Historico | mayo, 2010

Estados de ánimo

26 May

Está mal que una periodista diga esto, pero los medios de comunicación generalistas cada vez me provocan más sensaciones encontradas de aburrimiento, indignación y perplejidad, sazonadas con carcajadas e improperios. Sobre todo, me cabrea que, con esto de perseguir la neutralidad y la objetividad, se olvide que el objetivo -y me atrevo a decir que incluso el deber- de el o la periodista es que la gente entienda lo que está pasando. Es alucinante ver la cantidad de noticias que no explican absolutamente nada. 

Ejemplo nº1: la violencia de género. Nos encontramos con unas noticias tipo absolutamente predecibles que no nos aportan nada más que quedarnos con la idea de «una muerta más, otra muerta más…» O sea, el famoso efecto narcotizante. Cada dos por tres lo mismo. Cero esfuerzo de explicar por qué ocurre que cada año entre 50 y 80 mujeres son asesinadas por sus compañeros o ex compañeros. Como mucho, se pone la coletilla «violencia de género» y ya hemos cumplido, pero no se dan datos o reflexiones (de la mano de fuentes expertas) que expliquen por qué la violencia de género es un fenómeno distinto a otras formas de violencia doméstica.

En los medios generalistas rara vez se profundiza en nuevas claves de análisis. Por ejemplo, ¿en qué porcentaje de los asesinatos el agresor ha utilizado un arma de fuego? ¿Qué porcentaje de las armas de fuego está en manos de hombres? ¿Cabría reflexionar sobre el uso de las armas? ¿Convendría preguntarse si hay relación entre tener un empleo o un hobby relacionado con la violencia y el uso de la misma para gestionar conflictos?

Ejemplo nº2: La trata de mujeres. Una vez más, la noticia siempre es la misma: desarticulada una mafia aterradora que explotaba a mujeres sometiéndolas con ritos de vudú. Lo terrible es que en pocas noticias se nos cuenta lo verdaderamente importante: qué ha pasado con las víctimas. Y, peor aún, a veces se cuenta sin reparos: «fueron detenidas por estar en situación irregular». ¡Y el periodista o la periodista se queda tan ancho! ¿No debería de llevar esa noticia a un reportaje de denuncia de que la policía está deteniendo a mujeres víctimas de trata en vez de protegerlas, anteponiendo su condición de inmigrantes sin papales al de víctimas de explotación sexual? He escrito el siguiente artículo denunciando eso.

Ejemplo nº3: La crisis. Me alucina que el periodismo generalista haya adoptado el mismo lenguaje vacío e hipócrita de quienes cortan el bacalao. ¿Pero qué demontres es eso del «estado de ánimo de los inversores»? ¿Quiénes son esos inversores que determinan la situación económica -y, por ende, el sufrimiento, la miseria, la precariedad- del grueso de la población de todo el mundo? No me extraña que a la gente le sea más útil culpar de la crisis a colectivos más cercanos, tangibles y discriminables, como los inmigrantes. Frente a ese estilo vacuo, de vez en cuando ves algún reportaje majo que te ayuda a entender las cosas. Os recomiendo el reportaje «Paraísos fiscales» de Documentos TV. Veo que está en Youtube. Es útil porque ayuda a poner cara (y la tienen muy dura) a esa masa indefinida de «inversores».

No sabía qué foto poner y he encontrado a Mafalda.

Por qué me resisto a hablar sobre el velo

15 May

Me dice Yassin que hable sobre el velo y sus deseos son órdenes. Es broma, pero sí que me ha picado porque si escribo sobre ello conoceré su opinión. Y me interesa. 

Me resisto a hablar sobre el velo para no alimentar esta fiebre estúpida e injusta. Desde hace cosa de un mes, todos los días se publica al menos un texto ligado al velo en la mayoría de periódicos. Todo el mundo tiene algo que decir sobre el hecho de que un porcentaje mínimo de las mujeres que residen en España decidan (con mayor o menor margen de libertad; con mayor o menor grado de presión) cubrirse la cabeza con el hiyab. Algunas lo hacen por obediencia a Alá, otras por reafirmar su identidad en una Europa cada vez más islamófoba, otras por tradición acrítica, otras por estética, otras por obediencia a su familia o a su marido, otras por llevar la contraria…

Probablemente haya un motivo por cada mujer. Pero eso no interesa mucho en la prensa. En la prensa las mujeres se dividen entre las que se lo ponen voluntariamente y las que lo hacen obligadas. A las primeras les explicamos que están equivocadas y que están siendo cómplices del machismo. Les exigimos que se integren. De las segundas nos compadecemos y llamamos a salvarlas del infierno misógino del Islam. Luego se aprueba una Ley de Extranjería injusta e inhumana, y la gente no protesta, porque la cara que ponen a la inmigración es esa que muestran los medios: un musulmán potencialmente terrorista que somete a sus mujeres y puede que llegue a violar a las nuestras. Y para colmo cobra la renta básica, esa que pagamos los contribuyentes.

Este tema me daría para escribir muchas páginas así que me voy a limitar a recordar que es tremendamente útil dirigir la mirada de la opinión pública a los otros y las otras. A la propia opinión pública le complace analizar la miseria ajena para olvidarse de la propia. Rescato las palabras de Fatema Mernissi explicando que si en Oriente se controla a las mujeres a través del espacio (velándolas en público), en Occidente se nos controla a través del tiempo: imponiéndonos el ideal de belleza de la eterna juventud. No conviene comparar directamente pero sí entender que el hiyab no es más que una manifestación más de la desigualdad universal ente mujeres y hombres. Mientras nos obsesionamos con un síntoma, nos olvidamos de la enfermedad.

No me convence del todo recurrir a lo de que las monjas usan velo y nadie les dice nada. No es válido porque no se está comparando a iguales. Dice Mernissi que el harén de las mujeres occidentales es la talla 38. Efectivamente, me parece más útil comparar el revuelo que levanta el que una mujer se cubra la cabeza con la normalidad con la que percibimos el uso del cuerpo femenino como reclamo social, afectivo, comercial, etc. Y no el cuerpo femenino real, sino el adelgazado a base de la dieta de la alcachofa, liposuccionado en unas zonas, recauchutado en otras, y embutido en una talla imposible. Es insultante ver al Gran Wymoning en traje con la copresentadora rubia con un minivestido y taconazos. A la gente progre que se lamenta por las árabes no les inquieta que una chica de 15 años sienta que exhibir su cuerpo es clave para ser reconocida. Daros una vuelta por los bares de adolescentes y nunca veréis tanto minishort junto. ¿Lo eligen o les obliga la sociedad? Pues las cosas no son blancas o negras.

Por eso, más que el argumento de las monjas, me convenció un articulista de Berria, cuando lanzó la cuestión de que en muchos colegios concertados se impone un uniforme que para los chicos es de pantalón (pudiendo ser largo) y para las chicas una falda por encima de la rodilla y calcetines que dejan al descubierto sus muslos púberes llueva o nieve. A esas chicas sí que se les impone una prenda de forma discriminatoria. Y nadie alza la voz contra ello. (Bueno, en el cole de mi primo realizaron una acción de protesta vistiendo los chicos falda y las chicas pantalones).

Eso es lo que quiero decir sobre el velo.

True love

7 May

Chicas: ¿con cuántos años empezasteis a imaginaros cómo sería vuestra boda? Yo ni lo recuerdo. Sí que sé que he estado diseñando mentalmente el vestido de novia desde que tengo uso de razón, y que siendo adolescente hacía listas de invitados y de los nombres que me gustaban para mis futuros hijos. 

Ahora que el tema del hiyab está hasta en la sopa (me estoy reprimiendo escribir sobre ello para no contribuir a tal sobredimensión de un mero síntoma de desigualdad), me apetece citar sólo uno de los velos de los que nos nubla la razón y nos resta autonomía en Occidente: el amor romántico. Aunque hemos logrado que los medios de comunicación visibilicen la violencia de género, todavía no hemos conseguido que se cuestione el mito de amor romántico como germen de la violencia, o que se critique que a las niñas se las siga enseñando a soñar con su príncipe azul. Ese que las salvará y por el que lo dejarían todo. Pero poco a poco nos quitamos el velo, o lo vamos intentando. Me gusta la teoría de expertas en violencia como Norma Vázquez de que detrás de una mujer asesinada no hay una víctima (en el sentido de pobrecita), sino una rebelde que un buen día dijo «no», «basta», «te dejo», y lo pagó caro.

Hoy han empezado los encuentros de jóvenes feministas de Euskal Herria en Hernani. (Gora gazte feministak!) Mañana, entre otras cosas, hay un debate sobre autodefensa feminista, talleres sobre pantojismo (para parodiar el amor romántico) y poliamor (para reflexionar sobre modelos alternativos de relacionarse). Espero crónicas de quienes participéis. Lo dicho: poco a poco somos más las que intentamos con más o menos éxito quitarnos ese velo. Para celebrarlo, un magnífico corto que disfruté en Momo Dice, y la versión de Pipilotti Rist de Wicked Love. Porque ya sabes que sin ti… soy yo.

Actualización:

Las blogueras feministas estamos cada vez más conectadas. Publico esto y al de cinco minutos me encuentro con que la sexóloga Mónica Quesada ha publicado dos canciones imprescindibles contra el mito del amor romántico.

– Un clásico: Libre te quiero, de Amancio Prada
– Pa’ rumbear: Bellas, de Canteca de Macao

¿Se os ocurren más?