Historico | marzo, 2011

Payasas

29 Mar

Debatiendo sobre la presencia de mujeres en Twitter (que por lo visto somos más activas, pese a que mi percepción no sea esa), @unesceptico me plantea un tema interesante: «También sigo a gente porque me hacen gracia sus tweets, y sí, reconozco q pocas mujeres hacen q me carcajee como con ellos… Te estoy poniendo a huevo una entrada ¿hay tantas diferencias en el sentido del humor del hombre y la mujer? Yo creo que sí» Pues vamos allá: ¿qué ocurre con las mujeres y el humor?

Me parece obvio que a las mujeres nos enseñan menos a ser payasas y nos atrevemos menos; por inseguridad, porque se nos cuestiona un montón, porque nos animan a ser discretas y tranquilas, como canta Olaia Aretxabaleta. Nos da un pudor de la leche ser el centro de atención. Y lo noto mucho en la blogosfera, pero de eso hablaré otro día. En su día leí una noticia que hablaba de un estudio según el cuál las mujeres reímos más pero los hombres cuentan más chistes. Cómo no, daban explicaciones biologicistas que a mí me parecen absurdas. Los hombres hacen gracias y las mujeres se las ríen, incluso cuando son tan lamentables como las de Miki Nadal en SLQH, por ejemplo.  ¿De verdad estamos programadas para funcionar así? Anda ya.

Efectivamente, me río un montón con blogueros como el propio Escéptico, Anderiza, Mimesacojea o incluso El Jukebox (aunque este es más de crítica ácida que de parida de brocha gorda). No creo por tanto que se trate de que haya humor masculino y humor femenino. Y no se me ocurre ninguna bloguera con la que me ría. La única la he descubierto hace nada, Barbijaputa (me han pasado alguna referencia más por Twitter pero aún no las he mirado). Bueno, e Itziar Ziga por provocadora. Inolvidable ese pie de foto: «Itziar Ziga después de correrse en los campos arados de Teruel». Y no creáis que no soy consciente de que este blog mío es un rollo. Siempre me marco como buen propósito mostrar mi vena cómica. Pero nada. Por algún motivo que se me escapa, soy bastante payasa en persona, pero como Mari Kazetari no me sale más que soltar estas chapas adoctrinadoras.

En fin, como bien decíamos en el último post, no se trata de culpar de todo al patriarcado y quedarnos tan anchas, sino de hacer algo. Así que visibilicemos a las payasas del mundo a ver si nos contagian un poco. Un dos tres responda otra vez: ¿blogueras o tuiteras que te hagan reir?

*

Por si os habéis creído el estereotipo de feministas avinagradas, he aquí algunas cómicas imprescindibles:

Virginia Imaz, maestra payasa feminista de mi tierra. Famosa por las clownclusiones que improvisa al final de todo sarao feminista que se precie. Incluida, por supuesto, la presentación de Pikara, en la que estuvo generosa y brillante.

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Isabel Franc, escritora de referencia para el feminismo. Arrasó parodiando la brecha generacional del feminismo en la inauguración de las Jornadas Feministas de Granada. Imagen de previsualización de YouTube

– Y para terminar cantando, la cantautora cabaretera argentina Liliana Felipe. «Las histéricas somos lo máximo» es todo un himno.

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Y no, no es que sólo me ría con humor feminista. Soy super fan de Usun Yoon. Y me encanta Patricia Conde, sí, y las rubias tontas en general, y los chistes de «las rubias no somos tontas». No me pongo a citar cómicos porque no pararía. Me gusta el humor absurdo, surrealista, y las burradas varias (recordad mis recomendaciones de «Qué bonito es Israel», «El butanero» o el libro «Burka Babes»). Y soy muy de decir chorradas machistas, racistas u homófobas en contextos muy determinados. Pero no de reir las gracias de machistas, racistas y homófobos de verdad.

Ahora lo suyo sería hacer un chiste o algo, pero si de normal no me sale, ser payasa en un post sobre payasas es demasiado arroz para un pollo.

Somos la mitad de la Tierra

28 Mar

Imagen de previsualización de YouTubeEn la mani del 8 de marzo lo pasamos teta con unas raperas anarkofeministas (o algo). Me encantan estas tías que no tienen problemas en coger el micro y ponerse a berrear sin complejos, y que en medio de berreo y berreo meten alguna frase lúcida. En este caso, el estribillo dice cosas como «Somos la mitad de la Tierra» o «Gurea da munduaren erdia» (la mitad del mundo es nuestra). Creo que esos deberían ser los lemas para el próximo 8 de marzo.

Cada vez estoy más convencida de que hay que explicar las cosas desde el principio. Los medios de comunicación hablan de violencia de género sin entender por qué se llama así. Sin entender por qué un asesinato de un hombre a una mujer que es o ha sido su pareja es diferente a otros asesinatos. Sin citar palabras como «machismo» o «desigualdad». Hablan en cambio de «lacra», como si fuera una desgracia que no sabemos por qué nos ha tocado. Hoy he ido al ciclo de cine de Mugarik Gabe y en uno de los documentales decían que se nos vende que hemos alcanzado la igualdad y que los asesinatos de mujeres son sólo un asuntillo pendiente de resolver. Son sólo un grupo de hombres psicópatas que les da por matar a sus mujeres. Pues sí, es un enfoque mucho más tranquilizador que entender esos asesinatos como un resultado del sexismo que seguimos teniendo metido hasta el tuétano.

Día a día encontramos mil pruebas de que no se nos reconoce como lo que somos: la mitad de la humanidad. Una noticia de hoy mismo en El País dice: «Unos 100 manifestantes, incluidas algunas esposas e hijos…» En fin, no me quiero extender dando ejemplos de androcentrismo porque quiero pensar que al menos todas y todos tendréis claro que el hombre sigue siendo el sujeto de referencia (por más que se empeñen algunos en negarlo, no es fortuito que la RAE siga aceptando «hombre» como sinónimo de «ser humano»).  Pero me gustaría que nos diéramos cuenta (todos y todas) a diario, que nos sorprendamos cada vez que asistamos a un congreso sobre redes sociales, veamos un programa de divulgación científica o uno de humor, abramos las páginas de Economía o de Deportes del periódico, nos conectemos a Twitter…  Y el paisaje sea abrumadora e invariablemente masculino.

Las mujeres apenas aparecemos en los listados de bloggers más influyentes. No hay equivalentes a Escolar o Mimesacojea. A pesar de que somos más de la mitad en las redes sociales. Como dice María Ptqk al hilo de la patética campaña publicitaria de Euskaltel, las que vivimos en Internet estamos hasta el coño de ser invisibles.Y eso que se supone que Internet es la panacea para democratizar la comunicación.  Hemos accedido a todos los espacios públicos y se nos sigue sin ver.

Hace poco impartimos un taller en La Rioja sobre la presión estética en los medios de comunicación. Asistieron más de 20 mujeres y (para nuestra sorpresa) unos 6 hombres. Participaron en los debates menos de la mitad de las mujeres, y todos los hombres menos uno. Las tres primeras intervenciones fueron de hombres. Impecables todas, he de decir. Super enrollados. Pero el caso es que volvieron a acaparar el espacio. Y cuando salió el tema, algunas decían que la culpa es de ellas por no atreverse a hablar. O por no saber hablar. Hasta para hablar de feminismo lo hacen mejor ellos. Los hombres progres nos animan a que nos empoderemos. Qué majos. Pero nos iría mejor si entendieran que resulta difícil conquistar la mitad del tiempo o del espacio que nos corresponde si ellos siguen desbordando su mitad sin ni siquiera darse cuenta.

Estaría bien que en vez de dar discursos en público, dedicaran unos minutos en silencio a empatizar, a imaginar cómo es la vida cuando todo te recuerda que no eres una ciudadana igual en derechos. Que imaginen cómo es sentir miedo a diario al caminar sola. Que imaginen cómo es que haciendo tu trabajo, charlando con amigos o paseando por la calle te recuerden que eres diferente, que eres mujer, que eres un culo y unas tetas. Que imaginen cómo es no saber qué es un orgasmo.

Diana J. Torres dice en su libro Pornoterrorismo (que compré con algún prejuicio y me está gustando mucho): «A menudo me pregunto si sabrán nuestras abuelas lo que es un orgasmo y eso me llena de rabia. No creo que haya habido ni un solo hombre adulto en toda la puta historia que se haya muerto sin tener, al menos, una corrida». No es sólo cosa de nuestras abuelas:  hace no mucho escribió una lectora al e-mail de Pikara contando que no sabe si lo que siente al tener sexo son o no orgasmos. Y vemos las corridas de Diana y nos parecen un fenómeno sobrenatural, cuando lo realmente extraordinario es que la inmensa mayoría de mujeres no sepamos que podemos eyacular.

En todo caso, me gusta de Diana que critica como cómoda la actitud antisistema de culpar de todo al Estado o al patriarcado. Habla del sexo pero sirve para todas las formas de opresión: «Solo dándonos cuenta de que el problema quizás está mucho más cerca de lo que pensamos podremos cambiar algo. Si tomamos conciencia de que aquello contra lo que luchamos bien podría estar alojado, cual parásito, dentro de nuestros cuerpos, se consiguen más cosas o por lo menos se consigue luchar desde territorio liberado. (…) Lo primero es vivir en un lugar que nos pertenezca».

Claro que tenemos muchas injusticias globales que denunciar. Claro que tenemos que lograr que los hombres se sientan incómodos con sus privilegios y que no lo expresen agarrando la pancarta, no, sino siendo corresponsables en casa, empáticos en la cama, callándose un poquito en las asambleas o en las cenas de Navidad. Pero estoy de acuerdo con Diana: no busquemos excusas fuera. Somos la mitad de la Tierra. Lo primero es que nosotras mismas nos lo creamos.

Splendor in the grass

25 Mar

Imagen de previsualización de YouTubeEsta semana quería haber escrito sobre el Síndrome de Alienación Parental o sobre otro de estos temas que se escriben con el ceño fruncido (no recuerdo cuál, tal vez era para anunciar el manifiesto contra el populismo xenófobo en los discursos políticos, que os pido que firméis aquí). Pero ¡es primavera! Me sumo, como Eider Elizegi, a celebrar ¡¡¡el fiestón!!!

El lunes 21, Día Internacional contra el Racismo y la Xenofobia y, sobre todo, inicio de la primavera, dejé de ser liberada de SOS Racismo. Un año y nueve meses muy chulos, en los que he aprendido de todo (desde justificar proyectos a arrancar generadores y sobrevivir a hosteleros rabiosos), pero ya tocaba centrarme en lo que me gusta hacer. Y el cielo está despejado (o al menos así se siente). Hoy hacía un viento sur agradablemente inquietante, viento que anuncia cambio. Y Bilbao estaba en estado de ebullición. Jueves noche, típico poteo en el Casco Viejo, todo el mundo en la calle. Nada nuevo. Pero hoy se sentía especialmente alegre.

Pues eso, que me encanta la primavera, y más cuando coincide con ese estado vital de salir del letargo (o de la comodidad sin emoción) y reinventarse. Ayer mandé a mis compis de militancia  un e-mail de falsa despedida (porque voy a seguir dando mucha guerra, pero sin sueldo ni horario) en el que les dedicaba una canción que me encanta por muchos motivos. Es de Pink Martini, un grupo que siempre suena a primavera. Y la canción pertenece al disco ‘Splendor in the grass’. Un título perfecto para hoy. Y todo esto me ha recordado al título de otro disco, de Neil Young en este caso, que un buen amigo cita siempre: «Rust never sleeps» (el óxido nunca duerme). Pink Martini versionando a la gran Raffaella Carrá equivale a un litro de lubricante (es que he buscado en Google qué se usa contra el óxido y dicen que lo mejor es la vaselina).

Mi piace, ah-ah. Mi piacee. Ah-ah-ah….

PD: Por consejo de Magapola, me he desprendido casi del todo del miedo a ser cursi. ¡Muchas flores!

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Dar la talla

20 Mar

Una servidora recorriendo el desfiladero del río Purón

Practicar un deporte en grupo, cantar en público, escribir ficción, tocar percusión… Son algunas de las cosas que no hago y con las que probablemente disfrutaría. ¿Por qué no las hago entonces? Porque me cuesta mucho permitirme hacer cosas para las que creo que no valgo. Este post está inspirado en éste otro de Diario de un escéptico confuso, cuyo autor lista algunos de sus miedos. Al pensar en los míos me he dado cuenta de que uno de los peores es el miedo a no dar la talla. Creo que es algo muy arraigado en nuestra sociedad y que nos hace perder un montón de vías de disfrute.

Un pariente me espetó cuando tenía diez años y andaba ensayando feliz alguna coreografía, que no me tomase tan en serio lo del ballet porque al fin y al cabo soy una patosa. No lo dijo con mala intención, pero me dolió un montón, fue un jarro de agua fría de la leche. Sin embargo, le hice caso, y desde entonces veo que tiendo mucho a hacer sólo aquello que sé que voy a hacer bien. Y me tengo que recordar esa historia para no hacerle lo mismo a mi hermano de 7 años, que está ilusionadísimo con el fútbol. Cuando siento tentaciones de desanirmarle, me justifico pensando que lo que me da rabia es que no elige libremente, sino por la presión machista. Que seguro que le iría mejor si le diera por el baloncesto, por ejemplo. O si se concentrase en desarrollar sus aptitudes musicales. Pero la cuestión es que disfruta con el fútbol, como yo disfrutaba con el ballet. ¿Acaso no es eso lo importante?

Creo que tenemos la creatividad mutiladísima por esa mentalidad de que si algo no nos da dinero, fama o posibilidades de ligar, es una pérdida de tiempo. A esto se suma el miedo a hacer el ridículo y a que nos juzguen. O lo que es lo mismo: el miedo a hacer el ridículo ante nosotros mismos, que somos los jueces más implacables. Tengo amigos a los que les ha dado por pintar lienzos, por escribir canciones o dedicar mucho tiempo a la fotografía, sin plantearse (o al menos no dejar que eso les frene) si son buenos o no. Me da mucha envidia. Podría ponerme a hablar del obstáculo añadido de las mujeres, a quienes no nos enseñan a jugar, pero no quiero buscar excusas para perpetuar el bloqueo creativo. En cambio, os voy a contar algunas decisiones de las que estoy orgullosa:

Ir al monte. Como me creí eso de que soy patosa, miedica y vaga, apenas he disfrutado de la naturaleza hasta que me he dejado contagiar por alguien con quien últimamente subo pequeñas montañas y hago excursiones camperas. Este fin de semana me lo he pasado pipa trepando (torpemente, ¿y qué?) de roca en roca, y hasta he rozado el misticismo contemplando cómo se abre paso la primavera en enclaves sobrecogedores como el de la foto (Valderejo, entre Álava y Burgos).  Estoy encantada con mi nueva faceta Dora la Exploradora.

Seguir bailando funky. El curso pasado iba a funky y a danza del vientre, pero este año no tenía tiempo para ambos. Danza del vientre se me da de maravilla. En cambio, soy consciente de que me falta fuerza, estilo, flexibilidad y casi de todo para destacar en funky. Decidí seguir con funky: me desfogo más, me lo paso pipa bailando desde Lady Gaga a Michael Jackson o Aretha Franklin, y salgo de las clases llena de energía y con el cerebro descansadísimo.

Poner en marcha Pikara. Llevaba dos o tres meses gestando la revista cuando me entró una especie de pánico escénico terrible. Si medios digitales cuyos impulsores tenían muchos más recursos, prestigio, experiencia y talento no conseguían satisfacerme, ¿cómo iba yo a poder crear algo satisfactorio? Me parecía que estaba destinada a fracasar, a que el resultado fuera decepcionante hasta para (o sobre todo para) mí misma. Pues tiré para adelante, tal vez porque más vergüenza me daba abandonar el proyecto cuando un porrón de gente se había subido al barco, trasmitiéndome la confianza que me faltaba. Y ya sabéis que estoy encantada y que Pikara va marcha viento en popa.

Creo que deberíamos rescatar ese espíritu de la niñez, el que nos llevaba a intentaba hacer piruetas o chilenas sin importarnos un bledo si teníamos madera de bailarina o de futbolista. Aparcar prejuicios y complejos, y aprender a hacer lo que nos dé la gana, lo que nos hace sonreir, lo que nos permite desconectar por un rato del trabajo, de la angustia, del racismo, de Libia o de los riesgos de la energía nuclear. Y ya que este post tiene un irremediable tufo a manual de autoayuda, diré que mi receta para superar los miedos es rodearme de gente gente creativa, emprendedora, loca, payasa, intrépida, soñadora. Gente que no se refugia en la seguridad de lo conocido, que se atreve a probar cosas nuevas, a viajar, dibujar, trepar, hacer el payaso, berrear. Soñar, vaya.

PD: Con este post he superado otro miedo: el miedo a resultar cursi. Así que me voy contenta a la cama.

Esclavas del siglo XXI

17 Mar

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No hablo de las víctimas de trata para fines sexuales, no. Llevo unos años en los que cuando se me pregunta qué pienso de la prostitución, respondo con otra pregunta: ¿y qué piensas tú sobre el trabajo doméstico? Si la prostitución hace correr más ríos de tinta es única y exclusivamente (en mi opinión, vaya) por cuestiones morales. Porque lo reconozcamos más o menos abiertamente, nos parece reprobable que una mujer cuyas únicas opciones son limpiar retretes y culos, o chupar pollas, se dedique a lo segundo.

Es fácil compadecerse de la puta (y tras esa compasión hay una condescendencia cargada de prejuicios) porque nos pilla de lejos: las mujeres no las frecuentamos (es más, son las malas mujeres, cuyo nombre es usado para insultarnos cuando nos salimos del papel asignado) y pocos hombres confiesan hacerlo. Sin embargo, en toda familia extensa hay alguna trabajadora del hogar, ya sea limpiando, cuidando a niñas, niños, personas ancianas o dependientes. (más…)

Tuiteo, luego existo

15 Mar

En el congreso iRedes que se celebró recientemente en Burgos y que me dio mucha pena perderme, la representante de Twitter dijo (seguí justo esa parte en streaming): «Aspiramos a que tuitear sea tan natural como respirar, que sea como el agua para el pez». Planteaba que las redes sociales se integren tanto en nuestras vidas que ni seamos conscientes de que estamos usándolas. En fin, ya sé que son estas cosas que dicen quienes viven de esto, pero su fantasía me dio mucha grima. En todo caso, no seré yo quien arremeta contra las redes sociales. Al contrario, tengo pendiente ver la ponencia de Arsuaga, en la que expuso cómo el ser humano ha empleado redes sociales toda su vida. Efectivamente, el problema es confundir el soporte con el fin. Como dice Gusi Bertomeu, experta en nuevas tecnologías con perspectiva de género, las mujeres somos mayoría entre los usuarios de las redes sociales porque sirven para hacer lo que hemos hecho siempre: comunicarnos, tejer redes, buscar refuerzos emocionales positivos, marujear… Ahora tenemos nuevos medios para ello, pero son eso, medios.

Y creo que también hay que desdramatizar. Quien exhibe su vida en Facebook seguro que hace un siglo la hubiera exhibido por otras vías; quien se engancha a Twitter seguro que se enganchó al teletexto cuando lo descubrió… Y así con todo. Estamos en esto quienes ya sentíamos la necesidad vital de comunicarnos y de conectarnos con otra gente. Quien no escribía cartas, sólo usa el e-mail para reenviar powerpoints. Quienes las escribíamos, ahora mantenemos amistades por correo electrónico y seguimos blogueando pese a que no esté de moda. Hace un siglo hubiéramos sido radioaficionados, por ejemplo. (más…)

Rigor científico

11 Mar

 

Participantes y testigos de la prueba del viernes, fotografiados por Giulia Di Carlo

 

La prueba real que hicimos el viernes en bares de copas de Bilbao ha tenido una repercusión alucinante y ha generado un montón de reacciones airadas. La responsable del área de Igualdad del Ayuntamiento de Bilbao defiende que Bilbao es una ciudad tolerante y pregunta por qué hemos elegido esta localidad y no otra para hacer el estudio (¿acaso importa? ¿cree que el objetivo de la prueba era manchar el nombre de nuestra gloriosa Villa?).  La Asociación de Hosteleros de Bizkaia ha difundido un decálogo de propuestas y reflexiones absolutamente xenófobas (y que nada tienen que ver con su sector): reclaman por ejemplo que se expulse a las personas sin papeles que no tengan medios de vida suficientes.  Periodistas, tertulianos, analistas y gente diversa han cuestionado la validez de la prueba, diciendo que no tiene rigor científico (pese a que hemos explicado por activa y por pasiva que no se trataba de hacer un estudio).

Me entristece que mostremos que hay bares que aplican criterios racistas abusando así del derecho de admisión, y mucha gente, en vez de indignarse y comprometerse en aportar algo contra esta realidad, se centre en cuestionarnos y deslegitimarnos.  Puedo entender a quienes defienden intereses concretos, como es el caso de la asociación de hosteleros o del Ayuntamiento, pero no logro entender qué motiva esa actitud en la gente que ha opinado en comentarios del periódico, de blogs en los que se ha hablado del tema o en las redes sociales. Nos tachan de injustos y se muestran sumamente preocupados por la metodología empleada y por si los resultados permiten o no extraer conclusiones. Les preguntaría si se han molestado en pensar en cómo se han sentido los participantes. No, no se trata de un ensayo científico hecho en un laboratorio con cobayas. Se trata de una prueba real. (más…)

«Aquí no entran moros ni negros»

7 Mar

Un portero no deja entrar a Oumar y Ababacar./ Giulia Di Carlo

Sabíamos que muchos bares discriminaban bajo criterios racistas, especialmente a los jóvenes magrebíes.  Pero no sabíamos que fuera para tanto. El viernes pasado desde SOS Racismo organizamos una acción que consistía en entrar por parejas (de marroquíes, negros, latinos y europeos) a los mismos bares de copas de Bilbao. El objetivo era demostrar prácticas discriminatorias en dichos locales. Y vaya si lo demostramos: en ocho de los nueve bares visitados no dejaron entrar a los marroquíes, y en tres de ellos tampoco a los negros. (más…)

Mad Men y sus ángeles del hogar

4 Mar

Mad MenMe he enganchado a Mad Men, una de las series más aclamadas del año, ambientada en los años sesenta, en una agencia de publicidad neoyorquina. La lograda estética sesentera es una delicia: esos hombres recios, de traje siempre impecable y raya al lado; esas mujeres de anuncio, siempre perfectas con la cintura bien marcada, eyeliner y labios rojos.  Estaréis de acuerdo en que las dos cosas que más chocan de la época son la omnipresencia del tabaco y el alcohol, y el rol de las mujeres.

Es una serie dirigida y escrita por hombres, pero estoy segura de que han leído a Betty Friedan, teórica feminista que escribió en 1963 el ensayo ‘La mística de la feminidad’. En él, criticaba el arquetipo femenino del ángel del hogar y lo definía como el «confortable campo de concentración», dado que la mitificada ama de casa de clase media-alta, buena madre y esposa, se encontraba en realidad sometida y dominada por un marido que la trataba como a una menor de edad. Mad Men nos muestra esto a la perfección, a través de la mujer del protagonista, Don Draper (sentado en el centro), la adorable Betty (la rubia de la foto, ¿será casualidad que se llame como la feminista?), que sufre de ansiedad, algo inexplicable cuando lo tiene todo: un marido apuesto y con dinero que no la pega, dos hijos maravillosos, una vida apacible en un barrio residencial…

Pero lejos de victimizar a las mujeres, Mad Men va reflejando sus pequeñas resistencias y revoluciones cotidianas. No os perdáis este vídeo. Betty acepta un trabajo como modelo (profesión que dejó al casarse) y se da cuenta de la satisfacción que le reporta volver a la vida pública. Por cuestiones ajenas a su trabajo, el sueño termina pronto y vuelve a su vida de ama de casa. Al final del capítulo, descarga su frustración liándose a tiros contra las palomas del vecino (que amenazó a sus hijos con disparar a su golden retriever cuando éste le mató una paloma). Genial. (más…)

Tango queer

2 Mar

No sé si lo de que en Euskadi no se folla es o no un tópico. Pero sí sé que no se baila. Se va de poteos interminables, se hacen litros, se juegan quinitos, se va a conciertos de rock o ska a jugar a empujarse, se termina en algún garito en el que se pegan unos botes, y se aprovechan las canciones que exigen bailar de forma más evolucionada para ir a por otra copa. Eso en el caso de la inmensa mayoría de los hombres que salen de marcha de la forma digamos estándar (dejemos a un lado a los bacaladeros, chumberos o como se diga ahora que sí que se pasan la noche bailando house o lo que sea).

Las mujeres, que en los contextos más tradicionales o bien salimos en nuestros propios grupitos o estamos ligadas a la cuadrilla masculina (que es el núcleo; nosotras accedemos a él como «novias de» y casi nunca seremos «uno más») tendemos a bailar algo más. ¿Cuál es el problema? Que si nos ponemos a bailar salsa o merengue juntas, en seguida nos aburrimos, porque ninguna sabe llevar. Nos agarramos y hacemos el paso básico todo el rato, dando vueltas. Como mucho, el típico giro normal y corriente que lo mismo te sirve para salsa que para vals. Un rollo.

Y cuando un chico se interesa por bailar, tenemos el mismo problema: ni sabemos llevarle, ni sabemos enseñarle a llevar. Así que, a no ser que se apunte a clases de baile, lo tiene complicado. Así como yo, que no he dado una clase de bailes de salón en mi vida, hago un papel digno cuando me saca a bailar un hombre que sabe lo que hace (o sea, he aprendido a dejarme llevar bien para ser vasca), un chico no podrá aprender en las discotecas lo básico para sacar a bailar a una chica que controla del tema. Y ahora que digo «sacar a bailar», nos encontramos con otro obstáculo: es una convención social muy arraigada aún que un hombre puede sacar a bailar a una desconocida (a riesgo de que le mande a paseo, claro), pero no viceversa. (más…)