Historico | 28 abril, 2011

Sacrílegas

28 Abr

He de confesar algo: no me gustó que unas manifestantes feministas irrumpieran en la capilla de la Universidad Complutense y que algunas lo hicieran en tetas. Es por ello que no difundí demasiado las convocatorias de protesta contra sus detenciones. Por supuesto que me parecieron injustas, pero no me sentía en sintonía con la acción en sí. Es lo que hay. Soy una blanda.

Mejor dicho, soy muy arbitraria en estos asuntos de la fe y la libertad de expresión porque, por ejemplo, me encantó leer en Pornoterrorismo la acción que hicieron en el Vaticano, de soltar en plena misa una grabadora en la que habían grabado escandalosos orgasmos. Y me lo paso pipa cantando en las manifestaciones cosas como «Vamos a quemar la conferencia episcopal por machista y patriarcal» (ponedle la música de «Oh when the saints go marching in») y coreando burradas del tipo «Os han engañado; la virgen ha follado». Pero, por algún motivo, en el caso de la capilla de Somosaguas me pudo la idea de que faltar al respeto a la gente creyente que estaba en ese momento en la misa (en caso de que hubiera alguien) no es la manera adecuada de protestar contra una institución, como es la Iglesia Católica, que por supuesto que  merece todas las protestas del mundo.

Sin embargo, he cambiado de idea. Me preocupa que hasta yo, agnóstica y feminista, me andé con tanto cuidado de ofender a la comunidad católica. ¿Acaso no ofenden ciertos católicos cuando tratan a las mujeres que abortan como asesinas o a las personas homosexuales (y, por extensión, a quienes deseamos o amamos a personas de nuestro sexo habitualmente o en algún momento de nuestras vidas) como enfermas y depravadas? ¿Acaso se les detiene por ello?

No mucho después de las detenciones de Somosaguas, me entero de que el sindicato ultraderechista Manos Limpias ha denunciado al colectivo feminista guipuzcoano Plazandreok por usar carteles y lemas como el que ilustra este post. La denuncia es de traca: dicen que Plazandreok es un lobby feminista (ya nos gustaría ser un «lobby») que «coquetea» con la izquierda abertzale. Y el pasado jueves se prohibió finalmente la procesión atea. Con todo ello, me he replanteado seriamente mis remilgos hacia los sacrilegios.

Como bien dice Enrique Meneses en su blog, nos encontramos ante un desequilibrio claro: «Se ha supuesto que los católicos se pueden abalanzar contra los ateos pero que la gente de izquierdas nunca atacaría una manifestación dirigida por Rouco Varela con los miembros de la ultra-derecha y sus amigos del PP, Federico Trillo y Jaime Mayor Oreja». Para Arcadi Espada (no puedo con él, pero esta vez no puedo dejar de reconocer su acertado post), la decisión de prohibir la marcha «vuelve a probar el estatus de privilegio que las ideas religiosas tienen en la sociedad española». Copio un párrafo entero:

La prohibición de Madrid se fundamenta en un peligroso supuesto: que la procesión atea no es disenso sino ofensa. Como las ideas no pueden ofenderse unas a otras, ha de concluirse que la religión, para los que han prohibido el acto, es algo más que una idea. Exactamente, una forma de orden público, cuya alteración resultaría perseguible de (santo) oficio. Algo que resulta intolerable. Si la religión quiere ocupar, como tantas veces reclama, un lugar en el espacio público y quiere defender allí sus ideas debe hacerlo en pie de igualdad. Cuando una idea cualquiera, sean Dios, la Patria, el Partido o el Equipo, no se limita a exhibirse en el espacio de discusión pública, sino que pretende diseñar sus límites, a la sociedad democrática no le queda otro remedio que exigir su expulsión de ese espacio. La democracia puede acoger a los que quieren destruirla; pero naturalmente debe asegurarse de que no puedan cumplir sus propósitos.

Amén.

En fin, me parece una obviedad recordad que aquí a nadie (o a poca gente) le da por dedicarse a ofender a quienes profesan el cristianismo o alguna otra religión que promueve el heterosexismo. Se trata de criticar a una institución que sigue haciendo mucho daño, que sigue teniendo una influencia inadmisible en nuestra sociedad, que obstaculiza sistemáticamente la consecución de derechos fundamentales como los sexuales y reproductivos. La expresión de nuestras ideas resultará ofensiva para algunas personas. Pero las ideas que promueve la Iglesia Católica no sólo pueden ofendernos a quienes no comulgamos con ellas, sino que promueven la conculcación de derechos. Por no hablar de la impunidad con la que los mismos medios que apoyan a la Iglesia Católica dan voz a gente como Sostres (y no es el único, ni mucho menos) que hacen apología de la violencia machista.

Por cierto, en Pikara Magazine hemos colgado un vídeo realizado por el Centro de Medios, en el que varias activistas explican la acción de Somosaguas.

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Aprovecho para contar que voy a apoyar a Plazandreok con la comunicación durante la campaña electoral. Las podéis seguir en Facebook y Twitter. El blog lo pondremos en marcha en seguida. Podeis leer aquí la revista sobre laicismo que tanto ofendió a Manos Limpias.