Historico | junio, 2010

De lo personal y lo estructural

30 Jun

Hoy -como cada día varias veces, claro- con el patriarcado he topado. Ha sido en un espacio aparentemente amable pero que las feministas que nos movemos en él sabemos que puede llegar a ser tan hostil como una sociedad gastronómica: los movimientos sociales. Participo como integrante de SOS Racismo en la plataforma Bilbon Kaleak Aske, formada por unos 70 colectivos de lo más diversos, unidos contra la Ordenanza del Espacio Público. Si alguna persona de la plataforma lee esto, va desde el cariño. 

Os hablé de que la ordenanza prohibe el sexo en la calle: tanto mantenerlo como ofertarlo y demandarlo. Pretende así quitarse del medio a las prostitutas de calle que tanto afean la ciudad del Guggen, o al menos tranquilizar a quienes no las quieren cerca de sus negocios y propiedades. La plataforma Bilbon Kaleak Aske defiende que la polémica de la prostitución ha servido para colar toda una serie de artículos que limitan hasta el absurdo el uso del espacio público: comer y beber, repartir periódicos, recoger firmas, jugar, tocar, patinar, etc. Es cierto y hay que romper con esa cortina de humo, pero no es menos cierto que las consecuencias que la norma tendrá sobre las prostitutas serán mucho más dramáticas que el hecho de no poder jugar al frisby en el parque.

Hoy hemos tenido reunión y he criticado que en los últimos actos realizados no se ha hablado de la prostitución. He reclamado que en próximas intervenciones se lance un mensaje claro de apoyo y solidaridad hacia las mujeres que la ejercen en la calle, apelando a la grave situación en la que se encuentran.

Uno de los reunidos (por cierto: yo era la única mujer) me ha contestado que entiende que la prostitución es un problema grave, por cómo afecta a las personas que se dedican a ello, pero que otras restricciones de la Ordenanza son «problemas estructurales». Es decir: que los y las bilbainitas blanquitas no podamos usar la calle para el encuentro, el disfrute y la reivindicación es un problema estructural. Pero que esas otras bilbaínas, las negras, las sin papeles, las más expuestas a la discriminación, la estigmatización y la explotación, sean hostigadas por la policía, multadas, agredidas (que se lo pregunten a las de Barcelona), detenidas e incluso expulsadas, es un problema personal.

Una vez más, lo que preocupa a los hombres es universal; lo que preocupa y afecta a las mujeres es un problema personal, de las mujeres. Si con los hombres progresistas que se declaran a favor de la igualdad andamos así, que Simone de Beauvior nos llene de paciencia, porque esto va para muuuuuuy largo.

Putas y fresas

19 Jun


Ayer fui a la charla sobre prostitución, libertad sexual y ordenanzas del espacio público que dieron Itziar Ziga y Bea Espejo en Bilbao. Sería largo contar las bases de su discurso (que la prostitución está más que asumida y normalizada en nuestra sociedad, pero que sólo se persigue a un colectivo muy determinado y minoritario, el que tiene cara de mujer, pobre, migrante; y ejerce en la calle, sin derechos), pero me gustaron mucho. Me gustó que se desmarcaran de las dos grandes propuestas, el abolicionismo y el regulacionismo, acusándolas de simplistas, interesadas (no precisamente en las mujeres), hipócritas, etc. Yo por lo menos tengo muy claro que más que qué hacer con la prostitución me interesa cómo defendemos los derechos de las prostitutas. Estoy harta de debates ideológicos que nos separan de las mujeres y de sus realidades.

Me gustó Ziga por su discurso antirracista. Empleó dos de los grandes argumentos que repito cuando hablo de estas cosas como integrante de SOS Racismo.

1- Si de verdad quieren combatir la trata, que se carguen la Ley de Extranjería
2- ¿Por qué se habla tanto de las putas y tan poco de las trabajadoras del hogar?

El segundo punto es algo que lo tengo tan claro que más de una vez contesto así cuando me preguntan de la prostitución: No pienso opinar hasta que no me pregunten sobre el trabajo doméstico interno, que también se ejerce sin derechos, que también es alienante y en el que el acoso sexual e incluso los intentos de violación son el pan de cada día. ¿Por qué no se habla apenas de esto? ¿Tal vez porque las inmigrantes limpiadoras o cuidadoras son un recurso más cercano, que casi todas empleamos o tenemos cerca a alguien que lo emplea?

Las inmigrantes sin papeles optan mayoritariamente por ese trabajo. Un porcentaje mucho menor prefiere la prostitución, porque supone más dinero trabajando menos horas, porque permite conciliar mejor con la vida personal, porque da más margen de libertad, porque si no tienes vivienda propia no puedes reagrupar a tus hijos, porque igual te da menos asco hacer felaciones que limpiar el culo a un anciano… Cada día aguanto menos a la gente que se siente en condición de juzgar esa opción.

Pero Ziga habló de un colectivo aún más invisible, del que apenas hemos sabido algo gracias a un tremendo reportaje de El País, Víctimas del oro rojo. Las víctimas son las temporeras que recogen la fresa en Huelva, la mayoría marroquíes y europeas del Este. Reza el subtítulo: «Temporeras extranjeras denuncian abusos de sus patronos en la recogida de fresa en Huelva – La explotación sexual en el campo es un secreto a voces, pero nunca hasta ahora han prosperado acusaciones contra los responsables de una actividad competitiva en Europa». Patronos que observan a las mujeres mientras se duchan, mientras duermen desnudas, que las amenazan con despedirlas si no son buenas. ¿Hablamos de esto para variar?

¿Necesitamos inmigrantes?

13 Jun


Os paso el artículo de opinión que he escrito a petición de Deia y que me han publicado hoy. Espero que os interese y que, si discrepáis, tengamos un enriquecedor debate. La imagen corresponde a la campaña que menciono al principio.

¿Necesitamos inmigrantes?

por June Fernández, * Integrante de SOS Racismo Bizkaia – Domingo, 13 de Junio de 2010 –

EL anterior Gobierno vasco lanzó una campaña bajo el lema Gracias a la inmigración nuestro país avanza. Mostraba imágenes como la de una mujer latina cuidando de un anciano en silla de ruedas. La pretensión era loable: concienciar a la sociedad sobre la contribución que hacen las personas inmigrantes a nuestra economía y reconocer su papel en suplir algunas de nuestras carencias estructurales: como la falta de corresponsabilidad de los hombres respecto a las tareas domésticas y de cuidados, y la escasez de recursos públicos para atender dichas necesidades, lo cual explica la gran demanda de mujeres inmigrantes (manteniendo los tradicionales roles sexistas) en estos trabajos de limpieza y cuidados.

Sin embargo, muchas personas desconfiamos en su momento de esa campaña. Por una parte, resultaba injusto aplaudir el papel de la mujer cuidadora de la imagen, ya que puede que en realidad fuera arquitecta, bióloga, artista o periodista, y en cambio la Ley de Extranjería la abocaba a uno de los sectores más precarios, invisibles y menos reconocidos. Pero el principal problema era el mensaje de que había que aceptar la inmigración porque la necesitábamos para nuestro desarrollo económico, para disponer de mano de obra barata que cubriera los puestos de trabajo que en época de bonanza la gente autóctona no quería cubrir. Algunas nos preguntábamos entonces: ¿qué pasará con este mensaje cuando dejemos de necesitarlas? ¿Cómo convenceremos entonces a la población de que hay que seguir defendiendo la igualdad de derechos?

Efectivamente, llegó la crisis, y lo primero que hizo el Gobierno español fue anunciar un Plan de Retorno Voluntario para inmigrantes en paro y la reducción prácticamente a cero de las contrataciones en origen, dejando en la práctica como única vía de regularización la de demostrar el arraigo social, la que implica tener que vivir tres años de forma irregular, trabajando en la economía sumergida, con el consiguiente riesgo de explotación laboral.

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Performando: de cucarachas y globos de agua

5 Jun

¿Que tienen en común una cucaracha y un globo de agua? Que ambos, si hay público, me hacen sacar mi lado barbie malibú. Me explico:

 

Una noción fundamental de la teoría queer es la performatividad de género. Es decir, dado que los géneros (e incluso los sexos, se atreve a afirmar dicha teoría) son construcciones sociales, se basan en una serie de códigos de conducta diferenciados que no son naturales e innatos, sino que se van aprendiendo y reproduciendo como quien se mete en el papel de un personaje de una obra de teatro. 

Así pues, la técnica drag king busca precisamente que las mujeres reflexionen sobre el sexismo experimentando con la performatividad de la masculinidad hegemónica: poniéndose barba y paquete, sentándose con las piernas abiertas, interactuando en plan machote, etc. De esa forma entiendes que ser mujer u hombre es una suerte de disfraz que te puedes poner y quitar cuando quieras. Se trata de parodiar, explorar, cuestionar y así poder deconstruir los rígidos y opresivos roles de género.

Claro está que las feministas, o al menos yo, no estamos en absoluto libres de performar la feminidad hegemónica, pero al menos la podemos detectar y reirnos de ello. Ahí van dos ejemplos recientes en mí:

1- En una semana han aparecido tres cucarachas en mi puesto de trabajo. Las dos primeras veces había hombres delante, así que me puse a gritar como una loca (uno de los dos hombres reaccionó igual, todo hay que decirlo) y delegué en ellos el plantar cara al asqueroso bichejo. La tercera vez estaba sola. No grité (sentí el mismo asco, eso sí) y la asesiné de forma muy eficiente.

2- Un buen día aparqué la bici junto a un bloque de pisos. Cuando fui a cogerla otra vez, alguien me empezó a bombardear con globos de agua. Cada vez que me acercaba a la bici, me caía cerca un enorme globo. Los tiraban de diferentes ventanas para despistarme, y por supuesto que no se veía ni un pelo al responsable. Mi reacción: ponerme a gritar -de una forma, eso sí, más masculina, con insultos sexistas como «hijo de puta», «me cago en tu puta madre» incluidos-, hasta llamar la atención de dos hombres que vinieron a salvarme. Os juro que hasta se me pasó por la cabeza pedir a uno de ellos que me soltase él la bici para no volver a exponerme al bombardeo. No hizo falta porque justo entonces apareció una patrulla de policía y les conté, no sin vergüenza, mi problema. Muy viriles, me dijeron: «Vete ahora tranquila, que ya verás como ya no se atreven a tirar nada». Y así resolví el problema.

En fin, tengo mil ejemplo más: mi desinterés por aprender bricolaje o mecánica, mi tendencia a mostrarme más frágil físicamente de lo que soy (delgada pero con una complexión robusta muy desaprovechada), algún ramalazo excesivo de coquetería poco igualitaria cuando hablo con hombres… Y en el otro lado, hoy me he partido de risa con un chico que se ha eslomado ayudándome a llevar una pesadísima caja por negarse a que la llevásemos entre los dos.

Cuento estas cosas no para flagelarnos sino para animarnos a detectar (mejor si es con humor) estas actitudes impuestas como primer paso para desobedecer las que limitan nuestra libertad, autosuficiencia o incluso salud. De lo contrario, seguiremos dedicándonos más a interpretar el papel que nos ha reservado esta sociedad sexista que a vivir de acuerdo con lo que realmente somos y queremos ser.

Y como el de histéricas es uno de esos papeles, os dejo con una canción chulísima (gracias, Maite) dedicada a Freud, al que debemos la estúpida idea (y pese a ello vigente en casi todas las mujeres) de que un orgasmo logrado por estimulación directa del clítoris es menos puro y deseable que uno mediado por un pene: