Adi, en su piragua

Antxon Arza es un tipo al que escuchas cinco minutos y te carga hasta los topes las ganas de vivir. Así lo escribí hace dos años, cuando este amigo pamplonudo dio una charla en Tolosa, en la que explicó: primero, su vida de jovenzuelo como montañero, esquiador y piragüista del programa ‘Al filo de lo imposible’; segundo, el accidente en un río venezolano que le dejó parapléjico; y tercero, los viajes, buceos, navegaciones, descensos, travesías y demás jaleos en los que ha seguido metiéndose desde entonces, porque lleva la silla de ruedas “debajo del culo pero no dentro de la cabeza”. Lo que más me gusta de Antxon, escribí entonces, es que no ejerce de aventurero ni de minusválido épico. En unas declaraciones a un periódico, por ejemplo, destacó como mayor talento aventurero su capacidad para dormir veinte horas seguidas en un refugio cuando hace mal tiempo. Y dijo que todo esto no lo hacía por espíritu de superación ni por gaitas, sino porque es lo que ha hecho siempre y es lo que le apetece.

Antxon, su familia y sus amigos acaban de sufrir un golpe terrible. Su hijo Adi, de 15 años, murió atropellado hace unos días, cuando volvía a casa en bicicleta.

Antxon le ha escrito una carta y ha colgado unas fotos felices. Yo no conocí a Adi pero algunas pistas me dicen que vivió una vida plena. En mayo Antxon contó en su blog esta escena: 23 años después del primer programa que rodaron para ‘Al filo de lo imposible’, él volvió con la piragua al mismo río pirenaico y esperó a su hijo Adi, que se lanzó al agua desde el mismo árbol en que lo había hecho el padre en 1988. Después, padre, hijo y otros amigos bajaron el cañón de Bujaruelo, el viejales Antxon sufrió un poco para seguir a los jóvenes y salieron a un hayedo primaveral, mojados, cansados, contentos.

En la imagen: Adi va a saltar, Antxon le espera en el agua.

No hay consuelo ante la muerte de un chaval de 15 años. Su vida fue corta pero sé que las horas pasadas junto a Antxon valen por cinco y que Adi pudo disfrutarlas, que disfrutó de semejante padre, semejante madre (Koki, «la mejor amatxo del mundo»), semejantes hermanas (su gemelica Saioa y su hermanica Ara) y semejantes amigos. Las personas que he conocido en el entorno de Antxon y su familia tienen todas un corazón enorme, bondadoso, alegre y de un vivísimo entusiasmo trotero. No sé si los trasplantados saben quiénes son los donantes, pero en este caso sería buena idea que lo supieran, porque así algo de toda esta alegría de vivir se transmitiría con el corazón de Adi, que ahora late en el cuerpo de otra persona.

Algunos conocéis a Antxon y a su familia, en persona o aunque sea de oídas; quizá queráis pasar por la página y dejarles allí un abrazo.

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