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Trágatelo tuti

13 Jun

 

El zapatero del barrio pega un impúdico repaso a Bea

 

«¡Parecen cubanas!», nos suelta un mulatón despampanante que pesca en una playa paradisíaca en calzoncillos blancos de Dolce y Gabanna. Nos morimos de la risa. Nos han tomado por alemanas, italianas, francesas, rusas… Y pretende que nos creamos que parecemos cubanas, luciendo palidez rojiza en bikini. Se pasará el resto del día cortejándome: «Qué cuerpito más lindo tienes. ¿Tú eres modelo en Bilbao? Pues deberías». Y me susurra en el mismo tono confidencial en el que me ha ofrecido cocinarnos pescado (lo cuál es ilegal): «Vente a caminar conmigo. Vamos a bañarnos juntos». Yo le digo que ni de coña, que él flipa. Y me contesta: «No, si yo no quiero follal (los cubanos no dicen «follar», sólo cuando quieren dárselas de hablar nuestro idioma), eso está en vuestra cabeza, que no pensáis en otra cosa. Yo sólo quiero jugal«. (más…)

Sacrílegas

28 Abr

He de confesar algo: no me gustó que unas manifestantes feministas irrumpieran en la capilla de la Universidad Complutense y que algunas lo hicieran en tetas. Es por ello que no difundí demasiado las convocatorias de protesta contra sus detenciones. Por supuesto que me parecieron injustas, pero no me sentía en sintonía con la acción en sí. Es lo que hay. Soy una blanda.

Mejor dicho, soy muy arbitraria en estos asuntos de la fe y la libertad de expresión porque, por ejemplo, me encantó leer en Pornoterrorismo la acción que hicieron en el Vaticano, de soltar en plena misa una grabadora en la que habían grabado escandalosos orgasmos. Y me lo paso pipa cantando en las manifestaciones cosas como «Vamos a quemar la conferencia episcopal por machista y patriarcal» (ponedle la música de «Oh when the saints go marching in») y coreando burradas del tipo «Os han engañado; la virgen ha follado». Pero, por algún motivo, en el caso de la capilla de Somosaguas me pudo la idea de que faltar al respeto a la gente creyente que estaba en ese momento en la misa (en caso de que hubiera alguien) no es la manera adecuada de protestar contra una institución, como es la Iglesia Católica, que por supuesto que  merece todas las protestas del mundo.

Sin embargo, he cambiado de idea. Me preocupa que hasta yo, agnóstica y feminista, me andé con tanto cuidado de ofender a la comunidad católica. ¿Acaso no ofenden ciertos católicos cuando tratan a las mujeres que abortan como asesinas o a las personas homosexuales (y, por extensión, a quienes deseamos o amamos a personas de nuestro sexo habitualmente o en algún momento de nuestras vidas) como enfermas y depravadas? ¿Acaso se les detiene por ello?

No mucho después de las detenciones de Somosaguas, me entero de que el sindicato ultraderechista Manos Limpias ha denunciado al colectivo feminista guipuzcoano Plazandreok por usar carteles y lemas como el que ilustra este post. La denuncia es de traca: dicen que Plazandreok es un lobby feminista (ya nos gustaría ser un «lobby») que «coquetea» con la izquierda abertzale. Y el pasado jueves se prohibió finalmente la procesión atea. Con todo ello, me he replanteado seriamente mis remilgos hacia los sacrilegios.

Como bien dice Enrique Meneses en su blog, nos encontramos ante un desequilibrio claro: «Se ha supuesto que los católicos se pueden abalanzar contra los ateos pero que la gente de izquierdas nunca atacaría una manifestación dirigida por Rouco Varela con los miembros de la ultra-derecha y sus amigos del PP, Federico Trillo y Jaime Mayor Oreja». Para Arcadi Espada (no puedo con él, pero esta vez no puedo dejar de reconocer su acertado post), la decisión de prohibir la marcha «vuelve a probar el estatus de privilegio que las ideas religiosas tienen en la sociedad española». Copio un párrafo entero:

La prohibición de Madrid se fundamenta en un peligroso supuesto: que la procesión atea no es disenso sino ofensa. Como las ideas no pueden ofenderse unas a otras, ha de concluirse que la religión, para los que han prohibido el acto, es algo más que una idea. Exactamente, una forma de orden público, cuya alteración resultaría perseguible de (santo) oficio. Algo que resulta intolerable. Si la religión quiere ocupar, como tantas veces reclama, un lugar en el espacio público y quiere defender allí sus ideas debe hacerlo en pie de igualdad. Cuando una idea cualquiera, sean Dios, la Patria, el Partido o el Equipo, no se limita a exhibirse en el espacio de discusión pública, sino que pretende diseñar sus límites, a la sociedad democrática no le queda otro remedio que exigir su expulsión de ese espacio. La democracia puede acoger a los que quieren destruirla; pero naturalmente debe asegurarse de que no puedan cumplir sus propósitos.

Amén.

En fin, me parece una obviedad recordad que aquí a nadie (o a poca gente) le da por dedicarse a ofender a quienes profesan el cristianismo o alguna otra religión que promueve el heterosexismo. Se trata de criticar a una institución que sigue haciendo mucho daño, que sigue teniendo una influencia inadmisible en nuestra sociedad, que obstaculiza sistemáticamente la consecución de derechos fundamentales como los sexuales y reproductivos. La expresión de nuestras ideas resultará ofensiva para algunas personas. Pero las ideas que promueve la Iglesia Católica no sólo pueden ofendernos a quienes no comulgamos con ellas, sino que promueven la conculcación de derechos. Por no hablar de la impunidad con la que los mismos medios que apoyan a la Iglesia Católica dan voz a gente como Sostres (y no es el único, ni mucho menos) que hacen apología de la violencia machista.

Por cierto, en Pikara Magazine hemos colgado un vídeo realizado por el Centro de Medios, en el que varias activistas explican la acción de Somosaguas.

*

Aprovecho para contar que voy a apoyar a Plazandreok con la comunicación durante la campaña electoral. Las podéis seguir en Facebook y Twitter. El blog lo pondremos en marcha en seguida. Podeis leer aquí la revista sobre laicismo que tanto ofendió a Manos Limpias.

 

 

A Rihanna le va el bondage

19 Abr

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El otro día me quedé de piedra al ver el vídeo SM de Rihanna. Como su nombre indica, sale representando diversas prácticas de SMDB (sadomasoquismo, dominación y bondage), con lo que vemos escenas más propias de un festival de posporno que de la MTV. Mientras veía a Rihanna transitando entre la dómina y la pin-up atada, volví a dar vueltas a una pregunta recurrente: ¿que las divas del pop representen prácticas no normativas es algo a celebrar o es una forma de que el sistema las digiera y pierdan por tanto su carácter subversivo? ¿Que Lady Gaga se magree con una butch en su videoclip (minuto 1’50» en el vídeo de abajo) aporta a la visibilidad lésbica?

Como con Sexo en Nueva, yo soy optimista. No podemos pedir a nuestras jóvenes que se aficionen a las riot girls. Pues si hay que elegir entre lo comercial, prefiero que canten «no me vuelvas a llamar, que voy a estar bailando» a que babéen por Carlos Baute y su «quien te quiere y te cuida». Y lo cierto es que Lady Gaga y Beyoncé envenenando a un maromo y después fugándose juntas parece sacado de un libro de Virginie Despentés. Vale, son puro marketing, provocación vacía y frívola… Pero menos da una piedra, ¿no? En fin, no tengo claro si es percibido como algo meramente estético: ¿unas adolescentes que se morrean emulando a su ídolo, serán menos lesbófobas? ¿Estarán vacunadas de discriminar a la marimacho de clase, por ejemplo?

Lady Gaga y Rihanna son recientes como para sacar conclusiones, pero ¿qué hay de Madonna? ¿Podemos concluir que ha hecho una aportación interesante a la defensa de la libertad y la diversidad sexual? Pregunto.

Actualización:

He tuiteado un ejemplo que me parece bueno: «Las Spice Girls eran cutres pero algo de empoderamiento había. Llegaron Backstreetboys y nos limitábamos a babear. Digo».

Segunda actualización:

Me pasan un interesante post sobre el tema en el blog Puñaito de Alfileres. La autora hace preguntas muy pertinentes: «¿Por qué otras cantantes y grupos de lesbianas no tienen el mismo tiempo en antena, en la tele o en la radio? ¿por qué sólo se visibiliza a un tipo de mujer eternamente adolescente y juguetona cuyo lesbianismo es transitorio y, por tanto, permisible? ¿por qué sólo montan numeritos lésbicos cantantes que están casadas o ennoviadas como lo están todas las que he citado?»

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¡Que viva Pikara!

14 Abr

Katlego Mashiloane and Nosipho Lavuta II, 2007. Zanele Muholi ©

 

Post autombombo lacrimógeno:

La profesora Ainara Larrondo ha presentado hoy en la Universidad del País Vasco una ponencia sobre Pikara Magazine, la revista que parió y que dirige una humilde servidora, desde una digna precariedad económica, que contrasta con un superávit de apoyo por parte de un montón de gente que ha creído en este proyecto. En fin, que yo alucino en colores. No sé, no me hago a la idea de que nuestra locurilla esté ilusionando tanto, que ya sea hasta objeto de estudio.

Grandes de la comunicación con visión de género como la catalana Montserrat Minobis, la peruana Zuliana Lainez o la dominicana Mirta Rodríguez Calderón nos han transmitido su apoyo incondicional y su entusiasmo, diciéndonos que estamos haciendo algo muy bueno, nuevo, diferente, fresco. Y el otro día una compañera de la universidad me contó lo que más me ha emocionado desde que empezamos: que una compañera de su trabajo participa en una asociación de mujeres de Markina que se reúne todas las semanas para ¡comentar artículos de Pikara! En fin, impagable todo esto, así como ver contentas a las de la Asamblea de Mujeres de Bizkaia (mi organización de referencia), recibir e-mails sentidos de lectoras… Se borran de un plumazo los nervios, las inseguridades, el cansancio, la autoexigencia excesiva…

Como dijo Lucía Martínez Odriozola, otra de las madres de Pikara, este es el medio que queríamos leer y en el que queríamos escribir. Hoy ha dicho en esas jornadas (lo podéis ver en el vídeo) que este es un proyecto idealista, que nos hemos dicho: «¿Qué periodismo queremos hacer?» Y nos hemos puesto a hacerlo. Lo alucinante es comprobar que era mucha la gente que también quería leer un medio así y participar en él; que este es un sueño compartido. Esto es fundamental, porque a menudo entran dudas, flaquean las fuerzas, y en esos momentos que te dediquen una ponencia insufla energías para varios meses.

En fin, me entran serias tentaciones de hacer la tediosa lista de agradecimientos, pero os la ahorro, y me limito a agradecer de todo corazón a mis compañeras de viaje, a las colaboradoras que se embarcaron a ciegas, a nuestras amigas incondicionales, a quienes nos han dado voz en sus medios, a toda la gente que escribe comentarios en la propia web, en Facebook y la que nos retuitea… Aiiiinnnnsss, qué emoción.

Digo que esto es impagable, pero no me lo toméis al pie de la letra. Llevamos más de medio año trabajando a destajo sin presupuesto. Nadie ha visto un duro. Eso es una fortaleza, porque es la leche reunir a un equipo de unas 20 personas que se comprometen por militancia. Pero no podemos seguir así toda la vida, sin dinero ni para ir a cubrir unas jornadas a Segovia, por ejemplo. Así que aprovecho este post emocionado para pediros una limosnita. Ahí va el número de cuenta de la asociación EME Komunikazioa, constituida para dar forma jurídica al proyecto:

Caja Laboral 3035 0122 86 122.0.02681.4    ¡Gracias!

Lo dicho, que estoy feliz. He montado una revista y mola. Ahora sólo me falta sacar tiempo para escribir en ella. Pero en fin, así es la vida. Espero no meterme en líos por reproducir la foto, pero es que es de la última entrevista que hemos publicado, a la fotógrafa y activista lesbiana sudafricana Zanele Muholi. Y me parece que transmite bien la energía pikara.

Dicho todo esto, aquí tenéis los vídeos de la ponencia de hoy:

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En defensa de Sexo en Nueva York

13 Abr

Imagen de previsualización de YouTubeEmpecé a ver Sexo en Nueva York con 16 años. Lo echaban muy tarde, sobre la una de la madrugada, en Antena 3, y yo me lo ponía bajito bajito para no despertar a mi madre y que me preguntara qué estaba viendo a esas horas. Desde entonces, la he visto entera como tres o cuatro veces. La última vez, hace unos tres años. Hace poco le dije a una amiga feminista que si la viera hoy, seguro que me llevaría las manos a la cabeza. Hoy me la he encontrado en Divinity (ese canal para «chicas» de la TDT) y al ver dos capítulos me he sentido como si hubiera traicionado a mi mejor amiga.

Con Sexo en Nueva York aprendí estas cosas:

– Las maravillas del dildo vibrador Rabbit y el peligro de volverse adicta a él (aunque tardé como cuatro años en comprarme mi primer juguete erótico). Vídeo de arriba.

– Que tenemos que conocer y querer a nuestra vagina, para que no se deprima, como le pasó a la de Charlotte. Mi madre era más o menos progre, pero no de las que te dan el espejito cuando cumples los 12 años. Así que eché el primer vistazo siguiendo el ejemplo de Charlotte. Vídeo de abajo.

– Qué son los drag king y por qué son sexys, más si el drag en cuestión es normalmente la chica más femenina del mundo.  Años después conocí a Medeak, a M en Conflicto y demás gente que se dedica a performar las construcciones de género. Creo que este junio nacerá por fin mi drag.

– Que a la mayoría de los hombres les gusta que les penetremos, pero que eso es algo que no hay que verbalizar bajo ningún concepto. Pena no haber encontrado esta escena en Youtube, porque es de mis preferidas. Un ligue anima a Miranda a aficionarse a decir guarradas en la cama. Ella le coge el gusto y le suelta: «Pero lo que más te gusta es un buen dedo en el culo». Él la deja. Las amigas le dicen: «Nena, a todos les encanta, pero eso es algo que nunca hay que decir».

La serie, a finales de los años noventa, rompía con un montón de tabúes: las protagonistas hablan sin tapujos de cunnilingus, depilación púbica, lluvia dorada, beso negro, tienen aventuras lésbicas… Fueron probablemente el primer referente de mujeres que priorizan su propio placer al mandato de satisfacer a los hombres; nada que ver con lo que aprendíamos en la Super Pop.

Pero la contribución más importantes de Sexo en Nueva York a mi vida fue convertirse en un gran pretexto para hablar mucho de sexo con mis amigas. Empezábamos a comentar alguna escena con timidez, y terminábamos compartiendo nuestras dudas, preocupaciones, complejos, fantasías…  Sólo por eso, creo que habría que recertárselo a toda adolescente. Vale, el elitismo, el glamour, la cultura del lujo y del derroche en la que se recrea, y cierto objetivo final de encontrar al príncipe azul, casarse y comer perdices, no molan. Pero siempre he sido más partidaria de rescatar lo aprovechable que ofrecen las series atractivas que vetarlas. Y lo mismo con iconos del pop como Madonna o Lady Gaga.

¿Y vosotras? ¿Habéis tenido algún referente como Sexo en Nueva York? ¿Qué serie, película, revista o libro os animó a explorar vuestra sexualidad y hablar de ella?

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Morbosas

2 Abr

En el debate anterior, en un comentario se equiparaba el tabú que supone que las chicas hagan el payaso con el que supone que hablen de sexo sin complejos. Y me ha animado a escribir un post-desahogo que me estaba reprimiendo. En resumen, que estoy hasta el coño de que cuando hablo de sexo los hombres me transmitan lascivia. Se lo crean o no, no lo hago para ponerles cachondos.

Me gusta hablar de sexo y cada vez más. Entre otras cosas porque me he sentido super cuestionada y observada por ello desde siempre. Tendría apenas 18 años y una vida sexual prácticamente inexistente cuando me dio por decir en cuadrilla que tenía unas ganas locas de echar un polvo. Resulta que esa frase (super inocente por mi parte) fue la comidilla de los chicos durante una buena temporada. Poco después me eché un novio muy majete pero con serios problemas con la sexualidad en general y, en concreto, con la mía. Llegó a conseguir que yo dejase de usar la palabra «follar» porque le violentaba. En fin, es curioso que siendo como era bastante mojigata, y estando como estaba ya entonces bastante reprimida, se me hiciera sentir una puta.

Lo bueno es que eso me ha llevado a trabajar mucho sobre la sexualidad, y que sea uno de los ejes que más me motivan en mi lucha como feminista. Creo que las jóvenes (no todas), por mucho espejismo de la igualdad que nos vendan, lo tenemos peor que nunca. Antes las reglas estaban claras: el sexo es pecado. Ahora, existen presiones en dos direcciones opuestas que llevan a una esquizofrenia de la leche: lo mismo te tachan de frígida que de puta. El problema es que seguimos muy condicionadas por el mandato de vivir para gustar a los hombres. Yo de adolescente andaba desconcertadísima. Un día un tío se mostraba decepcionado por no ser la bomba sexual que él esperaba, y al mes siguiente otro tío me reprendía por mostrarme sexual. Lo mismo en pareja: yo intentaba explicar que esto de pedirnos que seamos monjas fuera de casa y putas en la cama, como que no es muy viable. Y que en mi caso, la reacción era olvidarme de mi sexualidad, y así se acabaron los conflictos.

La sexualidad es un terreno especialmente sensible. Las mujeres (no todas, afortunadamente) estamos demasiado acostumbradas a forzarnos a hacer cosas que no queremos hacer, y a negarnos nuestros propios deseos. Los hombres también tienen lo suyo, claro. No lo niego, y de hecho me interesan cuestiones como las consecuencias que tiene la homofobia en su vida sexual, o la presión que tienen de parecer siempre disponibles para el sexo porque si no, se cuestionará su virilidad. La sexóloga de Pikara, Mónica Quesada, prepara un artículo sobre esto: detrás de muchos casos de disfunción eréctil se esconde simple y llanamente la incapacidad de reconocer que no hay ganas.

Lo que ocurre es que el control de la sexualidad de las mujeres sigue estando más que vigente, y que en una relación de pareja, suele ser uno de los síntomas más habituales de dominación. Las mujeres víctimas de violencia machista no suelen identificar como tal el hecho de mantener relaciones sexuales en contra de su voluntad. Vale, ese puede parecernos un caso extremo, pero que levante la mano la que no haya tenido sexo con su pareja por sentir el deber de satisfacerla, o por miedo a que si no lo hace se vaya con otra. O la que no haya sido objeto de algún tipo de humillación ligada a la sexualidad.

En fin, por todo esto reivindico y ejerzo mi derecho a hablar de sexo. Y lo hago sobre todo pensando en las mujeres, aunque encantada también de mantener diálogos sinceros y enriquecedores con hombres. Pero las reacciones de algunos me tocan mucho la moral. He observado varias veces en Facebook que cuando escribo algo sobre sexo, hombres que conozco poco o nada pinchan en «me gusta» o me dejan algún comentario, e incluso me mandan algún mensaje privado que no viene a cuento de nada. En uno de mis círculos de amistades, he sacado temas que me parecen interesantes, como la juguetería erótica, o he contado batallitas de cuando fui al congreso Feminismopornopunk. El resultado es que para algunos soy «la que habla de sexo». Ven la noticia de no sé qué profesora yanqui que hace demostraciones de orgasmos en la universidad y se acuerdan de mí.

Si alguien se da por aludido por estos ejemplos, que no se sienta atacado. Sé que no hay mala fe, ni ánimo censor, y me río encantada cuando gente que me consta que me aprecia caricaturiza mis venadas de divulgadora sexual. Pero por acumulación, cansa. Porque además se suma a lo que ocurre en otros espacios: por ejemplo, a las reacciones babosas cuando una sale de casa con minifalda, como si lo hiciera para alegrar la vista a los machirulos.

Y, sobre todo, me cabreo al constatar que, mientras las mujeres que hablan de sexo en público tienen un séquito de babosos,  los hombres en cuyos blogs «follar» es una de las palabras más recurrentes (tengo uno en mente, pero si lo cito parecerá ya que cobro comisión por hacerle publicidad) no despiertan ese tipo de reacciones. En ellos se percibe como normal que hablen de sexo, y se aprecia la finalidad con la que lo hacen: satírica, por ejemplo. O incluso se premia que sean unos cachondos mentales. En el caso de las mujeres, se percibe invariablemente desde el morbo.

Y ojo, a mí el morbo me parece genial, así como la seducción. Me gusta poner y me gusta que me pongan, también a través de los blogs. El problema es que el sexismo enturbia todo e impide que se juegue con el morbo y la seducción en condiciones de igualdad. No es casual que el insulto más empleado contra las mujeres (también por las propias mujeres) sea «puta» (o «zorra»,  «pendón», «guarra», «golfa»; contamos con una cantidad infinita de sinónimos), y para los hombres «maricón». A menudo me he planteado no hablar de sexo e incluso me he llegado a juzgar (apenas unos segundos) por hacerlo, dudando sobre si lo hago en realidad por vanidad, si me gusta esa imagen de morbosa que me devuelven algunos hombres cuando me leen. Pero la inseguridad me dura poco, y le sigue la reafirmación: hoy estoy más motivada que nunca no sólo con hacer el payaso en público, sino también con hablar de placer en público.

Como un acto más de rebeldía, os dejo el vídeo de la entrevista de Buenafuente a Erika Lust, directora porno muy pero que muy recomendable. Aprovecho también para recomendar dos libros buenísimos para que las mujeres conectemos con nuestra sexualidad: Los placeres de Lola (Raquel Traba) y Tu sexo es aún más tuyo (Silvia de Béjar) ¡A disfrutar(nos!) Imagen de previsualización de YouTube

Plumas y lenguas

20 Feb

Orientación sexual

Cuestiono justo esa idea, pero la foto me venía que ni pintada. No he logrado saber quién lanzó esa campaña

 

Un blog recopila fotos de la infancia de gais y lesbianas para demostrar que nacieron así. Desde que leí esa noticia, no puedo quitármela de la cabeza. Me horroriza sobremanera. Vale, entiendo que en Estados Unidos hay una gran preocupación por los suicidios de adolescentes homosexuales. Entiendo que, en ese contexto, en un momento dado pueda ayudar a lograr mayor aceptación la idea de «el pobrecillo no tiene la culpa de ser como es». Pero eso no quita para que esa idea me parezca profundamente homófoba. Por más que sea una propuesta hecha por gais. (más…)

San Valentín: ¿nos lo cargamos o le damos la vuelta?

14 Feb

Annie Sprinkle y Beth Stephens

Annie Sprinkle y Beth Stephens en una de sus bodas de colores http://loveartlab.org

Sí, sí, está claro que es un invento (o al menos un recurso) de los centros comerciales y demás agentes que sacan tajada de ello para incentivar el consumo. Y está también  claro que alimenta todo lo peor del ideal del amor romántico que tanto daño nos hace a mujeres y hombres y que se encuentra en la base de la violencia machista. La cuestión es que San Valentín es una celebración institucionalizada, y que hoy 14 de febrero nos la meterán hasta en la sopa. Así que yo pregunto: ¿nos lo cargamos o le damos la vuelta?

Yo estoy por lo segundo. Por una parte, porque me parece más viable ir cambiando desde dentro celebraciones arraigadas que hacer una lobotomía a quienes creen en ellas para que las ignoren. Por otra parte, porque a mí me gustan las celebraciones y los rituales (para gustos están los colores), y me entristece que la alternativa sea erradicar cosas que nos hacen sonreir sin plantear alternativas. (más…)

Para un hombre de verdad, «no» nunca es «no»

21 Ene

«No es no». Es un lema recurrente para concienciar contra las agresiones sexistas. Por si alguien piensa que se trata de una obviedad que sobra recordar, ahí van tres escenas cinematográficas en las que «no» resulta ser «sí». Y, por más que sea ficción, es el cine el que nos muestra grandes amores que ansiamos vivir, el que nos enseña las claves del romance, de la mano de actores que encarnan el éxito, que adornan nuestras paredes y carpetas durante la adolescencia. Ahí van las tres películas que me han animado a escribir este post:

Troya: La están echando ahora y me estoy tirando de los pelos. Por todo, pero centrémonos en el tema de este post. Al principio de la película, Paris (Orlando Bloom) irrumpe en la habitación de Helena. Esta le pide que se vaya. «Lo de anoche fue un error». Él se acerca a ella, le acaricia el cuello y le dice: «¿Quieres que me vaya?» Helena se quita la túnica y se entrega a su amado.

Hacia la mitad de la peli, el temible Aquiles (Brad Pitt) salva de ser violada a la prima sacerdotisa de Paris y Héctor, Briseida. De noche, ella irrumpe en su cama con un cuchillo, dispuesta a matar al guerrero para evitar que corra más sangre (minuto 2′ 18» del vídeo). Él la anima sin mostrar un ápice de miedo: «Hazlo», le dice una y otra vez. Ella duda. Él la agarra de la muñeca, la tumba y la besa. Ella, cómo no, sucumbe gustosa a los placeres de la carne (en concreto, del cuerpazo desnudo de Pitt), retira el cuchillo de su cuelo y se deja hacer. Pese a que luego Aquiles la maltrata y esclaviza, se nos sigue mostrando como el héroe bruto por fuera y sensible por dentro. «Eres libre», le acaba de decir. «Si te hice daño, no fue mi intención». Se estrechan la mano. «Vete». Ella le pone cara de cordera degollada, y obedece.

Oceans Eleven: Otra de Brad Pitt, pero en esta es George Clooney el acosador que se sale con la suya. Clooney organiza un atraco a un casino para vengarse del dueño, Andy García, que es el nuevo compañero sentimental de su mujer, Julia Roberts, quien no le esperó mientras él estaba en prisión. Se pasa toda la película cortejándola, en plan «reconoce que sigues pensando en mí», y convenciéndola de que García no es de fiar. Ella le manda a paseo varias veces. Finalmente, Clooney consigue demostrar que el magnate de los casinos no la quiere como ella se merece. Roberts podría pensar: «Vaya, se ve que no hago más que enrollarme con indeseables». Pues no, se va con Clooney, que para eso es la chica.

Welcome: Pensaréis que eso me pasa por ver cine comercial. Pues el cine independiente también tiene tela. Os recomiendo muchísimo la película francesa Welcome, muy adecuada para sensibilizar contra las políticas migratorias. Pero suspende en perspectiva de género. Intentaré no destripárosla mucho. Un entrenador de natación ayuda a un chico kurdo a prepararse para intentar cruzar el Canal de la Mancha a nado y llegar a Londres, donde le espera su novia. El entrenador no le ayuda por altruismo, sino para impresionar a su ex, voluntaria de una ONG que le dejó por un compañero de la asociación, harta de su indiferencia hacia las injusticias. En un momento dado, se encuentran en el piso de él. Él se abraza abatido contra el regazo de ella. Ella se muestra incómoda. Él empieza a acariciarle los pechos. Ella se resiste y le pide varias veces que pare. Él no para. Follan. Ella se queda sentada sobre la mesa, con la mirada perdida. Se siente vacía. Le dice que eso no puede volver a pasar (o algo así).

Con todo esto, ¿cómo nos puede extrañar que a algunos hombres les cueste captar un mensaje tan sencillo como que «no es no»? No lo estoy justificando. Estoy diciendo que el problema no lo tienen sólo los agresores: una sociedad en la que se nos bombardea con esas escenas como esas transmitiéndonos que son románticas, apasionadas y envidiables, está enferma. Y no hablo de la imagen de violador que solemos tener en la cabeza: el desconocido que nos ataca de noche. Hablo del compañero de clase que te mete mano en el pasillo o en la discoteca, del chico con el que sólo quieres besarte y te presiona para hacer algo más… Que levante la mano la que no haya vivido una situación así de joven, en la que haya acabado haciendo algo que no quería e incluso dudando de qué es lo que realmente quería.

Maitena Monroy, formadora de autodefensa feminista, explica en sus cursos que si a la mujer se le niega su capacidad de ser sujeto de deseo y se la relega a la condición de objeto, lo único que puede hacer es provocar. El sujeto actúa, el objeto provoca reacciones. Así, el hombre machista se erige en intérprete de sus deseos para justificar sus agresiones. Y la sociedad lo acepta: si Nagore Laffage subió al piso de Yllanes, será porque algo buscaba. Volviendo al cine, Clooney, Pitt y el entrenador francés saben mejor que las mujeres lo que éstas quieren. Ellas dicen que no, pero ellos saben que quieren decir que sí. O, si no lo quieren, ya querrán. Basta con insistir un poco. Y aquí entra también ese contraste entre hombre decidido y mujer voluble. Ellos saben lo que quieren y van a por ello. Ellas dicen una cosa pero sienten otra. O cambian de idea. O dudan eternamente. Así se nos muestra sistemáticamente en el cine.

¿Qué podemos hacer las mujeres ante tal percal? Desmontar ese aprendizaje de género. Aprender a conectar con nuestros deseos y expresarlos con claridad. Si quiero algo contigo, tranquilo que ya te lo diré bien claro. Si no te lo digo es porque no quiero nada. Así que déjame en paz. Lo único que lograrás si insistes será verte convertido en un acosador.

En estos momentos, Aquiles, herido de muerte en su famoso tendón, agoniza en los brazos de Briseida. «Me has dado paz en una vida de guerra». Ella le besa. No quiere irse. Él le ordena que se vaya. Y ella obedece.

The End?

Sola

31 Dic


Esta semana me he dado el gustazo de hacer una escapada. Es triste, pero resulta que osar ir por ahí sola y sin coche es de lo más transgresor.

Buscando planes posibles, ya descubrí algo que no sabía: que viajar sola es una ruina. La mayor parte de ofertas están pensadas para parejas o familias. Una habitación individual (si es que tienen de eso) cuesta prácticamente lo mismo que una doble. Incluso en la web de la Travel Club, al marcar el número de personas para ir a balnearios, ¡se han comido el número uno!

Me decidí por un plan sencillo: balneario y paseíto por la montaña. En el balneario, el personal se empeñó en hablarme constantemente en plural («¿Desean algo más?»»Siéntense en esa mesa y ahora les atiendo»…). Me dieron dos llaves y dos toallas. Me decía Magapola que bien podía haber reclamado por esa lógica dos masajes. Al final les llamé la atención por ello, y la respuesta fue confusa: me dijeron que es cuestión de costumbre pero que, por otro lado, esa noche otras cinco personas habían dormido solas en ese hotel. Se trata de un establecimiento pequeño así que ¿no es ese porcentaje de afluencia de gente sola suficiente para cuestionarse el uso por defecto del plural? Pensé que sería cosa sólo del balneario, pero en la Oficina de Turismo, al hacer autoestop o en el restaurante también suscité miraditas de sorpresa.

En todo caso, me ha parecido una experiencia super liberadora y empoderadora no dejarme limitar por no tener pareja o coche. No necesito ni pareja ni coche. Para nada. Que lo sepáis. Me gustó tener la enorme cama y la bañera de hidromasaje para mí sola. Me gustó hacer autoestop (no lo hacía desde la adolescencia). Me gustó contemplar en silencio el sobrecogedor paisaje desde el mirador. Me gustó meterme entre pecho y espalda un codillo al horno en un restaurante de currelas. Me gustó viajar sin prisa en tren.

El mismo día de la escapada, chateé con mi amiga bloguera Marta Navarro y me advirtió: «ama, pero no te enamores». No me quiso explicar la diferencia: «Piensa en ello». Y le di vueltas mientras atravesaba hayedos nevados y bordeaba los acantilados. Me ha convencido. Creo que la clave está en la identidad, la autonomía y la libertad. Si yo amo, yo soy el sujeto, y mantengo mi identidad intacta. Si me enamoro (como si me enfermo), cambia mi estado, paso a «estar enamorada». Y estar enamorada supone, al menos en base al modelo de amor romántico imperante, estar pendiente de la otra persona: dejar de pensar en mí para pensar en nosotrxs. Lo cuál puede estar bien si se elige conscientemente y si es correspondido. Pero no por inercia, por no saber amar de otra manera. Y eso es lo que ocurre en la mayoría de los casos.

Esas cosas pensaba yo asomada al Salto del Nervión. Termino el 2010 y saludo al 2011 disfrutando de la soledad elegida. Me siento completa: no necesito medias naranjas ni príncipes azules. Os deseo un año nuevo lleno de libertad, ilusión y amor, sobre todo hacia vosotrxs mismxs.

Nota: No saqué fotos. Y no tengo ninguna que sea coherente con lo que estoy diciendo. Así que me he tomado la libertad de robarle a Ander una foto que sacó haciendo el mismo paseo. Él también lo disfrutó solo y nos lo contó así.