Historico por Tag: putas

Bra-burning. Reflexiones sobre el sujetador

14 May

 

María, autora de Las princesas también friegan, nos propuso sacarnos fotos quemando nuestros sujetadores, en plan gesto nostálgico hacia las feministas estadounidenses de los años setenta. Ahí va mi foto. No quemé el sujetador porque vale una pasta. Pero me apetecía apoyar a María y, además, tratar este tema en mi blog.

En alguna otra ocasión ya he dicho cómo me tomo estas cosas. Coincido con la teoría queer en que desde pequeñas nos imponen una serie de «prótesis» (es el concepto que usa mi queridx M en Conflicto, y que me encanta) cuya función es remarcar la diferencia sexual, recordarnos que somos mujeres y no hombres, con todo lo que esto supone. Desde pequeñas, las que nos sentimos encantadas de la vida con el color rosa y queremos ser princesitas, nos probamos los tacones, el pintalabios y el esmalte de uñas de nuestras madres (bueno, en mi caso, de mi abuela y mi tía, que mi madre pasaba de esas prótesis). Recuerdo lo ansiosa que estaba por empezar a depilarme, y la ilusión que me hizo cuando mi madre me regaló los dos primeros sujetadores, después de años empeñada en usar top (pese a no tener tetas) y más años todavía empeñada en llevar las dos piezas de bikini en la playa (pese a que mi familia era nudista). Vaya, que mientras que la feminidad era una imposición horrorosa para muchas niñas, a mí me encantaba sentirme una mujercita.

Pero lo que quería decir (que ya me estoy enrollando) es que no estoy en contra de esas prótesis, sino a favor de cuestionar su uso y, a partir de ahí, hacer lo que nos dé la gana. En concreto, estoy a favor de usar las prótesis una vez que nos hemos demostrado a nosotras mismas que no las necesitamos. Es decir, primero hagamos el ejercicio de aceptarnos al natural, y después usemos lo que nos parezca estético o divertido. (más…)

Feminazis

23 Dic

Recapitulemos: hace unos días escribí el post Paranoicas para hablar de las pequeñas actitudes machistas a las que las mujeres nos encontramos expuestas a diario y que minan nuestra libertad y nuestra autoestima. Usé el concepto «micromachismo», acuñado por el psicólogo experto en masculinidades Luis Bonino.

La idea no era equiparar esos micromachismos a la violencia más extrema, sino explicar que esa violencia extrema (como los asesinatos de mujeres) es la punta de un iceberg que se conforma a partir de ese goteo permanente de pequeñas discriminaciones cotidianas. En ese mismo post matizaba que no era mi intención criminalizar a todos los hombres ni que se flagelasen, que sólo quería que se observasen y detectasen así conductas aparentemente inofensivas que pueden alimentar la desigualdad entre mujeres y hombres.

Citaba también la «actitud paranoica paradójica» de la que habla Miguel Lorente, para transmitir a los hombres que si ellos no están reproduciendo esos micromachismos que citaba no tienen por qué sentirse atacados. Los días siguientes, mantuvimos debates interesantes y cordiales entre los comentaristas habituales de este blog, incluidos quienes discrepaban conmigo.

Días después, el periodista Ander Izagirre siguió con el tema en su blog, a raíz de que recomendase mi post a una amiga y esta le respondiera con una escalofriante lista de los ataques contra su libertad sexual que ha sufrido. Ya sea porque Ander tenga más proyección pública, porque sea un hombre, porque contaba historias concretas que llegaban mucho o por el efecto Menéame, lo cierto es que su post Son unas histéricas tuvo un eco sin precedentes: alrededor de 30.000 visitas únicas en tres días, 3.450 personas lo han compartido por Facebook y Twitter, y el post lleva 210 comentarios.

Dado que él me citaba, resucitó mi post y ha consechado unas cifras no menos impresionantes (teniendo en cuenta que mis estadísticas suelen ser más discretas): 15.000 visitas únicas al post, alrededor de 2.300 personas lo han compartido en las redes sociales y la entrada ya lleva 298 comentarios (y esto no para). Tanto Ander como yo hemos recibido un montón de emails, tanto de chicas que nos contaban su experiencia y nos daban las gracias porque ahora se sienten menos solas, como de chicos que nos transmitían su compromiso hacia la igualdad y nos contaban las malas experiencias que han sufrido por hacer frente a las actitudes machistas de su entorno. Ah, y no sé Ander, pero yo en tres días tengo unas 200 amistades más en Facebook y calculo que otro tanto en Twitter (no recuerdo cuántos followers tenía el lunes), que además siguen manteniendo debates muy interesantes ligados al machismo. Una pasada, vaya.

Este tándem bloguero Paranoicas-Histéricas ha llegado a muchísimas mujeres y hombres que han celebrado que hayamos hablado de algo con lo que se han identificado; en algunos casos lo tenían claro, en otros casos han sido los posts los que les han ayudado a reinterpretar situaciones del pasado o a fijarse en aspectos que les habían pasado desapercibidos. Otra mucha gente nos ha transmitido que le hemos invitado a reflexionar sobre algo en lo que nunca había pensado, que esto del machismo de baja intensidad es nuevo para ellos y ellas, y que lo consideran muy interesante. Por último, están las personas que han expresado educadamente sus discrepancias con ambos posts, y que mantienen tesis como que los abusos que citamos no son tan graves como para poner el grito en el cielo, o que los hombres sufren niveles similares de violencia y que la única diferencia es la fuerza física, o que esto no es cuestión de género sino de educación y respeto. En fin, nosotros no podemos hacer más que explicar lo mejor posible aquello en lo que creemos.

Además de todas estas personas civilizadas, Ander y yo hemos tenido que soportar también un aluvión de posts ofensivos. Hemos decidido no censurar, porque creemos que esos comentarios son los que mejor ilustran aquello de lo que hablábamos. No deja de sorprenderme que en el mismo hilo de comentarios en el que mucha gente niega el machismo y quita hierro a las agresiones verbales de carácter sexista, a mí se me ha llamado feminazi, puta, zorra, fea, estrábica, lesbiana que sólo quiere follarse a ninfas y que la gente le chupe la entrepierna, e incluso me han dicho que si me tuvieran delante me escupirían. Es decir, en un post en el que yo analizaba el machismo sutil, la respuesta por parte de muchos hombres ha sido la agresión machista, y no precisamente sutil.

Además de los comentarios contra mí, se desfogan de lo lindo acusando a las mujeres de calientapollas, de hipócritas que nos abrimos de piernas si el hombre es guapo o tiene un cochazo, de vagas que nos olvidamos del feminismo cuando se trata de cargar palés, de que no tenemos corazón, que sólo nos interesa ir a la peluquería y a Zara, de manipuladoras que arruinamos la vida de los hombres para quedarnos con su dinero, y un largo etcétera. Todo bastante repetitivo y predecible, por otro lado, salvo algún comentario creativo como el que compara llevar escote con hacerse agujeros en el pantalón a la altura de los genitales y quejarse de que la gente le mira. A ese hombre me han entrado ganas de comprarle un libro de anatomía femenina, para empezar, y después preguntarle cómo es que los hombres no son piropeados de forma cotidiana aunque lleven camiseta de tirantes o enseñen los gayumbos.

No hay que darle demasiadas vueltas: me grabo a fuego el don’t feed the troll que me habéis recordado una y otra vez, y vaya, no es nuevo para mí que los posmachistas (por utilizar la terminología de Lorente, aunque son machistas de toda la vida con discurso perfeccionado) actúan de esta forma. Además, mi actividad en SOS Racismo también me ha curtido, porque, como ha demostrado uno de los comentarios que me atacaba por pertenecer a esa organización que, según él, ampara a inmigrantes delincuentes y violadores, esta gentuza es la misma que satura los foros digitales de mensajes xenófobos.

Estos comentarios ofensivos rebelan también dos cosas interesantes. La primera es que estos impresentables utilizan básicamente tres calificativos para insultarnos: puta, lesbiana y fea. Es curioso que consideren que nos hacen daño a quienes nos dedicamos a reclamar respeto para todas las mujeres, incluidas las putas, las lesbianas y las feas. Nos dedicamos precisamente a combatir el estigma «puta», a defender la libertad sexual y el lesbianismo como opción política, y a denunciar la presión estética que sufrimos las mujeres.

La segunda conclusión interesante es que, mientras que en mi blog han abundado los comentarios insultantes dirigidos a mí, a Ander como mucho le han llamado pagafantas y lametacones, y le han acusado de escribir estas cosas para ligar. Es curioso que no hayan recurrido a la homofobia con él. Imagino que sus mentes estrechas no pueden percibir como «maricón» a un periodista viajero que escribe entre otras cosas sobre deporte. En cambio, en su blog sí que se nos llamó putas tanto a las mujeres en general como a las que comentaban el post.

Este repaso pretende ser (aparte de un desahogo), un último intento de convencer a quienes siguen negando la dominación masculina, la violencia machista estructural y las pequeñas agresiones cotidianas que las mujeres sufrimos de forma más generalizada. Quien siga negándolo, que me explique esta asimetría en la que un hombre y una mujer hablan del mismo tema, y ella sufre niveles de insulto mucho mayores. Más aún, pese a que los machistas se empeñaban en tildarnos de feminazis, no hay ni un sólo comentario hembrista del tipo  «todos los hombres sois unos violadores, maltratadores y pedófilos de mierda».

Con todo esto confío en que más gente que la ya convencida comprenda que la igualdad nos beneficia a todas y todos, que ese es el objetivo del feminismo (parece mentira que haya que seguir explicando que no es lo mismo que machismo pero al revés, sino una doctrina liberadora tanto para mujeres como para hombres), y que les quede bien claro quienes son aquí las personas llenas de odio y supremacistas.

Varias cosas para terminar:

1- Así como dejo abiertos los comentarios del post Paranoicas por lo que os decía, porque los comentarios ofensivos son un buen termómetro de cómo andamos, estoy harta de tanta mierda en mi casa virtual y sobre todo apenada porque esos trolls hayan entorpecido el debate entre personas sensatas. Por tanto, en este post sí que eliminaré los comentarios ofensivos o cuya intención sea boicotear este espacio.

2- Curiosamente, el sábado pasado se celebró en Bilbao una manifestación contras las mil caras de la violencia machista. Mis amigas sufrieron un percance con un maromo en un bar de ambiente. Una de ellas, Itziar Abad, lo cuenta en Pikara. Si os han interesado Paranoicas e Histéricas, no os perdéis su artículo ni los comentarios.

3- Algunas mujeres (y algunos padres de chicas adolescentes) habéis preguntado o planteado qué hacer. Yo lo tengo claro: autodefensa feminista. Cada vez se organizan más talleres en distintos municipios. En los talleres lo de menos es aprender a defenderse físicamente de una agresión (que también). Se trabaja sobre todo la capacidad de detectar agresiones y riesgos, la seguridad en una misma, y diferentes estrategias para afrontar una agresión machista antes de que llegue a la confrontación física. Yo recomiendo a Maitena Monroy porque es la que conozco y me encanta, pero podéis acudir también a Bilgune Feminista.

4- El calificativo preferido de los llamados posmachistas es «feminazi». Sería gracioso si no fuera tan terrible. En todo caso, como conviene tomarse estos despropósitos con filosofía, les dedico el cartel (lo encontré en el blog La Mosca Cojonera) que dice así: «Feminazi: porque querer que a las de tu género se las traten como a seres humanos es igualito que invadir Polonia».

Beldur barik

6 Jul

Ilustración de Alterna, sacada de su blog http://alter-nati-va.blogspot.com

Esta vez no fue una soledad elegida. Pero la experiencia ha sido igual de empoderadora y liberadora que cuando he viajado sola. El sábado llevé a cabo otra pequeña transgresión: ir a un concierto sola. Y no a cualquier concierto, sino a uno de reggaeton cubano. Gente de Zona fue nuestra banda sonora en Cuba. Ya es casualidad que un mes después de mi regreso actuasen en Bilbao. Pues hay más: el mismo día del concierto coincidí con los músicos de Gente de Zona en un avión y fuimos charlando. Tenía pensado ir al concierto con dos amistades, pero a última hora cancelaron por distintos motivos. Podía quedarme en casa frustrada o irme sola. Y me decanté por lo segundo.

Ir de fiesta en solitario es un tabú, más aún en una cultura en la que no somos especialmente sociables. Cada quien sale con su cuadrilla e interactúa lo justo, y casi siempre con la intención de ligar. Creo que casi cualquier persona tiene reparos en salir sola, por el miedo a aburrirse y por el miedo a parecer algo patética. En el caso de las mujeres, se suman dos temores más: el de sufrir algún tipo de agresión sexista y el de ser juzgada, el miedo al qué dirán. Creo que son los dos miedos más potentes que nos meten hasta el tuétano. El miedo a la violación, el terror sexual, nos condiciona hasta a la hora de caminar del metro a casa. Y el miedo a que te tachen de puta parece más liviano, pero por mucho que una intente, sigue pesando. (más…)

Para un hombre de verdad, «no» nunca es «no»

21 Ene

«No es no». Es un lema recurrente para concienciar contra las agresiones sexistas. Por si alguien piensa que se trata de una obviedad que sobra recordar, ahí van tres escenas cinematográficas en las que «no» resulta ser «sí». Y, por más que sea ficción, es el cine el que nos muestra grandes amores que ansiamos vivir, el que nos enseña las claves del romance, de la mano de actores que encarnan el éxito, que adornan nuestras paredes y carpetas durante la adolescencia. Ahí van las tres películas que me han animado a escribir este post:

Troya: La están echando ahora y me estoy tirando de los pelos. Por todo, pero centrémonos en el tema de este post. Al principio de la película, Paris (Orlando Bloom) irrumpe en la habitación de Helena. Esta le pide que se vaya. «Lo de anoche fue un error». Él se acerca a ella, le acaricia el cuello y le dice: «¿Quieres que me vaya?» Helena se quita la túnica y se entrega a su amado.

Hacia la mitad de la peli, el temible Aquiles (Brad Pitt) salva de ser violada a la prima sacerdotisa de Paris y Héctor, Briseida. De noche, ella irrumpe en su cama con un cuchillo, dispuesta a matar al guerrero para evitar que corra más sangre (minuto 2′ 18» del vídeo). Él la anima sin mostrar un ápice de miedo: «Hazlo», le dice una y otra vez. Ella duda. Él la agarra de la muñeca, la tumba y la besa. Ella, cómo no, sucumbe gustosa a los placeres de la carne (en concreto, del cuerpazo desnudo de Pitt), retira el cuchillo de su cuelo y se deja hacer. Pese a que luego Aquiles la maltrata y esclaviza, se nos sigue mostrando como el héroe bruto por fuera y sensible por dentro. «Eres libre», le acaba de decir. «Si te hice daño, no fue mi intención». Se estrechan la mano. «Vete». Ella le pone cara de cordera degollada, y obedece.

Oceans Eleven: Otra de Brad Pitt, pero en esta es George Clooney el acosador que se sale con la suya. Clooney organiza un atraco a un casino para vengarse del dueño, Andy García, que es el nuevo compañero sentimental de su mujer, Julia Roberts, quien no le esperó mientras él estaba en prisión. Se pasa toda la película cortejándola, en plan «reconoce que sigues pensando en mí», y convenciéndola de que García no es de fiar. Ella le manda a paseo varias veces. Finalmente, Clooney consigue demostrar que el magnate de los casinos no la quiere como ella se merece. Roberts podría pensar: «Vaya, se ve que no hago más que enrollarme con indeseables». Pues no, se va con Clooney, que para eso es la chica.

Welcome: Pensaréis que eso me pasa por ver cine comercial. Pues el cine independiente también tiene tela. Os recomiendo muchísimo la película francesa Welcome, muy adecuada para sensibilizar contra las políticas migratorias. Pero suspende en perspectiva de género. Intentaré no destripárosla mucho. Un entrenador de natación ayuda a un chico kurdo a prepararse para intentar cruzar el Canal de la Mancha a nado y llegar a Londres, donde le espera su novia. El entrenador no le ayuda por altruismo, sino para impresionar a su ex, voluntaria de una ONG que le dejó por un compañero de la asociación, harta de su indiferencia hacia las injusticias. En un momento dado, se encuentran en el piso de él. Él se abraza abatido contra el regazo de ella. Ella se muestra incómoda. Él empieza a acariciarle los pechos. Ella se resiste y le pide varias veces que pare. Él no para. Follan. Ella se queda sentada sobre la mesa, con la mirada perdida. Se siente vacía. Le dice que eso no puede volver a pasar (o algo así).

Con todo esto, ¿cómo nos puede extrañar que a algunos hombres les cueste captar un mensaje tan sencillo como que «no es no»? No lo estoy justificando. Estoy diciendo que el problema no lo tienen sólo los agresores: una sociedad en la que se nos bombardea con esas escenas como esas transmitiéndonos que son románticas, apasionadas y envidiables, está enferma. Y no hablo de la imagen de violador que solemos tener en la cabeza: el desconocido que nos ataca de noche. Hablo del compañero de clase que te mete mano en el pasillo o en la discoteca, del chico con el que sólo quieres besarte y te presiona para hacer algo más… Que levante la mano la que no haya vivido una situación así de joven, en la que haya acabado haciendo algo que no quería e incluso dudando de qué es lo que realmente quería.

Maitena Monroy, formadora de autodefensa feminista, explica en sus cursos que si a la mujer se le niega su capacidad de ser sujeto de deseo y se la relega a la condición de objeto, lo único que puede hacer es provocar. El sujeto actúa, el objeto provoca reacciones. Así, el hombre machista se erige en intérprete de sus deseos para justificar sus agresiones. Y la sociedad lo acepta: si Nagore Laffage subió al piso de Yllanes, será porque algo buscaba. Volviendo al cine, Clooney, Pitt y el entrenador francés saben mejor que las mujeres lo que éstas quieren. Ellas dicen que no, pero ellos saben que quieren decir que sí. O, si no lo quieren, ya querrán. Basta con insistir un poco. Y aquí entra también ese contraste entre hombre decidido y mujer voluble. Ellos saben lo que quieren y van a por ello. Ellas dicen una cosa pero sienten otra. O cambian de idea. O dudan eternamente. Así se nos muestra sistemáticamente en el cine.

¿Qué podemos hacer las mujeres ante tal percal? Desmontar ese aprendizaje de género. Aprender a conectar con nuestros deseos y expresarlos con claridad. Si quiero algo contigo, tranquilo que ya te lo diré bien claro. Si no te lo digo es porque no quiero nada. Así que déjame en paz. Lo único que lograrás si insistes será verte convertido en un acosador.

En estos momentos, Aquiles, herido de muerte en su famoso tendón, agoniza en los brazos de Briseida. «Me has dado paz en una vida de guerra». Ella le besa. No quiere irse. Él le ordena que se vaya. Y ella obedece.

The End?

Dignidad

2 Ago

Encuentro en el blog de Alberto Arce dos fotos con ciertos elementos comunes: ambas son retratos de mujeres que viven en un país en conflicto. Sin embargo, muestran dos formas opuestas de acercarse a la realidad de las mujeres en contextos de ocupación militar. La primera ha dado la vuelta al mundo y viene a cerrar un círculo. La mujer recluída en un burka fue una de las imágenes que sirvió para justificar la invasión estadounidense en Afganistán. Nueve años después, se muestra a una mujer sin nariz, torturada por los hombres de su familia, para ilustrar cómo sería dicho país si las tropas yanquis se fueran. Una lógica enrevesada, porque para Arce, para mí y para cualquier persona con sentido común, esa mujer sin nariz no habla de un hipotético futuro, sino de la actualidad: es decir, nueve años de ocupación estadounidense no han sido suficientes para combatir la violencia machista extrema que muestra la foto. No lo han sido nueve ni lo serán noventa. En cambio, se sigue utilizando la victimización de las mujeres para domesticar a la opinion pública.

 

Esta tendencia es el pan de cada día. En España es la derecha católica la que emprende la cruzada contra el hiyab y el inexistente burka, erigiéndose en defensora a ultranza de la dignidad femenina. El PSOE en el Gobierno se jacta de luchar contra las mafias que explotan a las mujeres inmigrantes para fines sexuales. Lo hace, entre otros sistemas, endureciendo el control migratorio; control sin el que buena parte de las mujeres no hubieran necesitado recurrir a una red para migrar y por el que otras tantas terminan con orden de expulsión. No son los únicos ejemplos. En todos los casos, las mujeres son reducidas a seres indefensos a los que hay que salvar. Ni hablar de reconocer sus derechos. Si se salvan por ellas mismas se acabó el rédito electoral. Es mejor que sigan siendo «las otras», esas a las que podemos ningunear, demonizar o victimizar según convenga.

 

Frente a esa foto grotesca de una mujer sin nariz como símbolo de la brutalidad de Oriente, que sólo Occidente puede combatir (en concreto, sus ejércitos; conocidos a lo largo de la historia por su buen trato hacia las mujeres) Arce mostraba en otro post la que os traigo aquí: El árbol de la dignidad de Dani Lagarto. Alucina: es mujer, palestina, anciana, lleva velo. O sea, el colmo de la indefensión. En cambio, no transmite vulnerabilidad sino fortaleza. ¿Cómo es posible? ¿Si el hiyab y el islamismo en general pisotean la dignidad femenina, cómo puede esa mujer emanar tanta fuerza?

 

Cito a Arce: «(La foto) habla de la tierra, la resistencia y la visión de género. Aquí Palestina se convierte en “matria”. Sin duda alguna. Seguro. Las mujeres crean, cultivan, recolectan. Esos brazos levantados al aire no soportan el cadáver de ningún niño, la muerte siempre la pone el hombre. La mujer no crea sino pimientos. Da vida. Comida. Futuro. Esperanza necesaria para el ghetto. (…) Quienes siguen pensando en los cohetes y los tiros no tienen media bofetada ante esta abuela y sus pimientos».

 

De lo personal y lo estructural

30 Jun

Hoy -como cada día varias veces, claro- con el patriarcado he topado. Ha sido en un espacio aparentemente amable pero que las feministas que nos movemos en él sabemos que puede llegar a ser tan hostil como una sociedad gastronómica: los movimientos sociales. Participo como integrante de SOS Racismo en la plataforma Bilbon Kaleak Aske, formada por unos 70 colectivos de lo más diversos, unidos contra la Ordenanza del Espacio Público. Si alguna persona de la plataforma lee esto, va desde el cariño. 

Os hablé de que la ordenanza prohibe el sexo en la calle: tanto mantenerlo como ofertarlo y demandarlo. Pretende así quitarse del medio a las prostitutas de calle que tanto afean la ciudad del Guggen, o al menos tranquilizar a quienes no las quieren cerca de sus negocios y propiedades. La plataforma Bilbon Kaleak Aske defiende que la polémica de la prostitución ha servido para colar toda una serie de artículos que limitan hasta el absurdo el uso del espacio público: comer y beber, repartir periódicos, recoger firmas, jugar, tocar, patinar, etc. Es cierto y hay que romper con esa cortina de humo, pero no es menos cierto que las consecuencias que la norma tendrá sobre las prostitutas serán mucho más dramáticas que el hecho de no poder jugar al frisby en el parque.

Hoy hemos tenido reunión y he criticado que en los últimos actos realizados no se ha hablado de la prostitución. He reclamado que en próximas intervenciones se lance un mensaje claro de apoyo y solidaridad hacia las mujeres que la ejercen en la calle, apelando a la grave situación en la que se encuentran.

Uno de los reunidos (por cierto: yo era la única mujer) me ha contestado que entiende que la prostitución es un problema grave, por cómo afecta a las personas que se dedican a ello, pero que otras restricciones de la Ordenanza son «problemas estructurales». Es decir: que los y las bilbainitas blanquitas no podamos usar la calle para el encuentro, el disfrute y la reivindicación es un problema estructural. Pero que esas otras bilbaínas, las negras, las sin papeles, las más expuestas a la discriminación, la estigmatización y la explotación, sean hostigadas por la policía, multadas, agredidas (que se lo pregunten a las de Barcelona), detenidas e incluso expulsadas, es un problema personal.

Una vez más, lo que preocupa a los hombres es universal; lo que preocupa y afecta a las mujeres es un problema personal, de las mujeres. Si con los hombres progresistas que se declaran a favor de la igualdad andamos así, que Simone de Beauvior nos llene de paciencia, porque esto va para muuuuuuy largo.

Putas y fresas

19 Jun


Ayer fui a la charla sobre prostitución, libertad sexual y ordenanzas del espacio público que dieron Itziar Ziga y Bea Espejo en Bilbao. Sería largo contar las bases de su discurso (que la prostitución está más que asumida y normalizada en nuestra sociedad, pero que sólo se persigue a un colectivo muy determinado y minoritario, el que tiene cara de mujer, pobre, migrante; y ejerce en la calle, sin derechos), pero me gustaron mucho. Me gustó que se desmarcaran de las dos grandes propuestas, el abolicionismo y el regulacionismo, acusándolas de simplistas, interesadas (no precisamente en las mujeres), hipócritas, etc. Yo por lo menos tengo muy claro que más que qué hacer con la prostitución me interesa cómo defendemos los derechos de las prostitutas. Estoy harta de debates ideológicos que nos separan de las mujeres y de sus realidades.

Me gustó Ziga por su discurso antirracista. Empleó dos de los grandes argumentos que repito cuando hablo de estas cosas como integrante de SOS Racismo.

1- Si de verdad quieren combatir la trata, que se carguen la Ley de Extranjería
2- ¿Por qué se habla tanto de las putas y tan poco de las trabajadoras del hogar?

El segundo punto es algo que lo tengo tan claro que más de una vez contesto así cuando me preguntan de la prostitución: No pienso opinar hasta que no me pregunten sobre el trabajo doméstico interno, que también se ejerce sin derechos, que también es alienante y en el que el acoso sexual e incluso los intentos de violación son el pan de cada día. ¿Por qué no se habla apenas de esto? ¿Tal vez porque las inmigrantes limpiadoras o cuidadoras son un recurso más cercano, que casi todas empleamos o tenemos cerca a alguien que lo emplea?

Las inmigrantes sin papeles optan mayoritariamente por ese trabajo. Un porcentaje mucho menor prefiere la prostitución, porque supone más dinero trabajando menos horas, porque permite conciliar mejor con la vida personal, porque da más margen de libertad, porque si no tienes vivienda propia no puedes reagrupar a tus hijos, porque igual te da menos asco hacer felaciones que limpiar el culo a un anciano… Cada día aguanto menos a la gente que se siente en condición de juzgar esa opción.

Pero Ziga habló de un colectivo aún más invisible, del que apenas hemos sabido algo gracias a un tremendo reportaje de El País, Víctimas del oro rojo. Las víctimas son las temporeras que recogen la fresa en Huelva, la mayoría marroquíes y europeas del Este. Reza el subtítulo: «Temporeras extranjeras denuncian abusos de sus patronos en la recogida de fresa en Huelva – La explotación sexual en el campo es un secreto a voces, pero nunca hasta ahora han prosperado acusaciones contra los responsables de una actividad competitiva en Europa». Patronos que observan a las mujeres mientras se duchan, mientras duermen desnudas, que las amenazan con despedirlas si no son buenas. ¿Hablamos de esto para variar?

True love

7 May

Chicas: ¿con cuántos años empezasteis a imaginaros cómo sería vuestra boda? Yo ni lo recuerdo. Sí que sé que he estado diseñando mentalmente el vestido de novia desde que tengo uso de razón, y que siendo adolescente hacía listas de invitados y de los nombres que me gustaban para mis futuros hijos. 

Ahora que el tema del hiyab está hasta en la sopa (me estoy reprimiendo escribir sobre ello para no contribuir a tal sobredimensión de un mero síntoma de desigualdad), me apetece citar sólo uno de los velos de los que nos nubla la razón y nos resta autonomía en Occidente: el amor romántico. Aunque hemos logrado que los medios de comunicación visibilicen la violencia de género, todavía no hemos conseguido que se cuestione el mito de amor romántico como germen de la violencia, o que se critique que a las niñas se las siga enseñando a soñar con su príncipe azul. Ese que las salvará y por el que lo dejarían todo. Pero poco a poco nos quitamos el velo, o lo vamos intentando. Me gusta la teoría de expertas en violencia como Norma Vázquez de que detrás de una mujer asesinada no hay una víctima (en el sentido de pobrecita), sino una rebelde que un buen día dijo «no», «basta», «te dejo», y lo pagó caro.

Hoy han empezado los encuentros de jóvenes feministas de Euskal Herria en Hernani. (Gora gazte feministak!) Mañana, entre otras cosas, hay un debate sobre autodefensa feminista, talleres sobre pantojismo (para parodiar el amor romántico) y poliamor (para reflexionar sobre modelos alternativos de relacionarse). Espero crónicas de quienes participéis. Lo dicho: poco a poco somos más las que intentamos con más o menos éxito quitarnos ese velo. Para celebrarlo, un magnífico corto que disfruté en Momo Dice, y la versión de Pipilotti Rist de Wicked Love. Porque ya sabes que sin ti… soy yo.

Actualización:

Las blogueras feministas estamos cada vez más conectadas. Publico esto y al de cinco minutos me encuentro con que la sexóloga Mónica Quesada ha publicado dos canciones imprescindibles contra el mito del amor romántico.

– Un clásico: Libre te quiero, de Amancio Prada
– Pa’ rumbear: Bellas, de Canteca de Macao

¿Se os ocurren más?

Cierra las piernas

27 Abr

En Navidades fui al PIN (Parque Infantil de Navidad) con mi hermano de 7 años. Había una niña más pequeña que él haciendo cola para las camas elásticas. Llevaba un minivestido vaquero sin medias. Era una niña inquieta; o sea, una niña. Su madre no paraba de abroncarla: «Cierra las piernas, no saltes así, que se te ve todo». Punto número uno: ¿a quién se le ocurre poner a una niña un vestido vaquero para ir al PIN? ¿No conoce esa madre ese gran invento llamado chándal? No, el chándal lo llevaba mi hermano. Buena parte de las niñas iban de lazo, camisita y pichi. Punto número dos: ¿a qué clase de mente enferma le preocupa (considera inapropiado o incluso obsceno) que a una niña pequeña se le vean las bragas?

 

Cuento mucho esta anécdota como ejemplo de cómo a las mujeres se nos reprime y constriñe desde pequeñas. Es difícil ser intrépida y ágil si te visten a lo María Antonieta. El resultado: la niña del anuncio de Max Center es de lo más realista. Mientras su amigo disfruta jugando, ella cierra las piernas y posa para la cámara con su Barbie. 

Son más los mensajes que recibimos: compórtate, no montes escenas, no camines sola… Ten miedo, no te expreses, céntrate en complacer. De eso habla (o con eso me quedo) una canción de las maravillosas Ditty Boops que a mí me alegra el día. Y, sobre todo, nos llama a transgredir esas normas, hablar bien alto, escucharnos, pedir un deseo y seguir lo que nos dictan nuestros sueños. Disfrutadla:

 

Reputas

14 Abr

El Ayuntamiento de Bilbao ha empezado a tramitar una ordenanza del espacio público que prevé sanciones contra comportamientos tan súmamente incívicos como tocar el violín, vender cedés o tomar una cerveza en la calle. Pero el artículo más polémico es el 16, relativo a la sexualidad, claramente dirigido a hostigar a las prostitutas de calle. SOS Racismo ha sido uno de los colectivos que ha denunciado esto, así que me he pasado toda la semana de entrevistas.
Una de las periodistas me planteó una pregunta que me pilló por sorpresa y me hizo pensar: «¿Si se eliminara la prostitución de calle acaso no se extinguiría también el debate sobre la prostitución?» Es evidente que sólo se debate sobre prostitución cuando a una comunidad vecinal le molesta convivir con dicha actividad en su barrio. Pero no había caído en que, si no hubiera vecinos y vecinas molestos, ya no habría debate. Ojos que no ven… En todo caso, como demuestra el caso de Barcelona, no hay ordenanza que pueda impedir que aquellas que no encuentran otra forma mejor de ganarse el pan que ofrecer sexo en la calle sigan haciéndolo. Lo harán, eso sí, en condiciones más lamentables si cabe. 

Lo divertido de la ordenanza es su pretendida neutralidad. Hace como que no se dirige a nadie en concreto. Se supone que no castiga a las prostitutas sino a toda persona que mantenga relaciones sexuales, las ofrezca o demande en la vía pública. Muy aséptico, sí. Claro que me pregunto cómo se va a decidir quién está practicando, ofreciendo o demandando sexo. ¿Ha de preocuparse la pareja de adolescentes que se da el lote impúdicamente en el banco del parque? Yo diría que no. Si la pareja es homosexual y el poli homófobo, tal vez cante otro gallo. En cambio, el simple hecho de que una mujer con pinta de puta callejera (o sea, negra y con minifalda o escote) esté de pie en cierta calle se interpretará como una acción de ofrecer sexo. Si yo misma (blanquita y abrigada) me pongo junto a ella, pensarán que estoy esperando al autobús. Es decir, estoy convencida de que el criterio estará condicionado al 99% por los estereotipos y prejuicios raciales y sexistas, y que la directriz será hostigar a las putas hasta que dejen de ensuciar con su presencia nuestra cosmopolita urbe.

En todo caso, por si alguien tiene alguna duda de que esta ordenanza no está hecha pensando en las prostitutas, atención a la gran inquietud del alcalde Azkuna: las prostitutas «molestan a los vecinos incluso desde el punto de vista sanitario», ya que son «mujeres que las mafias nos mandan de fuera cada tres o cuatro meses, ilegales y sin ningún tipo de regulación sanitaria». Vaya, que putas, ilegales y guarras, tres en uno. Ni una palabra dedicada a los puteros que, por ejemplo, imponen prescindir del uso del condón. Esos no plantean problemas sanitarios, que los bilbaínos son muy pulcros. Son ellas las que importan enfermedades exóticas.

Y por si quien duda sobre la intención de esa ordenanza es precisamente una prostituta, el Ayuntamiento ha empleado un curioso sistema de mensajes subliminales. Atención al verbo (gracias, Patxi) por el que empiezan los dos puntos que componen el citado artículo:

  1. Se reputan prácticas sexuales incívicas (…) todas aquellas prácticas o actos en las que el sexo esté explicitado (…)
  2. Se reputan actos de ofrecimiento y de demanda de servicios sexuales los que tengan por objeto concertar servicios sexuales retribuidos

Más claro, agua.

La imagen es de Anouk Chauvet para Hetaira y la he encontrado en el blog Abierta de piernas.