Las nicas se rebelan contra el acoso callejero
22 Ago
Están hartas de que cada dos por tres un tipo las chifle (silbe), haga comentarios sobre su falda, las mire de arriba a abajo con lascivia o les susurre algo como «qué rica estás mamita». Hartas. Así que el tema del acoso callejero fue uno de los que más entusiasmó cuando mostré propuestas de ciberfeminismo en el taller de comunicación y género que dinamicé con jóvenes activistas nicas.
Les hablé de El cazador cazado, el proyecto de Alicia Murillo, que consiste en grabar con el móvil a los acosadores callejeros. Y nos reímos con el vídeo de La loca de mierda.
Y ellas a su vez me hablaron de sus proyectos. El colectivo de teatro O-Kan (cuyas integrantes participaron en mis talleres) estrena este viernes una obra sobre los mal llamados piropos. Podéis ver un adelanto en el vídeo de arriba. La presentan así:
Esta obra esta basada en experiencias reales de diversas mujeres y mujeres diversas ante las «voces piropeantes» de los hombres en el espacio público. El machismo callejero, los silencios y la manera en que las sociedades actuales lo naturaliza esta forma de violencia contra las mujeres son las temáticas que aborda esta obra. «No sólo es un piropo» son las voces, las nuestras, representadas por dos actrices nicaragüenses quienes a través de sus historias, risas y fantasías planean darle fin a esta situación ¿Podemos hacer algo más para acabar con este mal o no?
Y un colectivo de jóvenes feministas del Pacífico preparan una acción muy chula y explosiva para expresar en público que el acoso las tiene hartas. Hasta aquí puedo leer.
Y ahora es cuando me emociono pensando qué tuani (guay) es esto de las redes sociales. Que la relación no acabe cuando me monto al avión, sino que juntas, feministas vascas, nicas, cubanas y de todos lados, podamos seguir compartiendo experiencias y estrategias para enfrentar a los babosos de aquí y de allá…
Actualización (23/08/2012):
Casualidades de la vida. Ayer mismo, la periodista nica Velia Agurcia Rivas (también tuve el placer de charlar con ella en mi taller para periodistas) contó en su blog su último incidente: un taxista que le dijo varias veces «Estás riquísima». Velia cuenta que el acoso que sufre a diario en las calles de Managua le han llevado a plantearse cambiar la ruta para ir al trabajo por otra que le supondría tardar el doble. Y llama a que entre todas compartamos propuestas para enfrentar esta situación.
En su post cita otro caso del que se habló mucho durante mi estancia. Un hombre tocó el culo a una mujer en El Caramanchel, un bar muy popular entre gente alternativa, en el que se respira un ambiente bastante diverso y suena música de Calle 13. La mujer no miró para otro lado, sino que, furiosa, golpeó al agresor. Ante esa situación, el dueño la increpó, no creyó su testimonio, la echó del bar y le dijo que no volviera. Lo bueno del asunto es que la compañera agredida se ha volcado en dar a conocer lo ocurrido. El episodio se difundió por las redes sociales, la gente bombardeó el muro del Facebook del bar emplazando a que pidiesen disculpas. Podéis leer aquí el relato de la mujer.
*
Por si alguien todavía no conoce El cazador cazado:
Me encantó, además que alucinaba con «el cazador cazado» Y es increible como se justifican, diciendo que nos gusta que nos digan cosas por la calle. Que piensen que a mi desde antes de los 11 años vengo recibiendo este tipo de acoso. Y tenes toda la razón yo ya estoy HARTA.
Reitero la idea que ya he dejado entrever otras veces en este interesante blog: la violencia violencia es, la practiquen un hombre, una mujer o un chucho, y creo que no es bueno ensalzarla, venga de donde venga. ¿Aplaudiríamos a un hombre que golpea con violencia a otro porque cree que le ha tocado la nalga? ¿Y si diera «un buen golpe en la cara» a una mujer tocadora? Para mí ni ese tipo ni su actitud (incluso suponiendo que la versión de la mujer se ajusta a la realidad) serían dignos de admiración, pero bueno… (esto por lo del Caramanchel, bar que he visitado en alguna ocasión y parece un sitio bastante sano) En fin…
No se trata de juzgar la reacción de una persona ante una agresión, sino que, tras explicar lo ocurrido, el dueño del Caramanchel considere que dar una torta en respuesta a una agresión es motivo de expulsión y de veto, y tocar el culo a una clienta no merece ni una reprimenda.
Por otro lado, estoy ya un poco harta de ese discurso pacifista cuando se trata de juzgar que una mujer responda a una agresión (que no es aislada sino que llueve sobre mojado), pero de eso hablaremos otro día.
Hablo por mí, pero el «discurso pacifista» yo lo aplico a todos los órdenes de la vida. Lo que a mí me tiene harto también es la gente (hombres, mujeres… la gente) que justifica la violencia solo -solo- cuando encaja en su esquema de valores.
(Y no olvidemos que esta discusión, que va -obvio- mucho más allá de lo que sucedió en el Caramanchel, está montada sobre una versión de lo que sucedió allá; la versión que a ti te interesa escuchar, pero que cualquier periodista debería de poner en cuarentena y no tomarla como verdad inamovible, porque es eso: una versión. ¿O a una feminista por ser feminista ya se le presupone la honestidad en su testimonio, algo que el resto de la sociedad debe ganárselo?)
Saludos.
Y, por favor, no malinterpretés mis palabras: en verdad te leo con mucho interés y admiro de corazón tus aportes. Si comento no es por buscar pleito, sino por fomentar el debate sano. Ojalá me creás.
Agur bero bat.