Los indignados y el Barça

5 Jun

Un bicitaxi porta una ikurriña. Foto de Beatriz Uriarte Alonso

 

«¡España!¡España!» Así, a gritos y con alegría, se referían los cubanos (sí, en masculino; las mujeres no nos hablaban por la calle) a nosotras, cuando no nos tomaban por alemanas, francesas o rusas. Ser española (es lo que yo era en La Habana; la identidad se construye en colectivo) tiene muchas ventajas a la hora de romper el hielo: hablamos el mismo idioma, casi todo el mundo tiene algún pariente aquí, la gente joven está enganchada a El Barco y Física o Química (nos preguntaban si los institutos son así) y la gente más mayor a La reina del Sur. Tenemos un montón de referentes culturales en común.

Pero, sobre todo, el tema es que buena parte de la gente con la que nos cruzábamos lo quería saber TODO sobre España porque quieren venirse. Para algunos es una fantasía; para otros un proyecto a corto plazo. Nos preguntaban cuánto vale el alquiler, cuánto la ropa, si se pagan muchos impuestos, en qué situación viven las personas inmigrantes, si vemos oportunidades para vivir de la música, si es mejor ir a Madrid o a las islas…

Mucha pero que mucha gente está tramitando la doble nacionalidad aprovechando su descendencia española. No es fácil, nos contaban que es un maratón burocrático que dura meses y hasta años. Curiosamente, anteayer en el avión vi que Joani Sánchez publicaba un artículo en El País sobre el tema. Retrata a cubanos desesperados por huir de la isla. Yo no percibí eso. Sí que percibí que la gente no quiere que se la instrumentalice políticamente: que la inmigración cubana es fundamentalmente económica o derivada de las ganas de moverse. ¿Se exilian? Podemos admitir que se exilian si nos referimos también así a quienes huyen de la precariedad, la violencia y la corrupción en Colombia, por ejemplo. ¿Hablaría Sánchez de exiliados colombianos? Lo dudo.

La mayoría es muy consciente de que la cosa está muy mala en todos lados. «Buf, qué mal está España, mucho paro», nos decían cada dos por tres. No creen en un sueño americano o europeo. Saben que si van a España encontrarán un empleo de baja cualificación, que trabajarán muchas horas por poco dinero, que compartirán piso con mucha gente y tendrán muchos gastos. Les sorprende y preocupa la falta del colchón económico institucional: alucinan con que si no trabajas, no comes ni puedes pagar un techo. Con todo ello, hay gente que sigue queriendo emigrar porque, pese a todo, el sueldo mísero en España (400 euros, por ejemplo) es infinitamente mayor que el cubano (15 euros). Y otra gente que sueña con poder viajar (y se está haciendo la doble nacionalidad con esa idea) pero que no quiere renunciar a la tranquilidad que da tener el arroz con frijoles asegurado.

Se sigue mucho la actualidad española, más aún estas semanas. En la guagua, nada más escuchar nuestro acento, nos decían cosas como: «Hay que ver, que la derecha ha arrasado en las elecciones. A Zapatero le quedan dos telediarios, ¿verdad? ¿Y cómo es que estando así la cosa gana la derecha?». Pero el gran tema, cómo no, era el de «los indignados» (la principal forma en la que se referían al movimiento del 15-M). Para mí ha sido muy curioso seguir las movilizaciones desde Cuba. Nuestras únicas fuentes de información eran el Granma, el Juventud Rebelde y los informativos. En dichos medios, presentaban las movilizaciones como una revolución contra el capitalismo. La gente nos hablaba mucho del tema. La mayoría entusiasmada: «¡Que España está de revolución! Qué bueno ver ahí a la juventud en la calle, movilizada. Ojalá aquí también nos animasemos a protestar». Se quedaron a cuadros con la carga policial en Barcelona. Alguna gente hasta conocía de antes la brutalidad de los Mossos d’ Esquadra.

Claro que no todo es política. El fútbol cada vez tiene más tirón y ya se pueden ver partidos de la liga europea en televisión. Cómo no, el Barça arrasa. Era el primer tema de conversación con los jóvenes que nos encontrábamos. Y también nos preguntaban cómo fueron las celebraciones del Mundial. Y si es verdad del todo que Piqué está con Shakira. Los jóvenes sienten también curiosidad hacia la fiesta y las drogas. En Cuba consiguen marihuana muy de vez en cuando. La única droga dura es algo a lo que llaman «piedra» que (no me he llegado a enterar muy bien) debe ser un derivado de la cocaína.

En la foto (de Beatriz Uriarte), una bicitaxi que portaba una ikurriña. Cuando decíamos que somos vascas, bastante gente nos soltaba un «Gora Euskadi!» y algunas personas presumían de ciertos conocimientos de euskera. «Gora Euskadi askatuta! Zelan zaude? Oso neska polita zara». De la misma manera, agradecían mucho ver que nos sabíamos las canciones de la trova, que admirábamos a Silvio Rodríguez y sabíamos que su hijo, Silvito, es un rapero muy crítico con el sistema. En un país que pese a vivir del turismo suspende en idiomas, para un taxista, que los largos viajes entre ciudades o a las playas sean con españolas, era una gozada. O al menos eso nos transmitían.

«Somos hermanos. Tenemos el mismo origen. El mismo carácter», nos decían. Y, aunque sea por el vergonzante pasado colonial, es cierto. Nosotras nos sentíamos en casa. Era muy fácil conectar, al menos de forma superficial. Un médico nos dijo con sorna: «Este país es el resultado de mezclar la peor calaña española con los esclavos africanos. Y así hemos salido». Pues a mí me encantan.

 

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2 Respuestas para “Los indignados y el Barça”

  1. escéptico 6 junio, 2011 en 6:27 #

    Entonces están enganchados a El barco, Física o química y La reina del sur, la situación en la isla es bastante peor de lo que me imaginaba.

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  1. gentedigital - 6 junio, 2011

    Los indignados y el Barça, con @marikatezari http://fb.me/YPFde3QD