Historico | octubre, 2010

París underground

31 Oct

El título de esta entrada no puede ser más literal. Ayer, en mi primera noche en París, acabé yendo a una fiesta bajo tierra, nada más y nada menos que en las famosas catacumbas; de origen romano, convertidas en cementerio común y utilizadas por la resistencia francesa en la Segunda Guerra Mundial. Si quería conocer otro París, lejos de la Torre Eiffel, objetivo más que cumplido. 

Llego al hostal y conozco a mis compis de cuarto: estudiantes de Erasmus trajeándose para ir a una fiesta chic. Por si me uno a su plan, me pongo un vestido corto mono y me maquillo. Finalmente, un trabajador del hostal me cuenta que están organizando una fiesta en las catacumbas, y me decanto por su propuesta. Su única advertencia es que no lleve tacones, porque el acceso «es complicado». El acceso resulta ser una alcantarilla, en la acera junto a una parada de metro.

Nos vamos metiendo dentro de uno en uno y tenemos que bajar seis tramos de escaleras de barras de metal. No sé si las visualizáis: no hablo de peldaños, sino de las instaladas en la pared que se usan para descender a las minas, como éstas. Manos y pies resbalan por la humedad. Por supuesto que no hay luz, y la linterna que lleva uno de los organizadores se apaga inoportúnamente cuando estás en medio de la pared. Que pasé miedo es decir poco. Cuando hemos bajado todo lo que hay que bajar, toca ir recorriendo unos túneles laberínticos (o sea, las catacumbas); uno de ellos está inundado, por lo que hay que ir avanzando con las piernas muy abiertas, pisando ambos rodapiés de las paredes.

Después de cerca de media hora de recorrido, llegamos a la sala que han habilitado con focos, graffitis, una mesa de disc jockey, una pantalla en la que proyectan vídeos extraños y decoración de Halloween. Todo eso lo han ido bajando con cuerdas los días anteriores. Mucha gente,de lo más variopinta. Un calor infernal. No hay música porque se ha ido la luz (han pinchado la electricidad de algún lado). La gente se ha traido bebidas. Yo no. No bebería alcohol ni loca sabiendo que luego tengo que subir por esas escaleras, pero necesito agua. Vuelve la luz y empezamos a bailar con ganas a ritmo de hip-hop, pero nos falta oxígeno. Literalmente: no puedo encenderme un cigarro porque el mechero no responde por la falta de oxígeno. Total, no creo que aguantásemos ni media hora antes de decidir salir de ahí cuanto antes. Ese «cuanto antes» fue, claro está, otra media hora de angustiante travesía indianajonsiana. Espero que entendáis que no me pusiera a sacar fotos.

Qué duda cabe de que fue un flipe. La fiesta más rara en la que he estado nunca. El París underground de verdad. Vale que se pueda interpretar la propuesta como una frivolidad teniendo en cuenta que hay gente, incluso niñas y niños, que tienen que hacer recorridos así de peligrosos para sobrevivir, pero no deja de ser toda una experiencia conocer de esa manera una parte de la historia francesa. Así que, si tenéis ocasión, no sigáis los sabios consejos de las guías (que definen estas incursiones como ilegales y peligrosas; con razón) y animaros a descender a los sótanos de la ciudad de la luz. Eso sí, no os pongáis vestido.

Bonjour Paris!

28 Oct

Este sábado me voy a París, a iluminar un poco mi vida en la ciudad de la luz. El motivo es que SOS Racismo Francia ha convocado un encuentro antirracista europeo, y ha sido el mejor pretexto para parar un poco en este ajetreado otoño.

 

¿Por qué ajetreado? Pues, entre otras cosas, por si alguien se lo ha perdido, Pikara Magazine, ese sueño en forma de revista que estamos preparando unas cuantas amigas periodistas y blogueras, está a puntito de salir del horno. Ya podéis suscribiros en la web http://pikaramagazine.com y ojalá podáis pasaros por la presentación, que tendrá lugar el día 20 de noviembre en la Librería Anti de Bilbao. A eso hay que sumarle los talleres de Feminismo 2.0. que he empezado a impartir. Pero bueno, os seguiré hablando de estas cosas a la vuelta.

 

Y os contaré cómo respira la capital gala tras intensas jornadas de huelga, las expulsiones masivas de gitanos, el debate anti-burka y tantas cosas de las que espero enterarme de primera mano entre paseo y paseo por las callejuelas de Paris. Para ir ambientándome, me dedico a ver este vídeo de mi venerado Jack Johnson. Eskerrik asko, Tomara.

Viajero o migrante

16 Oct

Dijo el viajero Josu Iztueta en una mesa redonda en Bilbao, moderada por nuestro amigo Ander Izagirre: «Nosotros somos viajeros caprichosos, que salimos de una situación cómoda para volver. La mayoría de los viajeros de este mundo, los que hacen viajes más largos y duros, lo hacen en contra de su voluntad, porque han salido de una catástrofe natural, una guerra, etc.» Esa reflexión ha suscitado varios comentarios en el blog de Ander y me ha dejado tan pensativa que aquí me tenéis, escribiendo compulsivamente.

 

Iztueta hace en efecto un comentario sensible y comprometido, que homenajea de alguna manera esas miles y miles de personas que caen tan fácilmente en el olvido: las exiliadas, refugiadas, migrantes que dejan atrás situaciones de pobreza, violencia o persecución. En España, cuyo gobierno deniega sistemáticamente la práctica totalidad de solicitudes de asilo, se homogeneiza a las personas migrantes prejuzgándolas como migrantes económicas. Dado que las utilizamos como mano de obra, dado que las políticas migratorias se endurecen o no en base a las necesidades de nuestro mercado de trabajo, las reducimos a la única faceta que nos interesa de ellas: la de trabajadora. 

Es cierto que debido a las desigualdades económicas entre los países del Norte y del Sur, la principal causa para migrar es la pobreza y la percepción de falta de oportunidades. Pero eso no nos puede llevar a obviar la diversidad de las personas, y que existen miles de motivos por los que migran. Sus historias son heterogéneas, pero la Ley de Extranjería les impone un futuro similar.

Cojamos las vidas de tres mujeres latinoamericanas reales, a las que entrevisté para diferentes reportajes. Una tenía un buen puesto en un banco; migró para huir de su marido, que la maltrataba. La segunda era microbióloga, pero dejó su carrera atrás porque se enamoró de un vasco y decidió venirse con él. La tercera trabajaba en organismos internacionales, pero abandonó su país tras recibir amenazas de muerte y ser víctima de agresiones por su condición de lesbiana. Una vez llegadas al País Vasco, las tres han visto cómo sus derechos eran limitados por la Ley de Extranjería y cómo, a pesar de sus diferentes grados de formación, experiencia profesional e inquietudes, terminaban desempeñando los mismos trabajos no cualificados ni regulados: trabajo doméstico, cuidado de personas y empleos eventuales precarios.

En todo caso, lo que me interesa del comentario de Iztueta es que reconozca a las personas migrantes y refugiadas el estatus de viajeras. El viajero es una figura (aunque puede que incomprendida en una sociedad en la que se valora más la estabilidad, el progreso económico, etc.) prestigiada, envidiada, mitificada. Se considera al viajero como un soñador, buscavidas, aventurero ávido de aprender y crecer con cada nuevo paisaje o persona que encuentre en su camino. Sin embargo, la imagen más difundida de la inmigración (esa patera a rebosar de hombres desesperados y deshidratados) provoca en el mejor de los casos pena; rara vez suscita la admiración y el respeto de quien se deshidrata y desespera en el intento de alcanzar una cumbre o dar la vuelta al mundo.

Hace no mucho, mi amigo senegalés Falou (ese no es su nombre, pero no quiero pasarme de indiscreta) me dijo que estaba muy equivocada si pensaba que él envidiaba mi vida y me consideraba más afortunada que él. En algún momento me mordí la lengua al quejarme ante él de mis preocupaciones laborales, pensando que le parecería un agravio comparativo cuando yo tengo un trabajo estupendo y él va buscando empleos clandestinos ocasionales porque está sin papeles. Me dijo que no me envidiaba ni mucho menos; le horrorizan los trabajos de oficina. El quiere trabajar en la mar. Se lo impide una orden de expulsión que le pusieron cuando le pillaron vendiendo en el top-manta por la que tardará como el doble de lo habitual (que ya es mucho; mínimo tres años) en obtener un permiso de trabajo.

Pensando en Falou, pongo el foco en su situación irregular, en el tiempo que lleva separado de su familia, en sus estrecheces económicas. No pongo el foco en que habla cuatro lenguas (que yo sepa; puede que más), que ha recorrido varios países, que ha conocido por el camino un montón de gente que le ha aportado mucho. ¿Quién nos dice que Falou no soñó despierto cuando miraba los atlas en el colegio? ¿Acaso no le recorrió el cuerpo esa sensación de libertad cuando inició su travesía hacia Europa? Me atrevo a aventurar que, de haber nacido en Europa, Falou habría sido viajero. Más aún, me atrevo a aventurar que, de haber nacido en África, Josu hubiera sido migrante. Tienen en común el inconformismo: el uno no se resignó a quedarse en su pueblo; el otro no se resignó a una vida de hipoteca y contrato indefinido.

Sabemos que no migran las personas más pobres, sino las que tienen los recursos materiales, emocionales y sociales que exige migrar. Sería bueno que percibiéramos en quienes migran esa fuerza y magnetismo que nos transmiten nuestros viajeros.

La foto corresponde a la recomendable película Querida Bamako, que muestra el largo viaje de Moussa, desde Burkina Faso a Bilbao.

¡¡¡¡¡A jugarrrrr!!!!

9 Oct

De entre todas las desigualdades de género, una de las que más lamento es la disposición a jugar. Observad a parejas con un poder adquisitivo medio-alto a vuestro alrededor: ¿a que a menudo él invierte su dinero y su tiempo en jugar? Se me ocurren: un estudio de fotografía en casa, festivales de música, playstation, club de aviación, campeonatos de mus, una harley, paintball, comprar guitarras…

 

Cuando he preguntado cuáles eran las aficiones de sus compañeras, me hablaban de cosas prácticas como la restauración de muebles, y se daban cuenta de que gastaban mucho menos tiempo y dinero en ellas. Por ejemplo, ¿qué porcentaje de quienes compran avioncitos y barquitos son mujeres? Salvo esas horrorosas muñecas de porcelana, casitas de muñecas y pijadas similares, los fascículos de coleccionista se dirigen a los hombres. Las mujeres quedamos para hacer footing o nos apuntamos juntas a bailar o a aerobic. El principal objetivo: mantenernos en forma. Muchos hombres adultos, en cambio, siguen quedando para echar un partidito de fútbol, baloncesto, squash o lo que sea. Juegan.

 

Ese aprendizaje empieza muy pronto: el famoso anuncio de Max Center en el que el niño juega abstraído con un cohe y la niña posa a cámara barbie en mano es como la vida misma. Además, los juguetes sexistas que nos tocan sirven para aprender a hacer «cosas de mujeres»: cuidar bebés, planchar, barrer, cocinar, tejer, lucir modelitos… Y cuando nos convertimos en mujeres, teniendo una doble jornada laboral y unos hijos e hijas de los que estar pendientes, como que no es plan dejar ese deber de lado para irnos a jugar. Incluso cuando no tenemos responsabilidades familiares, se nos hace raro dedicarnos al disfrute lúdico, más allá de lo que tiene que ver con mantenernos deseables (ir de compras, las sesiones de belleza…) 

También hay un componente de autoexigencia: si la fotografía no es lo nuestro, ¿cómo vamos a gastar cientos de euros en una cámara? No se nos ocurre que disfrutar con ella sea un motivo de sobra. Más aún, a las mujeres nos cuesta más, por lo general, hacer el payaso. Pensad en una reunión familiar o de amistades: ¿acaso no son los hombres los que aportan la vis cómica en la mayoría de los casos? ¿Cómo es que los hombres son más dados a contar chistes? Y cuando se trata jugar con una criatura, ¿quién juega más a lo loco, tirándose por los suelos, saltando, convirtiéndose en niño por unos minutos?

Creo que debemos tomarnos esta cuestión tan en serio como otras aparentemente más cruciales. Ya sabéis que últimamente hay muchos cursos de crecimiento personal dedicados a que cada quien conecte con su niño interior. El problema es que no suelen tener perspectiva de género. Os animo a que este puente os propongáis hacer algo cien por cien lúdico que normalmente no os permitáis hacer. Y a los chicos, os pido que acompañéis a las mujeres de vuestra vida en ese proceso, dándoles el tiempo y el espacio que necesitan. ¡Disfrutad!