¿Qué pasa con el reguetón en Cuba?

Antes de leer el post, les propongo un ejercicio práctico. Vean estos tres videoclips y adivinen: ¿cuál de ellos ha censurado la televisión cubana?

«Cuba prohíbe el reguetón en la isla«, titularon medios como la Cadena Ser a principios de diciembre. Mis amistades se apresuraron a mandarme la noticia. Las defensoras del sistema cubano en seguida encontraron la réplica de Cubainformación, que analiza el asunto como un nuevo ejemplo de manipulación informativa anticastrista. Yo me formé una opinión con cautela, pero tenía ganas de ir a La Habana y comprobar con mis propios oídos si el perreo ha desaparecido del mapa y cómo ha reaccionado el pueblo cubano.

Antes de entrar en eso, quiero decir que me sonrojo cuando releo la noticia en, por ejemplo, el Huffington Post. «Gobierno cubano prohíbe reguetón: ‘Promueve la vulgaridad'». Hala, así. Entonces, una lo lee y se imagina que el Gobierno cubano ha prohibido el reguetón en general, que sancionará a quien lo ponga, tanto en los medios, como en las discotecas o en los taxis. Pero leemos la entradilla y conocemos que la orientación del Instituto Cubano de la Música habla de no emitir en los medios de comunicación canciones con «textos agresivos, sexualmente explícitos, obscenos, que tergiversan la sensualidad consustancial a la mujer cubana».

El director de la institución aclaró (así lo recoge la noticia) que «no se trata exclusivamente del reguetón. Expresiones vulgares, banales y mediocres se registran en otras prácticas musicales. De modo que no debemos particularizar en un género. Pero no es menos cierto que en el reguetón esto es mucho más notorio». Es decir, que la medida anunciada se limita a los medios de comunicación, se refiere a las canciones cuyas letras se consideren ofensivas, y no está dirigida al reguetón. Pero tiene mucho más punch titular que «Cuba prohíbe el reguetón».

Entonces, llegué a La Habana y ya la primera noche mi anfitriona me puso el ‘Kimba pa’ que suene’, reguetón de moda, de contenido claramente sexual pero que, según me contaron, no se ha considerado lo suficientemente explícito como para ser vetado. Esta vez no vi televisión cubana, pero cabe destacar que el reguetón sigue siendo el ritmo hegemónico en las discotecas, que, recordemos, pertenecen al Estado. Es más, el 1 de enero, en los tradicionales conciertos de Año Nuevo en la Tribuna Antiimperialista, pude disfrutar de la timba de Los Van Van, Paulito FG y NG La Banda, pero entre concierto y concierto, pinchaban reguetón.  O sea que no se puede hablar de una campaña estatal contra el perreo.

Saqué el tema a mis amistades, activistas de izquierda crítica, feministas y LGTB. También lo hablé con Isabel Moya, directora de la Editorial de la Mujer, quien ya el año pasado me había dado su opinión a cuenta de la censura del Chupi-Chupi. Estuvimos todo el mundo de acuerdo en las siguientes cuestiones:

– Es positivo que el Gobierno quiera vetar de los medios de comunicación públicos (que en el caso de Cuba son todos) letras que atenten contra la dignidad de las mujeres. Que promuevan o banalicen la violencia de género, por ejemplo. También se podría comprender que evitasen emitir videoclips con escenas de sexo explícito en horario infantil, aunque comentábamos también que las escenas de violencia no suelen preocupar tanto.

– Aunque digan que no van contra el reguetón, las televisiones probablemente se centren en este género, porque es el que más tiende a las letras burdas. Dudamos que vayan a meterse con vacas sagradas como la Charanga Habanera, porque su machismo, como expondré más adelante, no escandaliza a las autoridades.

– Porque el problema es que quienes se encarguen de decidir qué letras son inaceptables no serán personas formadas en género, sino burócratas que se guíen por criterios de decencia y buenas costumbres. Moralina puritana que sólo afectará a las letras e imágenes de contenido sexual. No parece en cambio que se vaya a cuestionar la transmisión de roles y estereotipos sexistas. Sobre todo con un direrctor del Instituto de la Música que habla de «la sensualidad consustancial a la mujer cubana».

Ahí va un ejemplo, de la citada Charanga (tenéis el vídeo arriba): «Dime cuánto ella vale, que yo la voy a comprar, si no la quieren conmigo, voy a hacer lo prohibido y me la voy a robar». Y las adolescentes se vuelven locas escuchando al mulato cachitas oxigenado cantar estas barbaridades. Pues no, no creemos que vayan a pegar un toque a David Calzado, director de la mítica orquesta, entendiendo que esa canción cosifica más a las mujeres que ponerlas bailando en bikini.

– No nos engañemos: para el Gobierno cubano, lo obsceno no es el machismo, sino el sexo. Y si el sexo no es heterosexual, hasta el beso más cándido se considera agresivo. Que se lo pregunten al dúo popero Buena Fe. En agosto, medios como Havana Times se hicieron eco de su enfado por que la televisión cubana no había emitido su videoclip ‘Ser del sol’, que trata de una relación entre dos mujeres, pese a que en ese momento se encontraba en el quinto lugar en la clasificación de los Premios Lucas. El resultado de su queja fue que el vídeo se empezó a emitir, pero cortado. Los censores tuvieron la suerte de que las chicas se besan al final, así que bastaba con cortar en el minuto cuatro para proteger al pueblo cubano de semejante vulgaridad.

Yo siempre he sido más partidaria de las medidas de acción positiva que de la censura. Creo que lo bonito sería que las instituciones apoyasen tanto a artistas de otros géneros (dudo que mucha gente joven conozca al grupo de rap Obsesión, que destaca por su compromiso antirracista y también denuncia en varias canciones la discriminación sexista) como a cantantes que hagan un reguetón respetuoso con la igualdad y la diversidad. ¿Existe tal cosa? Bueno, a mí el videoclip del Micha ‘Con dinero y pasmao’ siempre me ha encantado, con esa flaca bailando a su bola. O Gente d’ Zona cuando hablaba en tono positivo de una ‘farandulera’ que hace lo que le da la gana y no se ata, «su salsa no es conmigo, su salsa es con todo el mundo».

En mi opinión, el principal problema del reguetón cubano es el androcentrismo. No me inquietaría que hubiera odas masculinas al sexo oral como el Chupi Chupi si también pudiéramos escuchar a reguetoneras rapear sus deseos y fantasías. La única reguetonera famosa en Cuba es Patry White, ‘La dictadora’. No le he seguido mucho la pista. Sólo sé que ha participado en canciones polémicas como el Chupi-Chupi, que lleva una estética agresiva pero con su pelo largo y los labios rojos, que organiza fiestas de chicas, pero que yo sepa no ha salido del armario ni ha reivindicado el lesbianismo. La primera canción que he encontrado de ella dice: «Si a la niña le gusta con dos, ese es su problema». Más de lo mismo, pero subrayando la libertad sexual de las mujeres y llamando a no juzgarlas. Ni tan mal.

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