Cuerpos de feministas cubanas. Yasmín S. Portales Machado
5 Mar
Yasmín Silvia Portales Machado. Activista
«¿Por qué uso velo? Porque soy feminista y visto como me da la gana»
«Soy cubana. Mi vida es un fino equilibrio entre el ejercicio de la maternidad, el feminismo y el marxismo crítico». Así se presenta Yasmín Silvia Portales Machado en su blog. Esta crítica literaria y activista en varios frentes (Observatorio Crítico, el proyecto LGTB autónomo Proyecto Arcoiris…) tiene muy presente la máxima de «lo personal es político». Cuando conocí su blog, primero me emocioné mucho por haber encontrado a una mujer que fuera crítica con el sistema cubano desde el compromiso feminista y marxista. Mi siguiente emoción fue una gran curiosidad al ver en su foto de perfil que lleva velo. Mi hipótesis absurda era que tal vez simbolizase su adscripción a algún tipo de corriente o religión africanista.
Nos escribimos durante meses y, cuando llegué a La Habana, me invitó a comer en su casa con su familia. Vi que tiene la piel del rostro y de buena parte del cuerpo quemada. Una parte de mí se dijo: «Ah, se pone velo para taparse las quemaduras». La otra parte de mí no se quedó satisfecha con esa suposición. Le puse el corto ‘Hiyab‘, sobre una adolescente musulmana a la que la orientadora del instituto le presiona para que se quite el velo. Nos dimos la razón en que el feminismo debe defender, también en este tema, el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y a vestir como les de la gana. Fue casualidad, no le puse el corto con ánimo de sacar el tema, pero aproveché la coyuntura para preguntarle a bocajarro: «¿Y tú por qué llevas velo?» «Pues porque me da la gana», zanjó firme pero sonriente. No insistí. Después de compartir durante un mes muchos buenos momentos juntas, aproveché el rol de periodista para volver a las andadas. Abajo tenéis la respuesta.
En fin, Yasmín -con su velo, su piel quemada, su inteligencia, su espíritu crítico, su humor ácido, la foto de su boda con Rogelio (ella con velo blanco de novia como Dios manda) colgada en ese mismo blog en el que se declara bisexual- desafía nuestra rigidez mental, nuestra necesidad pueril pero irreprimible de señalar con el dedo lo diferente, de etiquetar, de pretender entenderlo todo. Después de un mes compartiendo muchos buenos momentos, tenía ganas de escucharle hablar sobre su cuerpo, pero ya no por la curiosidad inicial, sino porque sabía que me iba a fascinar su relato.
¿El feminismo te ayudó a aceptar tu cuerpo?
Fue mi cuerpo el que me llevó al feminismo, porque es un cuerpo lleno de cicatrices. Me llevó a cuestionarme la lógica de la belleza y de la feminidad. En secundaria, me hacía muchas preguntas acerca de cómo nos educaron a las mujeres. Me preguntaba si yo podía ser mujer siendo tan fea, porque sabía que los hombres podían ser feos, pero las mujeres no.
Recuerdo la obsesión de mi madre por la cirugía estética después del accidente. Era la década de los noventa, tan precaria económicamente, y mi madre se gastaba todo lo que no tenía en garantizarme la cirugía estética. Cuando llegué a la adolescencia entendí que no podía competir en términos de belleza con el resto de mis compañeras. Me enfrentaba a una triple discriminación: por mujer, negra y fea, que en la adolescencia es una discriminación seria. Lo que me queda era ser la mejor de la clase.
Cuando yo llegué al feminismo de forma consciente, ya era adulta, entre otras cosas porque había aprendido a vivir en mi cuerpo. La gente me preguntaba si no me iba a hacer más cirugía y yo ya tenía mi respuesta: “Esta es mi cara, esta soy yo, no quiero volver a cambiar”. Pero no me sentía bonita. Me sentía segura de mi misma, me sentía libre, pa’ que tú veas. Porque como de todas formas no iba a ser bonita, podía ser lo que yo quisiera y vestirme como me daba la gana. Me di cuenta después de que eso es algo envidiable, que muchas querían sentirse libres de ser bonitas. Eso me ahorró tiempo: el que las otras dedicaban a estar bonitas, yo lo invertía en pensar, leer, preguntarme cosas.
Tal vez mi feminismo empezó por preguntarme qué era ser femenina, en esa época en la que coqueteaba con la heterosexualidad tradicional. Me sorprendió mucho cuando hombres profundamente atractivos se me acercaban en la universidad. Era una escuela de teatro: ahí estaban las actrices y las bailarinas, disponibles y simpáticas. Pero algunos se interesaban por mí. Eso me hizo ruido en el sistema.
Me imagino que todo esto también me ayudó a no juzgar a las mujeres por el exterior. Me di cuenta después, leyendo a feministas, de que no soy la única a la que le costó trabajo. Con 21 o 22 años, me di cuenta de que podía mirar a las mujeres y a los hombres sin esperar nada de su belleza, ni a favor ni en contra. Una tiene ojos en la cara, disfruta de la belleza, pero no puede pensar que hay algo detrás. Funcionó, porque veía un rostro que no era lindo todas las mañanas, y el fantasma me acompañaba. Eso no significa que no haya estado libre de complejos. No usé trusa (bañador) de dos piezas hasta los veintipico años, y fue por la presión de la precariedad, porque no tenía dinero para uno de una pieza. Luego descubrí que no había problema, que la gente no me miraba.
¿Y eso de llevar velo?
Empezó en Ecuador [donde estudió una maestría de feminismo], porque en Quito hay un nivel alto de radiación solar y mi piel es muy sensible. Empecé a usar pañuelos para protegerme de ese sol que quema, que no es como el del trópico. Cuando regresé, me quedó la costumbre. Y la gente me preguntaba si me había convertido. Me preguntaban si me había casado con un árabe. Lo dejé de usar en 2010, pero cuando nació el niño me pareció cómodo para darle pecho sin sentirme expuesta.
Luego lo seguí vistiendo porque me daba gracia; se convirtió en un ejercicio de etnografía fascinante: cómo la gente me miraba, me cedía el asiento, miraba con violencia a los hombres que me acompañaban… Un día, en el ómnibus, la gente empezó a mirar con muy mala cara a mi padre porque asumían que él era el malvado que obligaba a la pobre chica musulmana a llevar velo. Desde hace un año, se asocia con la primavera árabe. Hubo gente que me preguntaba: “¿Estás diciendo con el velo que eres algo de la primavera árabe?” Y yo decía: “Puede ser”. “¿Y estás con el Gobierno o con el pueblo?” “Siempre con el pueblo”. “Así pasó de ser el ejercicio etnográfico de desmontar cómo se visten las mujeres en Cuba, al ejercicio político de apoyar algo que me parece hermoso, algo en lo que las mujeres también están. Y de ahí devino el ejercicio político de decir: “me visto como me da la gana”.
La gente me cuestiona por ser feminista y llevar velo, una prenda que se considera símbolo de opresión femenina. Hubo gente que me preguntó: “¿Tú te convertiste?”. “No. ¿Y si me hubiera convertido?” “Pues me hubiera preocupado mucho, porque en los países árabes venden a las mujeres”. ¡Pero si yo estoy aquí! Es del todo absurdo. Se convirtió en un ejercicio de desmontar la lógica del poder. Usar velo no significa que estar sometida a alguien o a algo. Yo soy feminista y visto como me da la gana, por eso uso velo. Es rico. Y práctico. No hay que peinarse todas las mañanas.
¿Pasas de la feminidad, o eres femenina a tu manera?
No puedo pasar de la feminidad, porque mi identidad de género es femenina. Ahora puedo decir con palabras que mi feminidad no es ortodoxa. Está atravesada por el marxismo, la bisexualidad, la realidad religiosa singular que tenemos en Cuba, el calor, la precariedad material que no me permite elegir cómo vestirme… Es una feminidad, vamos a llamarle, crítica. Me satisface mucho, porque la he construido de a poco. Creo que equilibra de manera bastante razonable mis necesidades orgánicas, intelectuales, y de resistencia al discurso de que para ser mujer hay que tener las uñas largas y pintadas, hacerse la pedicura, arreglarse el pelo, maquillarse todas las mañanas…
Ni en los momentos más rabiosos de pubertad pensé que hiciera falta maquillarse a diario para ser mujer. Yo miraba la historia y pensaba: ¿acaso las cubanas que en el siglo XIX iban a sacrificarse por la patria habían dejado de ser mujeres?
Es una feminidad que nos satisface a mí y a mi esposo, que es lo importante. La mayor parte del tiempo yo trato de estar abierta a descubrimientos estéticos. Es una feminidad muy sexualizada, la verdad. En mi sexualidad soy un poquito falocéntrica, tengo que admitirlo, pero no me da vergüenza. No soy linda, pero soy atractiva. Ahora lo sé.
Eres atractiva, pero además tus rasgos son lindos…
Sí, pero… Ahg…
Tienes ojos bonitos, las pestañas…
Y tengo la nariz perfilada, lo cuál en Cuba es muy valioso. A lo mejor es que todo esto es discurso y en realidad no superé el trauma. Yo qué sé. Pero es que tampoco me interesa ser bonita, porque me suena a atadura. ¿Quién marca ese modelo? Cuando yo era pequeña, me metía el dedo en la nariz y mi madre me decía que no hiciera eso, que se me iba a ensanchar. Y pretendía que eso me asustara. Yo tenía suerte de ser una niña mestiza que había heredado los genes de su abuela blanca de ojos azules y tenía la suerte de tener la nariz fina. Es terrible, porque ese marco de la herencia está obviamente racializado. Por eso no me gusta la palabra “bonita”, porque tiene todas esas implicaciones de las que no puedo deshacerme. No creo que sea bonita, y además no quiero serlo.
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Entrevistas anteriores en esta serie*:
Marilyn Solaya, realizadora: «Hay gente que no me perdona haber sido bella»
*La serie parte de una propuesta de Gisela, una de las minimecenas de este proyecto cubano, de preguntar a feministas cubanas sobre su relación con sus cuerpos.
geeeeeeenial
Perdona mi ignorancia sobre la ideología feminista pero siguiendo el silogismo, una miss que participa en un concurso de belleza de esos que tratan a las mujeres como ganado, podría decir:
“¿Por qué voy a concuersos de belleza? Porque soy feminista y voy donde me da la gana”
Es decir, ¿porqué unas actitudes ante ciertas cosas se censuran y otras no? El velo podría ser tenido como una imposición del hombre hacia la mujer que no puede (porque en los paises árabes no puede) elegir.
Como te digo mi intención no es polemizar si no entender, yo creo en la libertad, en que cada uno haga lo que desee con su cuerpo, ponerse velo o ponerse un biquini surfero pero que nadie imponga nada, lo que no logro entender es porqué «según sople el viento» hay imposiciones que se permiten más que otras.
El hiyab no sólo es una imposición del hombre; es una imposición de una religión, como lo es la de la Iglesia Católica cuando nos condena a las mujeres por abortar o nos obliga a cubrirnos los hombros al entrar en una iglesia… Una imposición que, además, supone una condena al insulto («puta»), la discriminación o incluso la agresión (violación, lapidación,…) para las mujeres que en esos países de mayoría musulmana se arriesgan a no ponerse hiyab.
Incluso más, la nueva «moda» del hiyab es una imposición de la secta musulmana WAHABISTA. Os recomiendo este documentado artículo: http://www.mediterraneosur.es/prensa/veloexhibicion.html
Yo tampoco comparto esta defensa del hiyab por parte de algunas feministas «postmodernas». Me parece que se habla desde una supuesta apertura de miras que no es más que peligrosísima ignorancia.
No modero los comentarios, es que los tuyos han entrado como spam por algún motivo.
Creo que no es incompatible entender el hiyab como fruto de la dominación machista, y respetar también el derecho de las mujeres a usarlo, sin criminalizarlas ni victimizarlas por ello. Como son fruto de la dominación machista los tacones, la cirugía estética, las dietas y demás expresiones occidentales que son más dañinas para el cuerpo que ponerse un pañuelo en la cabeza. Por mi parte al menos no se trata de defender el hiyab, sino de esta en contra de que a las mujeres se nos señale y se nos cuestione por todos lados.
No es para entrar en polemica, sino es para seguir la reflexion. Personalmente estoy un poco harta de oir debates deterministas, dualistas y muchas veces racistas sobre el velo, (si no lo llevas eres emancipada y si lo llevas eres una sumisa, tratando a todas las muejres que llevan el velo como incapaces de tomar decisiones propias), por eso me ha encantado este post. Las mujeres no queremos ser juzgadas por nuestras caracteristicas fisicas, pero estamos siempre dispuesta a criticar “a las otras” por como visten… si llevan velo, si llevan escote, si se depilan etc… vamos que a veces me parece salir de una dictadura para entrar en otra….no se…creo que existen diferentes formas de encarnar el feminismo y de luchar contra el patriarcado. Para mi, la verdadera libertad es encontrar cada una su camino, y su estilo, de manera conciente (teniendo en cuenta logicas de poder sexiats, racistas y capitalistas que vivimos en nuestras sociedades) y sin tener miedo de ser juzgadas.
Diciéndolo en pocas palabras, creo que es una cuestión de consciencia. No es lo mismo ponerse tacones porque se nos ha enseñado que una mujer tiene que llevarlos para estar guapa y femenina; que cuestionar ese mandato y después decidir llevar tacones porque nos gusta, y pisamos fuerte, y estamos altas e imponentes. En todo caso, precisamente quienes defendemos el derecho de las mujeres a llevar velo sin ser criminalizadas ni victimizadas por ello, planteamos el tema como una de tantas opresiones ligadas a la feminidad, al nivel (bueno, aunque cada tema sea un mundo) de la cirugía estética o los tacones en Occidente.
En todo caso, sí que creo que es bueno que el feminismo reivindique nuestro derecho a vestir como nos dé la gana (incluida la minifalda y los tacones), porque si no, al final se nos cuestiona por todas partes.
¡Precioso! (y preciosa)
Ojalá algún día salgas de tu mediocridad y veas el daño que haces con tu «periodismo»
http://www.elmundo.es/elmundo/2012/03/06/cultura/1331036190.html
También puedes iluminarme tú y decirme a quién hago daño con mi mediocridad.
estas son las verdaderas heroínas de Cuba, me imagino que hay que tener una fuerza de voluntad y fortaleza psicologica enorme. Estas mujeres que no pueden ni mucho menos preocuparse por sus problemas, solo los más inmediatos, porque hay que buscarse la vida hay que darle de comer a los crios, a la familia, hay que ser la fortaleza moral de una casa donde no hay noticias, en general, muy buenas. Vivir el dia a dia con mucha adrelina creo por eso hay menos angustia.
encantam-me os teus artigos. e os debates nos comentários som um complemento estupendo.
Moitas graciñas, compañeira. Espero que vuelvas por aquí.
Conozco a Yasmin hace mas de 10 anyos, es mi amiga personal y hemos tenido la oportunidad de irnos a un congreso juntas a Portugal, asi que la conozco sobremanera y en la intimidad, g,g,g. Es una buena entrevista que deja entrever las complejidades de ser feminista en Cuba y de ser negra, con cicatrices, marxista, bisexual, etc.
Ahora bien, lo que no entiendo bien es el tema de la nariz, la mia por ñata no es perfilada, g, g, g. Le preguntare a Yas cuando la vea que quiso decir con eso.
Gracias June por la entrevista
Slds
Negra, Yasmín está diciendo que los cánones de belleza en Cuba están condicionados por el racismo. De la misma forma que muchas negras se alisan el pelo, envidian las narices estrechas.
Cuántos esquemas patas arriba, qué interesante. Me ha gustado mucho la entrevista. Sobre todo me ha gustado ver cómo ella ha desarrollado sus criterios, sus puntos de vista, sus decisiones, más allá de etiquetas y moldes. Parece una persona profundamente libre.
(PD: Me llama la atención que no se explique algo del «accidente». ¿Qué le pasó? No es que «el accidente» tenga importancia en sí mismo, claro, pero tengo curiosidad por saber si es un tema tabú o un poco incómodo, si lo fue para ti como entrevistadora o para ella como entrevistada. En un momento ella misma se cuestiona si de verdad ha sido capaz de superar el trauma… y por eso mismo me parece interesante, no por entrar en detalles del accidente en sí).
Ander, supongo que a la hora de hablar de su cuerpo, ella no consideró oportuno o relevante hablar del accidente en sí. Yo como entrevistadora no pensé tampoco que los detalles sobre el accidente aportasen información relevante para este post. Tal vez si hubiera sido un perfil sobre ella, si fuera su biografía, se lo hubiera preguntado dentro de la entrevista, pero en este caso, creo que no afecta a su vivencia del cuerpo que se haya quemado en un accidente de coche o en un accidente doméstico, por poner dos ejemplos.
A mí me habló del accidente esa misma mañana, antes de la entrevista, hablando de nuestras cosas. Yo no se lo había preguntado antes, y tampoco salió el tema. Durante mi relación personal con ella no me transmitió que esas cosas fueran tabúes, aunque probablemente esté cansada de ciertas preguntas. Durante la entrevista, ya digo que no fue una pregunta que me reprimí, sino que no consideré que viniera a cuento hacer.
Se me olvidaba: tal vez lo comentes por el contraste con el post sobre Isabel Moya. En ese caso fue ella misma quien empezó contando el origen de su discapacidad. No sé si se lo hubiera preguntado de no haber sacado ella el tema. Imagino que en ese caso sí que es interesante saber si ha habido un deterioro progresivo del cuerpo y de sus funciones motoras. Vaya, que no es lo mismo la vivencia de vivir la infancia en silla de ruedas que la vivencia de ir perdiendo movilidad con los años.
«Como son fruto de la dominación machista los tacones, la cirugía estética, las dietas y demás expresiones occidentales que son más dañinas para el cuerpo que ponerse un pañuelo en la cabeza.»
Totalmente de acuerdo, aunque yo también incluiría el opresivo sostén y el tanga-tirachinas.
De todas formas también es cierto que crece de manera sustancial la proporción de hombre que se someten a esas expresiones occidentales de dominación machista: operaciones de cirugía estética, dietas, gimnasio, depilaciones y demás cada son más frecuentes entre los hombres.
No obstante, para dañino de verdad, el hábito de fumar, que curiosamente aumenta entre las mujeres jóvenes y disminuye entre los hombres, y nos adelanta ya una certeza médica terrible, el cáncer y las enfermedades coronarias en mujeres en las próximas décadas crecerán de manera exponencial y se igualarán (tristemente en este caso) a las de los hombres y la actual superior longevidad de las mujeres desaparecerá.