La violencia sexual como arma de guerra

E., un estudiante colombiano de Derecho de 26 años, hizo un viaje de doce horas en autobús la semana pasada hasta Bogotá, solo porque quería reunirse conmigo y contarme su historia. Me la contó, dimos un paseo por la ciudad y tomó de nuevo el bus para volver, otras doce horas, a su pueblo. E. fue violado cuando tenía 12 años por uno de los paramilitares que ocuparon durante meses la finca cafetera de su familia. No se lo contó a nadie hasta los 23 años. A su familia no se lo ha contado nunca. Su historia es la de una juventud destrozada, con varios intentos de suicidio, y ahora una recuperación, un coraje y una vocación emocionante de convertirse pronto en abogado para luchar por la justicia. Entre las víctimas sexuales dentro del conflicto colombiano, se calcula que el 15% son hombres. Es muy raro que lo denuncien, pesa sobre ellos un estigma machista muy doloroso.

Aquel día también me contó su historia Y., una mujer de 38 años que sufrió el asesinato de toda su familia a manos de la guerrilla, que huyó de su pueblo, que se convirtió en una de las líderes de la lucha por los derechos de las mujeres, que por eso fue atacada y violada, que sufre secuelas graves, y que aún así sigue ejerciendo de líder, organiza asambleas de mujeres y apoya a otras víctimas, participa en foros, sale en público a reclamar justicia y protestar contra la impunidad, aunque siga recibiendo amenazas. La propia Corte Constitucional afirmó que la violencia sexual era una estrategia de guerra premeditada, sistemática y generalizada en todos los bandos. En Colombia 490.000 mujeres fueron víctimas de violencia sexual dentro del conflicto, solo entre 2001 y 2009, pero apenas se investiga un puñado de casos y no hay condenas. «La violencia contra las mujeres da en Colombia cifras de crisis humanitaria», dicen en La Casa de la Mujer, «pero no hay respuesta, la impunidad es absoluta». A pesar de las amenazas y los ataques brutales que siguen recibiendo, en Colombia existe una extensa red de mujeres que lucha contra esa impunidad y reclama verdad, justicia y reparación.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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