Splendor in the grass
25 Mar
Esta semana quería haber escrito sobre el Síndrome de Alienación Parental o sobre otro de estos temas que se escriben con el ceño fruncido (no recuerdo cuál, tal vez era para anunciar el manifiesto contra el populismo xenófobo en los discursos políticos, que os pido que firméis aquí). Pero ¡es primavera! Me sumo, como Eider Elizegi, a celebrar ¡¡¡el fiestón!!!
El lunes 21, Día Internacional contra el Racismo y la Xenofobia y, sobre todo, inicio de la primavera, dejé de ser liberada de SOS Racismo. Un año y nueve meses muy chulos, en los que he aprendido de todo (desde justificar proyectos a arrancar generadores y sobrevivir a hosteleros rabiosos), pero ya tocaba centrarme en lo que me gusta hacer. Y el cielo está despejado (o al menos así se siente). Hoy hacía un viento sur agradablemente inquietante, viento que anuncia cambio. Y Bilbao estaba en estado de ebullición. Jueves noche, típico poteo en el Casco Viejo, todo el mundo en la calle. Nada nuevo. Pero hoy se sentía especialmente alegre.
Pues eso, que me encanta la primavera, y más cuando coincide con ese estado vital de salir del letargo (o de la comodidad sin emoción) y reinventarse. Ayer mandé a mis compis de militancia un e-mail de falsa despedida (porque voy a seguir dando mucha guerra, pero sin sueldo ni horario) en el que les dedicaba una canción que me encanta por muchos motivos. Es de Pink Martini, un grupo que siempre suena a primavera. Y la canción pertenece al disco ‘Splendor in the grass’. Un título perfecto para hoy. Y todo esto me ha recordado al título de otro disco, de Neil Young en este caso, que un buen amigo cita siempre: «Rust never sleeps» (el óxido nunca duerme). Pink Martini versionando a la gran Raffaella Carrá equivale a un litro de lubricante (es que he buscado en Google qué se usa contra el óxido y dicen que lo mejor es la vaselina).
Mi piace, ah-ah. Mi piacee. Ah-ah-ah….
PD: Por consejo de Magapola, me he desprendido casi del todo del miedo a ser cursi. ¡Muchas flores!
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