En Nicaragua siempre es Navidad

Foto del diario La Prensa, que denuncia el millonario gasto en luces de Navidad

Es agosto, pero en Managua los árboles de Navidad formados por cables de lucecitas siguen decorando las principales glorietas de la ciudad.  “Es que este es el país de la eterna Navidad”, me explican mis anfitrionas. Por lo visto, las lucecitas son una de las fijaciones de Rosario Murillo, la influyente esposa del presidente Daniel Ortega, y coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía. ‘La Chayo’, como la llama la gente, ha promovido un drástico cambio de imagen del Gobierno sandinista. Del rojo y negro se ha pasado al rosa chicle y el amarillo sol. Ha sustituido las consignas antimperialistas y patrióticas («Patria libre o morir») por el lema de ‘Nicaragua cristiana, socialista, solidaria’, en ese orden, adornado con soles y florecillas.

Los edificios emblemáticos han pasado por el barniz del orteguismo chayista. La fachada de la antigua catedral luce una pancarta con fondo rosa chayo y florecillas en la que se lee “Paz, bien, solidaridad”.  La concha acústica de la Plaza de la Fe, una enorme estructura blanca inspirada por lo visto en la Ópera de Sidney que se ha convertido en el escenario preferido de Murillo para los discursos y en el que se celebran desde hace unos años los actos masivos de conmemoración de la revolución sandinista cada 19 de julio,  está rellena de un enorme sol formado por una espiral amarilla y rayos multicolores sobre un fondo de lucecitas.

En realidad, en el centro de Managua todo está salpicado de colores vivos: las casetas del Malecón, las glorietas, incluso los troncos de las palmeras de las principales avenidas. Una de mis primeras excursiones fue al Volcán Masaya, que entró en erupción el pasado abril, por cierto. El caso es que cuando compramos las entradas, el trabajador nos puso las pertinentes pulseritas: rosa la mía (para turistas) y amarilla la de Cris (para residentes). «Sabés que antes eran boletos, pero ya sabes quién manda», le dice a la Cris con sarcasmo. Sí, hasta las pulseritas turísticas son de color Chayo.

Este cartel crea expectación: ¿se prepara la Chayo para una campaña en solitario?

En los talleres de comunicación y género que he impartido en Managua se habló mucho más de Rosario Murillo que de Daniel Ortega. Está en boca de todo el mundo. La Chayo es mística y cree en la cromaterapia (lo del cristianismo es pura estrategia electoral). Luce sin pena axilas melenudas y un rostro desfigurado a golpe de bótox. Lleva un anillo enorme en cada dedo. A las mujeres en política siempre se las juzga más por su aspecto que a los hombres, reflexionamos en los talleres. Hay bastante consenso en que en los comentarios jocosos sobre Rosario Murillo hay dosis de misoginia,  tanto por parte de simpatizantes como de detractores del orteguismo, pero no se puede negar que la Chayo da mucho juego.

¿Ella es la que manda? Yo no me atrevo a contestar a eso. Mis amistades nicas me dicen que Rosario es más brillante que Daniel, y que tiene ambición. Al principio, Daniel salía sólo en las fotos de propaganda. Después se empapelaron las ciudades de carteles en los que el matrimonio compartía protagonismo. En la tercera hornada, aparece ella sola, haciendo el signo de la paz, en carteles con el mismo diseño: colores rosa y amarillo, solecitos, y el «Nicaragua cristiana, socialista, solidaria». Así que la gente se pregunta: ¿Está la Chayo preparando una campaña en solitario para suceder a su marido? Veremos.

He venido a Nicaragua invitada por el programa feminista La Corriente. Venía muy expectante, porque he de reconocer que es un país del que sé bien poco. Apenas que tiene un presidente que lideró una gloriosa revolución a finales de los setenta y que ahora pacta con el ala más reaccionaria de la Iglesia católica. Que el aborto es ilegal en todos los supuestos, incluido el de violación. Que poco se puede esperar del presidente en la lucha contra la violencia sexual, en un país con un escandaloso índice de embarazos en la infancia y en la adolescencia, cuando él mismo fue denunciado por su hijastra por haber abusado de ella (presuntamente) durante años. Digo, por si alguien pensó que los pelos de la Chayo son síntoma de compromiso feminista.

Bueno, a lo que iba es que, así como a Cuba viajé después de años de leer con avidez todo lo que encontraba, no conocía nada de la sociedad nica. Han sido tres semanas de lo más intensas, que me han dejado con muchas ganas de más. En los próximos días, sacudida por la morriña y algún trago de Flor de Caña, iré contando algunas impresiones, y sobre todo dando a conocer proyectos que me han compartido las feministas nicas.

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