Historico por Tag: autodefensa

Feminazis

23 Dic

Recapitulemos: hace unos días escribí el post Paranoicas para hablar de las pequeñas actitudes machistas a las que las mujeres nos encontramos expuestas a diario y que minan nuestra libertad y nuestra autoestima. Usé el concepto «micromachismo», acuñado por el psicólogo experto en masculinidades Luis Bonino.

La idea no era equiparar esos micromachismos a la violencia más extrema, sino explicar que esa violencia extrema (como los asesinatos de mujeres) es la punta de un iceberg que se conforma a partir de ese goteo permanente de pequeñas discriminaciones cotidianas. En ese mismo post matizaba que no era mi intención criminalizar a todos los hombres ni que se flagelasen, que sólo quería que se observasen y detectasen así conductas aparentemente inofensivas que pueden alimentar la desigualdad entre mujeres y hombres.

Citaba también la «actitud paranoica paradójica» de la que habla Miguel Lorente, para transmitir a los hombres que si ellos no están reproduciendo esos micromachismos que citaba no tienen por qué sentirse atacados. Los días siguientes, mantuvimos debates interesantes y cordiales entre los comentaristas habituales de este blog, incluidos quienes discrepaban conmigo.

Días después, el periodista Ander Izagirre siguió con el tema en su blog, a raíz de que recomendase mi post a una amiga y esta le respondiera con una escalofriante lista de los ataques contra su libertad sexual que ha sufrido. Ya sea porque Ander tenga más proyección pública, porque sea un hombre, porque contaba historias concretas que llegaban mucho o por el efecto Menéame, lo cierto es que su post Son unas histéricas tuvo un eco sin precedentes: alrededor de 30.000 visitas únicas en tres días, 3.450 personas lo han compartido por Facebook y Twitter, y el post lleva 210 comentarios.

Dado que él me citaba, resucitó mi post y ha consechado unas cifras no menos impresionantes (teniendo en cuenta que mis estadísticas suelen ser más discretas): 15.000 visitas únicas al post, alrededor de 2.300 personas lo han compartido en las redes sociales y la entrada ya lleva 298 comentarios (y esto no para). Tanto Ander como yo hemos recibido un montón de emails, tanto de chicas que nos contaban su experiencia y nos daban las gracias porque ahora se sienten menos solas, como de chicos que nos transmitían su compromiso hacia la igualdad y nos contaban las malas experiencias que han sufrido por hacer frente a las actitudes machistas de su entorno. Ah, y no sé Ander, pero yo en tres días tengo unas 200 amistades más en Facebook y calculo que otro tanto en Twitter (no recuerdo cuántos followers tenía el lunes), que además siguen manteniendo debates muy interesantes ligados al machismo. Una pasada, vaya.

Este tándem bloguero Paranoicas-Histéricas ha llegado a muchísimas mujeres y hombres que han celebrado que hayamos hablado de algo con lo que se han identificado; en algunos casos lo tenían claro, en otros casos han sido los posts los que les han ayudado a reinterpretar situaciones del pasado o a fijarse en aspectos que les habían pasado desapercibidos. Otra mucha gente nos ha transmitido que le hemos invitado a reflexionar sobre algo en lo que nunca había pensado, que esto del machismo de baja intensidad es nuevo para ellos y ellas, y que lo consideran muy interesante. Por último, están las personas que han expresado educadamente sus discrepancias con ambos posts, y que mantienen tesis como que los abusos que citamos no son tan graves como para poner el grito en el cielo, o que los hombres sufren niveles similares de violencia y que la única diferencia es la fuerza física, o que esto no es cuestión de género sino de educación y respeto. En fin, nosotros no podemos hacer más que explicar lo mejor posible aquello en lo que creemos.

Además de todas estas personas civilizadas, Ander y yo hemos tenido que soportar también un aluvión de posts ofensivos. Hemos decidido no censurar, porque creemos que esos comentarios son los que mejor ilustran aquello de lo que hablábamos. No deja de sorprenderme que en el mismo hilo de comentarios en el que mucha gente niega el machismo y quita hierro a las agresiones verbales de carácter sexista, a mí se me ha llamado feminazi, puta, zorra, fea, estrábica, lesbiana que sólo quiere follarse a ninfas y que la gente le chupe la entrepierna, e incluso me han dicho que si me tuvieran delante me escupirían. Es decir, en un post en el que yo analizaba el machismo sutil, la respuesta por parte de muchos hombres ha sido la agresión machista, y no precisamente sutil.

Además de los comentarios contra mí, se desfogan de lo lindo acusando a las mujeres de calientapollas, de hipócritas que nos abrimos de piernas si el hombre es guapo o tiene un cochazo, de vagas que nos olvidamos del feminismo cuando se trata de cargar palés, de que no tenemos corazón, que sólo nos interesa ir a la peluquería y a Zara, de manipuladoras que arruinamos la vida de los hombres para quedarnos con su dinero, y un largo etcétera. Todo bastante repetitivo y predecible, por otro lado, salvo algún comentario creativo como el que compara llevar escote con hacerse agujeros en el pantalón a la altura de los genitales y quejarse de que la gente le mira. A ese hombre me han entrado ganas de comprarle un libro de anatomía femenina, para empezar, y después preguntarle cómo es que los hombres no son piropeados de forma cotidiana aunque lleven camiseta de tirantes o enseñen los gayumbos.

No hay que darle demasiadas vueltas: me grabo a fuego el don’t feed the troll que me habéis recordado una y otra vez, y vaya, no es nuevo para mí que los posmachistas (por utilizar la terminología de Lorente, aunque son machistas de toda la vida con discurso perfeccionado) actúan de esta forma. Además, mi actividad en SOS Racismo también me ha curtido, porque, como ha demostrado uno de los comentarios que me atacaba por pertenecer a esa organización que, según él, ampara a inmigrantes delincuentes y violadores, esta gentuza es la misma que satura los foros digitales de mensajes xenófobos.

Estos comentarios ofensivos rebelan también dos cosas interesantes. La primera es que estos impresentables utilizan básicamente tres calificativos para insultarnos: puta, lesbiana y fea. Es curioso que consideren que nos hacen daño a quienes nos dedicamos a reclamar respeto para todas las mujeres, incluidas las putas, las lesbianas y las feas. Nos dedicamos precisamente a combatir el estigma «puta», a defender la libertad sexual y el lesbianismo como opción política, y a denunciar la presión estética que sufrimos las mujeres.

La segunda conclusión interesante es que, mientras que en mi blog han abundado los comentarios insultantes dirigidos a mí, a Ander como mucho le han llamado pagafantas y lametacones, y le han acusado de escribir estas cosas para ligar. Es curioso que no hayan recurrido a la homofobia con él. Imagino que sus mentes estrechas no pueden percibir como «maricón» a un periodista viajero que escribe entre otras cosas sobre deporte. En cambio, en su blog sí que se nos llamó putas tanto a las mujeres en general como a las que comentaban el post.

Este repaso pretende ser (aparte de un desahogo), un último intento de convencer a quienes siguen negando la dominación masculina, la violencia machista estructural y las pequeñas agresiones cotidianas que las mujeres sufrimos de forma más generalizada. Quien siga negándolo, que me explique esta asimetría en la que un hombre y una mujer hablan del mismo tema, y ella sufre niveles de insulto mucho mayores. Más aún, pese a que los machistas se empeñaban en tildarnos de feminazis, no hay ni un sólo comentario hembrista del tipo  «todos los hombres sois unos violadores, maltratadores y pedófilos de mierda».

Con todo esto confío en que más gente que la ya convencida comprenda que la igualdad nos beneficia a todas y todos, que ese es el objetivo del feminismo (parece mentira que haya que seguir explicando que no es lo mismo que machismo pero al revés, sino una doctrina liberadora tanto para mujeres como para hombres), y que les quede bien claro quienes son aquí las personas llenas de odio y supremacistas.

Varias cosas para terminar:

1- Así como dejo abiertos los comentarios del post Paranoicas por lo que os decía, porque los comentarios ofensivos son un buen termómetro de cómo andamos, estoy harta de tanta mierda en mi casa virtual y sobre todo apenada porque esos trolls hayan entorpecido el debate entre personas sensatas. Por tanto, en este post sí que eliminaré los comentarios ofensivos o cuya intención sea boicotear este espacio.

2- Curiosamente, el sábado pasado se celebró en Bilbao una manifestación contras las mil caras de la violencia machista. Mis amigas sufrieron un percance con un maromo en un bar de ambiente. Una de ellas, Itziar Abad, lo cuenta en Pikara. Si os han interesado Paranoicas e Histéricas, no os perdéis su artículo ni los comentarios.

3- Algunas mujeres (y algunos padres de chicas adolescentes) habéis preguntado o planteado qué hacer. Yo lo tengo claro: autodefensa feminista. Cada vez se organizan más talleres en distintos municipios. En los talleres lo de menos es aprender a defenderse físicamente de una agresión (que también). Se trabaja sobre todo la capacidad de detectar agresiones y riesgos, la seguridad en una misma, y diferentes estrategias para afrontar una agresión machista antes de que llegue a la confrontación física. Yo recomiendo a Maitena Monroy porque es la que conozco y me encanta, pero podéis acudir también a Bilgune Feminista.

4- El calificativo preferido de los llamados posmachistas es «feminazi». Sería gracioso si no fuera tan terrible. En todo caso, como conviene tomarse estos despropósitos con filosofía, les dedico el cartel (lo encontré en el blog La Mosca Cojonera) que dice así: «Feminazi: porque querer que a las de tu género se las traten como a seres humanos es igualito que invadir Polonia».

Paranoicas

16 Dic

Hoy he recibido un mensaje por Whatsapp de un número que no tenía fichado. Era un hombre que conozco muy poco, de haber coincidido varias veces cuando trabajaba en otro lugar; tan poco que me ha costado varios minutos ubicarle. Me empieza a hablar como si fuéramos viejos amigos, que a qué me dedico, qué es de mi vida… Y salpicando el diálogo de bromas varias. Finalmente, me dice que cuando quiera me invita a un café y hablamos más largo y tendido. «¿Pero por algo de trabajo?», le pregunto. Y me contesta algo así (no recuerdo la expresión exacta) como: «No te precipites, morena, ya se verá». No le he contestado.

Si esta persona lee esto, va sin acritud, es que es esto a lo que me dedico.

El tema es que me he sentido incómoda, y es algo recurrente que personas que apenas conozco se tomen estas confianzas conmigo. Más situaciones:

– Conocer en ambiente de poteo al conocido de un amigo, que me esté todo el rato haciendo bromas absurdas, buscando una reacción por mi parte en plan: «¿Y tú que piensas, morena?», y mosquearse porque yo sólo asiento educadamente. Este conocido de un amigo se despidió diciéndome: «Y tú tranquila, que eso de ser tan arisca se te pasará con los años». «No creas, va a más», le contesté.

– Últimamente me pasa menos, igual porque he lanzado alguna advertencia por aquí o porque tengo más restringidos los chats de las redes sociales en los que estoy, pero otra cosa que me molestaba es esto de recibir de vez en cuando un mensajito privado (especialmente después de hablar de sexo en el blog) de chicos que alababan lo bien que escribo, lo liberal que soy, y que me decían que les gustaría conocerme más. O los que, siendo completos desconocidos, utilizaban el chat para iniciar una conversación en plan «Hola, guapa. ¿Qué haces?».

Total, que tras el incidente del Whatsapp he ido corriendo al ordenador y he escrito en Facebook y Twitter: «Lección número 1 de tipos de micromachismo: tomarse demasiada confianza con las mujeres». Y he explicado algunos de estos ejemplos. Habéis respondido con un maravilloso bombardeo de mensajes. Reproduzco algunos de los micromachismos que habéis citado las mujeres:

1- Que me llamen «niña» o «nena» / Otra dice: «que me llamen princesa»

2- Aquellos se permiten aconsejarte sobre cualquier cosa, hasta de lo que eres experta

3-  La condescendencia en el ámbito profesional

4-  Que minimicen la importancia de la igualdad por “ser cosas de mujeres”

5-  Que el hecho de llevar falda (por la rodilla) se convierta en la comidilla de la empresa

6- El baboseo, en general

7- El acoso sexual verbal en la calle (los llamados piropos)

8- El paternalismo de los históricos de izquierdas

9- Que me digan que no parezco mujer al escribir

No, no son situaciones puntuales que les ha pasado a mujeres concretas. A mí, menos lo de que no parezco mujer al escribir, me ha ocurrido todo eso, y la mayor parte de los micromachismos citados los sufro sistemáticamente.

Entre los chicos que han hecho comentarios, sobresalen las siguientes actitudes:

– Amigos que hacen bromas del tipo: «¿Te molesta si pongo ‘me gusta’?» o «Muak, ¿puedo?». Vaya, no es algo a lo que dé especial importancia, pero me recuerda a una reflexión muy interesante de Miguel Lorente hablaba en Pikara de la “actitud paranoica paradójica” de los posmachistas: «Cuando se habla de maltratadores sienten que la referencia es común a cualquier hombre, pero cuando se habla de igualdad piensan que sólo se refiere a las mujeres». Sustituid «maltratadores» por «machistas», y es lo que ha ocurrido aquí: que hombres cuya conducta no se corresponde con la que estoy describiendo, se dan por aludidos. Si sois mis amigos (y yo estoy hablando de desconocidos) y en nuestra amistad no hay baboseo, ¿por qué os sentís interpelados?

– Un amigo ha hablado también de cómo los hombres sufren el micromachismo. Recriminó a unos currelas por decir burradas a una chica por la calle, y ellos le respondieron con un insulto homófobo.

– Y ahora viene el comentario que me ha llevado a escribir este post: dice que «hilar tan fino nos va a acabar poniendo paranoicos».  Quiero pensar que no se ha leído todos los comentarios que han dejado mis amigas feisbukeras, porque vaya, ¿le parece hilar fino que contemos situaciones sexistas que vivimos sistemáticamente en la calle, en el trabajo y entre las amistades? ¿Eso es hilar fino, en una sociedad en la que las mujeres sufrimos todavía unos índices de violencia altísimos (no sólo física y no sólo en la pareja) por el hecho de ser mujeres?

Hablar de paranoia me parece muy pero que muy peligroso. Es algo que se viene utilizando con mucho éxito para que las mujeres dudemos de nosotras mismas.  Y eso es lo que nos hace no enfrentar agresiones, negarlas incluso. Cuando un tío restriega su polla contra nuestro culo en el metro, decimos: «Ay, igual es que el vagón está lleno, no me voy a poner paranoica». O cuando el jefe nos mira el escote fijamente. La formadora en autodefensa Maitena Monroy siempre dice que cuando tenemos sospechas de que nos están intentando robar la cartera, reaccionamos, sin miedo a estar siendo paranoicas.

Pero, afortunadamente, justo después he recibido otro comentario que me da ganas de enmarcar. Es de un Jose que creo que no conozco en persona, y dice así: «Los tíos nos sentimos con la suficiencia para dirigirnos a mujeres en el tono que nos apetezca, algunos lo hacemos y otros no, pero está ahí. No creo que haya que justificarlo de ninguna manera, es así, no es para crucificarnos, pero es para reflexionar. Esperemos que con el tiempo vayamos observándolo y poco a poco vaya desapareciendo, pero está muy dentro osea que paciencia que esto va para largo».

Qué alegría me ha dado. Es que esa es la cuestión: que los hombres se sienten de serie con mayor confianza, autoridad, suficiencia, que las mujeres. ¿Por qué? Por algo que Pierre Bordieu explica en ‘La dominación masculina’: «Al confinar a las mujeres al estatus de objetos simbólicos que siempre serán mirados y percibidos por el otro, la dominación masculina las coloca en un estado de inseguridad constante. Tienen que luchar sin cesar por resultar atractivas, bellas y siempre disponibles». ¿Es también Bordieu un paranoico que hila demasiado fino?

A las mujeres nos toca hacernos caso, fiarnos de nuestro instinto, saber que cuando nos parece que igual nos están agrediendo, discriminando o ofendiendo, no es paranoia. Aprender a ser asertivas, a no dejarnos condicionar por el miedo a que nos etiqueten de bordes, a exigir que nos traten con respeto. A los hombres, como bien dice el compañero Jose, sólo les pido que se observen un poco en esas actitudes. Que apliquen la regla de la inversión y se pregunten si me hablarían en ese tono y me percibirían de la misma manera si yo fuera un periodista varón. No os pido que os flageléis, sólo que escuchéis lo que las mujeres estamos expresando, lo aceptéis y tratéis de entenderlo, y después lo tengáis en cuenta en el día a día. Y no os pido nada que yo no me aplique. También las mujeres incurrimos constantemente en micromachismos. Y también conviene que desterremos las actitudes que nos incomodan en otros. Como a mí me molesta que un tío que no conozco ponga «Qué guapa» en una foto mía, me grabo a fuego evitar alusiones sobre el físico de hombres que no son mis amigos. Claro, hilar fino, ver agresiones donde no hay puñetazos o insultos, cuestionar nuestras propias actitudes a diario, es cansado. Conviene quitar hierro a todo esto y llamarnos exageradas. Allá cada cuál.

Rabiosas

1 Oct

Uno de los lemas que coreamos con más fuerza en las manis feministas es «En caso de duda, tú la viuda». Lo gritamos con una sonrisa maliciosa, como si fuera una transgresión de la leche defender algo tan obvio como que cuando nuestro maltratador intenta asesinarnos, es legítimo y necesario defendernos incluso aunque si el resultado es que terminamos asesinándole nosotras a él.  Otro de los lemas que sentimos un poco macarra es «picha violadora, a la licuadora». Sin embargo, siempre me he preguntado, como lo hace Virginie Despentés (bueno, creo recordar que se lo pregunta en Teoría King Kong) por qué no hay más mujeres que arrancan de cuajo la polla de sus violadores cuando éstos les obligan a hacerle una mamada.

Maitena Monroy, la gran formadora en el País Vasco de autodefensa feminista, llama la atención en sus talleres sobre lo mucho que empatizamos con los agresores. Cuando nos cuenta estrategias para prevenir una agresión o plantar cara a un acosador (no puedo contar qué estrategias son, pero algunas les ponen en evidencia en público, otras les hacen un poco de daño) es habitual que alguna diga «qué pobre, ¿eso no es pasarse un poco?», y que la mayoría lo pensemos. Nos da apuro pasarnos de bordes y de agresivas con un tío que nos está agrediendo. Ella suele poner el símil del robo: cuando tenemos la sospecha de que alguien nos va a robar, no andamos con esos remilgos para defendernos.

El uso de la violencia es uno de los debates más novedosos, transgresores y delicados del feminismo (bueno, igual las feministas de los setenta lo debatían, pero yo no estaba ahí). Hay colectivos como Medeak que de alguna forma quieren romper con el esquema mujer víctima y hombre agresor, propiciando que las mujeres se reapropien del uso de la violencia. Vaya, no hablan de dedicarse a apalear a hombres. Hablan de autodefensa. De cabreo legítimo. De no dejar que los machistas sigan acosándonos, maltratándonos, asesinándonos. Mirad este párrafo:

«En los tribunales nos juzgan como lesbianas, como feministas radicales. Nos dicen que salimos en manada a matar hombres heterosexuales. Seguramente, será pura casualidad que sean las nuestras las que acaban siempre muertas. Mientras tanto, sus leyes solo pueden leernos como victimas. No nos dejan contestar; la autodefensa es violencia, pero paradójicamente su violencia nunca es violenta… (…) y aprenderemos a defendernos de vuestra violencia!! CABRONES!!!»

Ilustran el post con imágenes impactantes: una mujer desnuda desangrándose ante la mirada de un hombre, un grupo de monjas con rifles, y una manifestaciones de mujeres árabes en las que una porta un fusil. Soy la primera a la que me cuesta la forma de expresarse de Medeak y que recurra a esa iconografía violenta. No he sido capaz de ver Kill Bill (ya lo sé, imperdonable) ni Fóllame, dos películas de culto para las jóvenes feministas cabreadas. Cuando en los debates han sacado el tema de reapropiarnos de la violencia en según qué situaciónes, se me ha rayado el disco y sólo era capaz de pensar: «Soy pacifista, soy pacifista, soy pacifista, soy pacifista…» Pero estoy cambiando de idea.

El sábado pasado, en un bar, un tipo que estuvo a punto de recibir una hostia de una feminista (la paró el camarero) por lo mismo, se puso a acosar a una amiga mía (también feminista, pero de estética nada sospechosa de serlo). Por acosar me refiero a que se puso a ligar con ella invadiendo su espacio vital, ella le dijo que la dejara en paz, y él siguió insistiendo, acorralándola de forma que ella, que es super alta, no podía salir de ahí ni empujándole. Se había quedado sola en el bar, así que no veía a nadie conocido que le echase un cable. Una cuadrilla de tíos miraban el espectáculo divertidos. Hay que ser gilipollas. Un par de días después, estaba en la calle con mi amiga cuando el acosador pasó por delante de nosotras y le dijo algo tipo «qué guapa eres». Ella le contestó: «¿A que te pego una hostia?» Y a él eso le hizo gracia. ¡Le hizo gracia! A mí me han llegado a soltar eso de «qué guapa te pones cuando te enfadas». Mi amiga me decía que igual tenemos que conseguir que vean que vamos en serio, que podemos soltarles una hostia perfectamente, para que se lo piensen dos veces antes de agredirnos.

Claro que hay un pequeño problema: al menos yo no sé pegar una hostia. Nunca lo he hecho. Ni tan siquiera he jugado a pelearme con nadie (al contrario de estos niños que se pelean como cachorritos de león). La mayoría de las mujeres somos analfabetas en materia de lucha. Monroy se preguntaba en el taller al que asistí cómo es posible que los padres sigan enseñando a pelear a los hijos, cuando son las hijas las que necesitan ese conocimiento para defenderse de las agresiones sexistas. Es decir, aún hoy se refuerza ese binarismo: al hombre se le sigue enseñando a usar la violencia y se sigue sin instruir a la mujer sobre cómo defenderse.

No se trata sólo de  sentirnos con el derecho de usar la violencia cuando está en riesgo nuestra integridad. Se trata también de darnos cuenta de que a las mujeres nos han educado en la dulzura, la empatía, la comprensión, y nos han reprimido otras emociones necesarias como la rabia.  Una cosa que me pasa todo el rato es que, como tengo un gesto serio, los hombres me dicen: «sonríe un poco, mujer». ¿Por qué tengo que sonreir? ¿Te crees que soy una azafata o algo? Se extrañan si nuestra actitud no es la de gustarles y complacerles.

Otro ejemplo: cuando he descubierto que alguien en quien confiaba ciegamente me ha engañado, mi primera reacción ha sido intentar comprenderle y excusarle, y hacer como que no me afecta demasiado. ¡Eso no es sano! ¡Tenemos derecho a enfadarnos, necesitamos enfadarnos! ¡Necesitamos pegar un puñetazo a la pared o una patada a una silla! Lo contrario, esto de tragarnos la mala hostia todo el rato, nos lleva a la neurosis.

Fans de Mad Men: sabéis que esa serie está inspiradísima en «La mística de la feminidad», ese clásico imprescindible de Betty Friedan, en el que retrataba a la mujer de los años cincuenta y sesenta. Os hablé de ello en este post. Como os contaba, Friedan habla del «confortable campo de concentración» que es la vida de la ama de casa. Las mujeres de los Mad Men tienen todo lo que habían aprendido a desear. Sin embargo, van acumulando día a día frustración. Sus maridos las hacen sentir todo el rato poca cosa. Ese Don Draper que siempre tiene alguna amante abronca a Betty Draper por haberse comprado un bikini que «es de buscona». Y ella baja la mirada y le contesta: «Perdona, no lo sabía». ESO NOS SIGUE PASANDO. Y tenemos que cabrearnos por ello.

El pacifismo es uno de los rasgos más postivos del feminismo; siempre se dice que es el único movimiento revolucionario que ha conseguido cambiar tan radicalmente la realidad sin derramar una gota de sangre. Es cierto. En la construcción de nuestras nuevas identidades como mujeres más o menos emancipadas, no queremos imitar roles masculinos violentos. No es esa la cuestión. Pero de ahí a amputar nuestra capacidad de enfadarnos y defendernos cuando nos agreden, va un trecho.

¡¡¡¡NINGUNA AGRESIÓN SIN RESPUESTA!!!!