¡Cuidado, que te van a robar!
5 Abr
En el bar en el que desayunaba cuando trabajaba en SOS Racismo era recurrente que alguna señora mayor me abroncase por colgar el bolso en la silla. «¡Ten cuidado, que te van a robar!», me decían malhumoradas, reprendiéndome por mi inconsciencia. Yo les contestaba: «Prefiero correr el riesgo y vivir feliz». Me lanzaban una mirada censora, pero me dejaban en paz. Es un barrio en el que ha crecido la alarma social ante los robos. Y digo alarma, porque la policía municipal descarta un aumento real en la zona. Lo cual contrasta, por cierto, con la «guerra al navajero» que declara nuestro señor alcalde cada dos por tres ante las cámaras. Hay robos, claro, y las ancianas son probablemente las que más los sufren. La cuestión es que esa percepción exagerada de inseguridad tiene que ver con que se ha puesto el foco en que algunos de los delincuentes son de cierta nacionalidad.Ya sabéis, esos que vienen a quitarnos el trabajo, a robar y a violar a nuestras mujeres.
Podríamos seguir hablando de racismo. Habréis visto la cobertura lamentable que está dando el periódico más leído de Bizkaia a la reacción vecinal ante la construcción de una mezquita, vaticinando de entrada que habrá conflictos, y estableciendo un vínculo entre presencia de inmigrantes y conflictividad social. No me apetece enlazarlo, pero es bien fácil encontrarlo. La cuestión es que parte de las y los vecinos creen que si la comunidad musulmana empieza a frecuentar el barrio, será el inicio de la decadencia, la marginación y la inseguridad. Se han concentrado bajo el lema «¡Que nadie nos cambie!». Sin comentarios.
Una amiga me contaba hace unos días que le ha tocado un piso de protección oficial en un barrio con una importante presencia de personas gitanas. Lo ha aceptado y está contenta, pero sus amistades no le están dejando disfrutar del traslado: están venga a advertirle de que no confíe en los gitanos, que son peligrosos, que ni se le ocurra darles información sobre su vida. Nunca me cansaré de recomendar el brillante post de Escéptico, en el que habla de la percepción selectiva: si nuestros vecinos gitanos son ejemplares, no nos llevara a cambiar nuestros prejuicios hacia el pueblo gitano (dudaremos de que sean realmente gitanos); si son marginales, sucios y hacen ruido, los reafirmarán.
Me he centrado mucho en la cuestión del racismo y la xenofobia, pero he empezado a escribir este post motivada por algo mucho más trivial. Ayer estaba esperando en un paso de peatones a que el semáforo se pusiera en verde cuando un chico me propuso participar en una sesión formativa de peluquería. Me ofreció pagarme 80 euros por dejarme cortar el pelo delante de unas cuantas peluqueras. Decía que no habían encontrado modelos dispuestas a cortarse la melena. De todas formas, me urgía pasar por la peluquería así que, pese a que la propuesta se me hacía rara, no dudé. Él se extrañó de lo fácil que fue convencerme. Alguna persona me ha dicho que seguro que hay truco. Por ejemplo, que luego me hagan pagar por las fotos que me hagan.
Hoy ha sido la sesión: la peluquera, que ha resultado ser muy prestigiosa y creativa, me ha cortado el pelo (antes me lo han teñido) ante la atenta mirada de 12 alumnas, que no perdían detalle de los pasos que iba dando. Me ha dejado muy bien. En la peluquería, me hubiera gastado más de 60 euros por algo así. Y además me han pagado lo acordado, sin problemas. No me han intentado vender nada, y me lo he pasado muy bien jugando a ser modelo por un día: «posa para las cámaras, date la vuelta, desfila hasta el final, déjame tocarte el pelo…» Así que estoy contenta con mi carácter confiado.
También hay gente que se extraña de que viva tranquila y contenta en un barrio considerado conflictivo. (Sorpresa, queridos racistas bilbaínos: no vivo en el Campo Volantín ni en Neguri, no, sino en San Francisco). Y que diga que no cuando alguien me ofrece acompañarme a casa porque ¿cómo voy a ir sola de noche? A veces paso miedo, claro. No más del que pasaba en otros barrios con mejor fama en los que he vivido. Nos han metido el terror sexual hasta la médula. Pero me niego a dejarme llevar por él. Tengo derecho a ir sola a mi casa a la hora que me parezca.
En definitiva, algunos me consideran una inconsciente por estas cosas. Yo creo que vivo tranquila, feliz, y que no sufro más robos, agresiones o estafas que la gente que vive obsesionada con esto de la inseguridad ciudadana. Confiar, estar abierta a conocer a gente que te cambie, a coleccionar experiencias, enfrentarse a los miedos en vez de recrearse en ellos, son actitudes que a mí me sientan bien. Y que hoy me han reportado un bonito y lucrativo corte de pelo.
Excelente terapia leerte asi como de costumbre. muxuuuu
Qué raro que no haya comentarios.
En primer lugar, las protestas contra mezquitas no son nuevas y se basan en los mismos prejuicios. También en Gasteiz paso en Adurtza y luego en Errota (mi barrio de toda la vida hasta hace un año) Vivir con el discurso de que esos pakinstaniés que vienen son terroristas, ladrones y además van a meter ruido en una mezquita con megáfonos(literal)puede dar risa pero vende en cierta gente, joven y falsa, o mayor y temerosa por los medios, y veletas del «algo de razón tendrán».
O se corta de raiz desprestigiando a quienes lideran con discursos incoherentes y cara a cara, o se debe trabajar sin prensa, uno a uno y poco a poco, para hacer barrio como siempre. Basándonos en la confianza y en la gente de siempre, que conoce quien ha venido y que es uno/a más, a veces con más problemas y con ganas de saludar, ser saludado e integrado o integrada.
Eso no esta discutido con dos temas que tocas, el urbanismo y la inseguridad para las mujeres, y la sensación personal de inseguridad.
Sobre esto último, varía en el momento, lo publicitado (como novedoso) y esa conciencia real o irreal de lo que nos afecta y puede pasar. Es fácil recordar los robos a la vecina, a la de puerta con puerta y a la de dos manzanas que conoce una conocida. Especialmente en estos barrios con historia, con conciencia de barrio y con sentido de pertenencia y muchas relaciones entre su vecindario.
Si vives el riesgo no eres feliz, pero tampoco inconsciente si no lo quieres ver. Otra cuestión es que no haya tanto riesgo y que el miedo no deba podernos, sino ser conscientes, dominarlo y saber cuanto riesgo hay en Buenos Aires, Madrid o el barrio de San Francisco.
El otro tema, para mí, es apasionante pero poco analizado en la práctica. El urbanismo se realiza sin pensar en las personas sino en los edificios y los coches. Y especialmente se observan formas de diseño urbanístico inseguras para las mujeres, o mejor dicho, que pueden dar lugar a condiciones facilitadoras para el riesgo a una agresión, y en todo caso, a una sensación de soledad, aislamiento y riesgo potencial.
Los nuevos barrios se construyen así y luego se admite ese déficit. Las medidas son complejas.
En los barrios céntricos, viejos y consolidados, la inseguridad viene de la percepción hacia esa ocupación de los otros, especialmente si además de ocupar casas ocupan el espacio público, la calle y la plaza. Eso que dejamos nosotros para meternos entre cuatro paredes, es recuperado con alegría y vida y nos da sensación de perder seguridad y espacio vital.
Con el tiempo, pueden surgir conflictos en el cambio y también en las formas de entender muchas cosas, pero también pueden mostrar a esos jovenes y mayores otras culturas, otras personas que con esfuerzo viven y construyen barrio. Es un reto, si se sabe uno/a relacionar y juntar lo viejo y la experiencia del barrio (vecindario y comercio tradicional ) con esa alegría e ilusión renovada por formar parte y ser acogido sin problemas.
Dicen que los barrios viejos estan muertos, pero con este conflicto, con estos temas y con nueva gente, tienen más vida que nunca y nos obligan a dar la vuelta a la tortilla, construir y marginar a los racistas de discurso fácil. La inseguridad y la gente sencilla deben apoyarnos en un barrio con los vecinos que hay con ganas de colaborar.
Me parece bonita esa idea de que los conflictos son una oportunidad para construir barrio entre todas las personas y conciliar lo bueno de los viejos y nuevos tiempos. Inshallah
Ke grande eres June,muy grande,eres una crack y escribes genial,me encanta,por cierto te keda genial el corte de pelo ese,te admiro por tu facilidad al contar las cosas,a mi SanFran me encanta,uno de los barrios ke he descubierto,ke para mi es fantastico,sera porke me gusta la multiculturalidad,cuidate mucho,musus
Querido fan, soy consciente de que publicar un post tan jodidamente narcisista después de haber escrito otro arremetiendo contra los blogueros ególatras me hace merecedora de tu comentario. Doy por hecho que va de eso el comentario. Si la admiración va en serio, míratelo.
Saray, mila esker hitz polit horiengatik eta inspirazioagatik.
Jabokatu, es demasiado tarde para contestarte a un comentario con tanta miga. Lo haré mañana. Gabon!
Aupa Mari:
Te lo digo en serio eh?es de verdad,me gusta mucho como escribes las cosas,se nota ke sabes de estas cosas de inmigracion,en serio,a mi es un tema ke me preocupa,asi ke………gracias por responder,pero en serio,sigue asi,=)
y escribe mas cosas,=P
Me sumo a los aplausos por el post y agrego un comentario mínimo, seguramente intrascendente: supongo que estás consciente de que, al menos en lo referente a seguridad, tu discurso es válido solo en ciudades europeas, donde nimiedades (si la vara de medir es lo que ocurre en otras latitudes) siguen vendiéndose como profundos conflictos sociales, y pequeños hurtos y asaltos se venden como intolerables problemas delincuenciales. Celebro que pasees por San Francisco cuando y como quieras, pero esa «valentía» sería imprudencia en el barrio Candelaria de San Salvador. El discursito ese de la percepción me late que solo aplica para sociedades primermundistas.
Un abrazo de un gasteiztarra que reside desde hace una década en Centroamérica.
Completamente de acuerdo, Roberto. Esa es la cuestión: los datos no indican un incremento de la delincuencia, y nos dicen cosas como que, pese a tener un índice bajo de delincuencia, España es uno de los países europeos con mayor población reclusa. El discurso de la inseguridad es muy populista y efectivo porque conecta con emociones primarias, como el miedo. Una población asustada es más maleable, porque nos venderán una solución falsa como meter más policía, y la gente se quedará encantada.
No considero «valentía» andar por Sanfran; lo considero normalizar situaciones, tratarlo como un barrio más porque la inseguridad en él es una percepción falsa. Efectivamente, no es así en otros países. Imagino que la situación en El Salvador es muy bestia. Yo estuve en otro barrio de La Candelaria, en Bogotá, y por la noche también se ponía fea la cosa. Aunque me temo que en esos países los dirigentes políticos también prefieren usar el discurso de la inseguridad para ganar votos (militarizando todo en plan Uribe) que impulsar cambios estructurales necesarios. Se me ocurre, vaya, pero tal vez sea generalizar.
Estoy de acuerdo en muchas de las cosas que comentas pero en otras no puedo estar más en contra. Creo que es muy positivo ser confiado y optimista, e intentar hacer una interpretación positiva de lo que nos sucede superando nuestros miedos. Pero el miedo, por mucho que nos disguste, por muy mala prensa que tenga, es una emoción muy útil que nos ayuda a evitar situaciones peligrosas o difíciles. Lo que quiero decir es que el miedo no siempre es la emoción a combatir, no siempre limita sin aportar nada, y es mucho más útil de lo que podemos imaginar. ¿Cuándo hay que escuchar al miedo y cuándo hay que combatirlo? Esa es otra cuestión. A mí concretamente me llama la atención lo que comentas acerca de dejarte acompañar a casa. Yo siempre me he dejado acompañar cuando volvía de madrugada y no vivo en un barrio peligroso. Y aunque me gustaría tener derecho a volver a casa sola como dices, mientras dicho derecho se hace efectivo, no seré yo la que vaya en contra de mi miedo y de mi sentido de la prudencia.
Todo esto me ha sugerido una entrada. Gracias por el estímulo 😉
Pepita Grilla, no digo que haya que renunciar al miedo, pero ante el sentimiento de miedo se puede recurrir a diferentes estrategias. La de que me acompañen a casa, no me convence (aunque a menudo me dejo, claro) porque el día que nadie me pueda acompañar, lo pasaré peor. Yo hice un pequeño curso de autodefensa feminista y me vino super bien. Me siento mucho más preparada que antes para afrontar posibles problemas.
¡Gracias a ti!
Mari Kazetari, ¿este es el curso que hiciste? http://cort.as/0jL2
Supongo que, a riesgo de desdecirme un poco, estoy de acuerdo con lo que planteas. A mí también me vendría muy bien hacer algún cursillo de ese estilo…