Arrancar

Hace poco celebré conmigo mismo y con una sesión nostálgica de fotos el quinto aniversario de Vespaña, la vuelta a España en vespa. Tuve recuerdos especiales para Francis y Josema, que me acompañaron al final y al principio del viaje, y para sus peculiares habilidades sobre la moto: dormirse en marcha y disfrutar de una caída.

Después releí viejos textos del blog Vespaña, como supongo que releería Thor Heyerdahl el cuaderno de bitácora de la Kon-tiki, muchos años después, en algún jardín de Oslo, levantando la cabeza de vez en cuando para mirar al horizonte.

 

Un año después, en 2007, empecé el primer blog A topa tolondro, precisamente con una entrada sobre el arrebato que nos acababa de dar a Josema y a mí para salir con la vespa, para una semana de viaje cercano y lento. Si hay algo que me gustaría mantener en la vida, es esa sencillez y esa facilidad de arrancar. O sea:

 

«La vespa llevaba siete meses guardada en el garaje de mis padres, quieta parada, acumulando polvo y convirtiéndose en metáfora. Anoche, mientras hablaba por teléfono con Josema, saltó una de esas ideas-calambrazo (“oye, espera, y si…”) y esta misma mañana he ido a casa de mis padres a comprobar si la moto arrancaba después de tanto tiempo.

 

A la primera. He pisado el pedal de arranque y ha atronado el motor (¡rugido de brontosaurio!). Otro triunfo de la sencillez. El arranque de la vespa es tan simple –no tiene ni batería- que basta con la pura fuerza mecánica: pisa fuerte la palanca y ya está. Dentro de cien años, cuando se termine de descongelar Siberia, los arqueólogos desenterrarán una vespa y serán capaces de ponerla en marcha como si fuera la primera vez.

La sencillez es la clave. La sencillez permite que las vespas y los viajes arranquen a la primera. En cuanto surge la idea-calambrazo, basta con hinchar las ruedas, renovar el seguro, cargar la tienda de campaña… y marcha. No hace falta nada más. Y desde que se toma la decisión repentina -sin ninguna elaboración, sin ningún razonamiento, sin ninguna duda- hasta el instante de arrancar la moto, se viven unas horas de excitación tremenda. Son las horas PetaZeta. Y ese momento de arrancar la moto justo debajo de casa, meter primera y salir a la calle -propropopopo…- es quizá el mejor momento de todo el viaje. Creo que salir de viaje me gusta todavía más que viajar.

Y supongo que esa euforia viene por un pequeño chute de libertad en vena. Cuando teníamos 17 años y salimos por primera vez (aquel día pedaleamos desde las siete de la mañana hasta las siete de la noche), nos dijeron que esos arranques viajeros eran cosas de la edad y que debíamos aprovecharlos bien porque más adelante no podríamos seguir así. En estos últimos años, cuando surge una de esas ideas-calambrazo en una llamada, unas horas más tarde suele venir una segunda llamada telefónica, de asimilación, en la que Josema dice una frase como ésta: “Lo mejor es que con 31 años tenemos las mismas ganas de salir con la vespa que con 17 años con la bici”. En esa segunda llamada de anoche también añadió que ve a su padre, de 65 años y trepador de tresmiles y cuatromiles, con esa misma ilusión. Parece, por tanto, que no es cuestión de edad.

Nuestras vidas son ahora bastante más complicadas que hace 14 años. Pero una vez cada tantos meses, cuando nos da el momento filosófico, repetimos la misma canción: es importante seguir con el empeño, es importante mantener una vida lo más ligera y sencilla posible. De ahí viene la euforia cada vez que arrancamos con un viaje repentino: en el fondo celebramos que seguimos siendo capaces de plegar bártulos en cinco minutos».

*

En una carpeta remota encontré dos folios escritos a tres columnas: largas listas con nombres de pueblos y kilometrajes. Sin Google Maps, entonces abríamos el mapa y sumábamos los kilómetros entre un punto y el siguiente y el siguiente, y lo íbamos apuntando en un folio. Era más lento pero aprendíamos geografía. En casa tengo varias listas así, como testimonios de amagos de viajes fantásticos, nunca cumplidos pero muy fantaseados. Uno de ellos es este extracto del Códex Vespino, en el que tracé un borrador de recorrido para darle la vuelta a España en vespa, que no tuvo nada que ver con lo que hice después:

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7 Comentarios Dejar comentario

  1. Comparto y celebro los elogios a la sencillez. He pensado hacerte un día una llamada de teléfono de esas que dices pero me contengo, por ahora.
    Arranca mientras puedas.

    • Ander Izagirre #

      No te contengas, Santi, que yo también tengo alguna llamada todavía un poco titubeante para ti.

  2. joaquina #

    Uysssss! más de 4000 km en Vespa… y seguro que no te perdiste las vistas de Tui, A Guarda y Baiona!

    • joaquina #

      Al final era una ? porque seguro que no llegaste tan lejos!

      • Ander Izagirre #

        Tiene delito, Joaquina: al final hice 10.000 kilómetros y no vi ni Tui, ni a Guarda ni Baiona… Lo dejaremos para Vespaña 2.

  3. Me gusta cómo explicas lo de la sencillez, las ideas calambre y los momentos peta-zeta, porque coincide con cómo vivo yo el momento de gestar las aventurillas que he puesto en marcha, como Pikara. Y como Pikara salió bien, ahora cuando tengo una idea calambre (que yo llamo «marcianada») creo más en ella que antes.

    • Ander Izagirre #

      Piedra que rueda no cría musgo…

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  • Ander Izagirre - Pisotón al pedal de arranque d la vespa, rugido de brontosaurio y marcha. Salir de viaje me gusta todavía más…
  • . - Pisotón al pedal de arranque d la vespa, rugido de brontosaurio y marcha. Salir de viaje me gusta todavía más…
  • gentedigital - @anderiza retoma sus viajes a bordo de una motocicleta http://fb.me/vxZy84Bo
  • Un año pikareando | Mari Kazetari - [...] nuestra revista, Pikara Magazine, cumple un año. En fin, me emociona mucho ver que la idea-calambre que surgió una…

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