PASABAN Edurne

Geocoincidencias

Hace justo diez años, el 23 de mayo de 2001, llegamos a la orilla jordana del Mar Muerto. Aquellas rocas rebozadas de sal están en el punto más bajo de la superficie terrestre (416 metros por debajo del nivel de los océanos). Y fueron el quinto de los seis sótanos del mundo que visitamos durante la expedición Pangea.

En aquella quinta etapa del viaje participamos Maialen Lujanbio, el tolosarra Josu Iztueta y yo. Cuando volvimos a casa, nos enteramos de que la también tolosarra Edurne Pasaban había alcanzado la cumbre del Everest… precisamente el 23 de mayo. Es decir: en el mismo instante hubo un tolosarra en el punto más bajo del planeta y una tolosarra en el más alto, sin que ninguno tuviera noticias del otro. ¿Cuántas ciudades del mundo podrían presumir de una coincidencia de tal calibre? Deben de contarse con los dedos de una oreja. Y Tolosa, ojo al dato, tiene 18.000 habitantes (menos que el barrio donostiarra de Gros, por ejemplo). Hemos hablado a menudo de este caso tan peculiar, Josu explica muy bien algunas causas históricas -la aparición de los noruegos, la pujanza industrial, la potente tradición montañera y deportista, el entorno geográfico tan variado- para explicar la insólita abundancia de viajeros, escaladores, deportistas y aventureros de todo pelaje en una ciudad de este tamaño.

Ese mismo 23 de mayo de 2001 también pisó la cumbre del Everest el montañero vitoriano Juan Vallejo, con quien compartí dos meses de campo base en el Karakórum el verano pasado. A mí, la verdad, me parecía muy curioso sentarme a la misma mesa con alguien de quien una vez estuve separado por 9.264 metros de altitud (sin aviones ni submarinos, claro, y sin ponernos quisquillosos, ejem, con distinguir quién se separó más del cero para abrir semejante distancia).

Pasaban, igualito que entonces, está ahora mismo en el Everest. Iztueta acaba de volver de Nepal. Vallejo está cruzando Groenlandia con esquís, trineo y cometa. Yo… yo acabo de volver de Lapuebla de Labarca y esta tarde, por primera vez en el año, he paseado por la orilla del Cantábrico metido en el mar hasta los muslos.

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Escribo con los veinte dedos.
Kazetari alderraia naiz
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