Afortunadamente parece que los primeros padres mineros se acercan a escuchar las recomendaciones que les dan en Cepromín. ¡Ojala cada uno de ellos lo cuente a otros tantos de sus compañeros mineros!

  3. Tremendo.

  4. Gonzalo #

    Gran reportaje, un testimonio necesario…Enhorabuena de un colega

  5. chambertuX #

    En el programa 21 dias de la cadena cuatro emitieron un programa sobre estas minas. http://www.mitele.es/programas-tv/21-dias/temporada-2/programa-9/

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