En 2006, el Gobierno sandinista, con el apoyo de todos los partidos políticos, prohibió todas las formas de aborto. En 2009 1.577 niñas de entre 10 y 14 años fueron madres. Obviamente, la violencia sexual es la principal causa que explica las escandalosas cifras de embarazos en niñas y adolescentes. Ni las mujeres ni las niñas pueden abortar en ningún supuesto, da igual que hayan sido violadas, que su vida esté en riesgo o que el feto venga con una malformación.
Pero, más aún, el código penal aprobado en 2006 «introduce sanciones penales para los profesionales de la medicina y la enfermería que tratan a una mujer embarazada o niña por enfermedades como el cáncer, la malaria, el VIH/sida o en situaciones de emergencia cardiaca cuando el tratamiento está contraindicado en el embarazo y puede causar lesiones o muerte del embrión o feto», denuncia Amnistía Internacional. «Incluso llega a castigar a niñas y mujeres que han sufrido un aborto involuntario, ya que en muchos casos es imposible distinguir el aborto espontáneo del aborto inducido», añade.
Es lo que pasa cuando la Conferencia Episcopal tiene tal capacidad de influir en la vida política de un país. En las elecciones de 2011 todos los candidatos a la presidencia se opusieron al derecho a interrumpir el embarazo, incluido al llamado aborto terapéutico. Y así está la cosa. Si cuesta explicar que ilegalizar el aborto terapéutico es una vulneración de los derechos humanos de lo más sangrante, más difícil aún es hablar de derechos sexuales y reproductivos, de que las mujeres tenemos derecho a decidir sobre nuestros cuerpos, a parir o no, abortar o no, según nos venga en gana.
Pero a ello se dedica de forma admirable el Movimiento Feminista de Nicaragua. El pasado martes, el grupo de Mujeres Crecer de El Viejo (un municipio del Pacífico) compartió en Facebook un cartel que dice «Aborto legal y seguro: una cuestión de derechos, una cuestión de democracia». Me llevé las manos a la cabeza leyendo los comentarios: «¿Quisieron decir asesinato?», «Es un irrespeto hacia la vida del niño que nace, todos nosotros gracias a Dios no fuimos abortados». Otros cuantos dicen que siempre que sea necesario, y dicen que la que no quiera embarazarse, que use protección. Como si eso fuera tan fácil, como si no hubiera violaciones, como si la educación sexual estuviera garantizada, como si los hombres no fueran responsables de presionar para no ponerse el condón, como si los descuidos no existieran…
Y ahí siguen las feministas concienciando sin rebajar su discurso, insistiendo en el «nosotras parimos, nosotras decidimos», en un contexto de criminalización de su discurso tan bestia. El de arriba es el cartel del Movimiento Feminista para el 28-S, día por la despenalización del aborto en América Latina; han hecho camisetas con ese mensaje. Han hecho cuñas de radio dirigidas a hombres para que respeten las decisiones de las mujeres sobre sus cuerpos. Por algún motivo no puedo incrustar los audios, pero podéis escucharlos aquí y aquí. Y organizan un hablatón radial sobre ‘maternidad voluntaria y aborto’ que se emitirá en una impresionante cantidad de radios de las diferentes regiones del país.
El vídeo de arriba no es nuevo, pero me emociona mucho. Leen testimonios de mujeres acerca del aborto, que reflejan la influencia de la moral católica, la culpa, la desinformación…
Por último, si queréis profundizar en el tema, podéis descargaros este informe alternativo sobre la educación sexual pública y la penalización del aborto terapéutico, realizado por el programa feminista La Corriente.
Gracias a Cris por facilitarme todos estos materiales.
Nota cursi: No puedo evitar la tentación de expresar lo mucho que me emociona escuchar a mis amistades nicas en estos materiales. Me siento muy privilegiada de haber podido compartir tantas cosas con activistas tan tuanis. 🙂
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