Archivo octubre 2011

Periodismo con babuchas

Después de contaros cómo escribo con los pies y de tanto rollo sobre el periodismo con botas, ayer hablaba con un amigo acerca de la conveniencia de ir buscando ya un patrocinador que me calce con unas botas o unas zapatillas majas, a cambio de publicidad en el blog y mi eterno agradecimiento.

Esta mañana he recibido en casa un paquete con un regalo:  ¡unas babuchas kirguisas!

Me las ha mandado el cabraloca de Daniel Burgui, que pasó unos meses en Kirguistán, y me las ha mandado con el deseo de que me sirvan para escribir más reportajes. ¡Gracias, daniburgui, procuraré hacerles los honores debidos!

Ya que estamos. Se me olvidó comentarlo, pero tendríais que ver la tristeza de huevos duros, mejillones enlatados y barritas de cereales que llevo en las caminatas (el jamón no hace falta que sea de burro centroasiático, queridos lectores, queridas lectoras, me conformo con el de un cuto salmantino).

Y vista la hostilidad con la que algunos fashion victims atacáis mi indumentaria en general, tampoco os cortéis si veis alguna camisa elegante por ahí que me sirva para los siguientes diez años de conferencias, entrevistas y ceremonias.

Gracias de antebrazo.

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Las piernas de Hoogerland

«Con el ciclismo corremos el riesgo de hacer una épica de la desgracia. La imagen de sus músculos lacerados por el alambre de espino dio a Hoogerland más relevancia que cualquiera de sus empeños. Atrapados en ese morbo pegajoso, pocos medios siguieron la historia a partir del accidente: el holandés, con las piernas envueltas en vendajes, pedaleó los últimos kilómetros hasta la meta; subió al podio entre sollozos para recoger el maillot de la Montaña, sueño conquistado y pesadilla cosida en su carne; y nada más salir del hospital disculpó al conductor del coche, que ya había sido expulsado del Tour: ‘Tampoco nos vamos a volver locos: no lo hizo a propósito. Tendré muchos dolores pero espero recuperarme y seguir peleando por el maillot. Soy zeelandés: somos gente dura’. Había dudas de que Hoogerland fuera capaz de montarse en la bici al día siguiente. Lo hizo. Y en cuanto llegó el primer puerto de los Pirineos, atacó de nuevo».

Más en ‘Las piernas de Hoogerland’ (Nuestro Tiempo).

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Gris lunar o gris meteorito

La señorita Yusabílity y su especial percepción de la geología. Ella discute los matices del gris lunar y el gris meteorito, del verde moho, el verde liquen, el verde mantis, el verde jungla, el verde militar y el verde Sacramento, y jura no haber estado nunca en ningún circo glaciar, aunque es quizá la persona con la que más circos glaciares he visitado: el del Moncayo, los del Mount Rainier y ahora el de Gavarnie.

Pero claro, qué pasa: que si me das la cámara a mí, yo hago las fotos que hace todo el mundo y miro adonde mira todo el mundo. Al circo. Bueno, el sábado, concretamente, al punto del circo en el que de pronto empezó a precipitarse una cascada doble: la de agua y la de luz.

Pero le das la cámara a ella y está a lo que está. A los colores y las letricas, sieeempre las letricas.

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Escribir con los pies

Los trabajos del intelecto también tienen riesgos laborales. El viernes, por ejemplo, escribí siete horas seguidas.

Escribí a través de un paisaje transformado hace trescientos años por holandeses -ríos, diques, canales, balsas-; al pie de castillos de señores que fueron, ni navarros ni franceses, soberanos ante cualquier rey; de aldeas que acogieron a judíos fugitivos -con sinagoga y cementerio israelita-. Escribí, acartonado de calor y sed, por las tierras vascas más norteñas: Gixune, Bidaxune y Akamarre.

Caminando solo, las piernas toman un ritmo al que se van acompasando las poleas y los engranajes del cerebro. Con ese golpeo de martinete se van moldeando, clonc-cataclonc, clonc-cataclonc, las ideas. Luego, lo de pasarlo todo por el teclado es ya un trámite.

*

Otra conclusión del viernes: al amor se llega andando.

Foto del interior de mi zapatilla derecha, dedicada a Oskar, el andasolo.

 

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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