Hoy Pikara Magazine ha recibido una crítica: nos reprochan no haber dicho nada sobre la ablación ayer, Día Internacional contra la Mutilación Genital Femenina. Entendería que nos reprochasen no hablar de algo, pero me ha dado qué pensar que el reproche sea que no hablemos de algo el día que toca hablar de ese algo.
A ver, está claro que es una buena idea que haya un día al año para conmemorar aquellas realidades olvidadas o a aquellos colectivos que siguen discriminados. Me parece necesario que haya un día del Orgullo Gay-Lesbo-Trans y una gilipollez que alguna gente reclame un día del Orgullo Hetero. Lo que sorprende, repito, es que a un medio como Pikara, que dedicó una de sus primeras entrevistas a Adriana Kaplan, antropóloga de referencia en la lucha contra la mutilación genital, se le eche en cara que no dé la talla el «día de». Digo yo que es más criticable que ciertos medios sólo atiendan a ciertas realidades el día señalado internacionalmente para ello.
Lo cierto es que esa presión cala. Por ejemplo, me supo mal que no me diera tiempo a subir el especial «El papel de las mujeres en la reconstrucción de Haití» en enero. Me hubiera gustado incluso publicarlo el día del aniversario del terremoto. Entonces hubiéramos sido uno de tantos medios que hablaron sobre Haití ese día. En cambio, el 1 de febrero probablemente fuimos el único medio que se acordó de Haití.
Por otro lado, estos días me encuentro pensando qué podemos ofrecer el 8 de marzo. Pienso: «Es que una revista feminista se tiene que salir ese día. Tenemos que sorprender. Tenemos que ser una referencia». Pero digo yo: ¿por qué leches una revista que se dedica día a día precisamente a visibilizar a las mujeres, luchar contra el sexismo y dar espacio a debates feministas tiene que echar el resto el 8 de marzo? ¿Acaso vamos a poder hacer algo diferente a lo que ya hacemos todo el año?
Cuando explico la teoría del agenda setting en mis cursos de comunicación, la gente suele tener la idea de que los directores de los medios deciden todo en base a grandes intereses ideológicos. Suelo insistir mucho en que, por desgracia, priman más las inercias. Y la reina de las inercias tal vez sea el empeño en publicar lo que va a publicar la competencia. Una pensaría que un periódico tiene que apostar por diferenciarse, por contar lo que nadie más cuenta. Pero lo cierto es que si la competencia publica una noticia que a ti se te ha escapado, tienes bronca asegurada, por más que acostumbres a publicar temas novedosos que no salgan en ningún otro medio. Esto a mí me parece periodismo borreguil.
Ayer probablemente todos los medios de comunicación dijeron algo sobre la ablación. Sacarían a la política de turno en el homenaje de turno, o dedicarían un minuto a la campaña de la gran ONG de turno. Algunas incluso hablaron con alguna mujer africana que ha sufrido la mutilación genital en sus carnes y ahora se dedica a luchar contra dicha práctica. No me parece mal, pero a mí me gusta haber hablado de ello hace dos meses.
Unai Aranzadi explicó hace poco en su muro de Facebook cómo se gana la vida. Contaba algo así: Primero se va a hacer reportajes a una región en la que se vive un conflicto olvidado (por ejemplo, Chechenia). Después, intenta sin éxito vendérselo a algún medio. Meses después, un atentado suicida en Moscú hace que súbitamente a todo el mundo le interese el conflicto checheno y quiera publicar las crónicas de Aranzadi. Tengo algún periodista freelance más en mente al que le han pasado esas cosas: buenos reportajes han sido absolutamente ignorados, y cuando ha habido un pretexto informativo, les han llamado para pedírselos. E incluso los han premiado. Pero digo yo: ¿hacen falta pretextos informativos para publicar una buena historia, para dar a conocer algo que no se sabe, o que incluso se acalla?
Yo aspiro a dirigir un medio que critica el régimen de Mubarak antes de que la gente se subleve. O que se pregunta cuál es la situación de las mujeres en, por ejemplo, Yemen, sin necesitar pretextos. O que no espere a que asesinen a un periodista en Filipinas para denunciar la violencia que sufren quienes se dedican a dicha profesión en ciertos países. Vaya, llamadme rara, pero aspiro a contar lo que nadie cuenta, antes de que se convierta en noticia, o rescatar los temas que tan fácilmente caen en el olvido. La pena es que no tengo dinero, ni para comprar esas historias ni para vivir de escribirlas. Pero esa es otra historia.
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