Encontré el tesoro zapoteco

El 30 de noviembre, San Andrés, mi abuela Maritxu me hacía siempre uno de mis regalos favoritos: «Vete a la librería Zubieta, elige el libro que quieras y que nos lo apunten en nuestra cuenta».

Se lo conté ayer a doña Rebeca Llaguno. Es una maestra jubilada que vive en Yatzachi, un pueblo remoto, pequeño y menguante de la Sierra Juárez (Oaxaca, México). Como era víspera de San Andrés y yo ya no tengo abuelas, doña Rebeca entró en su habitación y salió con un regalo para mí: un librito amarillento de 1985. Es el alfabeto zapoteco que ella elaboró, con otros cuatro maestros y lingüistas, y que sirvió para empezar una escritura común de la lengua zapoteca: una joya.

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Doña Rebeca fue maestra en muchas comunidades indígenas de las sierras de Oaxaca. Ahora sus hijos le preguntan a veces si no quiere irse con ellos a la ciudad, pero ella no quiere moverse de su casa de adobe. En Yatzachi apenas quedan unas 180 personas. Muchos emigraron a California, otros a la ciudad de Oaxaca, se marcharon los jóvenes, se instalaron lejos y ahora solo vuelven para llevarse a los viejos.

-Cuando veo a alguno caminando por el pueblo, me alegro: ¡todavía queda gente!

-¿Y qué hace usted durante el día?

-Tengo dos pollos, arranco hierbas, visito a algunos vecinos que ya no pueden caminar, les hago la compra.

Cada vez hay menos gente: los pumas, las panteras y los jaguares bajan de vez en cuando a las calles de Yatzachi, de noche, cuando no hay humanos a la vista. Algún vecino tiene diez o quince borregos: el puma se come un par de borregos pero los mata a todos.

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Cuando era niña, los maestros castigaban a los alumnos si hablaban zapoteco: les cobraban una multa de cincuenta centavos -el jornal de sus padres-. «Si veíamos a un maestro por la calle, nos escapábamos. Para que no nos oyera hablar en zapoteco. Para que no nos preguntara en español, porque teníamos que responderle en español. Entonces, cuando venían y nos hablaban en español, los niños teníamos miedo y nos quedábamos mudos. Así nos fuimos quedando mudos.  Hoy ya nadie habla el zapoteco».

Su hijo Salvador Galindo trabaja en proyectos para revitalizar las dieciséis lenguas indígenas que se hablan en el Estado de Oaxaca. Ya contaré esa historia.

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2 Comentarios Dejar comentario

  1. Ramón Soriano #

    Revitalizar las 16 lenguas que se hablaban en el estado de Oaxaca ¿ no dificulta la comunicación entre las 16 comunidades? Yo no soy nada romántico en cuestión de lenguas y pienso que lo importante es la posibilidad de comunicarse con el máximo número de personas. Por lo tanto que desaparezca una lengua es doloroso para los últimos hablantes de la misma pero beneficioso para sus descendientes. Los niños de Oaxaca hoy se pueden comunicar en español con varios cientos de millones de personas.

    • Ander Izagirre #

      Hola, Ramón. Entiendo tu comentario y me parece un tema interesante para discutir. Pero es curioso: siempre que alguien plantea eso -dejemos que se pierdan esas lenguas, para qué esforzarse-, suele ser alguien que propone que desaparezcan las demás y que siga existiendo la que habla él mismo. Hablar español también dificulta la comunicación con los chinos y los anglos. ¿Habría que proponer su progresiva desaparición, porque ellos son más? ¿Cuál es el límite? A menudo ponemos los límites justo en el punto en el que a nosotros no nos afectan, justo debajo de nosotros.

      Conocí a gente que habla algunas de esas lenguas de Oaxaca, algunas con muchos hablantes todavía, que las utiliza en su vida cotidiana y que pelea por el derecho a que su lengua tenga un estatus igual que el español: que pueda utilizarla en instancias públicas, en la sanidad, en la educación, en la justicia… Creo que tiene el mismo derecho a que el Estado mexicano lo atienda de igual manera. Eso es revitalizar una lengua. Si luego la gente deja de hablarla, qué le vamos a hacer. Estoy de acuerdo en que eso no es el fin del mundo: las culturas mutan, crecen, desaparecen. Pero me parece de justicia que los hablantes no sufran discriminación.

      Saludos.

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Kazetari alderraia naiz
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