Cansarruedas
Salimos de viaje sin etiqueta
Zumba de nuevo la máquina cortapelos: nos vamos.
Después de varios meses de confinamiento, de techos bajos y horizontes clausurados -decir horizonte guipuzcoano es como decir hípica azteca o fonética del cine mudo-, este domingo 21 de junio, justo cuando el sol alcance su mayor altura aparente en el cielo, S. y yo saldremos de viaje en bici. Nos vamos, nos vamos.
Queremos cumplir al menos algunas partes del viaje que suspendimos por culpa del coronavirus. A partir del 1 de abril, planeábamos recorrer toda Italia en bici, empezando por Cerdeña y Sicilia, pasando luego a Calabria, subiendo por la península hasta los Alpes. Teníamos ya el billete de barco para Cerdeña cuando llegaron las primeras noticias raras: Italia obliga a dejar metro y medio entre las personas. Nos reíamos: ¿podremos ir uno a rueda del otro? Luego nos reímos cada vez menos: Italia cierra las fronteras hasta el 3 de abril. Anda, ¿tendremos que retrasar nuestro viaje cuatro días?
Este domingo saldremos en bici desde Donostia (“me gusta empezar los viajes en la puerta de mi casa”), iremos pedaleando hacia el Mediterráneo, luego queremos pasar a Cerdeña y seguir deambulando verano adelante.
Así que zumba la máquina cortapelos: toca raparse el cráneo, como en las vísperas de todos los viajes.
Me gusta ese rito, porque es como quitarse el polvo acumulado en la cabeza, como podarse las inercias, perezas y dudas que crecen en el cerebro durante el sedentarismo. Y me pone un poco nervioso, porque lo asocio con los preparativos de última hora, con la impedimenta desparramada por el suelo –las alforjas, la tienda, el saco de dormir, la ropa, el cuaderno, la cámara de fotos-. Cuando zumba la maquinilla, ya casi me siento libre. Y eso me pone contento y temblón.
Nos vamos ligeros.
Llevamos muy poca ropa y, para aligerarla, cortamos hasta las etiquetas de los calzoncillos y las camisetas. Pasad, acompañadnos, poneos cómodos: es un viaje sin etiqueta.
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