Palabras que levantan muros

27 Feb

Reproduzco dos comentarios de El Jukebox en mi post sobre uso no sexista del lenguaje. Y le dedico esta entrada.

El lenguaje ahora se utiliza (…)  en cualquier tema, para retorcerlo, doblarlo, contorsionarlo, llevarlo hasta sus límites y construir ahí auténticos muros impenetrables de forma que no haya manera de ver nada, como las celosías de los conventos.

(…) Me resulta un fenómeno fascinante: hemos alcanzado cimas terribles, como ERE -aún peor en su versión extendida: “expendiente de regulación de empleo”- que enmascaran lo que quieren decir de una forma extraordinaria. Pero hay otras: “cambio de modelo de negocio”, “nuevo paradigma”, “no respondes al perfil requerido”, “interdisciplinar”, “multicultural”, “transversal”, “nicho de mercado”… (…) ¿Por qué ahora? Supongo que porque han florecido los gurús, los especialistas en la nada, los consultings, (…)… gente especializada en dotar de discursos ininteligibles según tarifa. Para que no se entienda nada y el negocio prospere al margen de sus resultados deben parapetarse en lo intangible, el compromiso con el significado de las palabras ha de ser lo más tenue posible.

Me dejó muy pensativa, y desde entonces encuentro ejemplos por todos lados. Pero no sólo de gente que utiliza las palabras para construir muros, sino de periodistas que se dejan arrastrar por esa tendencia, que olvidan que su trabajo es explicar lo que pasa a la gente y mimetizan con esas expresiones vacías. Me preocupa especialmente el periodismo económico, porque me parece obsceno que en tiempos de crisis (y de no crisis, porque hay gente que siempre ha estado y estará en crisis) este periodismo se limite a infumables crónicas bursátiles y emplée expresiones como «el estado de ánimo de los inversores». Como contaba en otro post, me gustaría que me explicasen quiénes son esos inversores y por qué nuestras vidas dependen en buena parte de su estado de ánimo, como lo hizo un reportaje sobre paraísos fiscales muy recomendable.

La investigación es otro ámbito que se presta mucho a los conceptos vacíos. Me pasé tres años escribiendo sobre educación, universidad e investigación. He de reconocer que escuchar a diario a responsables académicos, políticos y de centros de investigación hablar de clusters biotecnológicos, excelencia académica, políticas de innovación o investigaciones punteras me hizo mimetizarme más de lo que hubiera querido. Aunque era consciente de algunas cosas, como de que los políticos adoptaron el concepto ‘innovación’ como un mantra en campaña electoral pese a que pocos podrían definirlo sin titubear (con esa idea arrancaba uno de mis reportajes sobre el tema: «La varita mágica de la innovación»).

Fue el periodista científico Luis Alfonso Gámez quien me animó a hacer examen de conciencia. En un post en el que critica que TVE alimente la histeria sobre los efectos de las ondas electromagnéticas sobre la salud, sentencia: «(…) si los redactores de TVE no se hubieran deslumbrado por la palabra fundación, habrían descubierto que tras la FSG sólo hay un negocio de venta de servicios y productos milagro basado en la extensión del pánico a las ondas electromagnéticas».

Pues sí, creo que las palabras como «fundación» hacen automáticamente que la prensa se tome en serio a cualquier mamarracho. La semana pasada me pasaron un artículo de opinión sobre inmigración TE-RRI-BLE. Lo publicó Deia en su tribuna libre. Habla de «avalanchas de inmigrantes «sin oficio ni beneficio» (pese a que en Euskadi tenemos una tasa de inmigración del 6%) y plantea que los problemas crecen cuando se trata de inmigrantes de culturas irreconciliables a la nuestra, como el islam (que yo sepa, el islam es una religión, no una cultura; y mezclar cultura árabe con cultura islamista es de lo más perverso).

Exhibiendo una gran capacidad de condensar los prejuicios más extendidos sin aportar un puñetero dato, también habla de la falta de transparencia de las ayudas sociales, y entiende que a la población autóctona le cabreé pagar de su bolsillo esas prestaciones, cuyo objetivo es evitar «previsibles conductas delictivas, que se dan ya en la realidad». Sólo se me ocurren dos razones para publicar algo así: una concepción mal entendida de pluralidad (que revela no tener claro cuando se trata de racismo qué opiniones son inadmisibles; como sí se tiene claro en otros temas), o que quien ha decidido publicar este artículo lo ha hecho deslumbrado por la firma del autor: «Abogado y miembro de Res Pública». Ah, es que en ese caso seguro que sabe de lo que habla.

Otro ejemplo: las feministas ilustradas que se inventan términos infumables para ver si se popularizan y así trascienden de alguna manera. Se morirán, pero su concepto se seguirá utilizando por los siglos de los siglos. Esto es extensible a intelectuales de todo tipo, pero me refiero a las feministas porque es el ejemplo que tengo más a mano. Marcela Lagarde lo logró con su «sororidad» (que no cuestiono, pero al que yo no le acabo de coger el gusto), y ahora hay muchas que quieren seguir sus pasos (no concreto por no hacer sangre). Luego están las académicas que escriben de forma enrevesada para provocar la ilusión de que son tan cultas que su nivel discursivo es sólo apto para las élites intelectuales.

Repito: puedo entender esas tentaciones, pero creo que las periodistas no podemos caer en ellas (y vuelvo a confesar que yo he caído más de una vez). Deberíamos poner un post-it en nuestras neveras con una frase como «Mi trabajo es explicar cosas a la gente, para que entiendan mejor lo que pasa en el mundo; y no ser el altavoz de agentes de bolsa, directores de agencias de innovación ni de intelectuales petulantes». Es una de las lecciones que me repitió machaconamente mi exjefe y maestro, Emilio Alfaro, y que ahora hasta soy yo la que la repito machaconamente cuando comento con las colaboradoras de Pikara los textos que me pasan.

Por si alguien piensa que esto entra en contradicción con mi defensa de la perspectiva de género, estoy convencida de que las «gafas violeta» nos ayudan a explicar mejor lo que pasa en el mundo, porque supone tener en cuenta factores que son fundamentales para entender la realidad en esta sociedad sexista. Ese es el objetivo. Si nos dedicamos a hablar de «heteropatriarcado homolesbotransfóbico desempoderador» nos alejamos de ese objetivo, está claro. Pero eso no es achacable a la perspectiva de género ni al uso no sexista del lenguaje, sino a haber olvidado que el objetivo es que la gente nos entienda. Y así con todo.

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9 Respuestas para “Palabras que levantan muros”

  1. Ander Izagirre 27 febrero, 2011 en 23:16 #

    Muy bien visto.

    Ante la avalancha de jergas autistas (en la primera acepción: «repliegue patológico de la personalidad sobre sí misma»), el periodista debe insistir en el relato claro y eficaz.

    Arcadi Espada habla en el siguiente párrafo sobre la verdadera especialización de cualquier periodista:

    «La única especialización razonable del oficio es la especialización en el relato. Da igual que se trate de política o de fútbol: la especialización del periodista es contar. Para contar necesita las palabras de todos. O sea, no las palabras de los frailes ni de los políticos ni de los esteticistas. Las palabras de todos: un territorio inteligible y común. Los gremios, desde los cazadores de mariposas hasta los oncólogos, presionan cada vez con mayor impertinencia sobre ese terreno común. Que lo reserven para sus blogs monoparentales, ahora que pueden; pero el periódico no es la suma de todas las filias y fobias gremiales, El periódico es el lugar donde todas ellas desaparecen. Un espacio público».

    Que cada cual insista en el asunto o el enfoque que más le preocupe, por supuesto, pero que no dé el turrón con la jerga de los iniciados.

    • Mari Kazetari 28 febrero, 2011 en 9:12 #

      Ander, sabes que no puedo con Arcadi Espada, así que le voy a llevar la contraria (aunque tenga razón, jeje). Entiendo lo que quiere decir, pero puede dar lugar a una confusión. Creo que la especialización es importante: periodistas que sepan mucho de ciencia, de fútbol, de economía, de arte. Pero no para escribir para los cuatro que también saben mucho de eso, sino para ser capaces de entender muy bien esas realidades y explicárselas a las personas para que las entendamos.

      También habría que distinguir entre medios generalistas (que es de lo que habla él) y prensa especializada. Aunque sí, incluso en el medio más especializado, no hay que olvidar que el objetivo es que nos entiendan. Y que la jerga es un horror para todo texto.

  2. El Jukebox 28 febrero, 2011 en 8:05 #

    Hola, June,

    Llámame tontuelo, pero me hace mucha ilusión la dedicatoria, así que sólo te diré «mil gracias». De verdad.

    A lo que íbamos: ya me disponía a buscar en Google el párrafo de Espada cuando he visto que Ander me ha ahorrado el trabajo, cosa que también agradezco :-).

    El post da en el clavo sobre lo que quería decir. Y además, creo que el lenguaje sirve de instrumento de dominación, no sólo sexista, sino en la creación de castas intelectuales: aquí, los doctos, aqui, los legos.
    Te sueltan eso de “heteropatriarcado homolesbotransfóbico desempoderador” y si pueden te deslumbran hasta dejarte embelesado y si no, al menos te obligan a decir que «sí, que muchísimo». Funciona un poco como determinadas manifestaciones de lo que se ha dado en llamar arte contemporáneo -pongamos una vídeo-instalación de quince minutos con la pantalla en blanco o una película en la cámara se limita a grabar a una pareja que duerme en la cama-. En sí no significan gran cosa, pero ahí entra cualquier discurso sobre «la soledad en la vida moderna», «la búsqueda de sentido en un mundo en el que se han perdido los referentes tradicionales» y otros blablablás que, simplemente, humillan al espectador y le obligan a aceptar el discurso de forma acrítica, so pena de ser un anacronismo. Esto, que ya es de traca cuando se ejerce sobre el público en general, resulta interesantísimo cuando se aplica a los responsables de las instituciones -públicas,por supuesto- encargadas de financiar la exposición o el programa en cuestión, ya que sin entender ni papa de lo que están haciendo y acorralados por la prosopopeya del embaucador, acaban sucumbiendo a sus argumentos vacíos y salen de ellos convencidos de que acaban de ingresar en la postmodernidad. Cualquier cosa, con tal de que no les acusen de albergar a un reaccionario en su interior.
    Hay múltiples ejemplos todos los días en la prensa. Por citar uno, veáse la industria de la «inteligencia emocional» y todos sus derivados.

    Y nada más

    Saludos

    • Mari Kazetari 28 febrero, 2011 en 9:19 #

      Me alegra que te haya hecho ilu.

      Sobre arte contemporáneo: vale, hay mucha gente con morro que vende como arte cosas absurdas. Pero creo que el principal problema lo tenemos la gente. Y voy a usar la palabrita mágica: creo que es una cuestión de falta de empoderamiento. Siempre he estado convencida de que en el arte se trata de provocar algo en el público. Si veo un cuadro, instalación o vídeo y ni me parece bello ni me hace sentir o reflexionar nada, no me gusta. Y punto. Me da igual que sea del artista más cotizado del momento.

      Ayer me pasó con Women without men. No entendí nada. En el sentido de que no sé qué me quería contar. Así que no me parece una buena película. Ah, y otro tanto con Biutiful, de la que sólo me parece rescatable la interpretación de Bardem. Vale, igual viene un critico de cine que sabe un huevo y me hace ver que se me escapan cosas fundamentales para apreciar ambas películas. Pero me da un poco igual. Se trata de respetar nuestro propio criterio. No se trata de saber de arte, sino de disfrutarlo. Y si no lo disfruto, pues a mí no me sirve.

      Por cierto, que la Defensora del lector de El País hablaba ayer sobre un tío que ha plagiado un artículo. Me he acordado de vosotros porque es experto en autoayuda y codirige un master, valores por los que el redactor jefe permitió que escribiera sobre temas sobre los que no tiene ni puta idea y sin citar fuentes. http://www.elpais.com/articulo/opinion/merito/gana/elpepiopi/20110227elpepiopi_5/Tes

  3. Ander Izagirre 28 febrero, 2011 en 10:08 #

    Recuerdo una charla que nos dio el decano de la Facultad de Comunicación cuando empezábamos la carrera. Ya sabéis, nos dijo: los periodistas son aquellos que hablan un poco de todo sin saber de nada. Pues nones. Hay una cosa que saben hacer los buenos periodistas: contar.

    Claro que es bueno especializarse. Lo que no es bueno es hablar en jerga de especialistas.

    Así que, June, aunque hayas hecho como que llevas la contraria, no has sido capaz 🙂

  4. El jukebox 28 febrero, 2011 en 14:34 #

    Que conste que también detesto a Espada, no tanto lo que escribe como al personaje.
    Y sí, ya leí lo de la Defensora del Lector. No es la primera vez que pasa y me pregunto cuántas más habrá sucedido sin que nadie se dé cuenta.
    En cuanto a lo de me gusta/no me gusta, lo comparto, pero con matices. Por supuesto que no es posible en la vida real, pero a veces habría que dar otra oportunidad a una peli, a un disco, a un libro o a una exposición.
    Yo también aplico lo del me gusta/no me gusta y, sobre todo, paso de lo que diga cualquier crítico, pero tiene que haber detrás un esfuerzo -no es ésa la palabra pero no encuentro otra- porque si no estamos en la postura del niño al que no le gusta la verdura, ergo la verdura es una mierda. Y no es eso.

  5. jabokatu 28 febrero, 2011 en 22:26 #

    Algunos con cierta práctica pueden (podemos) escribir o hablar (incluso en público) de casi cualquier tema, especialmente inventar loas y beneficios de alguna idea. Digo ideas por mi aversión a ser vendeburras y a la práctica comercial. Es un arte, poco abstracto y del que viven muchos asesores, pseudo- ingtelectuales y e-legidos.
    Es más, resulta posible ser pedante con lenguaje técnico que no entiende el populacho. Y claro que generalmente uno habla para quien tiene delante, su gente, de ahí mi expresión de populacho.
    Lo realmente difícil es aportar algo a todo el mundo, esa concurrencia de una charla, que en caso de intimidarte llegas a pensar que estan desnudos/as o que son cerdos en el prado, para mirarles a los ojos y dominar los miedos y verguenzas.
    Aportar al que más sabe y al que menos, con soltura, ideas claras (ese esquema mental que uno se elabora en diez segundos). Además si resulta ameno, breve y directo según un esquema que todos comprenden por empezar y acambar sin dar vueltas y más vueltas, mejor.
    June hablas de escribir como periodista, contar puede ser trasladar con imágenes o de forma oral, probablemente más dificil por la forma libre y sin repasar, e incluso improvisada.
    En todo caso, los eufemísmos estan ahí y nos invaden sin remedio, pero también tienen un punto realista. Los EREs ya no se perciben como expedientes administrativos sin efectos, ni las regulaciones de empleo como una forma temporal de dilatar un cierre o despidos masivos. Si el término legal y hasta el uso daba más juego y opciones, la noticia y la realidad social ha impuesto una sensación, ese escalofrío de quien oye que otra persona esta en ERE. Pensamos.. te quedan dos telediarios en esa empresa, pues va a cerrar o echar al 40/80%. Y probablemente no nos equivoquemos. Es una evolución psicosocial del lenguaje eufemístico, que pierde ese carácter de bálsamo.
    Otro ejemplo que creo evidente es esos comentarios racistas y discriminatorios sobre «oleadas de inmigantes en patera… «, cuando las oleadas matan a los inmigrantes como realidad que nos recuerda, o las bandas de.. XX (póngase la nacionalidad que primero se recuerde en prensa)Yo recuerdo las bandas de jovenes, la Banda Badaia, de mi barrio, la más pandillera, peligrosa y delincuente de todas las de la ciudad, claro que uno era de pueblo.

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  1. Alberto Moyano - 28 febrero, 2011

    Interesante y certero. Mil gracias RT @marikazetari EREs, innovación, fundación y demás muros informativos. http://bit.ly/e68XF3

  2. Ander Izagirre - 28 febrero, 2011

    Palabras que levantan muros. http://bit.ly/g7YR1b, de @marikazetari