Huele feo
El minero Félix se mete en una galería lateral y la ilumina con la lámpara: las paredes irradian un resplandor azul. Puro arsénico, dice. Allá al fondo hay un pozo de gas que tiene sus horas: a veces sale gas, a veces no. Dos compañeros se sentaron acá cerca en un descanso, para pijchear coca y fumar un cigarro, el gas les envolvió y ya nunca más se levantaron. Si te envuelve el gas, te mareas, ves borroso y no puedes hablar. Para sobrevivir, tienes que hacer una maniobra rápida. Sacarte la bota y llevártela a la nariz y a la boca. Respiras dentro de la bota y sales corriendo de la galería.
Huele feo, ¿no?, dice Félix. Salimos con las dos botas puestas.
Para llegar hasta allá hay que meterse por galerías que se bifurcan y se bifurcan y se bifurcan, trepar por rampas con 40 grados de inclinación, ponerse a cuatro patas y avanzar reptando por gusaneras sin levantar el cuello, para no golpear con la cabeza las vigas de eucalipto que se comban –o que ya están quebradas- bajo el peso de la montaña. Así se llega al punto donde te enderezas, bufas y dices que el infierno es azul y huele feo.
Pero oler feo, oler feo, huele fuera. En la gran escombrera tóxica, que ya no es otra cosa el Cerro Rico de Potosí. Entre los desmontes grises, entre los pedregales rojos, hay casetas de adobe que parecen dados lanzados ladera abajo, apuestas siempre perdidas. De allí salen las viudas que parten piedras, los mineros silicóticos que aún perforan la roca con mazo y cincel, los niños que empujan carretillas. Salen del verdadero infierno del Cerro Rico, de donde huele muy feo, de las casetas.
Por el ventanuco de una de esas casetas, asoma la cara de una niña. Mira a quienes pasan por el camino, sin un gesto. Siempre la verás ahí, me explican, mirando por la ventana. Es Carmencita. Acaba de cumplir 14 años y acaba de dar a luz. La violó un minero. Dejó de ir a la escuela porque le daba vergüenza. Ahora no sale de la caseta. El que sale es Miguelito, su hermano pequeño, de 4 años, con chándal y sombrero, contento, corriendo hacia los visitantes, aleteando los brazos.
Me habla muy bajo un chico de 15 años. Se llama Johnny. Cuesta entenderle. Me agarra de la mano y me lleva por la ladera. Habla y habla, me enseña los desmontes, las grietas, la cisterna de agua, la casita de plástico que construyó para que jueguen los niños pequeños. Habla muy suave. Tarda media hora en mencionar a su padre. Era perforista, tragaba harto polvo, ahora está enfermo de mal de mina, además le dio un ataque y tiene paralizado un brazo. El chico quiere estudiar inglés para ser astronauta. Tarda otra hora en explicarme la pesadilla que le visita muchas noches: las manos grandes de su padre, manos de perforista, que le golpean y le golpean. Hasta mis diez años me pegó, dice, ahora soy mayor. Pero mi cabeza ya no va bien.
Johnny no cuenta más. Las educadoras que cuidan de él me completan la historia del padre: un minero que violó a dos primas suyas, que se acabó emparejando con la que quedó embarazada –así nació Johnny-, a la que le hizo cuatro hijos más, que fue expulsado del trabajo porque se perdía borracho por el Cerro y peleaba con los compañeros; entonces se llevó a la familia a casa de la otra prima y su pareja, que ya tenían otros cinco hijos; y así acabaron catorce personas viviendo en una caseta de adobe en la ladera del Cerro. Me cuentan que el minero pega a su pareja, a sus hijos, a su otra prima, que abusa de las mujeres y de las niñas. Que obliga a las chicas de ocho y diez años a ver películas porno, para ir preparando el terreno. Que ahora, sí, está enfermo.
Acompaño al doctor a visitar al minero en su caseta. Sale a recibirnos la mujer, dando de mamar a un bebé de tres meses, el último hijo del minero. Dice: Alberto está muy malito, doctor. Antes salía cojeando y se sentaba acá en las rocas. Pero ya no mueve el brazo ni la pierna. No se mueve de la cama. Le pongo pañal pero se lo quita y se alivia encima.
El doctor entra a la penumbra de la caseta. El minero, una cara abotargada entre mantas, comienza a gemir. Me duele. No me quiero morir. Tengan piedad de mí. La silicosis le ahoga, rompe a toser hasta el borde de la asfixia, y cuando respira de nuevo, llora suave. Desde fuera veo la mano con la que sueña Johnny, una mano paralizada, caída a un costado de la cama, hinchada, violeta.
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- Ander Izagirre - Huele feo: El minero Félix se mete en una galería lateral y la ilumina con la lámpara: las paredes irradian…
- amaiaetxezarretaansa - Huele feo: El minero Félix se mete en una galería lateral y la ilumina con la lámpara: las paredes irradian…
- Ander Izagirre - "Huele feo". Cuevas de arsénico y la mano violeta del perforista moribundo. http://t.co/3rinMSB4
- david lacasa - Huele feo y muy feo en Bolivia, no re pierdas el artículo de @anderiza http://t.co/Eb4ntHSR
- Vier - "Huele feo", un cop més @anderiza narra magníficament una història que reflecteix l'infern que són les mines bolivianes http://t.co/dZ3C7hrH
- gentedigital - Huele feo, última entrada de @anderiza http://t.co/P7CKRVSW
- Virginia Mendoza - Cuando leo a @anderiza recupero la esperanza en el periodismo y me entran unas ganas de buscar historias... http://t.co/BhYArkLt
- Ander Izagirre - En las galerías del Cerro Rico de Potosí huele feo. Fuera, en las casetas de las familias, huele peor. http://t.co/3rinMSB4
- Maria Aurtenechea - Recomendabilisimo @anderiza: Huele feo http://t.co/IDK9Nhgi
- CasaRural -Matarraña - RT @anderiza: En las galerías del Cerro Rico de Potosí huele feo. Fuera, en las casetas de las familias, huele…
- Santiago Yaniz - RT @anderiza: Huele feo http://t.co/njsvfELZ
- Miguel Carvajal - "Huele feo" http://t.co/AtTSyJ4B de @anderiza · Se lee de un tirón y deja nudo en la garganta
- Así empezó el desternillante #TintinHoy | Crónicas de un kiliki errante - [...] espectacular reportaje de Zigor Aldama, desde China e India sobre personas sin identidad. ‘Huele feo’, crónicas de Ander Izagirre,…
David #
Impresionante como siempre. Iba a pinchar en «me gusta» pero claramente no es lo adecuado. No dejes de escribir jodío.
Arantza #
Ojalá Johnny sienta que la cabeza le funciona cada vez mejor. Ojalá Johnny pueda ser astronauta. Ojalá pueda conocer otros azules más sanos que ese (tan bonito, tan insano) de la foto.
Ojalá Carmencita encuentre las fuerzas para salir de casa, y ojalá encuentre algo bueno fuera de ella. Y que el pequeño Miguelito no deje de tener ganas de correr y de conocer.
Tiene que llegar el aire bueno al Cerro Rico de Potosí.
esnabide #
Carmencita, Miguelito, Johnny…… cuanto les ha tocado sufrir……. …. supongo que estarás pasándolo mal al verles a tu lado y no poder ayudarles lo suficiente. Al menos, al transmitirnoslo, nos haces un poco partícipes.
Santi #
Nosotros nos sentimos tristes, dolidos, apesadumbrados de vivir en un mundo de lujo. Siento vergüenza de ello.
Ander Izagirre #
Hay muchísima violencia en el Cerro Rico. Pero hoy ha sido un día de historias felices, de diversión, de reír a carcajadas. Os lo contaré, pero no sabéis qué bien lo hemos pasado.
esnabide #
Bien merecido y ganado, después de vivir tantas historias «de las otras» y ¿cómo ha sido de reirse a carcajadas??