Historico por Tag: otros mundos

Los indignados y el Barça

5 Jun

Un bicitaxi porta una ikurriña. Foto de Beatriz Uriarte Alonso

 

«¡España!¡España!» Así, a gritos y con alegría, se referían los cubanos (sí, en masculino; las mujeres no nos hablaban por la calle) a nosotras, cuando no nos tomaban por alemanas, francesas o rusas. Ser española (es lo que yo era en La Habana; la identidad se construye en colectivo) tiene muchas ventajas a la hora de romper el hielo: hablamos el mismo idioma, casi todo el mundo tiene algún pariente aquí, la gente joven está enganchada a El Barco y Física o Química (nos preguntaban si los institutos son así) y la gente más mayor a La reina del Sur. Tenemos un montón de referentes culturales en común.

Pero, sobre todo, el tema es que buena parte de la gente con la que nos cruzábamos lo quería saber TODO sobre España porque quieren venirse. Para algunos es una fantasía; para otros un proyecto a corto plazo. Nos preguntaban cuánto vale el alquiler, cuánto la ropa, si se pagan muchos impuestos, en qué situación viven las personas inmigrantes, si vemos oportunidades para vivir de la música, si es mejor ir a Madrid o a las islas… (más…)

Cuba

4 Jun

La chavalería juega en una calle de Trinidad. Foto de Beatriz Uriarte Alonso

 

Ya he vuelto. La prueba de que el viaje a Cuba ha sido un éxito es lo abrumada que estoy ahora. Después de dos semanas de desconexión total (a excepción de dos llamadas de teléfono cortísimas y un cuarto de hora en internet poco fructífero), consumiendo lo mínimo, sin el bombardeo de la publicidad, yendo en coches que no pasan de 80 km/h, paseando, charlando, bailando, todo con mucha calma… Pues eso, que después de esas dos semanas, soy más consciente que nunca de la sobrestimulación a la que estamos expuestas en nuestra sociedad. Ya sé que en dos días estaré otra vez enganchada a Twitter y Facebook, a las prisas, al móvil, al pluriempleo y demás, pero por ahora me da mucha pereza y hasta algo de ansiedad. Vuelvo decrecentista.

El viaje ha sido una delicia. Ya dije que iba a disfrutar, no a hacer de periodista, antropóloga o analista política. Hemos callejeado mucho por La Habana, hemos disfrutado del Malecón, hemos ido a playas paradisíacas y a piscinas naturales, también hemos andado 12 kilómetros (que para mí es algo inédito) entre las montañas de Viñales, hemos bailado salsa en Trinidad… Eso era con lo que ya contaba. Con lo que no contaba era con poder meternos tanto en la vida de las cubanas y los cubanos. Dos semanas no dan para nada. Hemos ido con humildad, a escuchar mucho y juzgar poco. Yo no pretendía ni mucho menos entender sus esquemas, su forma de vida, su organización social… Sí que pretendía intuirlos, observar, salirme un poco de la vida de turista y poder asomarme a la Cuba real. Creo que puedo decir que nos hemos sumergido en esa vida real cubana todo lo que unas turistas pueden sumergirse en quince días. (más…)

París underground

31 Oct

El título de esta entrada no puede ser más literal. Ayer, en mi primera noche en París, acabé yendo a una fiesta bajo tierra, nada más y nada menos que en las famosas catacumbas; de origen romano, convertidas en cementerio común y utilizadas por la resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial. Si quería conocer otro París, lejos de la Torre Eiffel, objetivo más que cumplido. 

Llego al hostal y conozco a mis compis de cuarto: estudiantes de Erasmus trajeándose para ir a una fiesta chic. Por si me uno a su plan, me pongo un vestido corto mono y me maquillo. Finalmente, un trabajador del hostal me cuenta que están organizando una fiesta en las catacumbas, y me decanto por su propuesta. Su única advertencia es que no lleve tacones, porque el acceso «es complicado». El acceso resulta ser una alcantarilla, en la acera junto a una parada de metro.

Nos vamos metiendo dentro de uno en uno y tenemos que bajar seis tramos de escaleras de barras de metal. No sé si las visualizáis: no hablo de peldaños, sino de las instaladas en la pared que se usan para descender a las minas, como éstas. Manos y pies resbalan por la humedad. Por supuesto que no hay luz, y la linterna que lleva uno de los organizadores se apaga inoportúnamente cuando estás en medio de la pared. Que pasé miedo es decir poco. Cuando hemos bajado todo lo que hay que bajar, toca ir recorriendo unos túneles laberínticos (o sea, las catacumbas); uno de ellos está inundado, por lo que hay que ir avanzando con las piernas muy abiertas, pisando ambos rodapiés de las paredes.

Después de cerca de media hora de recorrido, llegamos a la sala que han habilitado con focos, graffitis, una mesa de disc jockey, una pantalla en la que proyectan vídeos extraños y decoración de Halloween. Todo eso lo han ido bajando con cuerdas los días anteriores. Mucha gente,de lo más variopinta. Un calor infernal. No hay música porque se ha ido la luz (han pinchado la electricidad de algún lado). La gente se ha traido bebidas. Yo no. No bebería alcohol ni loca sabiendo que luego tengo que subir por esas escaleras, pero necesito agua. Vuelve la luz y empezamos a bailar con ganas a ritmo de hip-hop, pero nos falta oxígeno. Literalmente: no puedo encenderme un cigarro porque el mechero no responde por la falta de oxígeno. Total, no creo que aguantásemos ni media hora antes de decidir salir de ahí cuanto antes. Ese «cuanto antes» fue, claro está, otra media hora de angustiante travesía indianajonsiana. Espero que entendáis que no me pusiera a sacar fotos.

Qué duda cabe de que fue un flipe. La fiesta más rara en la que he estado nunca. El París underground de verdad. Vale que se pueda interpretar la propuesta como una frivolidad teniendo en cuenta que hay gente, incluso niñas y niños, que tienen que hacer recorridos así de peligrosos para sobrevivir, pero no deja de ser toda una experiencia conocer de esa manera una parte de la historia francesa. Así que, si tenéis ocasión, no sigáis los sabios consejos de las guías (que definen estas incursiones como ilegales y peligrosas; con razón) y animaros a descender a los sótanos de la ciudad de la luz. Eso sí, no os pongáis vestido.