Morbosas
2 Abr
En el debate anterior, en un comentario se equiparaba el tabú que supone que las chicas hagan el payaso con el que supone que hablen de sexo sin complejos. Y me ha animado a escribir un post-desahogo que me estaba reprimiendo. En resumen, que estoy hasta el coño de que cuando hablo de sexo los hombres me transmitan lascivia. Se lo crean o no, no lo hago para ponerles cachondos.
Me gusta hablar de sexo y cada vez más. Entre otras cosas porque me he sentido super cuestionada y observada por ello desde siempre. Tendría apenas 18 años y una vida sexual prácticamente inexistente cuando me dio por decir en cuadrilla que tenía unas ganas locas de echar un polvo. Resulta que esa frase (super inocente por mi parte) fue la comidilla de los chicos durante una buena temporada. Poco después me eché un novio muy majete pero con serios problemas con la sexualidad en general y, en concreto, con la mía. Llegó a conseguir que yo dejase de usar la palabra «follar» porque le violentaba. En fin, es curioso que siendo como era bastante mojigata, y estando como estaba ya entonces bastante reprimida, se me hiciera sentir una puta.
Lo bueno es que eso me ha llevado a trabajar mucho sobre la sexualidad, y que sea uno de los ejes que más me motivan en mi lucha como feminista. Creo que las jóvenes (no todas), por mucho espejismo de la igualdad que nos vendan, lo tenemos peor que nunca. Antes las reglas estaban claras: el sexo es pecado. Ahora, existen presiones en dos direcciones opuestas que llevan a una esquizofrenia de la leche: lo mismo te tachan de frígida que de puta. El problema es que seguimos muy condicionadas por el mandato de vivir para gustar a los hombres. Yo de adolescente andaba desconcertadísima. Un día un tío se mostraba decepcionado por no ser la bomba sexual que él esperaba, y al mes siguiente otro tío me reprendía por mostrarme sexual. Lo mismo en pareja: yo intentaba explicar que esto de pedirnos que seamos monjas fuera de casa y putas en la cama, como que no es muy viable. Y que en mi caso, la reacción era olvidarme de mi sexualidad, y así se acabaron los conflictos.
La sexualidad es un terreno especialmente sensible. Las mujeres (no todas, afortunadamente) estamos demasiado acostumbradas a forzarnos a hacer cosas que no queremos hacer, y a negarnos nuestros propios deseos. Los hombres también tienen lo suyo, claro. No lo niego, y de hecho me interesan cuestiones como las consecuencias que tiene la homofobia en su vida sexual, o la presión que tienen de parecer siempre disponibles para el sexo porque si no, se cuestionará su virilidad. La sexóloga de Pikara, Mónica Quesada, prepara un artículo sobre esto: detrás de muchos casos de disfunción eréctil se esconde simple y llanamente la incapacidad de reconocer que no hay ganas.
Lo que ocurre es que el control de la sexualidad de las mujeres sigue estando más que vigente, y que en una relación de pareja, suele ser uno de los síntomas más habituales de dominación. Las mujeres víctimas de violencia machista no suelen identificar como tal el hecho de mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad. Vale, ese puede parecernos un caso extremo, pero que levante la mano la que no haya tenido sexo con su pareja por sentir el deber de satisfacerla, o por miedo a que si no lo hace se vaya con otra. O la que no haya sido objeto de algún tipo de humillación ligada a la sexualidad.
En fin, por todo esto reivindico y ejerzo mi derecho a hablar de sexo. Y lo hago sobre todo pensando en las mujeres, aunque encantada también de mantener diálogos sinceros y enriquecedores con hombres. Pero las reacciones de algunos me tocan mucho la moral. He observado varias veces en Facebook que cuando escribo algo sobre sexo, hombres que conozco poco o nada pinchan en «me gusta» o me dejan algún comentario, e incluso me mandan algún mensaje privado que no viene a cuento de nada. En uno de mis círculos de amistades, he sacado temas que me parecen interesantes, como la juguetería erótica, o he contado batallitas de cuando fui al congreso Feminismopornopunk. El resultado es que para algunos soy «la que habla de sexo». Ven la noticia de no sé qué profesora yanqui que hace demostraciones de orgasmos en la universidad y se acuerdan de mí.
Si alguien se da por aludido por estos ejemplos, que no se sienta atacado. Sé que no hay mala fe, ni ánimo censor, y me río encantada cuando gente que me consta que me aprecia caricaturiza mis venadas de divulgadora sexual. Pero por acumulación, cansa. Porque además se suma a lo que ocurre en otros espacios: por ejemplo, a las reacciones babosas cuando una sale de casa con minifalda, como si lo hiciera para alegrar la vista a los machirulos.
Y, sobre todo, me cabreo al constatar que, mientras las mujeres que hablan de sexo en público tienen un séquito de babosos, los hombres en cuyos blogs «follar» es una de las palabras más recurrentes (tengo uno en mente, pero si lo cito parecerá ya que cobro comisión por hacerle publicidad) no despiertan ese tipo de reacciones. En ellos se percibe como normal que hablen de sexo, y se aprecia la finalidad con la que lo hacen: satírica, por ejemplo. O incluso se premia que sean unos cachondos mentales. En el caso de las mujeres, se percibe invariablemente desde el morbo.
Y ojo, a mí el morbo me parece genial, así como la seducción. Me gusta poner y me gusta que me pongan, también a través de los blogs. El problema es que el sexismo enturbia todo e impide que se juegue con el morbo y la seducción en condiciones de igualdad. No es casual que el insulto más empleado contra las mujeres (también por las propias mujeres) sea «puta» (o «zorra», «pendón», «guarra», «golfa»; contamos con una cantidad infinita de sinónimos), y para los hombres «maricón». A menudo me he planteado no hablar de sexo e incluso me he llegado a juzgar (apenas unos segundos) por hacerlo, dudando sobre si lo hago en realidad por vanidad, si me gusta esa imagen de morbosa que me devuelven algunos hombres cuando me leen. Pero la inseguridad me dura poco, y le sigue la reafirmación: hoy estoy más motivada que nunca no sólo con hacer el payaso en público, sino también con hablar de placer en público.
Como un acto más de rebeldía, os dejo el vídeo de la entrevista de Buenafuente a Erika Lust, directora porno muy pero que muy recomendable. Aprovecho también para recomendar dos libros buenísimos para que las mujeres conectemos con nuestra sexualidad: Los placeres de Lola (Raquel Traba) y Tu sexo es aún más tuyo (Silvia de Béjar) ¡A disfrutar(nos!)
Totalmente de acuerdo. Cuando una mujer habla sin tapujos sobre sexo, automáticamente se enciende en muchos una bombilla, ¡no solo en muchos hombres, sino también en muchas mujeres!, que alumbra la idea de que es una tía facilona.
Así como hemos conseguido avances importantes en otros ámbitos, en el terreno de la sexualidad la cosa de la igualdad está aún muy verde. Y lo peor de todo es que las mujeres, en general, no somos demasiado conscientes. Es lo que tiene la represión, que nos hace no ver cosas que están ahí, delante pero ocultas.
¿Cuál es el camino? Supongo que como sugieres, reflexionar y hablar sobre ello. Y, por supuesto, llevar la teoría a la práctica.
Pues sí, el problema es ese, que creo que pocas mujeres sienten que su sexualidad esté limitada o reprimida. No he podido pensar en bromitas fáciles cuando he leído lo de pasar de la teoría a la práctica: ¿te refieres a follar mucho y bien? 😛
Pues sí, somos muy modernos y muy yeyés pero las mozas que habláis de sexo os ganáis una cierta rePutación.
Todos todos os miran mal, salvo los ciegos, es natural.
http://www.youtube.com/watch?v=DSyXQA4QiTw
El sexo es algo natural, que debe de ser hablado tanto por los dos sexos ,con normalidad y naturaleza ,lo que pasa es que tanto hombres como mujeres tendemos a dar morbosidad y en el caso de las mujeres,no quieren hablar de sexo ,pues temen ser tomadas por los hombres y por muchas mujeres ,con ideas anticuadas ,como putas,comprendo a las mujeres ,pues los hombres tenemos culpa de ello,pero ya es hora que las mujeres rompan ese tabu ,y luchen por expresarse en libertad.
Gracias por tu comentario, Marcial. Cada uno/a tiene que hacer sus deberes. Nosotras, trabajar en nuestro empoderamiento. Los hombres, revisar con lupa las actitudes que nos dificultan ser más libres y felices.
Por cierto, no sé si os habéis fijado que 67 personas han pinchado en «me gusta», lo cuál es una barbaridad, pero en cambio ha costado un montón romper el hielo con los comentarios. En fin, lo dejo ahí.
Qué fuerte, Ander. Esa canción, se que es imperdonable, pero no la tenía fichada. PERO, un día fui a la playa y había dos chicas adorables con guitarras que cantaban a voces de forma deliciosa, y en pelotas. Total, que cantaban esta canción.
Eso si que es morbosamente fuerte. Dos adorables ¿y delicadas? chicas en pelotas cantando con su guitarra.
Juro que no soy nudista por vocación sino por convicción, lo juro! Ja ja ja.
De las palabras a los hechos.
No, no, no eran delicadas. Eran adorables por lo bien que cantaban, por lo majas que estaban disfrutando con la guitarrita en la playa. No quería dar una imagen de ellas hiperfemenina ni nada así. Transmitían fuerza y rebeldía. Lo del morbo es subjetivo, pero creo que tiene que ver bastante con insinuar, no mostrar todo… Dos chicas en pelotas tocando la guitarra super felices, me parece bello y sexy, pero no morboso.
No afirmaba que eran delicadas en sentido pitiminí, o nometoques, cual muñeca de porcelana, sino lo ponía en duda (entre interrogantes).
Además, quería destacar que esa situación me la imaginaba bajo mi prisma de nudista convencido que va con su libro tostón para el resto de nudistas. Ese que se quita zapatos y camisa (quien sabe, algun día corbata, que ha tocado) en vez de mallas, chandalls o camisetas.
Nada vocacional ni majas per se. Para mi, vista la situación, son adorables (palabra dulce donde las haya) y morbosas. Ese morbo de la fuerza de la situación. Fuerza y rebeldía pero a la vez insinúa una forma de disfrutar, de cantar, de desear estar cerca y compartir.
No es el cuerpo desnudo que se ve en una pantalla de internet o playa nudista, sino chicas felices cantando, riendo felices, sino una situación que tu calificas de sexi y yo morbosa.
Puede ser mi imaginación o mi deseo porque despertasen morbo.
Aquí una que se siente más que identificada con tu percepción, o, como dirían algunos, otra morbosa.
Realmente es curioso ser mujer y hablar de sexo y ver las reacciones de los demás (y de las demás). Yo lo hago desde dos ámbitos de mi vida: el profesional y el personal. Y en cada uno de ellos encuentro una recepción muy diferente… o no tanto.
Cuando trabajo con mujeres en talleres de sexualidad, por ejemplo, aprenden a ver con otros ojos ese mundo, que no es algo teórico y escrito, sino que está en ellas mismas, aprenden a ir descubriendo qué es esto de lo que se habla cuando se habla de sexualidad… Pero la verdad es que las primeras reacciones que encuentro son mujeres que se quedan mirándote como si fueras «la diosa gurú del sexo que todo lo sabe y todo lo ha probado y practicado» (XD). Y esa visualización tiene un aspecto positivo: el de la curiosidad (que quieren preguntarte y descubrir, saber…), y el aspecto más negativo: que te juzgan por tu discurso (si hablas de sexo automáticamente pensarán que eres «muy practicante» por así decirlo, o «demasiado practicante» incluso).
Algo parecido creo que es lo que pasa cuando se habla en un ambiente más informal de sexo.
Los tíos hablan de sexo. De siempre, de toda la vida. Es más, los tíos se ven la polla ¿cuántas veces al día?, mínimo cada vez que van a mear. Y para ellos es lo más natural, lo más normal. También para ellos es normal tocársela. De ahí el «nos hacemos unas pajillas?» famoso de Torrente. Es decir, que si eres tío, lo normal es que te masturbes, que pienses en sexo, que hables de ello… nadie te mirará mal, por hacer algo… que siempre han hecho los hombres.
Pero que una tía diga que se masturbe, que una tía diga que ve porno, que una tía se plante y hable simplemente de sexo, te pone en el punto de mira: ¡¡¡tú no eres una «normal», tú eres una verde!!!
Yo a veces exploto mi papel de «verde» y de hecho hago muchas bromas sobre sexo, me encanta picar, sacar un tema y a ver por dónde deriva… pero en el fondo, sí que me da un poco de rabia que hablar de sexo suponga estar en el punto de mira. Porque en muchas ocasiones una habla de sexo solo como un tema de conversación, pero en el que está al lado siempre provoca alguna reacción tipo («joe, cuanto sabe esta, eso es que…»). Es decir, se presupone que todo de lo que hablas tiene que venir de tu experiencia, si hablas de muchas cosas, es que tienes mucha experiencia, si tienes mucha experiencia, es que eres un poco guarrilla o facililla. Claro, como si no habláramos en nuestras conversaciones cotidianas de miles de cosas que no hemos experimentado en nuestro propio cuerpo: de política, de deportes, de catástrofes naturales, de asesinatos… la mayor parte de las cosas que se hablan en una conversación cotidiana, no son precisamente temas personales, sino temas de conversación sobre los que cada un@ da su opinión. Me pregunto ¿es que no se podrá también tener simplemente una opinión sobre el sexo?
Pero hablamos de un tema que aún es tabú. El problema de la sexualidad y las mujeres es precisamente que nunca se ha hablado de ello. Por lo tanto, hablar de ello es ir contra el estereotipo de mujer «que fuera de casa es una santa pero dentro hace cosas guarras -solo para su pareja- y no dice nada». Si te sales de ese «silencio» que se nos presupone, automáticamente pasamos a ser la «gamberra», como me llamó hace poco una amiga.
De todos modos, no creo que haya que callar, porque creo que la clave para empezar a cambiar es precisamente que las mujeres se atrevan a hablar con normalidad de su sexualidad, que es suya, verdadera, que existe y no depende de «otro»… igual que hablan de otras cosas (las practiquen o no) todos los días. Entonces, June, dejaremos de ser las «raras» para pasar a ser chicas normales que hablan de sexo como los chicos. Pero hasta entonces nos tocará «liderar» en nuesros círculos informales, la bandera del «¡¡¡¡¡¡hablar no es malo!!!!!!!»
Sobre lo que comentas acerca de los hombres que hablan de sexo, puedo corroborarlo. Yo lo hago a menudo en mi blog y desde luego nadie me ha tildado de enfermo ni me ha surgido una cohorte de babosas buscando conocerme con cualquier excusa. De hecho tengo la mayoría de mis lectoras comentan y opinan con interés y respeto y los escasos comentarios que he tenido que borrar por improcedentes o simplemente groseros eran masculinos. Por desgracia la igualdad real está aún lejos y tenemos que seguir luchando para que deje de ser una declaración de intenciones y llegue a ser algo cotidiano.
Como siempre sólo ves la una cara de la moneda, la que te interesa. Has dichos cosa que son muy acertadas, pero te recuerdo que vivimos en un país que ha estado fuertemente influenciado la religión, y además hace relativamente poco, sufrió los coletazos de una dictadura de tintes católicos y represivos. Pero voy a ir a lo que creo que no has mencionado y que es un problema.
Dices que los hombres podemos hablar libremente de sexo y te equivocas. Si pudiésemos hablar libremente de sexo no se etiquetaría a un hombre, que no tiene miedo a expresar sus sentimientos sexuales, como salido, lascivo. Que un hombre diga a las claras «quiero acostarme contigo» no es un problema, el problema es que al decirlo se le tache de salido, guarro etc… La pulsión sexual no es algo que el hombre pueda decidir controlar, surge, y bastante se ha reprimido para evitar acciones violentas -una violación por ejemplo- como para que encima criminalicemos una muestra de espontaneidad sexual. Y no sólo expresar sus sentimientos sexuales, también sus ideas. Si entre un grupo de chicas digo, sin tapujos «que me encanta que me la coman» «que me gusta dar por detrás o comer culo» la etiqueta de salido se me adjudicará casi al instante, a pesar de que a esas chicas les gusten que las den por detrás. También me he dado cuenta de que cambia según quien lo diga. Si un chico guapo habla de sexo «Es un golfo», si un tío normal lo hace «es un guarro asqueroso» y si lo hace un chico poco agraciado es «un degenerado».
No sé si ser mujer es complicado o no, no lo soy, pero como si soy hombre te digo que ser hombre es muy complicado, y que la mujer muchas veces nos torpedea, aunque te pueda llegar a parecer ciencia-ficción.
Muy buen artículo, con el que me siento identificada. La diferencia más simbólica es las reacciones diferentes que causan un hombre y una mujer cuando confiesan públicamente que se masturban o ven porno.
got to now
Aparte de felicitarte por tan interesante reflexión, quería saber si por casualidad tienes algún escrito sobre el uso de la opción «me gusta» en Face, pues después de varias de tus lecturas encuentro que te ofende el que simplemente piquen en la mano con el dedo arriba. Para mí, caes en una actitud que es paranoica (incluso ya habías escrito sobre «el mito» de la actitud a la defensiva de las feministas), pues crees que no va dirigido a tu escrito sino a tu aspecto (o tu «disposición»), ¿cómo más podría estar de acuerdo contigo, en pocas palabras, si no es con aquella opción? Creo que otra cosa es que piques en «me gusta», por ejemplo, cuando un representante de tu facultad anuncia, con palabras sentidas, que ha muerto un profesor de la carrera (eso ya es enfermo; a menos que el tipo te haya rajado en un par de exámenes).
Me ha llegado bastante tu post, desde niña siempre fui algo precoz, mis padres siempre fueron represores conmigo.
Desde los 13 años descubrí que me gustaba explorarme y a los 14 perdí mi virginidad, en ningún momento fui violentada, yo quería hacerlo, y me gustó.
A partir de los 15 años en adelante manifestaba ese gusto hacia el sexo abiertamente con amigas y amigos por igual, incluso con algunas personas de mi familia.
Esto me llevo muchas veces a ser la puta, la loca, la que no se respeta, la que nadie, sobre todo ningún hombre toma en serio y por otro lado la que todo mundo se quiere coger porque creen en automático que, por el hecho de que expreses tu gusto hacia el sexo, eres una maníaca ninfómana que te echarías a cualquiera por más asqueroso que te resulte. Mucho tiempo me sentí mal e incluso me reprimí tantas veces, sobre todo cuando era más joven por que en el fondo me hacía sentir mal que me llamasen así y tuve que enfrentar ese sentimiento porque yo sabía tenía el derecho de sentir placer al igual que cualquier otra persona. Finalmente después de varios años sigo señalando y aceptando abiertamente que disfruto el sexo de muchas formas, que me encanta y que si por eso creen que deben decirme puta, entonces todXs somos putas.