El racismo en el ojo ajeno
27 Ago
Escribió recientemente Maruja Torres en una de sus columnas: «Migraciones. Extranjeros. Repatriaciones. Racismo. Acoso. Peligrosos delincuentes. Expulsiones. Si mezclan todo eso en la coctelera informativa oficial, les saldrá un nombre: Arizona. No hallarán Madrid, ni ciudades del Levante –zonas de alta peligrosidad para inmigrantes–, no sabrán de esas redadas nocturnas, de esos altercados, de esas exigencias chulescas: papeles, papeles».
En efecto, el proyecto de Ley de Arizona fue acogido con indignación por parte de los medios de comunicación españoles y la sociedad en general, mientras que noticias locales similares como la circular secreta de la Policía Nacional que instaba a realizar detenciones preventivas de inmigrantes basadas en sus rasgos físicos así como a intensificar la apertura de órdenes de expulsión apenas salieron a la luz y en ningún caso fueron percibidas como una peligrosa deriva xenófoba por parte de nuestras instituciones.
Ahora la expulsión masiva de gitanos y gitanas de origen rumano en Francia anima a poner el grito en el cielo por la política derechista de nuestro país vecino. Es necesario alzar la voz contra tal despropósito, por supuesto, pero es más necesario aún recordar que no estamos libres de pecado (si se permite la expresión religiosa) y tomar despropósitos como el de Sarkozy como un aviso a tiempo para combatir tentaciones similares en nuestra tierra. Y haberlas haylas: por poner sólo algunos ejemplos, recordemos la complicidad del Ayuntamiento de Trapagaran hacia el acoso vecinal al que se sometió a la familia gitana realojada en La Arboleda; la decisión arbitraria e ilegal del Ayuntamiento de Abanto-Zierbana de no empadronar a inmigrantes sin papeles (que después anunciaría también a bombo y platillo el consistorio de Vic, en Catalunya); o las palabras de Odón Elorza en una entrevista virtual, en la que lamentaba no poder quitarse encima a los rumanos gitanos.
Las asociaciones antirracistas solemos hablar de la tendencia de utilizar a «los otros», refiriéndonos normalmente a las personas inmigrantes, como chivos expiatorios a los que culpar de todos los males: la crisis económica, la escasez de ayudas sociales, la violencia machista, la inseguridad ciudadana, etc. La figura de «los otros» es muy útil para disimular nuestras propias carencias y eludir nuestra responsabilidad sobre las mismas. Al mismo tiempo que esa tendencia se refuerza, se da otra: la crítica a «los otros» gobiernos, «las otras” sociedades, para reafirmar nuestra conciencia social. Sienta bien pensar que son los otros países los que aprueban políticas racistas, en los que la sociedad apoya a líderes populistas y xenófobos, los que vulneran sistemáticamente la igualdad de derechos. Nos cebamos con Berlusconi y Sarkozy mientras el Gobierno español endurece la Ley de Extranjería, limita más aún el derecho a asilo, mantiene Centros de Internamiento para Extranjeros en los que se han denunciado malos tratos, llama a no contratar a trabajadores inmigrantes en tiempos de crisis, publicita su “lucha contra la inmigración ilegal” jactándose de expulsar por no tener papeles a ciudadanas y ciudadanos arraigados en nuestra sociedad, y un largo y lamentable etcétera.
No debe sorprendernos que buena parte de quienes se escandalizan ante la Ley de Arizona o ante la expulsión de gitanos en Francia defiendan el principio de prioridad nacional en el Estado español, se opongan al acceso de las personas inmigrantes a derechos básicos o pidan la expulsión de sus vecinas y vecinos gitanos.
Que no deba sorprendernos ese doble rasero no significa que tengamos que aceptarlo. Alcemos la voz contra las expulsiones de gitanos en Francia pero utilicemos esa indignación como revulsivo para empezar a preocuparnos de los siempre olvidados, cuando no estigmatizados, gitanos y gitanas vascos; empezando por nuestras propias actitudes prejuiciosas hacia ellos. Ojalá los despropósitos ajenos nos sirvan para revisar y frenar los propios.
June Fernández, integrante de SOS Racismo-Bizkaia
(He mandado este artículo a cierto periódico. ¿Me lo publicarán?
Deberían, es estupendo.Besos desde el mar,Marta