Historico | abril, 2012

Ser hombre por una noche es aburrido… pero engancha

25 Abr

De izquierda a derecha: Nacho, Sebas, Bruno y Mario

 

Esta vez sí que acerté. Fui Bruno, un bloguero con muchos followers, escritor de relatos intentando rentabilizar el auge tuitero. Modernillo, algo creído, aparentemente progre, abierto incluso al rollito queer. Os conté que en octubre hice mi primer taller de drag king (el primero que organizó Pikara con M en Conflicto), y que no acerté porque el chavalito rapero en el que intenté convertirme no tenía nada que ver conmigo. Esta vez, Bruno (que es más o menos como me he imaginado que sería de haberme socializado como hombre) me permitió no tener que tratar de interpretar. Me limité a intentar deconstruir los artificios de la feminidad y a reproducir algunos patrones de masculinidad hegemónica . Fue un ejercicio interesante, pero incompleto. Repasemos sensaciones curiosas, algunas bastante patéticas, pero no por ello menos jugosas para la reflexión: (más…)

Transexualidad en Cuba: entrevista a Alberto Roque, responsable en Cenesex de la atención a transexuales

19 Abr

Alberto Roque. Foto: SEMLAC

El 22 de mayo de 1988, después de lograr que la Organización Mundial de la Salud y que la histórica guerrillera cubana y fundadora de la Federación de Mujeres Cubanas Vilma Espín se interesasen por su caso, Mavi Sussel se convirtió en la primera persona que accedió a la cirugía de reasignación sexual en Cuba. El Ministerio de Salud Pública tardó 20 años en volver a autorizar operaciones, como resultado de la creación en 2004 de la Comisión Nacional de Atención Integral a Transexuales dentro del Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX), adscrito al Ministerio. 15 personas han accedido hasta el momento a la cirugía genital en la isla.

Alberto Roque Guerra, especialista en medicina interna, es uno de los responsables de la atención a transexuales en el Cenesex, institución en la que entró en 2004 «por activismo», cuenta. Fue uno de los asistentes que más participó en el debate sobre transfeminismo que dinamicé en La Habana. No fue posible formalizar las autorizaciones que hubieran sido necesarias para entrevistarle en nombre del Cenesex. Me tuve que conformar con entrevistarle por correo electrónico, además de compartir con él una hora de conversación off the record en la que me habló del funcionamiento de las redes de activistas LGTB adscritas al Cenesex, de cómo concilia su activismo a favor de la diversidad sexual con su condición de militante activo en el Partido Comunista Cubano (que sigue arrastrando una homofobia histórica que obstaculiza la aprobación de las reformas legales a favor de los derechos de la comunidad LGTB que promueve el Cenesex), y de su desconfianza hacia la prensa extranjera, dado que en anteriores entrevistas se sintió manipulado.

En persona, Roque se expresa con pasión y vehemencia, y no se muerde la lengua. Aunque por email, y hablando en nombre de la institución, se muestra más sucinto, se posiciona claramente respecto a temas polémicos como la prostitución o el asociacionismo autónomo. (más…)

¿Periodismo objetivo o acrítico?

17 Abr

Me hice periodista pensando que el objetivo de esta noble profesión es contar a los lectores o a la audiencia qué está pasando y por qué. Es decir, informar. No sólo de que ha habido una revuelta en Egipto, por ejemplo, sino de cuál ha sido el contexto y cuál el detonante que expliquen el origen de la protesta, ofreciendo datos contrastados y las versiones de las partes implicadas. Pues bien, el sábado puse Teleberri, el informativo de ETB2 y me encontré con la siguiente noticia (la transcribo):

«Y en Bermeo, un grupo de ciudadanos se ha manifestado esta mañana en defensa de sus derechos. Ciudadanos que se sienten discriminados en su pueblo ante el trato que (dicen) reciben los inmigrantes, por lo que han pedido igualdad en todos los ámbitos. Protesta que ha generado momentos de tensión, y es que, en frente otro grupo, mucho más reducido, que defendía los derechos de los inmigrantes, los ha tachado de racistas».

Podéis ver la noticia en este enlace, en el minuto 24′ 12». (más…)

Crisis (de amor)

14 Abr

Llevo meses cabreada con Cristina Yang. Es la de la foto, una de las protagonistas de Anatomía de Grey, la aspirante a médica cardiotorácica fría, ambiciosa y perfeccionista que hace lo que haga falta por quedarse con la operación más complicada, que se ríe del romanticismo y de toda forma de sensiblería. Intentaré explicaros por qué estoy cabreada con ella (bueno, con el equipo de guionistas, claro está) sin destriparos la serie. Cristina tuvo primero una relación larga e intensa con el jefe de cardio, Preston Burke, quien la dejó plantada en el altar. Le costó mucho volver a enamorarse, y lo hizo de Owen Hunt (el de la foto), exmédico militar, jefe de Trauma, traumatizado por su paso por Irak. Una vez Owen logró que Cristina no acudiese a la llamada de su nueva jefa de cardio por estar haciendo el amor con él. Ella le dijo lo siguiente:

Imagen de previsualización de YouTube

Le contó que Burke le fue arrancando pedacitos de su corazón sin que ella se diera cuenta, al punto de convertirla en alguien que no era, en alguien que accedió a mentir por él, a arriesgar su carrera y terminar vestida de novia de cuento con las cejas depiladas. Le dijo que ese día, haciendo que ella fallase en el trabajo, Owen le había arrancado un trocito de su corazón. Y sentenció llorando: «Eso nunca, nunca jamás puede volver a ocurrir». Pues ocurre. No os voy a destripar la serie, pero Cristina lleva ya demasiados capítulos en crisis con Owen, hasta el punto de que ella, para quien la carrera siempre ha sido lo primero, se pasa todo el día llorando por las esquinas, vigilando a su marido, encerrándose con él en casa durante días para intentar solucionar sus problemas. Se acercan los exámenes que les permitirán pasar de residentes a médicos especialistas, y ella está enfrascada en su crisis con Owen. Y yo me cabreo con ella.

Ha pasado año y medio desde mi última relación de pareja en la que cabían ese tipo de crisis y ya las tengo olvidadas, hasta el punto de que las miro con distancia y extrañeza. El otro día una pareja de conocidos cancelaron dos noches seguidas una quedada conmigo y otras amistades. La primera noche, porque estaban en crisis. La segunda, porque estaban de reconciliación. Tomamos algo por el día con ellos, y ella tenía los ojos hinchados de llorar (o de sueño, pero yo deduje que de llorar). Yo, desde la distancia, pensé: «Joe, fíjate tú el coste que tiene la pareja. Dos días en crisis que podían haber dedicado a tantas cosas…» Desde que se terminó mi última relación tormentosa, me he dicho mil veces que no quiero volver a eso, que no quiero que la pareja me absorba y me haga descuidar mi carrera o mis amistades, que no quiero invertir tanto tiempo ni desgaste emocional en la pareja, que me niego a volver a llorar toda la noche como si me fuera la vida en ello, a estar al borde de un ataque de ansiedad por una bronca. Hablaba de ello con otras dos amigas muy críticas del parejismo, y reconocíamos que no es tan fácil. Cuando quieres a alguien y piensas que lo bonito que habéis compartido merece la pena, es inevitable querer intentar que funcione, con el coste que eso implica.

Gracias a gente como Mariluz Esteban o Coral Herrera, hacemos una revisión crítica del modelo de amor romántico que nos han inculcado en la familia, a través del cine, de la música, de la Superpop… Vale, sabemos estar alerta para evitar relaciones de dependencia o dosis excesivas de drama, sabemos identificar lo que no hay que permitir, aunque luego en la práctica nos cueste reaccionar con firmeza cuando nuestra pareja nos monta una escena de celos o nos controla. Sabemos que la pareja no puede ser nuestro único pilar, que tenemos que mantener fuertes otros espacios. Pero es difícil, porque parece inherente al enamoramiento tener a la otra persona en la cabeza todo el rato, querer estar con ella todo el tiempo posible e incluso dar segundas y terceras oportunidades.

Lo que me inquieta es lo siguiente: sabemos que el modelo de amor romántico que nos han inculcado (ese «sin tí no soy nada») es una mierda pero, ¿hay otra forma de enamorarse y de amar? Criticamos el viejo modelo, ¿pero estamos siendo capaces de crear uno nuevo? Yo ando pesimista. Cuando conoces a alguien que merece la pena pero logras mantener tu centro en ti, mantener tus espacios, la cabeza fría, es inevitable añorar la intensidad que supone enamorarse sin mesura, ese sentimiento de querer estar todo el rato con la otra persona, de que (como dicen en Cuba) esa persona te mueva el piso. En cambio, cuando el enamoramiento te pilla por sorpresa, con la guardia baja, y te posee ese vertiguillo raro que te sube por la tripa o por la espalda, ¿cómo se hace para disfrutar de esa intensidad, y a la vez no perder el norte? Para cuando te quieres dar cuenta, estás angustiada porque hace dos días que no te escribe, estás invirtiendo más tiempo de la cuenta en preparar detalles para sorprenderle, o estás cancelando compromisos para poder pasar más tiempo con ella.

Así que me entran serias dudas de que sea posible amar con intensidad, pero sin ansiedad o dependencia. En su día os conté el consejo que me dio Marta Navarro: «Ama, pero no te enamores». Os dije que me parecía buena receta, amar manteniendo nuestra identidad, autonomía y libertad. Pero, por lo que veo en mí y a mi alrededor, no veo que sea posible. Le dijo Mari Luz Esteban a Maite Asensio en una entrevista: «No se debe decir ‘no te enamores’, sino ‘protégete, hazte con los arneses necesarios». Suena bien, pero yo no lo veo muy claro. Es complicado enamorarse forrada de arneses. Y cuando te los quitas un rato a ver qué pasa, a la mínima te ves otra vez ante el precipicio de la ansiedad y la dependencia. Así que te los pones otra vez, y te ves aferrándote a una barandilla para no volver a caerte. Y si te aferras demasiado a la barandilla, como que no puedes disfrutar demasiado.

En fin, me preocupa todo esto. Para inventarse un nuevo modelo no queda otra que ir probando por el sistema de ensayo y error. Pero eso supone exponerte otra vez al desgaste del vértigo, la ansiedad, las crisis, el drama… Y una se pregunta si está por la labor. Y se dice que es una naranja entera. Y pasan los meses y una, por muy naranja entera que sea, piensa que por otro lado mola eso de tener a alguien con quien acurrucarse bajo la manta las tardes lluviosas de domingo, y a nada que se despista se imagina formando una familia, con perro y chimenea incluidos.  En fin, una jodienda.

Este post no permite ser (aunque de hecho lo sea) un desahogo personal, sino una invitación a la reflexión colectiva. Me gustaría que pasásemos de criticar el modelo de amor romántico para debatir sobre si realmente es posible otro modelo y cuáles son las claves para construirlo, más allá de recordarnos lo que no hay que hacer. ¿Alguna idea?