Historico por Tag: antirracismo

¿Periodismo objetivo o acrítico?

17 Abr

Me hice periodista pensando que el objetivo de esta noble profesión es contar a los lectores o a la audiencia qué está pasando y por qué. Es decir, informar. No sólo de que ha habido una revuelta en Egipto, por ejemplo, sino de cuál ha sido el contexto y cuál el detonante que expliquen el origen de la protesta, ofreciendo datos contrastados y las versiones de las partes implicadas. Pues bien, el sábado puse Teleberri, el informativo de ETB2 y me encontré con la siguiente noticia (la transcribo):

«Y en Bermeo, un grupo de ciudadanos se ha manifestado esta mañana en defensa de sus derechos. Ciudadanos que se sienten discriminados en su pueblo ante el trato que (dicen) reciben los inmigrantes, por lo que han pedido igualdad en todos los ámbitos. Protesta que ha generado momentos de tensión, y es que, en frente otro grupo, mucho más reducido, que defendía los derechos de los inmigrantes, los ha tachado de racistas».

Podéis ver la noticia en este enlace, en el minuto 24′ 12». (más…)

Cuerpos feministas: Krudas Cubensi

26 Mar

Olivia Prendes y Odaymara Cuesta

Raperas que cantan a las negras, a las pobres, a las gordas

Imagen de previsualización de YouTube

Había mucha expectación por ver y escuchar a las Krudas en ese debate de la UNEAC, la primera vez que estas raperas emigradas a Austin (Texas) participaban en un espacio académico cubano. Las organizadoras sabían que iban a impactar, y no sólo por lo que dicen o lo que rapean, sino también por cómo son, por sus propios cuerpos, por su estética (tatuajes, rapados, ropas anchas…), y su lesbianismo militante.

El tema más popular de las Krudas habla precisamente del cuerpo: ‘La gorda’, compuesta como respuesta al tema de la Charanga Habanera, en la que un hombre habla de su novia glotona, y en un momento pregunta: «¿Quién ha visto una gorda con sentimiento?». Krudas Cubensi arranca con esa misma pregunta para después rapear todo un alegato contra la tiranía de la delgadez y de la silicona. «Yo experimento un profundo placer en un mundo de muchas formas de mujer», rapea Pasita con la camiseta subida: «Disfruta de la danza de esta gorda con su panza». Y se define como «hermosa y cilíndricamente misteriosa».

En un tema más reciente, sobre las migraciones, también se refieren a cómo son percibidos en Europa sus cuerpos de negras y mestizas: «No me dejaron entrar en España/  porque como soy negra/ pa’ esa gente soy extraña/ y con este pelo así dijeron ‘tiene la cabeza en las musaraña’/ y por mis tatuajes pensaron: ‘esa negra no se baña'». (más…)

«No tenemos pisos para inmigrantes»

6 Nov

¿Recordáis que en marzo SOS Racismo demostró que a las personas negras y magrebíes no les dejan entrar en un montón de bares de Bilbao? Pues han repetido el método del testeo, junto a CEAR, esta vez para probar que la discriminación racista también es una práctica sistemática en el caso de las inmobiliarias. Algo más grave, si cabe, porque el resultado es que las personas inmigrantes lo tienen mucho más difícil para encontrar piso; un derecho básico que además es la puerta a la regularización. Yo acompañé a uno de los grupos como colaboradora del periódico Diagonal.

Os dejo con mi crónica y os invito a leer el post de Lucía Martínez Odriozola, otra de las testigos morales. De su entrada me quedo con la idea de que el inmigrante que va a buscar piso es tan cliente de la inmobiliaria como el propietario que lo alquila. Algo obvio, pero que se nos olvida incluso a quienes reprobamos estas prácticas discriminatorias.

CRÓNICA DE UN DÍA DE BÚSQUEDA DE PISO MARCADO POR EL COLOR DE LA PIEL

«No tenemos pisos para inmigrantes»

Una acción antirracista demuestra discriminación sistemática e las inmobiliarias de Bilbao. A magrebíes y subsaharianos les ofrecieron sólo el 20% de las viviendas que ofertaron a los nacionales.
JUNE FERNÁNDEZ (BILBAO)
DIAGONAL. DOMINGO 6 DE NOVIEMBRE DE 2011.  NÚMERO 160
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A Ababacar Sambe le ofrecieron un piso de alquiler en esta inmobiliaria; al participante autóctono le ofertaron cinco./ June Fernández

 

Tres personas entran a la misma inmobiliaria a buscar un piso de alquiler. A dos de ellas les ofrecen sólo una. A la otra le ofrecen 13. Las tres son hombres que rondan los 30 años, afirman tener trabajo y contrato indefinido. ¿En qué se distinguen? En el color de la piel. El único blanco es el que se ha encontrado con esa oferta variada. Ocurrió el pasado viernes durante el testeo de inmobiliarias organizado por SOS Racismo-Bizkaia y CEAR-Euskadi en Bilbao con el objetivo de demostrar la discriminación que sufren las personas inmigrantes en el acceso a la vivienda.

Siete grupos compuestos por una persona autóctona, una magrebí y una del África negra, acompañados por periodistas en calidad de testigos, recorrieron un total de 29 inmobiliarias. A los nacionales les ofrecieron un total de 105 pisos; a los magrebíes 23, y a los subsaharianos 22. Es decir, a las personas inmigrantes sólo les ofrecieron el 20% de los pisos en alquiler; ya fuera porque no les atendieron o porque les ofrecieron menos pisos que a sus compañeros autóctonos.

A las 4 de la tarde, los siete grupos se reunieron en diferentes bocas de metro para empezar a recorrer las agencias de diferentes barrios bilbaínos. Los tres participantes de cada grupo entraban en las mismas inmobiliarias, pero de forma muy espaciada, para no levantar ninguna sospecha. Llevaban grabadoras en el bolsillo que registraron tanto declaraciones explícitas de que los propietarios de los pisos no quieren inmigrantes, como el contraste entre la amabilidad con la que se atendía a los nacionales y la brusquedad con la que se despachaba a los inmigrantes. A algunos ni se les dejaba entrar por la puerta: «No tenemos pisos en alquiler, sólo en venta». La mentira quedaba probada cuando entraba el nacional y se le ofrecía una amplia gama de viviendas.

«Encajas a la perfección con un piso y con su propietario. Le voy a llamar ahora mismo», le dijo exultante la agente a Peio en una inmobiliaria del Casco Viejo. Ya tenía al propietario al otro lado del teléfono cuando lo tapó para preguntarle a Peio: «Porque tienes nómina y todo, ¿no?». Le ofreció otros cinco pisos más. Ibrahima en cambio no duró ni cinco minutos en la inmobiliaria: «Hay poca cosa, la verdad», le dijo la misma mujer, quien se limitó a apuntar su teléfono y despedirle sin hablarle de ningún piso. En otra inmobiliaria, a Ibrahima, de origen senegalés, le dijeron que primero tenía que llevar contrato de trabajo, nómina y aval bancario, y entonces ya verían si algún propietario estaba interesado en alquilarle a él.

Sigue leyendo la crónica en Diagonal

Los inmigrantes lo tienen más fácil…

15 Sep

…para ser detenidos. Y explotados, y humillados, y excluidos, y discriminados. Antes de ayer, cuando protesté contra la política xenófoba del Gobierno Vasco en materia de protección social, tuve que escuchar las chorradas habituales: que ya vale de que los inmigrantes chupen del bote, que lo tienen más fácil, que les compensa más vivir de ayudas que trabajar, que yo vivo en los mundos de Yupi y la gente no buenista está harta. Me dicen que vivo fuera de la realidad. No, son ellos los que están fuera de la realidad. Sus prejuicios no son reales. Sí que es real, en cambio, la redada de ayer en Bilbao,  en la que fueron detenidas por la Policía Nacional (a petición de la Policía Municipal) más de 40 personas que se encontraban viviendo en un tanatorio abandonado de Basurto (obviamente, porque no tenían casa, no porque les gusten las vistas).

No las detuvieron por haber cometido algún delito, sino por encontrarse en situación irregular. Es decir, por cometer una falta administrativa equivalente a aparcar mal el coche. Sólo que cuando aparcas mal el coche, te multan. Cuando estás sin papeles, te abren una orden de expulsión que eterniza más todavía el largo camino hacia la regularización. Eso en el mejor de los casos; dependiendo de las circunstancias, puedes terminar en un Centro de Internamiento para Extranjeros (o sea, sitios muy parecidos a la cárcel, en los que te pueden tener hasta 60 días y en los que se han denunciado numerosas veces malos tratos, abusos y condiciones muy lamentables) o incluso en un avión de vuelta a tu país de origen.

Esta semana el Gobierno vasco anunció nuevas restricciones para acceder a la Renta de Garantía de Ingresos. En concreto, eleva de uno a tres años el tiempo que una persona tiene que haber estado empadronada en el País Vasco para poder solicitarla. Aunque la consejera Gema Zabaleta afirmaba que ese no era el objetivo, resulta evidente que esa medida perjudicará especialmente a las personas inmigrantes. No sólo porque muchas llevan menos de tres años entre nosotras, sino porque son precisamente las que no llevan tres años empadronadas las que más necesitan acceder a una ayuda social. En la actualidad, la forma más factible de conseguir papeles es por la vía del arraigo social: es decir, la persona demuestra (normalmente a través del empadronamiento) que lleva tres años viviendo en España. Sin papeles no se puede trabajar (fuera de la economía sumergida, vaya). Esto significa que en la mayoría de los casos, si alguien no lleva tres años empadronado, no tiene papeles, por lo que no puede acceder a un empleo, por lo que tiene básicamente dos opciones para sobrevivir: las ayudas sociales o la economía sumergida.

O sea, cuando alguien está sin papeles, no pide una ayuda porque no quiera trabajar, sino porque la Ley de Extranjería no le permite acceder al mercado laboral. ¿Es posible que en esa situación le coja el gusto a cobrar ayudas y pase de trabajar? Pues difícilmente, porque su prioridad será conseguir papeles, y para conseguir papeles hace falta (además de demostrar esos tres años de residencia) presentar una oferta de trabajo por un año. Una vez conseguidos los papeles, para renovarlos periódicamente hace falta haber cotizado en la seguridad social. O sea que una persona inmigrante con permiso de residencia y trabajo no podría decidir dejar de trabajar y vivir de las ayudas sociales, porque en ese caso no podría renovar los papeles y volvería a quedarse en situación irregular.

Pero hay más motivos por los que es un auténtico despropósito plantear que las personas inmigrantes lo tienen más fácil para acceder a ayudas sociales. En primer lugar, no hay ni una sola ayuda social que esté destinada de forma exclusiva o prioritaria a las personas inmigrantes. A todas las personas se les pide que cumplen los  mismos requisitos. Pero es que además, cumplirlos resulta más difícil si eres inmigrante (a esto se le llama, por cierto, discriminación indirecta). Uno de los requisitos es, como digo, el empadronamiento (hasta ahora un año, a partir de que entren en vigor las nuevas medidas, tres años). Como ha demostrado SOS Racismo y como sabe cualquier persona que conozca a gente extranjera, las personas inmigrantes encuentran mayores dificultades para acceder a una vivienda, y más aún a una vivienda en la que se les permita empadronarse. En muchos casos incluso se les pretende cobrar por ello, pese a que el empadronamiento sea un derecho y un deber.

Otro requisito es carecer de propiedades. El problema es que en Bizkaia, por ejemplo, se pide a las personas no nacidas en Euskadi que demuestren no tener propiedades ni aquí ni en su lugar de origen, a través de un certificado de bienes en origen. Esto significa que una mujer que tiene una casita en Bolivia en la que viven sus hijas, no puede cobrar aquí la RGI, por más que se encuentre bajo el umbral de la pobreza y que esa casa en la que viven sus hijas no le reporte ningún beneficio económico. ¿Qué pretende el sistema que haga? ¿Que venda su casa por dos duros y deje a sus hijas sin techo? Pero  incluso para quienes no tienen bienes en origen esta medida resulta una traba, porque conseguir ese certificado es toda una odisea en muchos países. Mucha gente se gasta la primera mensualidad de la RGI en costear este tipo de trámites. Y podría seguir con más dificultades, pero creo que ya es suficiente.

Imagínate el panorama: el sistema te dice que no puedes trabajar de forma legal hasta que no lleves aquí tres años empadronado y consigas una oferta de trabajo de un año. También te dice que no puedes acceder a una ayuda social si no llevas tres años empadronado. Para empadronarte, necesitas una casa en la que vivir. Pero no puedes alquilar una casa porque no tienes ingresos, dado que el sistema no te deja ni trabajar ni cobrar ayudas sociales. Entonces te quedas en la calle y te enteras de que hay un tanatorio abandonado en el que vive gente que se encuentra en tu misma situación. Te vas para allá y vas tirando, hasta que una mañana te despierta un policía que te dice que no puedes estar aquí sin papeles. Esos papeles que llevas años intentando conseguir. Y te ves en un avión volviendo a tu país sin haber un cumplido ninguno de los objetivos que te habías marcado.

De verdad que si alguien sabe todo esto y sigue pensando que las personas inmigrantes lo tienen más fácil, es que es (con perdón) gilipollas.

Puede que tú no supieras estas cosas y pienses: «Ya, pues sí que es injusto, sí. ¿Pero esto que tiene que ver conmigo?» Pues sí tiene que ver contigo. No sólo porque digo yo que una prefiere vivir en una sociedad más justa y humana. Pero incluso siendo egoístas, tendríamos que darnos cuenta de que todas estas políticas xenófobas no nos favorecen en nada y sí que nos perjudican. Porque cuando el Gobierno eleva a tres años el plazo de empadronamiento necesario, lo hace claramente para dejar fuera a las personas inmigrantes, pero de paso está dejando fuera a las que vienen de otras comunidades autónomas, o las que han vivido un tiempo en el extranjero y a la vuelta no encuentran trabajo. Cuando establece que pueden cobrar renta básica un máximo de dos personas por vivienda (esto fue aprobado hace año y medio), deja fuera a personas de todo tipo que comparten piso. Cuando la Diputación exige un certificado de bienes en origen, lo hace para ponérselo más difícil a la población inmigrante, pero también le está haciendo la puñeta a la señora que no tiene ingresos pero que tiene un terreno estéril en Palencia.

Y estoy ciñéndome al asunto de las ayudas sociales, pero la cuestión de fondo es que los diferentes gobiernos han encontrado en la inmigración el chivo expiatorio perfecto para desprestigiar el sistema de protección social y desmantelarlo. Es perfecto: no sólo no se encuentran con protestas, sino que ganan votos. Todo esto y más lo explica perfectamente mi compañero Miguel Angel Navarro en un brillante (y bien documentado) artículo sobre los recortes de derechos publicado en Deia.

Cuando una es consciente de estas cosas, resulta inevitable deprimirse bastante. Pero entonces salgo a la calle con los compañeros senegaleses que han enfrentado penas de cárcel por vender cedés para vivir; con los jóvenes marroquíes que llegaron siendo niños y que quedaron de patitas en la calle nada más cumplir 18 años; con militantes antirracistas, educadores, indignados. Nos desgañitamos gritando «ninguna persona es ilegal», silbamos, damos palmas, cantamos, botamos. Expresamos nuestra rabia, pero también nuestro empeño en construir un mundo más respirable, en el que se persiga al político corrupto y se deje en paz a la trabajadora del hogar que pide una ayuda para completar el sueldo. Y nos sentimos mejor. Por un rato sentimos que estamos cambiando las cosas. Y las cambiamos, aunque no tanto como nos gustaría. Pero concentraciones como las de hoy han servido para parar expulsiones. ¿Esto es creer en los mundos de Yupi? Pues que me digan dónde quedan esos mundos, que nos vamos para allá. Seguro que no nos piden visado.
*

Si quieres hacer algo, te animo a que milites en SOS Racismo. Si no tienes tiempo o ganas para la militancia, puedes apoyarnos económicamente asociándote.

 

Nuestra ciudad soñada, sin fronteras y de colores, dibujada por Inge Rodríguez Madariaga para SOS Racismo-Bizkaia

El 15M y los medios

26 Jun

La plataforma del 15M se queja de la manipulación mediática que sufre, y en especial de los intentos por parte de la prensa conservadora de criminalizar al movimiento. Además, el 15M se caracteriza por su crítica a los estamentos de poder, lo que incluye cuestionar el papel que juegan en la sociedad los medios de comunicación hegemónicos.

La Defensora de El País, Milagros Pérez Oliva, publica hoy un artículo titulado «Indignados con los periodistas» que aporta alguna clave interesante (y muchas afirmaciones que no comparto para nada, como que se esté cuestionando el papel del periodismo como intermediario innecesario). Por ejemplo, me ha parecido necesario el siguiente apunte que hace Joaquín Estefanía (consultado por la autora): «[Los indignados] Todavía no han caído en que muchos de los que trabajan en los medios de comunicación podrían formar parte de ese movimiento por sus condiciones económicas, su desafección política o su crítica a los procedimientos con los que se elaboran los programas informativos y de entretenimiento». Efectivamente, creo que hay que tener eso en cuenta y protestar de otra forma que no sea la de abuchear a la redactora precaria de turno.

Mientras que en España se habla de estas cosas, en Euskadi parece que vivimos en otra galaxia. Dentro de los argumentos que he escuchado a la gente de izquierda que se empeña en no creer en el 15M, uno de los que más atónita me ha dejado es que se trata de un movimiento mediático, y que resulta sospechoso que medios como El País den cancha a una iniciativa que se plantea como transformadora y revolucionaria. Alucino. Hay argumentos más terribles, como que se trata de un movimiento español, pero eso es tan estúpido, sectario y xenófobo que no me voy a detener en ello. A pesar de que, por desgracia, es lo que se encuentra detrás de ese desapego y el hipercriticismo de buena parte de la izquierda vasca. (más…)

Las paradojas del turismo

22 Jun

 

Una servidora esperando a la guagua en Regla. ¿A que parezco cubana? Foto de Beatriz Uriarte Alonso

 

«¿Es tu primera vez en Cuba?» «Sí». «¿Y en América Latina?». «No, estuve de pequeña en Perú, y el año pasado en Colombia. El año que viene espero hacer un viaje a Chile y Argentina». Fue decir eso y morderme la lengua. Turista = Poder adquisitivo y libertad de circulación. O sea, las dos cosas que añora buena parte de la gente. La gran paradoja de Cuba (a mi humilde modo de ver) es que depende del turismo, pero que el contacto con el turismo es una de las grandes amenazas para el sistema, porque hace recordar todo el rato lo que no se tiene y se desea.

Por ejemplo, sorprende la obsesión por viajar. Al fin y al cabo, viajar por placer es un lujo que se puede permitir una ínfima minoría de la población mundial. ¿Estará la población de Bolivia, Sri Lanka o Etiopía tan emperrada con la idea de ver mundo? Lo dudo. Creo que se debe a estar todo el rato conociendo a viajeros que te recuerdan que tú no puedes hacer lo mismo. (más…)

Doblaje racista

24 Ene

En la facultad nos contaban que la industria del doblaje nació en España durante el franquismo como mecanismo de control y censura de las pecaminosas películas estadounidenses. A veces el resultado de dicho control era grotesco: en Mogambo, hicieron creer que dos amantes eran hermanos, transformando una relación adúltera en incesto. Lejos queda aquello, pero acabo de comprobar cómo el doblaje sigue imprimiendo los prejuicios más cutres de nuestra sociedad.

¿Recordáis que en el último post os recomendé Welcome? Pues la están echando en La2. Yo la he visto dos veces en versión original: hablan inglés, francés y kurdo. Como os contaba, el protagonista es un joven kurdo al que un entrenador de natación de Calais ayuda a prepararse para intentar cruzar el Canal de la Mancha a nado. Entre ellos hablan en inglés. Por motivos obvios, el chico habla mucho mejor inglés que el entrenador. Sin embargo, gracias al doblaje, el exnadador habla en perfecto castellano y al joven Bilal le han puesto un absurdo acento de morito. Claro, el del acento tiene que ser el otro, el extranjero.

No es el único caso: también les pusieron acentos absurdos a los protagonistas no blancos de la serie Perdidos: el extorturador irakí y el fornido cura nigeriano. Se ve que el responsable del doblaje no sabe que ambos países han estado bajo dominio británico muchos muchos años. En cambio, el canalla Sawyer se caracteriza por un marcado acento sureño que el doblador obvia completamente.

Hasta hace dos años, en los ciclos de cine navideños de SOS Racismo poníamos las películas dobladas. El último año, una chica se acercó a preguntarnos si las proyectábamos en versión original. Al decirle que no, contestó: «Gracias, pero yo no veo arte mutilado». Nos pareció una respuesta de lo más snob. Pero lo cierto es que estoy cien por cien de acuerdo y que cada vez soy más intransigente. Por si queda alguien a quien no le convenzan los argumentos habituales (echa por tierra el trabajo de los actores y actrices, nos perdemos un montón de matices, es uno de los motivos por los que somos uno de los países en los que peor se habla inglés…) ahí va otro más para hacer campaña contra el doblaje. Es lo que nos faltaba: que para las pocas películas en las que hay diversidad, los dobladores se encarguen de convertirlas en bodrios racistas.

Viajero o migrante

16 Oct

Dijo el viajero Josu Iztueta en una mesa redonda en Bilbao, moderada por nuestro amigo Ander Izagirre: «Nosotros somos viajeros caprichosos, que salimos de una situación cómoda para volver. La mayoría de los viajeros de este mundo, los que hacen viajes más largos y duros, lo hacen en contra de su voluntad, porque han salido de una catástrofe natural, una guerra, etc.» Esa reflexión ha suscitado varios comentarios en el blog de Ander y me ha dejado tan pensativa que aquí me tenéis, escribiendo compulsivamente.

 

Iztueta hace en efecto un comentario sensible y comprometido, que homenajea de alguna manera esas miles y miles de personas que caen tan fácilmente en el olvido: las exiliadas, refugiadas, migrantes que dejan atrás situaciones de pobreza, violencia o persecución. En España, cuyo gobierno deniega sistemáticamente la práctica totalidad de solicitudes de asilo, se homogeneiza a las personas migrantes prejuzgándolas como migrantes económicas. Dado que las utilizamos como mano de obra, dado que las políticas migratorias se endurecen o no en base a las necesidades de nuestro mercado de trabajo, las reducimos a la única faceta que nos interesa de ellas: la de trabajadora. 

Es cierto que debido a las desigualdades económicas entre los países del Norte y del Sur, la principal causa para migrar es la pobreza y la percepción de falta de oportunidades. Pero eso no nos puede llevar a obviar la diversidad de las personas, y que existen miles de motivos por los que migran. Sus historias son heterogéneas, pero la Ley de Extranjería les impone un futuro similar.

Cojamos las vidas de tres mujeres latinoamericanas reales, a las que entrevisté para diferentes reportajes. Una tenía un buen puesto en un banco; migró para huir de su marido, que la maltrataba. La segunda era microbióloga, pero dejó su carrera atrás porque se enamoró de un vasco y decidió venirse con él. La tercera trabajaba en organismos internacionales, pero abandonó su país tras recibir amenazas de muerte y ser víctima de agresiones por su condición de lesbiana. Una vez llegadas al País Vasco, las tres han visto cómo sus derechos eran limitados por la Ley de Extranjería y cómo, a pesar de sus diferentes grados de formación, experiencia profesional e inquietudes, terminaban desempeñando los mismos trabajos no cualificados ni regulados: trabajo doméstico, cuidado de personas y empleos eventuales precarios.

En todo caso, lo que me interesa del comentario de Iztueta es que reconozca a las personas migrantes y refugiadas el estatus de viajeras. El viajero es una figura (aunque puede que incomprendida en una sociedad en la que se valora más la estabilidad, el progreso económico, etc.) prestigiada, envidiada, mitificada. Se considera al viajero como un soñador, buscavidas, aventurero ávido de aprender y crecer con cada nuevo paisaje o persona que encuentre en su camino. Sin embargo, la imagen más difundida de la inmigración (esa patera a rebosar de hombres desesperados y deshidratados) provoca en el mejor de los casos pena; rara vez suscita la admiración y el respeto de quien se deshidrata y desespera en el intento de alcanzar una cumbre o dar la vuelta al mundo.

Hace no mucho, mi amigo senegalés Falou (ese no es su nombre, pero no quiero pasarme de indiscreta) me dijo que estaba muy equivocada si pensaba que él envidiaba mi vida y me consideraba más afortunada que él. En algún momento me mordí la lengua al quejarme ante él de mis preocupaciones laborales, pensando que le parecería un agravio comparativo cuando yo tengo un trabajo estupendo y él va buscando empleos clandestinos ocasionales porque está sin papeles. Me dijo que no me envidiaba ni mucho menos; le horrorizan los trabajos de oficina. El quiere trabajar en la mar. Se lo impide una orden de expulsión que le pusieron cuando le pillaron vendiendo en el top-manta por la que tardará como el doble de lo habitual (que ya es mucho; mínimo tres años) en obtener un permiso de trabajo.

Pensando en Falou, pongo el foco en su situación irregular, en el tiempo que lleva separado de su familia, en sus estrecheces económicas. No pongo el foco en que habla cuatro lenguas (que yo sepa; puede que más), que ha recorrido varios países, que ha conocido por el camino un montón de gente que le ha aportado mucho. ¿Quién nos dice que Falou no soñó despierto cuando miraba los atlas en el colegio? ¿Acaso no le recorrió el cuerpo esa sensación de libertad cuando inició su travesía hacia Europa? Me atrevo a aventurar que, de haber nacido en Europa, Falou habría sido viajero. Más aún, me atrevo a aventurar que, de haber nacido en África, Josu hubiera sido migrante. Tienen en común el inconformismo: el uno no se resignó a quedarse en su pueblo; el otro no se resignó a una vida de hipoteca y contrato indefinido.

Sabemos que no migran las personas más pobres, sino las que tienen los recursos materiales, emocionales y sociales que exige migrar. Sería bueno que percibiéramos en quienes migran esa fuerza y magnetismo que nos transmiten nuestros viajeros.

La foto corresponde a la recomendable película Querida Bamako, que muestra el largo viaje de Moussa, desde Burkina Faso a Bilbao.

El racismo en el ojo ajeno

27 Ago

Escribió recientemente Maruja Torres en una de sus columnas: «Migraciones. Extranjeros. Repatriaciones. Racismo. Acoso. Peligrosos delincuentes. Expulsiones. Si mezclan todo eso en la coctelera informativa oficial, les saldrá un nombre: Arizona. No hallarán Madrid, ni ciudades del Levante –zonas de alta peligrosidad para inmigrantes–, no sabrán de esas redadas nocturnas, de esos altercados, de esas exigencias chulescas: papeles, papeles».

En efecto, el proyecto de Ley de Arizona fue acogido con indignación por parte de los medios de comunicación españoles y la sociedad en general, mientras que noticias locales similares como la circular secreta de la Policía Nacional que instaba a realizar detenciones preventivas de inmigrantes basadas en sus rasgos físicos así como a intensificar la apertura de órdenes de expulsión apenas salieron a la luz y en ningún caso fueron percibidas como una peligrosa deriva xenófoba por parte de nuestras instituciones.

Ahora la expulsión masiva de gitanos y gitanas de origen rumano en Francia anima a poner el grito en el cielo por la política derechista de nuestro país vecino. Es necesario alzar la voz contra tal despropósito, por supuesto, pero es más necesario aún recordar que no estamos libres de pecado (si se permite la expresión religiosa) y tomar despropósitos como el de Sarkozy como un aviso a tiempo para combatir tentaciones similares en nuestra tierra. Y haberlas haylas: por poner sólo algunos ejemplos, recordemos la complicidad del Ayuntamiento de Trapagaran hacia el acoso vecinal al que se sometió a la familia gitana realojada en La Arboleda; la decisión arbitraria e ilegal del Ayuntamiento de Abanto-Zierbana de no empadronar a inmigrantes sin papeles (que después anunciaría también a bombo y platillo el consistorio de Vic, en Catalunya); o las palabras de Odón Elorza en una entrevista virtual, en la que lamentaba no poder quitarse encima a los rumanos gitanos.

Las asociaciones antirracistas solemos hablar de la tendencia de utilizar a «los otros», refiriéndonos normalmente a las personas inmigrantes, como chivos expiatorios a los que culpar de todos los males: la crisis económica, la escasez de ayudas sociales, la violencia machista, la inseguridad ciudadana, etc. La figura de «los otros» es muy útil para disimular nuestras propias carencias y eludir nuestra responsabilidad sobre las mismas. Al mismo tiempo que esa tendencia se refuerza, se da otra: la crítica a «los otros» gobiernos, «las otras” sociedades, para reafirmar nuestra conciencia social. Sienta bien pensar que son los otros países los que aprueban políticas racistas, en los que la sociedad apoya a líderes populistas y xenófobos, los que vulneran sistemáticamente la igualdad de derechos. Nos cebamos con Berlusconi y Sarkozy mientras el Gobierno español endurece la Ley de Extranjería, limita más aún el derecho a asilo, mantiene Centros de Internamiento para Extranjeros en los que se han denunciado malos tratos, llama a no contratar a trabajadores inmigrantes en tiempos de crisis, publicita su “lucha contra la inmigración ilegal” jactándose de expulsar por no tener papeles a ciudadanas y ciudadanos arraigados en nuestra sociedad, y un largo y lamentable etcétera.

No debe sorprendernos que buena parte de quienes se escandalizan ante la Ley de Arizona o ante la expulsión de gitanos en Francia defiendan el principio de prioridad nacional en el Estado español, se opongan al acceso de las personas inmigrantes a derechos básicos o pidan la expulsión de sus vecinas y vecinos gitanos.

Que no deba sorprendernos ese doble rasero no significa que tengamos que aceptarlo. Alcemos la voz contra las expulsiones de gitanos en Francia pero utilicemos esa indignación como revulsivo para empezar a preocuparnos de los siempre olvidados, cuando no estigmatizados, gitanos y gitanas vascos; empezando por nuestras propias actitudes prejuiciosas hacia ellos. Ojalá los despropósitos ajenos nos sirvan para revisar y frenar los propios.

June Fernández, integrante de SOS Racismo-Bizkaia

(He mandado este artículo a cierto periódico. ¿Me lo publicarán?

De lo personal y lo estructural

30 Jun

Hoy -como cada día varias veces, claro- con el patriarcado he topado. Ha sido en un espacio aparentemente amable pero que las feministas que nos movemos en él sabemos que puede llegar a ser tan hostil como una sociedad gastronómica: los movimientos sociales. Participo como integrante de SOS Racismo en la plataforma Bilbon Kaleak Aske, formada por unos 70 colectivos de lo más diversos, unidos contra la Ordenanza del Espacio Público. Si alguna persona de la plataforma lee esto, va desde el cariño. 

Os hablé de que la ordenanza prohibe el sexo en la calle: tanto mantenerlo como ofertarlo y demandarlo. Pretende así quitarse del medio a las prostitutas de calle que tanto afean la ciudad del Guggen, o al menos tranquilizar a quienes no las quieren cerca de sus negocios y propiedades. La plataforma Bilbon Kaleak Aske defiende que la polémica de la prostitución ha servido para colar toda una serie de artículos que limitan hasta el absurdo el uso del espacio público: comer y beber, repartir periódicos, recoger firmas, jugar, tocar, patinar, etc. Es cierto y hay que romper con esa cortina de humo, pero no es menos cierto que las consecuencias que la norma tendrá sobre las prostitutas serán mucho más dramáticas que el hecho de no poder jugar al frisby en el parque.

Hoy hemos tenido reunión y he criticado que en los últimos actos realizados no se ha hablado de la prostitución. He reclamado que en próximas intervenciones se lance un mensaje claro de apoyo y solidaridad hacia las mujeres que la ejercen en la calle, apelando a la grave situación en la que se encuentran.

Uno de los reunidos (por cierto: yo era la única mujer) me ha contestado que entiende que la prostitución es un problema grave, por cómo afecta a las personas que se dedican a ello, pero que otras restricciones de la Ordenanza son «problemas estructurales». Es decir: que los y las bilbainitas blanquitas no podamos usar la calle para el encuentro, el disfrute y la reivindicación es un problema estructural. Pero que esas otras bilbaínas, las negras, las sin papeles, las más expuestas a la discriminación, la estigmatización y la explotación, sean hostigadas por la policía, multadas, agredidas (que se lo pregunten a las de Barcelona), detenidas e incluso expulsadas, es un problema personal.

Una vez más, lo que preocupa a los hombres es universal; lo que preocupa y afecta a las mujeres es un problema personal, de las mujeres. Si con los hombres progresistas que se declaran a favor de la igualdad andamos así, que Simone de Beauvior nos llene de paciencia, porque esto va para muuuuuuy largo.