Archivo mayo 2012

Tour de Plomo (4-9 de junio)

La editorial Libros del K.O. y un servidor os anunciamos el recorrido del Tour de Plomo, una gira a pedales en la que presentaremos la nueva edición de “Plomo en los bolsillos” (ya en librerías y en webs). Entre el lunes 4 y el sábado 9 de junio, viajaremos en bici entre San Sebastián, Tolosa, Pamplona, Logroño, Burgos, Navacerrada-La Bola del Mundo y Madrid.

Os animamos a acudir a las presentaciones en esos lugares y, por supuesto, a hinchar las ruedas de vuestras bicis para participar en algún tramo del recorrido (y, si puede ser, quitarme un poco de viento durante algunos kilómetros). En la ruta tendremos la compañía de algún ciclista ilustre, la aparición de estrellas invitadas, unos cuantos homenajes históricos y un coche escoba del K.O., con cocacolas y consuelo.

  • Lunes 4 de junio: etapa prólogo San Sebastián – San Sebastián

19.30. Presentación en la Cripta de la Biblioteca Central (entrada por la calle San Jerónimo, en la Parte Vieja). Peio Ruiz Cabestany, ganador de etapa en el Tour de Francia de 1986, participará en la presentación del libro y el coloquio posterior. Además, pedaleará en la etapa del día siguiente hasta Tolosa y Pamplona.

 La presentación empezará con dos minutos y cuarenta segundos de retraso, como homenaje a Pedro Delgado, que perdió el Tour de 1989 por llegar tarde al prólogo.

  •  Martes 5 de junio: San Sebastián – Tolosa – Pamplona

9.00. San Sebastián. Control de firmas en los Cubos del Kursaal y banderazo de salida del Tour de Plomo, con Cabestany como cabeza de pelotón y unos cuantos gregarios ya fichados.

Homenaje a Vicente Blanco, el cojo que pedaleó desde Bilbao hasta París para salir en el Tour de 1910, y que se dopaba con bacalao.

 11.00. Tolosa. Meta volante con presentación del libro en Errota (en los bajos de la Biblioteca Infantil, junto al río).

20.30. Pamplona. Presentación con Peio Ruiz Cabestany en el centro CIVICAN (Avenida Pío XII, 2).

  • Miércoles 6 de junio: Pamplona – Logroño

9.30. Pamplona. Salida de la etapa en los cines Golem (Avenida Baiona).

Homenaje a Miguel Induráin, el ciclista que hizo que ganar un Tour pareciera fácil.

14.00. (aprox.) Logroño. Llegada al Parque del Espolón. Avituallamiento de pinchos y tintos en la calle Laurel. Descontrol antidopaje y siesta.

19.30. Presentación en la librería Santos Ochoa (Calle de los Doctores Castroviejo, 19).

  • Jueves 7 de junio: Logroño – Burgos

9.00. Logroño. Salida en el Parque del Espolón.

Homenaje a Geo Léfévre, el periodista que inventó el Tour de Francia y que en la primera edición (1903) pedaleaba tramos de las etapas dentro del pelotón para escribir después sus crónicas.

14.00 (aprox). Burgos. Llegada al Arco (del Triunfo) de Santa María.

19.30. Presentación en el Salón Rojo del Teatro Principal

  • Viernes, 8 de junio: Collado Mediano – Navacerrada (Bola del Mundo, 2.217 m.)

Por la mañana: traslado en coche desde Burgos hasta Collado Mediano.

17.10. Estación de tren de Collado Mediano. Recibimiento a los ciclistas que vengan en el cercanías C-8 desde Madrid (llegan trenes a las 15.10, 15.40, 16.12, 16.42, 17.10).

 19.00 (aprox). Llegada a la Bola del Mundo (2.217 m, puerto fuera de categoría).

Homenaje en la cumbre a Octave Lapize, el ciclista que durante la primera etapa pirenaica de la historia (1910), coronó primero el Aubisque y gritó a los organizadores: “¡Asesinos!”.

  •  Sábado, 9 de junio: Madrid-Madrid

11.00. Pasacalles retro desde el Templo de Debod hasta la plaza de San Ildefonso en Malasaña.

Homenaje a la primera salida del Tour en 1903. Los que se animen a acom­pañarnos pueden venir disfrazados como los primeros participantes del Tour o vistiendo maillots clásicos de equipos como Reynolds, Kelme, Teka, Kas…

 13.00. Presentación en la librería Tipos Infames (C/ San Joaquín, 3) con la prosa oral de Carlos Arribas, de El País.

 18.00-20.00. Feria del Libro, Parque del Retiro. Firma de ejemplares en la caseta de la Librería Deportiva Esteban Sanz (nº 96; entrada al Retiro de O’Donell o Florida Park).

 22.00. Fiesta fin de Tour en el bar La Huelga de Lavapiés (C/ Zurita, 39).

Homenaje a Abdel Kader Zaaf, el argelino que en el Tour de 1950, cuando iba camino de convertirse en el primer africano ganador de etapa, bebió vino, se emborrachó, se desmayó, se recuperó, subió de nuevo a la bici y arrancó en dirección contraria.

*

Foto: seguidores del Tour de Plomo con Jean Robic, el Trompe-la-mort, el engañamuertes, el pequeño escalador que en las cumbres se cargaba de plomo para bajar más rápido. La foto, de aquí.

Contactos: anderiza@gmail.com, hola@librosdelko.com, teléfono 690.609.853 (Emilio Sánchez).

Retransmisión desde la ruta (Radio Tour de Plomo), en Twitter: @anderiza, @librosdelko; y en facebook.com/ander.izagirre y facebook.com/LibrosdelKO

Nota de prensa completa (pdf).

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El nuevo ‘Plomo en los bolsillos’: ¡con un 10% más de derrotas!

La nueva edición de ‘Plomo en los bolsillos‘ incluye tres capítulos nuevos. Aquí os presento un extracto de cada uno. Son muestras de derrotas interesantes, tristes o divertidas, épicas o estrambóticas.

 -“Lance Armstrong y la nieve negra”. El Tour se porta como un dios antiguo, de esos que siempre andan atentos para castigar las blasfemias y no dejan escapar a nadie de su ira. Siempre machacó a los grandes campeones, los que intentaron ganarlo por sexta vez, con un desfallecimiento feroz. Armstrong escapó a esa ley. Fue el primero en ganarlo siete veces pero, sobre todo, fue el primero en derrotar al Tour: se retiró vestido de amarillo y saludando ante el Arco del Triunfo. Hasta que el Tour lo sedujo tres años más tarde, para que volviera. Y claro:

 “En la primera etapa montañosa de 2010, Armstrong se desmoronó en un puerto sin renombre: el col de la Ramaz. La eterna saña del Tour, que siempre escogió mataderos vulgares para acabar con los campeones, puertecillos sin ninguna historia y que por tanto quedaron consagrados en exclusiva a la memoria de las derrotas: Anquetil en Serrière, Merckx en Pra Loup, Induráin en Les Arcs, Armstrong en Ramaz. Para el campeón americano, que jamás pinchaba en momentos delicados, que jamás se enfermaba, que jamás se caía, aquel día estaba marcado como el del colapso. Nada más comenzar la etapa, se cayó, partió el sillín y tuvo que cambiar de bicicleta. Un poco antes de la ascensión a Ramaz, tocó una acera con el pedal y salió disparado por los aires. Golpeado, abrasado y aturdido, alcanzó al grupo justo en las primeras rampas, pero pagó el sofocón, se descolgó y pasó con un minuto de retraso por la cumbre. Se sintió vacío. Le costaba seguir el ritmo de sus gregarios, la desventaja crecía y, ya sin reflejos, fue incapaz de esquivar otra caída y rodó de nuevo por el asfalto.

En la ascensión a Morzine Avoriaz cumplió su calvario con una estricta sobriedad de gestos: pedaleó, como muy pocas veces, con los ojos ocultos tras gafas oscuras, con la mandíbula prieta y el rostro tenso en una máscara inexpresiva. En los últimos metros, con sesenta ciclistas ya clasificados por delante de él, con doce minutos de retraso, con la derrota irrevocable, se subió la cremallera del maillot para no cruzar la meta con el pecho descubierto, en un gesto un poco torpe y pudoroso, como un cadáver que se hubiera cerrado a sí mismo los párpados”.

 -“El arte de la derrota”: Este capítulo habla de los Tours entre 2006 y 2011, las ediciones que “se salvaron por la belleza de algunas derrotas, mejor cuajadas que muchas victorias”. Además de Pereiro, Landis, Rasmussen, Contador, Schleck y compañía, hablo de Vansevenant, que pasó a la historia por quedar último tres años consecutivos. No le resultó nada fácil, tuvo que pelear (o mejor dicho: dejar de pelear) hasta la última etapa de su último Tour, cuando el penúltimo Eisel se descolgó del pelotón en los Campos Elíseos para intentar perder unos segundos y así quedar último en la clasificación:

 “Un minuto más tarde aparecieron en la última curva dos ciclistas descolgados, que pedaleaban parsimoniosos y recibían los aplausos del público con una sonrisa irónica: Eisel y Vansevenant, en las posiciones 138 y 139. Eisel había dejado de pedalear a falta de un par de kilómetros y había tratado de rezagarse con disimulo. Pero Vansevenant le aplicó un marcaje fiero y se descolgó junto a él. Eisel se resignó, sonrió, le dio una palmadita en el hombro a Vansevenant y pedalearon juntos, de paseo hasta la meta.

En la salida de esa última etapa, Vansevenant había lanzado ante los periodistas una broma que en el fondo escondía una advertencia:

-Se lo he dicho a Eisel. Estoy dispuesto a hacer una carrera de caracoles en los Campos Elíseos.

Y así, pedaleando lo más despacio posible, consiguió su mayor victoria”.

“Así dejé el ciclismo”. Es un epílogo autobiográfico sobre las miserias de mi último año como ciclista. Y vosotros os reís.

 “Ese final estrafalario mitigó otras escenas tristes de aquel año, incluso las acabó enmarcando en un cuadro general de simpáticas derrotas. Aunque maldita la gracia que me hacían en el momento, como cuando escuché el comentario cruel de una espectadora, durante mi paso solitario y descolgado por un pueblo de la Ribera navarra. ¿Se creen que los ciclistas no oyen?

Aquel día soplaba un vendaval, costaba mantenerse sobre la bici, y en el kilómetro 10 una ráfaga tiró a medio pelotón. Yo no me caí pero quedé atrapado en la montonera. Me bajé, salí andando al sembrado, troté con la bici en la mano, volví al asfalto, salté al sillín y me encontré solo, solísimo, con el pelotón cabecero en el horizonte, pero muy en el horizonte, casi al final de Arizona.

Contra aquel viento no se podía pedalear en solitario. La carretera era llana pero yo no movía más que un 39×18, una multiplicación para escalar puertos, y apenas pasaba de los 20 km/h. Así llegué, mal que mal, hasta un pueblo que apareció en la llanura como una colonia en Marte. Pasé solo, fané y descangallado. Ya se les habían acabado los aplausos. Y al verme, una madre le dijo a su hijo, un chavalín vestido de ciclista:

– Si vas a andar como este, tú mejor ni salgas, ¿eh?

Más gracia me hicieron los ánimos de una señora, asomada a la ventana de un caserío, que también me vio pasar en solitario, descolgado, bajo un chaparrón, subiendo el puerto de Ubal, en Carranza.

-¿Cuánto falta hasta arriba? –le grité.

-¡Sólo un kilómetro! ¡Pero justo ahí se retiró Induráin!”.

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El juez que sentó a la Mafia en el banquillo

Hoy se cumplen veinte años del asesinato del juez Falcone, el que sentó a la Mafia en el banquillo. Unos meses después mataron también a su compañero Borsellino. Estos atentados sacudieron Sicilia como nunca antes. Las imágenes de los bombazos y las posteriores manifestaciones masivas conmovieron a algunos adolescentes que ahora, dos décadas más tarde, encabezan los movimientos contra la Mafia en las ciudades y los campos de Sicilia. Algo está cambiando en la isla: más de 700 comercios ponen pegatinas en el escaparate para rechazar el chantaje mafioso y los agricultores jóvenes cultivan tierras confiscadas a la Cosa Nostra (venden “macarrones libres de Mafia”, “vino libre de Mafia”…).

Dipingendo No Mafia [001](Pintada en Capaci, el punto donde asesinaron a Falcone, Morvillo y los tres escoltas. Foto cedida por la asociación Addio Pizzo).

El reportaje sobre estos movimientos antimafia lo publiqué el pasado domingo en el cuadernillo V de los diarios regionales del grupo Vocento. Ahora escribo una versión bastante más larga, que espero publicar en alguna revista.

Copio los párrafos sobre el  trabajo de Falcone y su asesinato:

            “El detonador se lo dejaron al sicario Giovanni Brusca, el Matacristianos, responsable confeso de “muchos más de cien pero menos de doscientos asesinatos”. Porque sabían que Brusca no iba a dudar. El 23 de mayo de 1992, cuando la caravana de tres coches blindados pasó por el punto preciso, apretó el botón y explotaron quinientos kilos de TNT ocultos bajo la autopista. El primer automóvil voló setenta metros y cayó en un olivar, con los cuerpos despedazados de los escoltas Montinari, Schifani y Di Cillo. En el tercero, que resistió la sacudida, resultaron heridos otros tres escoltas. El segundo coche reventó y cayó al cráter abierto en el asfalto. En él quedaron malheridos el juez Giovanni Falcone y su mujer Francesca Morvillo, que morirían pocas horas después.

Apenas cuatro meses antes se habían hecho firmes las sentencias del macrojuicio dirigido en Palermo por los magistrados Falcone y Borsellino: condenaron a 360 mafiosos y, gracias a las revelaciones del capo arrepentido Buscetta, demostraron que la Mafia funcionaba como una organización jerarquizada, regida por una comisión que decidía los crímenes principales, y que constituía un Estado paralelo infiltrado en las instituciones, los partidos políticos y los negocios. Hasta entonces, como explica el historiador John Dickie en el libro Cosa Nostra, era frecuente que se negara la propia existencia de la Mafia: muchos políticos, empresarios o intelectuales consideraban que la violencia se debía a una mera cuestión de carácter siciliano, una tradición de grupos que funcionaban al margen de la ley con la “viril arrogancia de quien vela por sus intereses”, de gente violenta pero con un código de honor que incluso le confería cierto glamour.

Santino di Matteo, uno de los mafiosos que preparó el atentado contra Falcone, fue detenido y comenzó a colaborar con la justicia. Entonces el Matacristianos Brusca secuestró a su hijo, Giuseppe di Matteo, de 12 años, lo tuvo encerrado veintiséis meses y al final ordenó que lo estrangularan y lo disolvieran en una bañera de ácido nítrico. No fue el arrebato de un loco: fue una decisión colectiva de los líderes de la Mafia, coherente con su código de honor. El sicario que ahogó al niño lo explicó así ante un tribunal: “Yo era un soldado de la Cosa Nostra, obedecía órdenes y sabía que estrangulando a un niño podía hacer carrera. Estaba muy contento”. Este era el carácter sistemático y atroz de la Mafia que revelaron Falcone y Borsellino durante el macrojuicio. Por eso fueron asesinados a bombazos en los meses posteriores».

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El nuevo ‘Plomo en los bolsillos’, ya a la venta

«Después de una eternidad, pasaron los coches con sus focos amarillos, las motos de los gendarmes con sus sirenas, brotó un murmullo que creció hasta los gritos y entre la niebla apareció la silueta de un ciclista que aún no sabíamos quién era».

Con todos ustedes, el nuevo ‘Plomo en los bolsillos’ («Malandanzas, fanfarronadas, traiciones, alegrías, hazañas y sorpresas del Tour de Francia», Libros del K.O.).

El libro, que recibió el premio Marca de Literatura Deportiva en 2005, se publica ahora con tres capítulos nuevos: «Lance Armstrong y la nieve negra», «El arte de la derrota» (que abarca las últimas ediciones del Tour: desde el maillot amarillo que recibió Pereiro en unas oficinas de Madrid hasta el ciclista que pedaleó lo más lento posible para conseguir un triunfo histórico en París) y «Así dejé el ciclismo» (un epílogo autobiográfico que espero que os dé ganas de abrazarme).

Dentro de poco daremos detalles del Tour de Plomo: una gira de presentación a pedales, con gregarios de luxe, sorpresas y tonterías varias, que nos llevará por Donostia (4 de junio), Tolosa (5 de junio), Pamplona (5 de junio), Logroño (6 de junio), Burgos (7 de junio), puertos fuera de categoría (8 de junio) y Madrid (9 de junio).

El libro cuesta 14,90 euros en papel y 5,99 euros para ebook (.epub).

«Pélissier, ganador del Tour de 1923, protestaba contra la dureza del reglamento: «Pronto nos colocarán plomo en los bolsillos». El pequeño Robic, ganador del 47, se cargaba de plomo para bajar más rápido. El sufrimiento que impone el Tour es de plomo, pero también lo es el empeño de los ciclistas. En ese equilibrio se mueven los dieciséis episodios de este libro, en el que se descubre la cara B del Tour de Francia, con historias trágicas como las últimas 40 pedaladas de Tom Simpson antes de morir en el Mont Ventoux o divertidas como la de Vicente Blanco, un cojo bilbaíno que se dopaba con bacalao y que pedaleó hasta París para salir en el Tour. Desfilan los duelos memorables entre Coppi y Bartali, Anquetil y Poulidor, Kübler y Koblet, Merckx y Ocaña, o las hazañas de Hinault, Induráin y Armstrong, pero también las malandanzas de secundarios como Walkowiak, que se arrepintió de ganar el Tour, o el argelino Zaaf, que a las puertas de ser el primer africano en ganar una etapa, se emborrachó y cayó mareado».

*

Han dicho del libro (y a algunos de ellos casi no los conocemos):

“Un tratado inamovible de pasión. Un camino con el que prolongar los años ciclistas del niño Ander, resumidos en el aroma del prólogo, donde uno se empapa ya desde el principio en la atmósfera sin concesiones del deporte más bello del mundo” (Manuel Jabois, Jot Down).

“Ciclismo, poesía y periodismo nutren un libro que se lee con el placer con que se ve una buena etapa de montaña y la velocidad de un descenso. Una obra deliciosa, escrita con un gusto especial y una buena mano literaria” (Mitxel Ezquiaga, El Diario Vasco).

“Un libro brillante y redondo. Quince historias repletas de emoción, humor, ternura, admiración y sobre todo respeto, en el que desfilan todos los caracteres humanos: desde el fanfarrón, pasando por el exquisito, el perdedor, el humilde, hasta el que jamás quiso estar allí o el infeliz” (Víctor Soto, El País).

“Imprescindible para quien quiera conocer los mejores momentos del Tour” (revista Pedalier).

“Este libro nos hace vivir las entrañas del ciclismo, las luchas contra uno mismo y el sufrimiento”. (Raimon Portell, El Mundo de los Pirineos) .

«El mejor libro de deportes jamás escrito». Antonio Martínez Ron, Aberron (este se pasó un poco, ya te lo digo yo).

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‘Groenlandia cruje’, ya a la venta

Ya está a la venta mi primer libro electrónico: Groenlandia cruje (y tres historias islandesas). Incluye cuatro crónicas: «Groenlandia cruje» (ganadora del premio Essery 2010 de literatura viajera), «Una casita en el infierno» (sobre la supervivencia testaruda de los habitantes de las islas volcánicas Vestmann), «El hombre de los doscientos penes» (sobre un coleccionista islandés de falos) y «Los consuelos del pirata» (sobre una botella con mensaje oculta en un volcán y sus consiguientes moralejas). El prólogo habla de Josu Iztueta, un amigo que obtuvo superpoderes en el interior de Groenlandia. Y la foto de la cubierta es de Daniel Burgui, otro amigo con ciertos superpoderes que guardaremos en secreto. Viajé con ambos a Islandia y Groenlandia.

El libro se puede descargar por 1,99 euros en la página de la editorial eCícero.es (en formatos ePub y Mobi para libro electrónico, y también en pdf para leerlo en el ordenador). También está a la venta en las páginas de Amazon, iBookstore de Apple, La Casa del Libro… No tiene protección anticopia: si queréis piratearlo, es muy fácil; si el libro os gusta y decidís echar una mano a nuestro trabajo por un par de eurillos, también es fácil.

La editorial eCícero («periodismo de formato largo») ha publicado por ahora una crónica de Jon Lee Anderson (Capitán Dadis) y una serie de entrevistas de José Martí Gómez (Ellas). Para los próximos meses promete más libros periodísticos muy jugosos.

*

«Los inuits de Groenlandia constituyen una de las sociedades más fascinantes del mundo. Los habitantes de la costa oriental, la más remota, han saltado de la prehistoria a la globalización en un par de generaciones: estuvimos con personas de 50 años que habían nacido durante una migración por los hielos, dentro de una familia de cazadores y pescadores nómadas, y que ahora viven en asentamientos de casitas prefabricadas, con televisión de plasma, con internet y dedicados al turismo. Con los asentamientos obligatorios, muchas personas adultas vieron truncado su modo de vida tradicional, muchos jóvenes tampoco encuentran un futuro interesante en un país ártico, y este descabalgamiento produce tasas disparatadas de violencia, suicidios o alcoholismo. Sin embargo, están trabajando con eficacia para superar esos traumas, para fundar una sociedad moderna con sus propios criterios y sus propias decisiones, y dentro de pocos años crearán un Estado independiente y moderno en un mundo de hielo. Se les plantean retos apasionantes”.

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“Ander Izagirre reúne cuatro historias que son otras tantas aventuras, una por Groenlandia y las otras tres por Islandia. Reportajes repletos de información, pero con espacio para la ironía y el buen humor, que nos recuerdan aquellas piezas que publicaban los suplementos dominicales en su época dorada”. Javier Pérez de Albéniz, Vanity Fair.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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