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Cuerpos de feministas cubanas: Sandra Álvarez

23 Dic

Sandra Álvarez. Bloguera

“La sociedad me ha recordado todo el tiempo que soy negra”

Fuente: Havana Times

‘Negra cubana tenía que ser’ es desde hace años un blog feminista y antirracista de referencia, dentro y fuera de Cuba. Pensaba contactar con su autora, Sandra Álvarez, para poder entrevistarla en Cuba, pero ella se me adelantó. Es la magia de las redes sociales. Sandra vio un comentario que dejé en el blog de Yasmín, me buscó por Facebook y me mandó un mensaje privado hablándome de su blog e interesándose por el mío. Le respondí eufórica, nos hicimos amigas virtuales y me propuso participar en una mesa redonda junto con las raperas Krudas Cubensi, una iniciativa en la que demostró su decisión y valentía, porque el discurso y el estilo arrollador de las Krudas, emigradas a Texas, resulta muy incómodo para el feminismo institucional cubano.

Una se siente a gusto con Sandra desde el minuto uno. Tal vez porque te recibe con una sonrisa blanco nuclear y unos ojos vivarachos que transmiten alegría y pasión. O porque su voz potente y su forma de hablar clara, sin rodeos ni titubeos, hacen confiar en que no se calla nada, ya esté hablando de su vida, del racismo en el imaginario social, del elitismo blanco del feminismo institucional o de lo que a ella, que se define como revolucionaria, le indigna del sistema político cubano. Defiende que las mujeres negras lideren su propia lucha, porque sabe que ni la Revolución, ni los hombres negros ni las feministas blancas van a atender sus demandas. (más…)

¿Periodismo objetivo o acrítico?

17 Abr

Me hice periodista pensando que el objetivo de esta noble profesión es contar a los lectores o a la audiencia qué está pasando y por qué. Es decir, informar. No sólo de que ha habido una revuelta en Egipto, por ejemplo, sino de cuál ha sido el contexto y cuál el detonante que expliquen el origen de la protesta, ofreciendo datos contrastados y las versiones de las partes implicadas. Pues bien, el sábado puse Teleberri, el informativo de ETB2 y me encontré con la siguiente noticia (la transcribo):

«Y en Bermeo, un grupo de ciudadanos se ha manifestado esta mañana en defensa de sus derechos. Ciudadanos que se sienten discriminados en su pueblo ante el trato que (dicen) reciben los inmigrantes, por lo que han pedido igualdad en todos los ámbitos. Protesta que ha generado momentos de tensión, y es que, en frente otro grupo, mucho más reducido, que defendía los derechos de los inmigrantes, los ha tachado de racistas».

Podéis ver la noticia en este enlace, en el minuto 24′ 12». (más…)

«No tenemos pisos para inmigrantes»

6 Nov

¿Recordáis que en marzo SOS Racismo demostró que a las personas negras y magrebíes no les dejan entrar en un montón de bares de Bilbao? Pues han repetido el método del testeo, junto a CEAR, esta vez para probar que la discriminación racista también es una práctica sistemática en el caso de las inmobiliarias. Algo más grave, si cabe, porque el resultado es que las personas inmigrantes lo tienen mucho más difícil para encontrar piso; un derecho básico que además es la puerta a la regularización. Yo acompañé a uno de los grupos como colaboradora del periódico Diagonal.

Os dejo con mi crónica y os invito a leer el post de Lucía Martínez Odriozola, otra de las testigos morales. De su entrada me quedo con la idea de que el inmigrante que va a buscar piso es tan cliente de la inmobiliaria como el propietario que lo alquila. Algo obvio, pero que se nos olvida incluso a quienes reprobamos estas prácticas discriminatorias.

CRÓNICA DE UN DÍA DE BÚSQUEDA DE PISO MARCADO POR EL COLOR DE LA PIEL

«No tenemos pisos para inmigrantes»

Una acción antirracista demuestra discriminación sistemática e las inmobiliarias de Bilbao. A magrebíes y subsaharianos les ofrecieron sólo el 20% de las viviendas que ofertaron a los nacionales.
JUNE FERNÁNDEZ (BILBAO)
DIAGONAL. DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE DE 2011.  NÚMERO 160
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A Ababacar Sambe le ofrecieron un piso de alquiler en esta inmobiliaria; al participante autóctono le ofertaron cinco./ June Fernández

 

Tres personas entran a la misma inmobiliaria a buscar un piso de alquiler. A dos de ellas les ofrecen sólo una. A la otra le ofrecen 13. Las tres son hombres que rondan los 30 años, afirman tener trabajo y contrato indefinido. ¿En qué se distinguen? En el color de la piel. El único blanco es el que se ha encontrado con esa oferta variada. Ocurrió el pasado viernes durante el testeo de inmobiliarias organizado por SOS Racismo-Bizkaia y CEAR-Euskadi en Bilbao con el objetivo de demostrar la discriminación que sufren las personas inmigrantes en el acceso a la vivienda.

Siete grupos compuestos por una persona autóctona, una magrebí y una del África negra, acompañados por periodistas en calidad de testigos, recorrieron un total de 29 inmobiliarias. A los nacionales les ofrecieron un total de 105 pisos; a los magrebíes 23, y a los subsaharianos 22. Es decir, a las personas inmigrantes sólo les ofrecieron el 20% de los pisos en alquiler; ya fuera porque no les atendieron o porque les ofrecieron menos pisos que a sus compañeros autóctonos.

A las 4 de la tarde, los siete grupos se reunieron en diferentes bocas de metro para empezar a recorrer las agencias de diferentes barrios bilbaínos. Los tres participantes de cada grupo entraban en las mismas inmobiliarias, pero de forma muy espaciada, para no levantar ninguna sospecha. Llevaban grabadoras en el bolsillo que registraron tanto declaraciones explícitas de que los propietarios de los pisos no quieren inmigrantes, como el contraste entre la amabilidad con la que se atendía a los nacionales y la brusquedad con la que se despachaba a los inmigrantes. A algunos ni se les dejaba entrar por la puerta: «No tenemos pisos en alquiler, sólo en venta». La mentira quedaba probada cuando entraba el nacional y se le ofrecía una amplia gama de viviendas.

«Encajas a la perfección con un piso y con su propietario. Le voy a llamar ahora mismo», le dijo exultante la agente a Peio en una inmobiliaria del Casco Viejo. Ya tenía al propietario al otro lado del teléfono cuando lo tapó para preguntarle a Peio: «Porque tienes nómina y todo, ¿no?». Le ofreció otros cinco pisos más. Ibrahima en cambio no duró ni cinco minutos en la inmobiliaria: «Hay poca cosa, la verdad», le dijo la misma mujer, quien se limitó a apuntar su teléfono y despedirle sin hablarle de ningún piso. En otra inmobiliaria, a Ibrahima, de origen senegalés, le dijeron que primero tenía que llevar contrato de trabajo, nómina y aval bancario, y entonces ya verían si algún propietario estaba interesado en alquilarle a él.

Sigue leyendo la crónica en Diagonal

Los inmigrantes lo tienen más fácil…

15 Sep

…para ser detenidos. Y explotados, y humillados, y excluidos, y discriminados. Antes de ayer, cuando protesté contra la política xenófoba del Gobierno Vasco en materia de protección social, tuve que escuchar las chorradas habituales: que ya vale de que los inmigrantes chupen del bote, que lo tienen más fácil, que les compensa más vivir de ayudas que trabajar, que yo vivo en los mundos de Yupi y la gente no buenista está harta. Me dicen que vivo fuera de la realidad. No, son ellos los que están fuera de la realidad. Sus prejuicios no son reales. Sí que es real, en cambio, la redada de ayer en Bilbao,  en la que fueron detenidas por la Policía Nacional (a petición de la Policía Municipal) más de 40 personas que se encontraban viviendo en un tanatorio abandonado de Basurto (obviamente, porque no tenían casa, no porque les gusten las vistas).

No las detuvieron por haber cometido algún delito, sino por encontrarse en situación irregular. Es decir, por cometer una falta administrativa equivalente a aparcar mal el coche. Sólo que cuando aparcas mal el coche, te multan. Cuando estás sin papeles, te abren una orden de expulsión que eterniza más todavía el largo camino hacia la regularización. Eso en el mejor de los casos; dependiendo de las circunstancias, puedes terminar en un Centro de Internamiento para Extranjeros (o sea, sitios muy parecidos a la cárcel, en los que te pueden tener hasta 60 días y en los que se han denunciado numerosas veces malos tratos, abusos y condiciones muy lamentables) o incluso en un avión de vuelta a tu país de origen.

Esta semana el Gobierno vasco anunció nuevas restricciones para acceder a la Renta de Garantía de Ingresos. En concreto, eleva de uno a tres años el tiempo que una persona tiene que haber estado empadronada en el País Vasco para poder solicitarla. Aunque la consejera Gema Zabaleta afirmaba que ese no era el objetivo, resulta evidente que esa medida perjudicará especialmente a las personas inmigrantes. No sólo porque muchas llevan menos de tres años entre nosotras, sino porque son precisamente las que no llevan tres años empadronadas las que más necesitan acceder a una ayuda social. En la actualidad, la forma más factible de conseguir papeles es por la vía del arraigo social: es decir, la persona demuestra (normalmente a través del empadronamiento) que lleva tres años viviendo en España. Sin papeles no se puede trabajar (fuera de la economía sumergida, vaya). Esto significa que en la mayoría de los casos, si alguien no lleva tres años empadronado, no tiene papeles, por lo que no puede acceder a un empleo, por lo que tiene básicamente dos opciones para sobrevivir: las ayudas sociales o la economía sumergida.

O sea, cuando alguien está sin papeles, no pide una ayuda porque no quiera trabajar, sino porque la Ley de Extranjería no le permite acceder al mercado laboral. ¿Es posible que en esa situación le coja el gusto a cobrar ayudas y pase de trabajar? Pues difícilmente, porque su prioridad será conseguir papeles, y para conseguir papeles hace falta (además de demostrar esos tres años de residencia) presentar una oferta de trabajo por un año. Una vez conseguidos los papeles, para renovarlos periódicamente hace falta haber cotizado en la seguridad social. O sea que una persona inmigrante con permiso de residencia y trabajo no podría decidir dejar de trabajar y vivir de las ayudas sociales, porque en ese caso no podría renovar los papeles y volvería a quedarse en situación irregular.

Pero hay más motivos por los que es un auténtico despropósito plantear que las personas inmigrantes lo tienen más fácil para acceder a ayudas sociales. En primer lugar, no hay ni una sola ayuda social que esté destinada de forma exclusiva o prioritaria a las personas inmigrantes. A todas las personas se les pide que cumplen los  mismos requisitos. Pero es que además, cumplirlos resulta más difícil si eres inmigrante (a esto se le llama, por cierto, discriminación indirecta). Uno de los requisitos es, como digo, el empadronamiento (hasta ahora un año, a partir de que entren en vigor las nuevas medidas, tres años). Como ha demostrado SOS Racismo y como sabe cualquier persona que conozca a gente extranjera, las personas inmigrantes encuentran mayores dificultades para acceder a una vivienda, y más aún a una vivienda en la que se les permita empadronarse. En muchos casos incluso se les pretende cobrar por ello, pese a que el empadronamiento sea un derecho y un deber.

Otro requisito es carecer de propiedades. El problema es que en Bizkaia, por ejemplo, se pide a las personas no nacidas en Euskadi que demuestren no tener propiedades ni aquí ni en su lugar de origen, a través de un certificado de bienes en origen. Esto significa que una mujer que tiene una casita en Bolivia en la que viven sus hijas, no puede cobrar aquí la RGI, por más que se encuentre bajo el umbral de la pobreza y que esa casa en la que viven sus hijas no le reporte ningún beneficio económico. ¿Qué pretende el sistema que haga? ¿Que venda su casa por dos duros y deje a sus hijas sin techo? Pero  incluso para quienes no tienen bienes en origen esta medida resulta una traba, porque conseguir ese certificado es toda una odisea en muchos países. Mucha gente se gasta la primera mensualidad de la RGI en costear este tipo de trámites. Y podría seguir con más dificultades, pero creo que ya es suficiente.

Imagínate el panorama: el sistema te dice que no puedes trabajar de forma legal hasta que no lleves aquí tres años empadronado y consigas una oferta de trabajo de un año. También te dice que no puedes acceder a una ayuda social si no llevas tres años empadronado. Para empadronarte, necesitas una casa en la que vivir. Pero no puedes alquilar una casa porque no tienes ingresos, dado que el sistema no te deja ni trabajar ni cobrar ayudas sociales. Entonces te quedas en la calle y te enteras de que hay un tanatorio abandonado en el que vive gente que se encuentra en tu misma situación. Te vas para allá y vas tirando, hasta que una mañana te despierta un policía que te dice que no puedes estar aquí sin papeles. Esos papeles que llevas años intentando conseguir. Y te ves en un avión volviendo a tu país sin haber un cumplido ninguno de los objetivos que te habías marcado.

De verdad que si alguien sabe todo esto y sigue pensando que las personas inmigrantes lo tienen más fácil, es que es (con perdón) gilipollas.

Puede que tú no supieras estas cosas y pienses: «Ya, pues sí que es injusto, sí. ¿Pero esto que tiene que ver conmigo?» Pues sí tiene que ver contigo. No sólo porque digo yo que una prefiere vivir en una sociedad más justa y humana. Pero incluso siendo egoístas, tendríamos que darnos cuenta de que todas estas políticas xenófobas no nos favorecen en nada y sí que nos perjudican. Porque cuando el Gobierno eleva a tres años el plazo de empadronamiento necesario, lo hace claramente para dejar fuera a las personas inmigrantes, pero de paso está dejando fuera a las que vienen de otras comunidades autónomas, o las que han vivido un tiempo en el extranjero y a la vuelta no encuentran trabajo. Cuando establece que pueden cobrar renta básica un máximo de dos personas por vivienda (esto fue aprobado hace año y medio), deja fuera a personas de todo tipo que comparten piso. Cuando la Diputación exige un certificado de bienes en origen, lo hace para ponérselo más difícil a la población inmigrante, pero también le está haciendo la puñeta a la señora que no tiene ingresos pero que tiene un terreno estéril en Palencia.

Y estoy ciñéndome al asunto de las ayudas sociales, pero la cuestión de fondo es que los diferentes gobiernos han encontrado en la inmigración el chivo expiatorio perfecto para desprestigiar el sistema de protección social y desmantelarlo. Es perfecto: no sólo no se encuentran con protestas, sino que ganan votos. Todo esto y más lo explica perfectamente mi compañero Miguel Angel Navarro en un brillante (y bien documentado) artículo sobre los recortes de derechos publicado en Deia.

Cuando una es consciente de estas cosas, resulta inevitable deprimirse bastante. Pero entonces salgo a la calle con los compañeros senegaleses que han enfrentado penas de cárcel por vender cedés para vivir; con los jóvenes marroquíes que llegaron siendo niños y que quedaron de patitas en la calle nada más cumplir 18 años; con militantes antirracistas, educadores, indignados. Nos desgañitamos gritando «ninguna persona es ilegal», silbamos, damos palmas, cantamos, botamos. Expresamos nuestra rabia, pero también nuestro empeño en construir un mundo más respirable, en el que se persiga al político corrupto y se deje en paz a la trabajadora del hogar que pide una ayuda para completar el sueldo. Y nos sentimos mejor. Por un rato sentimos que estamos cambiando las cosas. Y las cambiamos, aunque no tanto como nos gustaría. Pero concentraciones como las de hoy han servido para parar expulsiones. ¿Esto es creer en los mundos de Yupi? Pues que me digan dónde quedan esos mundos, que nos vamos para allá. Seguro que no nos piden visado.
*

Si quieres hacer algo, te animo a que milites en SOS Racismo. Si no tienes tiempo o ganas para la militancia, puedes apoyarnos económicamente asociándote.

 

Nuestra ciudad soñada, sin fronteras y de colores, dibujada por Inge Rodríguez Madariaga para SOS Racismo-Bizkaia

Las paradojas del turismo

22 Jun

 

Una servidora esperando a la guagua en Regla. ¿A que parezco cubana? Foto de Beatriz Uriarte Alonso

 

«¿Es tu primera vez en Cuba?» «Sí». «¿Y en América Latina?». «No, estuve de pequeña en Perú, y el año pasado en Colombia. El año que viene espero hacer un viaje a Chile y Argentina». Fue decir eso y morderme la lengua. Turista = Poder adquisitivo y libertad de circulación. O sea, las dos cosas que añora buena parte de la gente. La gran paradoja de Cuba (a mi humilde modo de ver) es que depende del turismo, pero que el contacto con el turismo es una de las grandes amenazas para el sistema, porque hace recordar todo el rato lo que no se tiene y se desea.

Por ejemplo, sorprende la obsesión por viajar. Al fin y al cabo, viajar por placer es un lujo que se puede permitir una ínfima minoría de la población mundial. ¿Estará la población de Bolivia, Sri Lanka o Etiopía tan emperrada con la idea de ver mundo? Lo dudo. Creo que se debe a estar todo el rato conociendo a viajeros que te recuerdan que tú no puedes hacer lo mismo. (más…)

Vecinos se movilizan contra la apertura de un templo católico en San Sebastián

14 May

SAN SEBASTIÁN, 14 May/ MKZ Press

Centenares de vecinos y vecinas se han manifestado hoy en San Sebastián contra la apertura de la iglesia de Riberas de Loiola. Los manifestantes han argumentado que ya hay demasiados templos católicos en la ciudad, y que esta apertura convertirá el barrio donostiarra en un foco de inseguridad y conflictividad.

El portavoz de la asociación vecinal de Loiola,  ha defendido que el barrio sufrirá eventuales problemas de percepción de inseguridad ciudadana ligados a la llegada de fieles cristianos a la iglesia. En ese sentido, ha mostrado su desasosiego por que los creyentes traigan a la ciudad enfermedades ya erradicadas, como la pedofilia o la homofobia. Además, ha resaltado que la presencia elevada de católicos alterará la esencia de este tradicional barrio y generará problemas de convivencia.

La plataforma ha repartido entre el vecindario  carteles rosas para colocar en ventanas y balcones como señal de rechazo al centro de oración. «Hemos elegido ese color para reivindicar el respeto a todos los derechos fundamentales, incluidos los de las mujeres, los colectivos perseguidos por su condición sexual y el derecho a una convivencia normalizada en nuestro barrio, frente a quienes defienden exclusivamente la libertad de culto».

Las protestas vecinales, en plena campaña electoral, han recabado el apoyo del Partido Populista, cuya portavoz ha reclamado la aprobación de una ordenanza municipal que regule que este tipo de templos se instalen «lejos de los núcleos residenciales», en lugares como polígonos industriales. También se ha sumado a la protesta la Asociación de Hosteleros, cuya presidenta ha advertido que los líderes espirituales de esta confesión no pagan los vinos en los bares y que en un establecimiento nocturno sorprendieron a uno realizando tocamientos a una joven.

El Gobierno vasco se ha comprometido a mediar entre católicos y vecinos, desarrollando un programa de interculturalidad que favorezca el entendimiento entre ambos colectivos. «Pondremos todos los medios necesarios para garantizar una integración normalizada de los cristianos en la sociedad vasca. Eso sí, tienen que entender que tienen derechos, pero también obligaciones».

El placer de poseer certezas

10 Abr

Estoy leyendo ‘Cómo me convertí en un estúpido’ una delirante novela de Martin Page cuyo protagonista, Antoine, se siente tan atormentado por su inteligencia que se propone convertirse en un imbécil feliz. Está harto de racionalizar y analizar todo, de no sentirse integrado en la sociedad porque en vez de fundirse en ella se dedica a diseccionarla. En fin, me identifico bastante con esa «enfermedad de meditar demasiado», con sus deseos de aprender a detener el cerebro de vez en cuando, con sentir que el empeño por comprender la vida impide saborearla del todo. En el manifiesto que escribe explicando su proyecto para que trascienda por si muere en el intento, dice algo que me ha parecido brillante (intentad obviar el uso del masculino como genérico):

«Los hombres simplifican el mundo mediante el lenguaje y el pensamiento, de ese modo poseen certezas; y poseer certezas es el placer más poderoso de este mundo, mucho más poderoso que el dinero, el sexo y el poder juntos. La renuncia a una auténtica inteligencia es el precio que se paga por poseer certezas, y supone siempre un gasto invisible en el banco de nuestra conciencia. Para eso, prefiero a quienes no se cubren con el manto de la razón y afirman que su creencia es ficticia. Por ejemplo, un creyente que acepte que su fe no es más que una creencia y no una primacía sobre la verdad de las cosas reales»

Pues sí, resulta muy cómodo enrocarse en certezas simplistas como que los inmigrantes se llevan todas las ayudas. Si alguien se atreve a escuchar y entender que eso es un disparate, se enterará de un montón de cosas que prefiere no saber; por ejemplo, de lo injustas que son las leyes migratorias y el sufrimiento que provocan.  Y entonces lo verá a su alrededor y ya no podrá mirar a otro lado. Creo que eso explica el enfado de mucha gente, empezando por la directora del área de igualdad del Ayuntamiento de Bilbao, cuando demostramos que en los bares de Bilbao se discrimina. Mola más pensar que vivimos en un mundo feliz, libre de intolerancia y de injusticias.

Pero ojo: tener conciencia social no nos libra de caer en certezas-trampa. En actitudes dogmáticas y sectarias que nos impiden escuchar a quien no piensa igual, entenderle y respetarle. Las que nos llevan a aplicar dobles raseros, justificar, relativizar u obviar atropellos, cuando los cometen «nuestra gente», en nombre de ideales que compartimos. No me gusta la gente que se siente en posesión de la verdad absoluta (aunque yo también crea en esa verdad); por ejemplo, me irrita la actitud atea-escéptica a ultranza que lleva a ridiculizar a quienes creen en algo más que en la ciencia.

Me preocupa que en la burbujita de los movimientos sociales en la mayor parte de debates nos limitemos a reafirmarnos en nuestras certezas, que evitemos el contacto con personas que nos cuestionan, que nos hacen hilar más fino, matizar ideas panfletarias. Conozco a personas progresistas que tienen buenas amistades en el entorno del Opus Dei. Admiro que se hayan atrevido a comprobar que incluso en los ambientes más hostiles podemos encontrar a gente que merece la pena.  Aunque imagino que estas personas abiertas a quienes piensan diferente serán de las que también anhelen de vez en cuando, como el bueno de Antoine, regresar al cómodo refugio de las grandes certezas.

Hay moros y moros

7 Abr

Tuitea @anderiza: «Asociac. d Buenos Donostiarras pide q pongan cartelitos a saharauis (q molan) pa distinguirlos d otros moros q no molan http://bit.ly/dRtaJD» Me encanta este tema.

Algo no encaja: se dice que la sociedad vasca es decididamente pro-saharaui. Euskadi destaca por su solidaridad hacia este pueblo; está muy bien visto traerse a un niño en verano, donar comida a las caravanas de alimentos, etc. Pero al mismo tiempo, la magrebí es la comunidad más discriminada por la ciudadanía vasca. Los moros, como comentábamos en la anterior entrada, son lo peor: vienen a robar, especialmente esos chavales que inhalan pegamento; además consiguen ayudas sociales cuantiosas por el morro, pese a que llevan Ipods y visten de Dolce&Gabanna; oprimen a sus mujeres y violan a las nuestras.Y además tenemos que pagar con nuestro dinero que monten una mezquita y llenen nuestro barrio de escoria.

La paradoja es clara: un anti-moro super enrollado con el Sáhara tomará a un saharaui por un moro cualquiera y le discriminará. Esto lo pensé por primera vez cuando un saharaui veinteañero que había venido a visitar a su familia de acogida vino a SOS Racismo a denunciar que una conocida discoteca le había denegado la entrada por ser moro. En fin, me divierten las situaciones absurdas que genera el racismo. Y apoyo la propuesta de Ander, fundamental para evitar a los vascos y vascas de bien el mal trago de confundir a un hospitalario y luchador saharaui con un indeseable MENA marroquí o argelino. Los pobrecicos no tienen la culpa de ser morenos, es el insolente sol del desierto. Pero seguro que pronto se descubre que tienen RH negativo.

¡Cuidado, que te van a robar!

5 Abr

En el bar en el que desayunaba cuando trabajaba en SOS Racismo era recurrente que alguna señora mayor me abroncase por colgar el bolso en la silla. «¡Ten cuidado, que te van a robar!», me decían malhumoradas, reprendiéndome por mi inconsciencia. Yo les contestaba: «Prefiero correr el riesgo y vivir feliz». Me lanzaban una mirada censora, pero me dejaban en paz. Es un barrio en el que ha crecido la alarma social ante los robos. Y digo alarma, porque la policía municipal descarta un aumento real en la zona. Lo cual contrasta, por cierto, con la «guerra al navajero» que declara nuestro señor alcalde cada dos por tres ante las cámaras. Hay robos, claro, y las ancianas son probablemente las que más los sufren. La cuestión es que esa percepción exagerada de inseguridad tiene que ver con que se ha puesto el foco en que algunos de los delincuentes son de cierta nacionalidad.Ya sabéis, esos que vienen a quitarnos el trabajo, a robar y a violar a nuestras mujeres.

Podríamos seguir hablando de racismo. Habréis visto la cobertura lamentable que está dando el periódico más leído de Bizkaia a la reacción vecinal ante la construcción de una mezquita, vaticinando de entrada que habrá conflictos, y estableciendo un vínculo entre presencia de inmigrantes y conflictividad social. No me apetece enlazarlo, pero es bien fácil encontrarlo. La cuestión es que parte de las y los vecinos creen que si la comunidad musulmana empieza a frecuentar el barrio, será el inicio de la decadencia, la marginación y la inseguridad. Se han concentrado bajo el lema «¡Que nadie nos cambie!». Sin comentarios.

Una amiga me contaba hace unos días que le ha tocado un piso de protección oficial en un barrio con una importante presencia de personas gitanas. Lo ha aceptado y está contenta, pero sus amistades no le están dejando disfrutar del traslado: están venga a advertirle de que no confíe en los gitanos, que son peligrosos, que ni se le ocurra darles información sobre su vida. Nunca me cansaré de recomendar el brillante post de Escéptico, en el que habla de la percepción selectiva: si nuestros vecinos gitanos son ejemplares, no nos llevara a cambiar nuestros prejuicios hacia el pueblo gitano (dudaremos de que sean realmente gitanos); si son marginales, sucios y hacen ruido, los reafirmarán.

Me he centrado mucho en la cuestión del racismo y la xenofobia, pero he empezado a escribir este post motivada por algo mucho más trivial. Ayer estaba esperando en un paso de peatones a que el semáforo se pusiera en verde cuando un chico me propuso participar en una sesión formativa de peluquería. Me ofreció pagarme 80 euros por dejarme cortar el pelo delante de unas cuantas peluqueras. Decía que no habían encontrado modelos dispuestas a cortarse la melena. De todas formas, me urgía pasar por la peluquería así que, pese a que la propuesta se me hacía rara, no dudé. Él se extrañó de lo fácil que fue convencerme. Alguna persona me ha dicho que seguro que hay truco. Por ejemplo, que luego me hagan pagar por las fotos que me hagan.

Hoy ha sido la sesión: la peluquera, que ha resultado ser muy prestigiosa y creativa, me ha cortado el pelo (antes me lo han teñido) ante la atenta mirada de 12 alumnas, que no perdían detalle de los pasos que iba dando. Me ha dejado muy bien. En la peluquería, me hubiera gastado más de 60 euros por algo así. Y además me han pagado lo acordado, sin problemas. No me han intentado vender nada, y me lo he pasado muy bien jugando a ser modelo por un día: «posa para las cámaras, date la vuelta, desfila hasta el final, déjame tocarte el pelo…» Así que estoy contenta con mi carácter confiado.

También hay gente que se extraña de que viva tranquila y contenta en un barrio considerado conflictivo. (Sorpresa, queridos racistas bilbaínos: no vivo en el Campo Volantín  ni en Neguri, no, sino en San Francisco).  Y que diga que no cuando alguien me ofrece acompañarme a casa porque ¿cómo voy a ir sola de noche? A veces paso miedo, claro. No más del que pasaba en otros barrios con mejor fama en los que he vivido.  Nos han metido el terror sexual hasta la médula. Pero me niego a dejarme llevar por él. Tengo derecho a ir sola a mi casa a la hora que me parezca.

En definitiva, algunos me consideran una inconsciente por estas cosas. Yo creo que vivo tranquila, feliz, y que no sufro más robos, agresiones o estafas que la gente que vive obsesionada con esto de la inseguridad ciudadana. Confiar, estar abierta a conocer a gente que te cambie, a coleccionar experiencias, enfrentarse a los miedos en vez de recrearse en ellos, son actitudes que a mí me sientan bien. Y que hoy me han reportado un bonito y lucrativo corte de pelo.

Splendor in the grass

25 Mar

Imagen de previsualización de YouTubeEsta semana quería haber escrito sobre el Síndrome de Alienación Parental o sobre otro de estos temas que se escriben con el ceño fruncido (no recuerdo cuál, tal vez era para anunciar el manifiesto contra el populismo xenófobo en los discursos políticos, que os pido que firméis aquí). Pero ¡es primavera! Me sumo, como Eider Elizegi, a celebrar ¡¡¡el fiestón!!!

El lunes 21, Día Internacional contra el Racismo y la Xenofobia y, sobre todo, inicio de la primavera, dejé de ser liberada de SOS Racismo. Un año y nueve meses muy chulos, en los que he aprendido de todo (desde justificar proyectos a arrancar generadores y sobrevivir a hosteleros rabiosos), pero ya tocaba centrarme en lo que me gusta hacer. Y el cielo está despejado (o al menos así se siente). Hoy hacía un viento sur agradablemente inquietante, viento que anuncia cambio. Y Bilbao estaba en estado de ebullición. Jueves noche, típico poteo en el Casco Viejo, todo el mundo en la calle. Nada nuevo. Pero hoy se sentía especialmente alegre.

Pues eso, que me encanta la primavera, y más cuando coincide con ese estado vital de salir del letargo (o de la comodidad sin emoción) y reinventarse. Ayer mandé a mis compis de militancia  un e-mail de falsa despedida (porque voy a seguir dando mucha guerra, pero sin sueldo ni horario) en el que les dedicaba una canción que me encanta por muchos motivos. Es de Pink Martini, un grupo que siempre suena a primavera. Y la canción pertenece al disco ‘Splendor in the grass’. Un título perfecto para hoy. Y todo esto me ha recordado al título de otro disco, de Neil Young en este caso, que un buen amigo cita siempre: «Rust never sleeps» (el óxido nunca duerme). Pink Martini versionando a la gran Raffaella Carrá equivale a un litro de lubricante (es que he buscado en Google qué se usa contra el óxido y dicen que lo mejor es la vaselina).

Mi piace, ah-ah. Mi piacee. Ah-ah-ah….

PD: Por consejo de Magapola, me he desprendido casi del todo del miedo a ser cursi. ¡Muchas flores!

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