No merece la pena, mujer, tu pasividad
No merece la pena, mujer, debes de actuar
No merece la pena, mujer, tu pasividad
No merece la pena, mujer, ármate
Es una letra de Ska-P que saca lo peor de mí. Anda, ¿debo actuar? ¡No se me había ocurrido! ¡Gracias por la idea!
Otra:
Mujer golpeada, no sirve de nada que sigas callada, mujer marcada, mujer maltratada, no te sometas, son tus hijos que te llaman
Esa es de La Mona Jiménez, con la colaboración de Manu Chao. Y luego está Patxi Andión, que cuenta que si él fuera mujer pasaría de los tíos chulos, de sujetadores y de pastillas. O sea, que lo haría super bien, mejor de lo que lo hago yo, después de años de militancia feminista.
Las he descubierto a raíz de pedir a la gente recomendaciones de canciones contra la violencia machista, para la lista de música Beldur Barik! que hemos empezado a crear. Ha sido fácil pensar en canciones compuestas por mujeres que llaman a romper el miedo y empoderarnos. Por ejemplo, Nanai de la Mala Rodríguez («Mírame a los ojos si me quieres matar, nananai, yo no te voy a dejar») o Por tí daría, de Hanna («Por tí daría la vida y ahora me di cuenta que no») y, la que más me gusta, Bellas, de Canteca de Macao («Quien bien te quiere te hará sufrir, ay yo no pienso de esa manera. Quien bien me quiere, me quiere libre y yo no sufro si soy libre a tu vera», os he dejado el vídeo arriba). Hablan en primera persona, sienten la violencia machista como algo que les afecta, pero que saben enfrentar. Predican con su propio ejemplo.
En cambio, las canciones que cantan los hombres se caracterizan por dirigirse a las mujeres y animarlas a que le echen valor y denuncien. Incluida la de Huecco (que se suena bastante últimamente y en cuyo videoclip ha participado todo el famoseo progre), aunque empatiza un poco más y trata de entender cómo se sienten las mujeres maltratadas, repite el mismo mensaje: «rompe tu jaula ya». Todos ellos transmiten paternalismo, condescendencia y superioridad: saben lo que las mujeres deberían hacer, y les cabrea que no lo hagan, se atreven a criticar su pasividad. No he encontrado canciones que se dirijan a los agresores, ni mucho menos en los que el cantante asuma sus micromachismos (por el contrario, Melendi pide al cielo que sepa comprender los ataques de celos que le entran). Además, muestran una visión estereotipada de la violencia machista, hablando de violencia física y ligándola al consumo de alcohol.
En 2010 Beldur Barik incluyó un concurso de expresiones artísticas contra la violencia machista, abierto a la participación de chicas y chicos. Por lo que me han contado sus impulsoras, las obras presentadas por chicos se caracterizaban por eso mismo, por dirigirse a la víctima y animarla. Ninguna de las obras interpelaba a los agresores ni apelaba a la responsabilidad de los hombres frente a la violencia machista.
Todo esto me ha recordado también a la actitud de muchos hombres de los movimientos sociales, estos que te dicen: «empodérate, compañera». Nos animan a que hablemos en público pero ni se les pasa por la cabeza que para que nosotras cojamos el megáfono conviene que ellos lo suelten de vez en cuando. Apoyan nuestro proceso de empoderamiento (bueno, menos cuando se sienten amenazados por él), pero ni se les pasa por la cabeza iniciar su proceso de desempoderamiento, de renuncia de sus privilegios por ser hombres.
No me malinterpretéis: me parece genial que a los hombres les preocupe la situación de las mujeres y que traten de apoyarnos. Pero esa es la parte fácil, la parte que no les lleva a revisarse, a cuestionar sus propias actitudes. La parte difícil es entender que la violencia machista no es eso de los hombres que pegan a sus mujeres, eso que nada tiene que ver con ellos. Las agresiones físicas son la punta del iceberg. Así lo explica Ander Izagirre en su artículo En los zapatos del asesino, escrito después de asistir a una conferencia del gran Miguel Lorente:
Pero el machismo no son sólo los estallidos. El machismo es un paisaje: un terreno amplio y común de desigualdades, en el que el poder y la autoridad de los ámbitos públicos sigue en manos abrumadoramente mayoritarias de hombres, y en el que muchas relaciones de pareja están marcadas por el dominio habitual del hombre sobre la mujer; ese es el paisaje en el que arraiga la violencia, más sutil o más brutal, física o psicológica, en el que encuentra justificaciones, un cierto amparo o una indiferencia que le deja hacer. Ese es el terreno abonado del que brotan, de repente, los estallidos.
Ojalá entendiéramos que ese terreno lo abonamos entre todos y todas. En ese artículo, Izagirre recordaba un dato muy preocupante que dio Lorente:
Y diría que el asunto de la indiferencia atañe especialmente a los hombres. Es significativo lo que ocurre con el 016, el teléfono confidencial para maltratadas: cuando la persona que llama para pedir ayuda no es la víctima, sino alguien de su entorno, en el 80% de los casos son amigas, madres, hijas, hermanas… Sólo una llamada de cada cinco la hacen hombres. O sea, que en general estamos a por uvas.
Mi compañera de Kazetarion Berdinsarea, Maite Asensio, da algunas ideas en este análisis publicado en Berria sobre lo que pueden hacer los hombres. Traduzco algunos fragmentos para quienes no sepáis euskera:
Para hacer frente a la violencia sexista, el empoderamiento de las mujeres resulta imprescindible (…). Pero a veces eso no es suficiente, y además también sería injusto: ¿dónde está la responsabilidad de los hombres? (…) Frente al machismo, la mayoría de hombres se consideran neutrales, ¿pero cuántos han han alzado la voz para decirle al de al lado que su comentario sexista sobre la falda de la compañera de trabajo es completamente inapropiado? ¿Cuántos dicen pese a ello que no pueden hacer nada contra la violencia sexista? La prevención hay que hacerla antes de que la violencia llegue a su nivel más intenso. Cuando el amigo de la cuadrilla ignora los gestos de alejamiento de la mujer con la que intenta ligar y la agarra de la cintura una y otra vez. (…) Desde la confianza que da la amistad, desde tu posición de referente para él, dile: «Te estás pasando, la chica ha dicho que no y tú lo tienes que respetar».
Me gustaría que los hombres que lean esto repasen situaciones en las que han tolerado comentarios, actitudes y hasta agresiones machistas. Que repasen situaciones en las que ellos mismos han incurrido en
micromachismos, en esos comportamientos sutiles que minan la autonomía y la autoestima de las mujeres perpetuando las desigualdades. Me gustaría que esas fueran las preocupaciones de los artistas comprometidos que dedican canciones contra la violencia machista. Qué pueden hacer ellos ante el machismo de los hombres que les rodean, y qué pueden hacer ellos contra su propio machismo. Me gustaría que esa toma de conciencia se reflejase en sus letras cada vez que hablen sobre el amor y las relaciones, y no sólo en el gran gesto de dedicar una canción a la violencia machista.
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Una de las ganadoras de Beldur Barik 2010 fue Olaia Aretxabaleta. Su canción «Ez zaitut entzungo» se convirtió en un éxito. Ahí os la dejo. Decía cosas como «Eta nahi zaitut nire alboan ze zure besoak ematen didate niri bero, baina ez naiz inoiz sentitu preso» (Te quiero a mi lado porque tus brazos me dan calor, pero nunca me he sentido presa) A las chicas también nos toca revisar nuestras actitudes, claro, ver lo enganchadas que estamos al ideal del amor romántico, a los malotes, al «sin ti no soy nada»… Si tienes entre 12 y 26 años y tienes actitud Beldur Barik, estate atenta o atento a
la web, porque a primeros de septiembre se lanzará el concurso Beldur Barik 2011.
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