Historico | diciembre, 2011

Hay más de dos Cubas

29 Dic

Sí, sólo ha pasado medio año, pero me vuelvo para Cuba. En el post sobre el futuro de Cuba que escribí tras ese primer viaje, ya señalaba aquello en lo que quería seguir profundizando: mi afán por demostrar la pluralidad de una Isla aparentemente dividida sin remedio entre fidelistas y anticastristas.

En junio escribí lo siguiente:

«Yo pensaba que me iba a encontrar con una Cuba polarizada políticamente, dividida entre defensores a ultranza del régimen y anticastristas beligerantes. En cambio, nos encontramos a personas que no hablan de castristas y exiliados, de revoluciones y dictaduras. Hablan de lo hartas que están de la doble moneda, de lo mucho que les gustaría viajar, de lo lamentable que es ver que la gente que progresa económicamente se deje llevar por el consumismo y la ostentación, de lo mucho que valoran tener asegurado el plato de arroz con judías, de que les da rabia no poder invitarnos a dormir en casa por miedo a meterse en un lío, de que las elecciones son un paripé porque a los de arriba no hay quien los cambie y los de abajo ni se sabe de dónde han salido… Eso también es política, claro. Pero me refiero a que nos encontramos con poco mitin y mucho baño de realidad. Nadie nos hablaba espontáneamente ni de la clase política cubana ni de la disidencia. En cambio, cuando preguntábamos, ninguna de las dos salía bien parada. La gente con la que charlamos nos transmitía similar hartazgo hacia el Gobierno como hacia unos opositores que retrataban como oportunistas y corruptos».

Los medios de comunicación nos muestran dos Cubas en las antípodas: la Revolución ejemplar que nos venden el Granma y los medios socialistas, frente a la cruenta dictadura que pinta la disidencia a la que da voz la prensa generalista española. Esa aparente polarización esconde una Cuba mucho más plural. Lo vi en la calle y me empeñé en descubrir a colectivos que trabajasen por un futuro mejor con espíritu conciliador.

Al principio me desanimé, porque si buscas información por internet, te encuentras de nuevo con esa polarización. Los blogs y perfiles de Twitter revolucionarios u oficialistas (elegid el término que queráis) se limitan a hacer propaganda gubernamental, y los alternativos o contrarrevolucionarios (ídem) a utilizar cualquier tema para atacar al régimen sin matices. Lo mismo ocurre a simple vista con los movimientos sociales. En el caso de la comunidad LGTB, está la gente cercana al CENESEX (el centro nacional de salud sexual, responsable de las políticas de diversidad sexual y dirigido por Mariela Castro), y frente a la institución, el Observatorio de los Derechos LGTB, cuyo cometido es denunciar la represión de la homofobia en los inicios del castrismo, así como las actuaciones policiales homófobas que se siguen dando en la actualidad.

Cuando contaba a mi gente la decepción, me decían: «Pero, ¿estás segura de que esa pluralidad existe, o igual es que estás proyectando tus deseos?». Y en esas estaba cuando de repente descubrí a Observatorio Crítico, un colectivo de izquierda transformadora capaz de criticar un sistema tan influido por el estalinismo, pero desde el compromiso revolucionario, el anticapitalismo y el antiimperialismo. Aglutina a personas que a su vez han montado pequeños grupos feministas, de hombres por la igualdad o LGTB. Son personas que denuncian la muerte de una transexual en comisaría el pasado verano, que celebran las medidas aperturistas del Gobierno, pero reclaman más derechos. Voy a celebrar con ellas un debate sobre transfeminismo en el que les trasladaré nuestras experiencias y discursos, y me nutriré de sus reflexiones en torno a temas como la diversidad sexual, la prostitución, o el racismo.

Otro gran descubrimiento fue el periódico digital Havana Times, que publica a diario columnas de personas de lo más diversas (incluidas varias emigradas), que cubren todo el espectro ideológico, salvo los extremos. También voy a poder reunirme con su equipo.
Poco a poco he ido contactando con más gente que quiere una Cuba en la que se mantengan los derechos sociales básicos pero se garanticen las libertades. Una Cuba que pueda avanzar sin abrazar el capitalismo y sin la tutela de Estados Unidos ni de Venezuela. Gente que valora los logros y avances del sistema cubano pero denuncia sin miedo las políticas represivas y discriminatorias. Se organizan de forma autónoma, al margen del Gobierno cubano y de la disidencia ligada a Miami, y por ello desconciertan muchísimo a los dos bandos. Se han salido de ese esquema de confrontación, y en vez de enrocarse en la defensa u oposición al régimen, se dedican a construir un mundo mejor, en su contexto, en el día a día. Son ecologistas que protestan contra las arraigadísimas peleas de gallos o por la tala indiscriminada de árboles, negras cubanas lesbianas, feministas marxistas que se indignan contra el Papa… Y mucho más.

Cuba pasa por un momento de cierta ebullición social, al calor de las tímidas reformas que ha iniciado Raúl Castro: trabajo por cuenta propia, inminentes mejoras en la conexión a internet, alegatos  (ya sea por convicción o forzado por las circunstancias) a favor de hacer autocrítica y favorecer el debate… La gente se atreve más a opinar de todo, monta pequeños negocios en una semana y frecuenta cibercafés clandestinos para enterarse de lo que pasa en el mundo (y en su propio país). Hay también mucha apatía, desánimo y cansancio ante el inmovilismo. Hay escepticismo ante unas reformas que llegan tarde y que no benefician a quienes lo están pasando peor.  Mucha gente alaba el 15-M, la Primavera Árabe o Occupy Wall Street, y lamenta que en Cuba la ciudadanía no se movilice. Pero lo cierto es que hay muchas personas trabajando con entrega y honestidad a favor de ese mundo mejor que hemos estado reclamando en las distintas movilizaciones. Me parece importante dar a conocer su trabajo.

Si os gusta este enfoque, queréis apoyar el proyecto y sentiros parte de él, podéis convertiros en minimecenas, a través de la campaña de financiación comunitaria (crowdfunding) que he iniciado para costear los gastos. Pincháis en este enlace, y en la columna de la derecha elegís la aportación que queréis hacer. El objetivo es garantizar que yo pueda contar estas historias sin depender de que los medios de comunicación generalistas las compren o no,  y sin arruinarme en el proceso de hacer periodismo por mi cuenta y riesgo. Me está pareciendo una vía muy ilusionante para el periodismo social autónomo.

Ya me han apoyado las suficientes personas como para alcanzar el mínimo que pedía, aunque os animo a seguir apoyando la campaña, porque contar con más presupuesto que el indispensable para pagar transporte y alojamiento me permitirá escribir todas estas historias con tiempo y mimo. A cambio, ofrezco recompensas que van desde leer mis crónicas y reportajes antes que nadie, recibir materiales de colectivos sociales cubanos, y regalos especiales en forma de libros y música. Si sois un grupo o colectivo y os apetece que a la vuelta os cuente mi experiencia a través de un coloquio o taller, algunas modalidades de mecenazgo incluyen esa opción. También podéis contactarme por email (june.fernandez1(a)gmail.com). La conexión a internet sigue siendo un asco (se supone que por fin hay fibra óptica desde Venezuela, pero no se ha democratizado), pero me conectaré cada semana para contaros cosas en este blog.

A través de la bloguera Negra Cubana voy a participar en un debate sobre la presión estética que sufrimos las mujeres a través de los medios de comunicación. Yo hablaré básicamente de lo que expongo en el artículo «Porque yo lo valgo». Pero participarán también Las Krudas, unas raperas cubanas antirracistas, feministas y lesbianistas, que se salen, y nunca mejor dicho, ya que uno de sus temas estrella es «La gorda». Que lo disfruten.

Imagen de previsualización de YouTube

 

Feminazis

23 Dic

Recapitulemos: hace unos días escribí el post Paranoicas para hablar de las pequeñas actitudes machistas a las que las mujeres nos encontramos expuestas a diario y que minan nuestra libertad y nuestra autoestima. Usé el concepto «micromachismo», acuñado por el psicólogo experto en masculinidades Luis Bonino.

La idea no era equiparar esos micromachismos a la violencia más extrema, sino explicar que esa violencia extrema (como los asesinatos de mujeres) es la punta de un iceberg que se conforma a partir de ese goteo permanente de pequeñas discriminaciones cotidianas. En ese mismo post matizaba que no era mi intención criminalizar a todos los hombres ni que se flagelasen, que sólo quería que se observasen y detectasen así conductas aparentemente inofensivas que pueden alimentar la desigualdad entre mujeres y hombres.

Citaba también la «actitud paranoica paradójica» de la que habla Miguel Lorente, para transmitir a los hombres que si ellos no están reproduciendo esos micromachismos que citaba no tienen por qué sentirse atacados. Los días siguientes, mantuvimos debates interesantes y cordiales entre los comentaristas habituales de este blog, incluidos quienes discrepaban conmigo.

Días después, el periodista Ander Izagirre siguió con el tema en su blog, a raíz de que recomendase mi post a una amiga y esta le respondiera con una escalofriante lista de los ataques contra su libertad sexual que ha sufrido. Ya sea porque Ander tenga más proyección pública, porque sea un hombre, porque contaba historias concretas que llegaban mucho o por el efecto Menéame, lo cierto es que su post Son unas histéricas tuvo un eco sin precedentes: alrededor de 30.000 visitas únicas en tres días, 3.450 personas lo han compartido por Facebook y Twitter, y el post lleva 210 comentarios.

Dado que él me citaba, resucitó mi post y ha consechado unas cifras no menos impresionantes (teniendo en cuenta que mis estadísticas suelen ser más discretas): 15.000 visitas únicas al post, alrededor de 2.300 personas lo han compartido en las redes sociales y la entrada ya lleva 298 comentarios (y esto no para). Tanto Ander como yo hemos recibido un montón de emails, tanto de chicas que nos contaban su experiencia y nos daban las gracias porque ahora se sienten menos solas, como de chicos que nos transmitían su compromiso hacia la igualdad y nos contaban las malas experiencias que han sufrido por hacer frente a las actitudes machistas de su entorno. Ah, y no sé Ander, pero yo en tres días tengo unas 200 amistades más en Facebook y calculo que otro tanto en Twitter (no recuerdo cuántos followers tenía el lunes), que además siguen manteniendo debates muy interesantes ligados al machismo. Una pasada, vaya.

Este tándem bloguero Paranoicas-Histéricas ha llegado a muchísimas mujeres y hombres que han celebrado que hayamos hablado de algo con lo que se han identificado; en algunos casos lo tenían claro, en otros casos han sido los posts los que les han ayudado a reinterpretar situaciones del pasado o a fijarse en aspectos que les habían pasado desapercibidos. Otra mucha gente nos ha transmitido que le hemos invitado a reflexionar sobre algo en lo que nunca había pensado, que esto del machismo de baja intensidad es nuevo para ellos y ellas, y que lo consideran muy interesante. Por último, están las personas que han expresado educadamente sus discrepancias con ambos posts, y que mantienen tesis como que los abusos que citamos no son tan graves como para poner el grito en el cielo, o que los hombres sufren niveles similares de violencia y que la única diferencia es la fuerza física, o que esto no es cuestión de género sino de educación y respeto. En fin, nosotros no podemos hacer más que explicar lo mejor posible aquello en lo que creemos.

Además de todas estas personas civilizadas, Ander y yo hemos tenido que soportar también un aluvión de posts ofensivos. Hemos decidido no censurar, porque creemos que esos comentarios son los que mejor ilustran aquello de lo que hablábamos. No deja de sorprenderme que en el mismo hilo de comentarios en el que mucha gente niega el machismo y quita hierro a las agresiones verbales de carácter sexista, a mí se me ha llamado feminazi, puta, zorra, fea, estrábica, lesbiana que sólo quiere follarse a ninfas y que la gente le chupe la entrepierna, e incluso me han dicho que si me tuvieran delante me escupirían. Es decir, en un post en el que yo analizaba el machismo sutil, la respuesta por parte de muchos hombres ha sido la agresión machista, y no precisamente sutil.

Además de los comentarios contra mí, se desfogan de lo lindo acusando a las mujeres de calientapollas, de hipócritas que nos abrimos de piernas si el hombre es guapo o tiene un cochazo, de vagas que nos olvidamos del feminismo cuando se trata de cargar palés, de que no tenemos corazón, que sólo nos interesa ir a la peluquería y a Zara, de manipuladoras que arruinamos la vida de los hombres para quedarnos con su dinero, y un largo etcétera. Todo bastante repetitivo y predecible, por otro lado, salvo algún comentario creativo como el que compara llevar escote con hacerse agujeros en el pantalón a la altura de los genitales y quejarse de que la gente le mira. A ese hombre me han entrado ganas de comprarle un libro de anatomía femenina, para empezar, y después preguntarle cómo es que los hombres no son piropeados de forma cotidiana aunque lleven camiseta de tirantes o enseñen los gayumbos.

No hay que darle demasiadas vueltas: me grabo a fuego el don’t feed the troll que me habéis recordado una y otra vez, y vaya, no es nuevo para mí que los posmachistas (por utilizar la terminología de Lorente, aunque son machistas de toda la vida con discurso perfeccionado) actúan de esta forma. Además, mi actividad en SOS Racismo también me ha curtido, porque, como ha demostrado uno de los comentarios que me atacaba por pertenecer a esa organización que, según él, ampara a inmigrantes delincuentes y violadores, esta gentuza es la misma que satura los foros digitales de mensajes xenófobos.

Estos comentarios ofensivos rebelan también dos cosas interesantes. La primera es que estos impresentables utilizan básicamente tres calificativos para insultarnos: puta, lesbiana y fea. Es curioso que consideren que nos hacen daño a quienes nos dedicamos a reclamar respeto para todas las mujeres, incluidas las putas, las lesbianas y las feas. Nos dedicamos precisamente a combatir el estigma «puta», a defender la libertad sexual y el lesbianismo como opción política, y a denunciar la presión estética que sufrimos las mujeres.

La segunda conclusión interesante es que, mientras que en mi blog han abundado los comentarios insultantes dirigidos a mí, a Ander como mucho le han llamado pagafantas y lametacones, y le han acusado de escribir estas cosas para ligar. Es curioso que no hayan recurrido a la homofobia con él. Imagino que sus mentes estrechas no pueden percibir como «maricón» a un periodista viajero que escribe entre otras cosas sobre deporte. En cambio, en su blog sí que se nos llamó putas tanto a las mujeres en general como a las que comentaban el post.

Este repaso pretende ser (aparte de un desahogo), un último intento de convencer a quienes siguen negando la dominación masculina, la violencia machista estructural y las pequeñas agresiones cotidianas que las mujeres sufrimos de forma más generalizada. Quien siga negándolo, que me explique esta asimetría en la que un hombre y una mujer hablan del mismo tema, y ella sufre niveles de insulto mucho mayores. Más aún, pese a que los machistas se empeñaban en tildarnos de feminazis, no hay ni un sólo comentario hembrista del tipo  «todos los hombres sois unos violadores, maltratadores y pedófilos de mierda».

Con todo esto confío en que más gente que la ya convencida comprenda que la igualdad nos beneficia a todas y todos, que ese es el objetivo del feminismo (parece mentira que haya que seguir explicando que no es lo mismo que machismo pero al revés, sino una doctrina liberadora tanto para mujeres como para hombres), y que les quede bien claro quienes son aquí las personas llenas de odio y supremacistas.

Varias cosas para terminar:

1- Así como dejo abiertos los comentarios del post Paranoicas por lo que os decía, porque los comentarios ofensivos son un buen termómetro de cómo andamos, estoy harta de tanta mierda en mi casa virtual y sobre todo apenada porque esos trolls hayan entorpecido el debate entre personas sensatas. Por tanto, en este post sí que eliminaré los comentarios ofensivos o cuya intención sea boicotear este espacio.

2- Curiosamente, el sábado pasado se celebró en Bilbao una manifestación contras las mil caras de la violencia machista. Mis amigas sufrieron un percance con un maromo en un bar de ambiente. Una de ellas, Itziar Abad, lo cuenta en Pikara. Si os han interesado Paranoicas e Histéricas, no os perdéis su artículo ni los comentarios.

3- Algunas mujeres (y algunos padres de chicas adolescentes) habéis preguntado o planteado qué hacer. Yo lo tengo claro: autodefensa feminista. Cada vez se organizan más talleres en distintos municipios. En los talleres lo de menos es aprender a defenderse físicamente de una agresión (que también). Se trabaja sobre todo la capacidad de detectar agresiones y riesgos, la seguridad en una misma, y diferentes estrategias para afrontar una agresión machista antes de que llegue a la confrontación física. Yo recomiendo a Maitena Monroy porque es la que conozco y me encanta, pero podéis acudir también a Bilgune Feminista.

4- El calificativo preferido de los llamados posmachistas es «feminazi». Sería gracioso si no fuera tan terrible. En todo caso, como conviene tomarse estos despropósitos con filosofía, les dedico el cartel (lo encontré en el blog La Mosca Cojonera) que dice así: «Feminazi: porque querer que a las de tu género se las traten como a seres humanos es igualito que invadir Polonia».

Paranoicas

16 Dic

Hoy he recibido un mensaje por Whatsapp de un número que no tenía fichado. Era un hombre que conozco muy poco, de haber coincidido varias veces cuando trabajaba en otro lugar; tan poco que me ha costado varios minutos ubicarle. Me empieza a hablar como si fuéramos viejos amigos, que a qué me dedico, qué es de mi vida… Y salpicando el diálogo de bromas varias. Finalmente, me dice que cuando quiera me invita a un café y hablamos más largo y tendido. «¿Pero por algo de trabajo?», le pregunto. Y me contesta algo así (no recuerdo la expresión exacta) como: «No te precipites, morena, ya se verá». No le he contestado.

Si esta persona lee esto, va sin acritud, es que es esto a lo que me dedico.

El tema es que me he sentido incómoda, y es algo recurrente que personas que apenas conozco se tomen estas confianzas conmigo. Más situaciones:

– Conocer en ambiente de poteo al conocido de un amigo, que me esté todo el rato haciendo bromas absurdas, buscando una reacción por mi parte en plan: «¿Y tú que piensas, morena?», y mosquearse porque yo sólo asiento educadamente. Este conocido de un amigo se despidió diciéndome: «Y tú tranquila, que eso de ser tan arisca se te pasará con los años». «No creas, va a más», le contesté.

– Últimamente me pasa menos, igual porque he lanzado alguna advertencia por aquí o porque tengo más restringidos los chats de las redes sociales en los que estoy, pero otra cosa que me molestaba es esto de recibir de vez en cuando un mensajito privado (especialmente después de hablar de sexo en el blog) de chicos que alababan lo bien que escribo, lo liberal que soy, y que me decían que les gustaría conocerme más. O los que, siendo completos desconocidos, utilizaban el chat para iniciar una conversación en plan «Hola, guapa. ¿Qué haces?».

Total, que tras el incidente del Whatsapp he ido corriendo al ordenador y he escrito en Facebook y Twitter: «Lección número 1 de tipos de micromachismo: tomarse demasiada confianza con las mujeres». Y he explicado algunos de estos ejemplos. Habéis respondido con un maravilloso bombardeo de mensajes. Reproduzco algunos de los micromachismos que habéis citado las mujeres:

1- Que me llamen «niña» o «nena» / Otra dice: «que me llamen princesa»

2- Aquellos se permiten aconsejarte sobre cualquier cosa, hasta de lo que eres experta

3-  La condescendencia en el ámbito profesional

4-  Que minimicen la importancia de la igualdad por “ser cosas de mujeres”

5-  Que el hecho de llevar falda (por la rodilla) se convierta en la comidilla de la empresa

6- El baboseo, en general

7- El acoso sexual verbal en la calle (los llamados piropos)

8- El paternalismo de los históricos de izquierdas

9- Que me digan que no parezco mujer al escribir

No, no son situaciones puntuales que les ha pasado a mujeres concretas. A mí, menos lo de que no parezco mujer al escribir, me ha ocurrido todo eso, y la mayor parte de los micromachismos citados los sufro sistemáticamente.

Entre los chicos que han hecho comentarios, sobresalen las siguientes actitudes:

– Amigos que hacen bromas del tipo: «¿Te molesta si pongo ‘me gusta’?» o «Muak, ¿puedo?». Vaya, no es algo a lo que dé especial importancia, pero me recuerda a una reflexión muy interesante de Miguel Lorente hablaba en Pikara de la “actitud paranoica paradójica” de los posmachistas: «Cuando se habla de maltratadores sienten que la referencia es común a cualquier hombre, pero cuando se habla de igualdad piensan que sólo se refiere a las mujeres». Sustituid «maltratadores» por «machistas», y es lo que ha ocurrido aquí: que hombres cuya conducta no se corresponde con la que estoy describiendo, se dan por aludidos. Si sois mis amigos (y yo estoy hablando de desconocidos) y en nuestra amistad no hay baboseo, ¿por qué os sentís interpelados?

– Un amigo ha hablado también de cómo los hombres sufren el micromachismo. Recriminó a unos currelas por decir burradas a una chica por la calle, y ellos le respondieron con un insulto homófobo.

– Y ahora viene el comentario que me ha llevado a escribir este post: dice que «hilar tan fino nos va a acabar poniendo paranoicos».  Quiero pensar que no se ha leído todos los comentarios que han dejado mis amigas feisbukeras, porque vaya, ¿le parece hilar fino que contemos situaciones sexistas que vivimos sistemáticamente en la calle, en el trabajo y entre las amistades? ¿Eso es hilar fino, en una sociedad en la que las mujeres sufrimos todavía unos índices de violencia altísimos (no sólo física y no sólo en la pareja) por el hecho de ser mujeres?

Hablar de paranoia me parece muy pero que muy peligroso. Es algo que se viene utilizando con mucho éxito para que las mujeres dudemos de nosotras mismas.  Y eso es lo que nos hace no enfrentar agresiones, negarlas incluso. Cuando un tío restriega su polla contra nuestro culo en el metro, decimos: «Ay, igual es que el vagón está lleno, no me voy a poner paranoica». O cuando el jefe nos mira el escote fijamente. La formadora en autodefensa Maitena Monroy siempre dice que cuando tenemos sospechas de que nos están intentando robar la cartera, reaccionamos, sin miedo a estar siendo paranoicas.

Pero, afortunadamente, justo después he recibido otro comentario que me da ganas de enmarcar. Es de un Jose que creo que no conozco en persona, y dice así: «Los tíos nos sentimos con la suficiencia para dirigirnos a mujeres en el tono que nos apetezca, algunos lo hacemos y otros no, pero está ahí. No creo que haya que justificarlo de ninguna manera, es así, no es para crucificarnos, pero es para reflexionar. Esperemos que con el tiempo vayamos observándolo y poco a poco vaya desapareciendo, pero está muy dentro osea que paciencia que esto va para largo».

Qué alegría me ha dado. Es que esa es la cuestión: que los hombres se sienten de serie con mayor confianza, autoridad, suficiencia, que las mujeres. ¿Por qué? Por algo que Pierre Bordieu explica en ‘La dominación masculina’: «Al confinar a las mujeres al estatus de objetos simbólicos que siempre serán mirados y percibidos por el otro, la dominación masculina las coloca en un estado de inseguridad constante. Tienen que luchar sin cesar por resultar atractivas, bellas y siempre disponibles». ¿Es también Bordieu un paranoico que hila demasiado fino?

A las mujeres nos toca hacernos caso, fiarnos de nuestro instinto, saber que cuando nos parece que igual nos están agrediendo, discriminando o ofendiendo, no es paranoia. Aprender a ser asertivas, a no dejarnos condicionar por el miedo a que nos etiqueten de bordes, a exigir que nos traten con respeto. A los hombres, como bien dice el compañero Jose, sólo les pido que se observen un poco en esas actitudes. Que apliquen la regla de la inversión y se pregunten si me hablarían en ese tono y me percibirían de la misma manera si yo fuera un periodista varón. No os pido que os flageléis, sólo que escuchéis lo que las mujeres estamos expresando, lo aceptéis y tratéis de entenderlo, y después lo tengáis en cuenta en el día a día. Y no os pido nada que yo no me aplique. También las mujeres incurrimos constantemente en micromachismos. Y también conviene que desterremos las actitudes que nos incomodan en otros. Como a mí me molesta que un tío que no conozco ponga «Qué guapa» en una foto mía, me grabo a fuego evitar alusiones sobre el físico de hombres que no son mis amigos. Claro, hilar fino, ver agresiones donde no hay puñetazos o insultos, cuestionar nuestras propias actitudes a diario, es cansado. Conviene quitar hierro a todo esto y llamarnos exageradas. Allá cada cuál.

Sola (3. parte)

7 Dic

Hoy es mi cumpleaños, y por primera vez en mi vida adulta, lo paso sin pareja. Me voy a la cama sola, y cuando mañana me despierten (espero) las primeras llamadas de seres queridos, no habrá nadie abrazado a mí con quien comentar la ilusión que me ha hecho esa llamada. No hay cena romántica, ni la curiosidad por saber con qué regalo me sorprenderá mi pareja.

Hoy (bueno, ayer) tenía como una cierta sensación de extrañeza, como que hay algo diferente este año. Y me he dado cuenta de que es eso, que estoy sola. Y no me he puesto triste ni nada. Me apetece empezar este cumpleaños sola, celebrándolo en silencio, tal vez con una copa de vino ahora, con un desayuno rico por la mañana, mientras escucho el recopilatorio de Pink Martini que me he autoregalado.

Estar soltera por primera vez en nueve años está siendo muy satisfactorio. El modelo de amor romántico (que ha regido mis relaciones casi todo el rato) absorbe mucho tiempo y energía, y en mi caso el drama ha estado más presente de lo debido. Me encanta sentirme el centro de mi vida, hacer tantos planes con mis amigas y amigos, disfrutar de la soledad, ligar sin sentimiento de culpa, sentirme libre para hacer viajes largos… Y sobre todo, la paz que da vivir libre de escenitas de celos, de esperar ansiosa una llamada de teléfono, libre de lloreras… Sinceramente, creo que no podría estar trabajando tanto y gestando tantos nuevos proyectos si siguiera en una de esas relaciones tormentosas.

En este proceso, hemos publicado en Pikara Magazine un artículo de mi querida Itziar Ziga que me ha inspirado y reafirmado mucho. Dice así:  «Si las mujeres pudieran contemplar con mayor serenidad la posibilidad de una vida sin pareja, sin sentirse por ello solas o fracasadas, o con una pareja mujer, sin sentirse por ello abyectas y rechazadas, no aguantarían tanto la violencia de los machos». Habla del amor como «ese maldito pegamento mágico»: «En una sociedad que nos programa a mujeres y a hombres para no entendernos a la vez que nos obliga a emparejarnos, algo místico tenía que inventarse para que sigamos perseverando en esta fórmula absurda que tanto nos vulnerabiliza».

Ziga critica que se nos venda el amor romántico como única forma de intensidad genuina. Anima también a combatir el estigma «puta», que no afecta sólo a las trabajadoras del sexo sino a todas las mujeres, «porque mientras sigamos reproduciendo esa división social entre chicas buenas y malas, todas estaremos en peligro». Es algo que siempre he tenido muy claro. Yo he vivido siempre esa tensión entre sentirme más chica mala que buena, pero a la vez preocuparme demasiado por ser juzgada por ello. Este año de soltería también estoy en proceso de superar ese miedo al juicio social. Qué tres grandes claves: vivir con serenidad el estar sola, salirnos de la heteronorma, y ser (si se me permite una expresión que me encanta) más putas que las gallinas, sin complejos, centradas en nuestros deseos. Y en esas andamos.

Claro que yo que he sido tan parejista, no puedo evitar seguir con un runrún de fondo, añorando de vez en cuando ese sentirse enamorada, esa complicidad que hay en la pareja. A ratos intento quitarme esa idea de la cabeza, pero en Pikara Magazine publicamos también otro artículo sobre el amor no menos interesante que el de Ziga: «Zer ez dugun nahi maitasunaz», de Kattalin Miner. Miner dice que las feministas no tenemos que renunciar al amor, y se declara locamente enamorada de una mujer. Dice verdades (políticamente incorrectas en ciertos ambientes alternativos) como que no es lo mismo follar con alguien a quien amas que con cualquier otra persona.

La cuestión, por tanto, no sería dejar de amar, sino pensar cómo queremos amar, aprender o inventar formas más sanas y libres de amar, pero siendo honestas con nosotras mismas (Miner cita que hemos probado fórmulas que no nos han funcionado, como la del poliamor; creo que intentar ser más progres que nadie obviando cómo nos sentimos no es buena idea).

El otro día hablaba de esto con mi padre (sí, tengo la suerte de tener un padre con el que puedo debatir sobre estas cosas) y me dijo que él cree que es bueno tener parejas (no necesariamente una para toda la vida) porque son un espacio fundamental de crecimiento personal (corriente que para mi padre representa lo que para mí el feminismo). Estoy muy de acuerdo y me pareció una reflexión muy interesante. Creo que quienes apuestan por no tener pareja como forma de insumisión al amor romántico, se pierden muchas oportunidades para crecer y aprender. (Hay que decir que encuentran otras, como construir otro tipo de relaciones interesantes, vivir otras formas de intensidad).

Antes he hablado de lo malo de mis dos primeras relaciones de pareja (la tercera y última ha sido otro mundo). Podría hablar de lo bueno. Pero sobre todo (más allá de buenos o malos recuerdos) me quedo con eso, con todo lo que he aprendido. Con ver la evolución de unas parejas a otras, de lo que me ha aportado de cada una, y sentirme hoy más preparada para embarcarme eventualmente en una relación sin perder el norte, manteniendo el centro en mí.

Miner da por su parte otras dos claves que me grabo a fuego: a la hora de amar, el cuidado es fundamental (buscar relaciones en las que nos cuiden y cuidemos, relaciones de calidad), y que mientras vamos aprendiendo a construir un modelo diferente, al menos se trata de saber lo que no queremos. Saber decir no, esto no es para mí, no aguantar. Y esto enlaza mucho con lo que decía Ziga: cuando contemplamos con serenidad la idea de no tener pareja, cuando vemos más opciones que buscar hombres con los que emparejarnos, cuando no somos víctimas de ese mito de la media naranja que nos hace preguntarnos «¿Y si le dejo y resulta que era el amor de mi vida?», es más fácil romper con una relación cuando nos está haciendo daño.

Así que cumplo 27 añitos contenta por haberme pasado 9 aprendiendo con mis parejas, y más contenta aún por seguir en esta etapa de soledad elegida, amando a mi gente, viviendo con intensidad, diversificando fuentes de afecto, disfrutando, creciendo, y sabiendo que, si vuelvo a enamorarme, tendré más recursos para no traicionarme a mí misma y seguir siendo la naranja entera que soy ahora.

Y dicho esto, hala, me voy a comer un trozo de tarta, a vuestra salud.