Archivo agosto 2011

FLUJO, de Dave Cooper

La belleza será convulsiva o no será, decía André Bretón.
Es una vía, y desde luego, el sentimiento romántico y decimonónico de que el arte es la búsqueda unilateral de un paradigma de belleza clásico (a relacionar con lo proporcionado, a relacionar con lo ordenado…) es un cliché que hace décadas no tiene sentido.
En esta vía, los profetas de aquello que se dio en llamar «La nueva carne» son buscadores de otra belleza, bretoniana, feroz, apasionada. Convulsiva. Incluso repugnante.

"Flujo", siente la piel...

Bien, puestos en esta tesitura abordamos «Flujo», de Dave Cooper. Prácticamente no me acuerdo de «Escombros», lo único que había leido de Cooper (en su edición en comic books dentro de la línea «brut», de La Cúpula) pero sí recuerdo un mundo cartoon futurista (había mucho allí del Cooper televisivo… el autor andaba metido en la serie «Futurama») para una historia potente. Convulsivaa, quizá.

En todo caso, «Flujo» tiene su propia fuerza (pese a que nos la plantean editorialmente como parte de una trilogía, es autónoma 100%), y no busquen a Matt Groening ni como eco lejano, porque este cómic está libre de referentes ajenos al universo propio y retorcido de Cooper. Porque hay que ser retorcido para crear esto. Y esto es la historia de un artista frustrado (sobrevive ilustrando libros para niños de su completo desagrado) que se sumerge en la búsqueda de una modelo para hacer retratos. Retratos eróticos, sado, perversos, y de sujetos particulares, de su propio gusto estético. Así conoce a Tina, una adolescente desagradablemente fea (Lynchiana, diríamos), y en cuya obesidad encuentra los mares de piel, sudor y carne en los que perderse hasta la obsesión más radical.

Una lectura feroz, dura, desagradable incluso, porque retrata con crudeza y poca piedad los estados alterados de las voluntades sometidas al deseo más impulsivo.  John, el dibujante, cae en un pozo digno de David Cronenberg, pero de una crudeza que ni el director canadiense, me atrevo a decir, ha alcanzado. Eyaculaciones precoces, celos enfermizos, aislacionismo físico y mental, sumisión… todo narrado con un dibujo underground, sin contemplaciones, feista aunque excelente, y en bitonos expresivos (gamas frías y cálidas en permanente contraste).

"Flujo": licúate por ella..

A mayores, redondea su discurso el hecho nada casual de que Cooper retrata (empleando la primera persona del singular) a un artista (no un lavandero o un broker o un químico, un artista), con lo que toda la tesis va más allá de cuestiones éticas, morales o sexuales. El arte mismo es una esclavitud feroz, caprichosa y cruel para con el artista. La obra, como esta chiquilla odiosa y antojadiza, puede ser destructiva para el creador, pero éste sin aquella, sin poder alimentar una necesidad interna, rugiente e insaciable (la del acto de crear), no será nada. La vida del creador es pura dependencia de algo tan caprichoso como la misma creación, depende del trabajo contínuo, la presencia de las musas y el talento personal, pero  aún consagrandolo todo y más a ello, la obra puede esquivarle y destruirlo, sin conseguir jamás alcanzar la plenitud de la satisfacción autoral.

Arortunadamente esto no tiene que ser así, ni respecto a la creación ni al sexo ni al amor ni a la vida. Es solo la tesis que nos espeta «Flujo», una obra convulsiva, ciertamente, diría que hasta niveles que el bueno de Bretón nunca hubiera imaginado…

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Cierra «Kiss Cómics», la revista de comic porno/erótico de referencia

[Nota de prensa]

La revista mensual Comix Kiss Comix, referente del cómic erótico en España, cierra sus puertas tras casi 20 años de andadura con su último número, el 239, que ya se encuentra en los quioscos.

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Acme Novelty Library de Septiembre

Septiembre, vuelta al cole, va a ser un mes de esos en que se tiene que elegir. Yo aporto un buen paquete de novedades con las que dañar la cartera del comiquero justo en ese mes que uno debería reservarse para la vuelta al cole. El vicio, nefando, es lo que tiene. Y la verdad es que hay material, empezando por ese juguete de 40 eurazos que reza, posiblemente con bastante justicia, «¡El mejor cómic del mundo!». Sigan leyendo:

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El retorno del genio francés

Artículo publicado en ‘Faro de Vigo’ el 19 de Agosto (al que cambiaron el título por «Elogio de un genio francés»… elijan el que prefieran, en fin)

Prolífico y aparentemente incansable, Bastien Vivès se ha labrado una carrera corta e intensa de la que este verano hemos conocido en España varias obras, buenos ejemplos de su capacidad.

"Por el imperio"

 

Si hoy se puede hablar de un autor del país vecino a quien llamar al tiempo joven descubrimiento y autor consagrado, ese es Bastien Vivès. Con apenas 25 años, su obra ya es generosa en producción y resultados, y en los medios especializados se lo cita sin complejos como uno de los paradigmas del nuevo cómic contemporáneo, referente en la creciente ola de la llamada novela gráfica o cómic de autor. Una suerte de “nouvelle vague” que no se restringe al  país galo. De hecho, el epicentro de la historieta adulta, de autor y no sujeta a unos corsés estilísticos, genéricos o editoriales, no está en Europa, sino mayormente en estados Unidos. Pero más allá de etiquetas polémicas (la novela gráfica) o de realidades evidentes (hoy existe una generación de nuevos autores personales, de aspiraciones artísticas, haciendo cómics para adultos en total libertad, en comunión con editoriales que apoyan esta tendencia), la figura de Vivès hay que considerarla una de las más importantes del nuevo siglo, en lo que a cómic se refiere.

Editorial Diábolo ha editado en España muy recientemente tres trabajos del dibujante y guionista, anuncia uno más para este mes (“Hollywood Jan”), y suponemos que continuará muy de cerca la carrera de Vivès. Sea como fuere, la realidad de estos tres álbumes nos permite acercarnos al autor y hacernos con tres ejemplos de su heterogeneidad dentro de un estilo tan potente como reconocible. “Ella(s)”, el primero de ellos, es una recuperación de uno de sus primeros cómics (y ojo, data de2007, cuatro días y, se comprobará, una evolución meteórica). Aquí ya se reconocen las fijaciones de toda su obra posterior: el amor, la juventud, lo femenil casi como un misterio, la vida urbana como algo que nos aísla… un trabajo de dibujo desmesurado y ya impactante, y aunque lejos de obras posteriores, resulta ya talentoso pese a ser igualmente titubeante (sobre todo a la luz de obras posteriores). Tampoco es redondo este cómic (en comparación con obras posteriores como “El gusto del cloro”) en lo que se percibe como vacilaciones y búsquedas, cierta ansia de epatar desde su enorme talento, innecesarios birlibirloques que, no obstante, se perdonan ante la innata capacidad y talento de Vivès para transmitir a través de una planificación de las escenas muy cuidada, y una maestría para captar el gesto y transmitir los sentimientos de sus personajes sin necesidad de textos o redundancias.

"Ella(s)"

 

Aquí hay material más que prometedor, en fin, y es evidente, al comprobar la potencia gráfica de “Por el Imperio” (cuyo tercer y último álbum sale al mismo tiempo que “Ella(s)”, que en tres, cuatro años, la capacidad gráfica y narrativa de Bastien ha aumentado hasta convertirlo en uno de los autores más impactantes. Las páginas de esta saga de corte histórico son verdaderos alardes de diagramación, composición y virtuosismo (potenciado por el coloreado expresivo y potente de Sandra Desmazières, en una obra de autoría compartida con Merwan). Lástima que lo que comenzó como una aventura de descubrimiento pesadillesco cercana al “Aguirre, la cólera de Dios” de Werner Herzog, derive en su conclusión por derroteros indefendibles, salidas de tono sin orden ni concierto que permiten, eso sí, un lucimiento al dibujante (que no al narrador eficaz o al autor de gusto exquisito).

No importa demasiado el bache, porque “Polina” no solo es la última obra del galo, sino que contrasta perfectamente con las anteriores. Si “Ella(s)” es el aprendizaje (ya virtuoso) y una búsqueda de estilo, y “Por el Imperio” el juguete, un trabajo que en el fondo solo pretende hacer “una de Romanos” con un cruce de cables digno de un Jorodowsky pasado de rosca, “Polina” es la absoluta madurez dentro de su mundo más personal, el que tanteado en “Ella(s)” aquí se muestra ya recorrido. Porque en esta historia de la vida de una bailarina clásica vuelve su mundo de pequeños gestos, silencios descriptivos, sensibilidad, escenas impregnadas de una sutil evanescencia muy acorde con ese mundo de tules y gestos ante la barra, de maestros que esconden pasiones y alumnos obcecados con su arte. Pese a obviedades argumentales, la realidad que se instala en el lector al concluir esta novela gráfica de más de doscientas páginas, es la de una lectura compleja bajo su aparente sencillez (el estudio de elipsis continuas, que articulan la obra, está al alcance de muy pocos), y que emociona profundamente incluso cuando sentimos la sensación de relato escuchado mil veces antes. Posiblemente la magia de su dibujo (aquí en blanco, negro y grises, llevado el trazo a una esencia donde no cabe nada superfluo), la habilidad de un dibujante que figura entre los más impactantes del presente, esconda su secreto mejor guardado: la  capacidad para hacernos transitar por la pura emoción.

"Polina"

ADENDA: a todo lo dicho, y mientras buscaba imágenes del autor para enlazar este blog desde «El Octavio Pasajero», se me ocurre ahora añadir una coda final, advirtiendo que, con sus traspiés y sus aciertos (y entendiendo que Vivés ya es uno de lo sautores más importantes del panorama europeo actual), no debemos perder la perspectiva de su ENORME juventud. es que es un crío, y eso sólo puede querer decir una cosa. autor en crecimiento, autor en formación. Si un veinteañero ya hace cosas como «Polina», ¿qué no nos deparará en el futuro? (vean una imagen de Vivés aquí)

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Ha fallecido Tabary, dibujante de Iznogud

A los 81 años, uno de los dibujantes más famosos de la historieta (gracias a su conocidísimo Barón Iznogud) ha fallecido. fue este 18 de Agosto.

Más información y un buen semblante del artista, por ejemplo, aquí

 

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Ha fallecido Solano López

El dibujante de uno de los cómics más importantes de la historieta argentina, EL Eternauta, ha fallecido hoy mismo.

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Nombres pitufos y pitufos propios

A veces, entre tanto asunto Kirby y tanta polémica estéril on line sobre asuntos pedestres, conviene desatascar las cañerías de los blogs, tratar temas que en otros lados no surgen y reivindicar con voz circunspecta aquello que uno piensa debe ser conocido.
Esta es la cosa:

No es Papá Pitufo, es Gran, GRAN Pitufo, hobre por dios… y ya puestos, ¿de verdad es más bonito el diminutivo «ina» que el coloquial y usual «ita»?

Yo entiendo que varias generaciones ya, han crecido con la versión que güey no más de la teleserie en dibujos animados. Con un doblaje horrible y una traducción latina, en fin, como para pasar palabra. Por eso no me extraña que ayer mismo me cuestionasen el nombre propio de la chica pitufa, pero las cosas son como son, y la traducción primigenia y castellana, de 1971, editorial Barcelonesa Argos, es «La Pitufita». Y lo siguió siendo durante años,

Ediciones B, años ochenta. Con "T"

… hasta que en los 80 entró la poderosa televisión a cambiar los nombres. Yo, la verdad, me quedo con el original, me parece menos cursi.
Pero en fin, son matices, pues el nombre francés es La Schtroumpfette (Schtroumpfs, Pitufos), la cosa es llevar el nombre a un femenino en diminutivo…
Mas por donde no paso es por esa grotesca transformación…¿Papá Pitufo? ¿Papá de quien? ¿a quién se ha follado el pitufo barbudo para tener una tribu entera?

en el original, "Grand", que en francés quiere decir "Papá", claro que sí

pero es que, una vez más, y además (valga la redundancia), las ediciones de los setenta ya lo traducían como se debe:

El Gran Pitufo conversa con el pitufo Dioptrías

 

Vale, pasamos por alto lo de Gafotas/Dioptrías, que tampoco hay que llevar la sangre al río, pero quede claro que en este tema de la suplantación de un justo «Gran «por un absurdísimo «Papá», que a los amantes del cómic debería tenernos sin dormir con todo el asunto de la película en 3D y el revuelo mediático que está causando, hay que reivindicar el nombre real, justo y acertado, del jefe de los pitufos. Es un gran tema. Un GRAN tema, no un Papá tema, claro…
Bueno, ala, ¿para cuándo una plataforma en Facebook?

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Avilés (cartel de Bartolomé Seguí)

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Dibujines

La anécdota lleva a la disgresión: la semana pasada entrevisté a Carlos Portela, subdirector del salón «Viñetas desde o Atlántico», para el Faro de Vigo, dejando por cuestiones que no vienen al caso la labor de escribir título y entradilla a gente de la redacción. El resultado fue una catástrofe donde bajo la foto de Portela lo identificaron, con letras bien gordas, colo «el dibujante vigués». Portela, en fin, es autor… pero de guiones. No solo de cómic; suya es la mano tras el muy célebre (en Galicia) «Padre Casares» o el éxito de Tele 5 «Piratas».
Pero de la anécdota deviene la reflexión. Yo comenté que era autor sin más, y alguien evidentemente hizo la asociación: «¿autor de cómic? dibujines». Esto deriva de una imagen mental tradicional, al menos en este país, sobre lo que es la historieta. Una imagen muy distorsionada que evalúa al noveno arte de un modo muy parcial y equivocado, a mi entender.

No descubrimos nada si señalamos que en este país la historieta se tiene, aún hoy, como algo muy menor. Marginal en el mejor de los casos. O se tenía, vale, no discutamos eso ahora que no toca. En todo caso, lo que para los entendidos y estudiosos es señalado como modelo de inventiva, picaresca y estilo…

Benejam, el TBO, un clásico

…desde ‘fuera’ apenas se asocia a la propia infancia. Esto distorsiona los elementos valorativos, porque da categoría a algo (los tebeos) con la base subjetiva y nada sólida de la nostalgia personal. Valoro mi infancia, la asocio a leer los tebeos de «El Cachorro» (o del «TBO», ya puestos en el ejemplo de arriba), el tebeo es bueno. Cuando a este tipo de «amante del cómic» (suele ser nuestro padre, una generación nos separa) le ofreces la posibilidad de leer, por ejemplo, «Dublinés» de Zapico (no lo leí aún, por cierto) o «Trazo de Tiza» de Prado, o «Mara» de Sió… el contraste entre lo que le ofertas y su nostalgia mueve directamente a su desinterés. No hay una valoración real del medio, sino de sus propios recuerdos. Es el cómic como máquina del tiempo que retrotrae a lo bueno de la propia niñez. Es un «amor por el medio» que en realidad se desviste de criterio valorativo sólido.

«Los tebeos son para niños», y como mucho los veo como algo bueno de mi infancia. Pero esto hace mucho que ya se ha superado… los sesenta, y ya en España los setenta (acabo de citar a Sió) y sobre todo los ochenta, han traido un nuevo cómic, más adulto. Intentos de hacer una obra personal, más o menos dispersos o pasajeros (la ola fugaz pero poderosa de la revista «Rambla»), ejercicios de estilo que profundizaron en la naturaleza artística del cómic con nuevas escualeas gráficas (línea clara, underground..) y, sobre todo, la adopción de los géneros como vehículo para contar historias adultas. Nadie puede negar que «Taxi», de Alfonso Font,  es un relato adulto y de género, pensado para un lector maduro, con un dibujo que busca un potente naturalismo (desde cierta estilización, pero naturalismo: perspectivas, arquitecturas, gesto corporal, color…).

"Taxi", género nada chico

Los ochenta, desde mi punto ve vista, suponen un punto interesantísimo dentro de la evolución del medio, un momento en el que (entre otras vías, claro) se consolida el tebeo de género que inaugurarían (en décadas anteriores) autores francobelgas como Jaques Martin, Jean Giraud o Françoise Bourgeon. Un cómic que se liga a géneros estándar, los trata de un modo adulto (en el tono, en el argumento, en la sofisticación) y los ‘atrezza’ con un dibujo enormemente virtuoso, en la línea de los grandes autores de prensa norteamericana, los Hoggart, Raymond y Foster. Lo repito para que quede claro; no estoy definiendo una única salida que experimentó la historieta de los últimos setenta y todos los ochenta, por supuesto. Tan solo una de ellas, que tuvo un potente reflejo en los autores españoles con obras como la citada ‘Taxi’, ‘Dieter Lumpen’, ‘Hombre’… y publicaciones casi centradas en este modo, como «Cimoc». Obras donde el estilo gráfico podría variar, con abismos estilísticos como los que separan»Nómadas» de Riondet y Auclair de «Fragmentos de la enciclopedia Délfica» de Miguelanxo Prado, pero donde el virtuosismo gráfico de raíz naturalista es siempre un anlclaje, más o menos claro.

[Nómadas+II.jpg]

Naturalismo prehistórico ('Nómadas')

Naturalismo futurista ("Fragmentos de la enciclopedia délfica")

Y en el fondo de este «buen hacer» gráfico descansa una idea poderosa y que marcó, sin duda, a una generación, la de lectores que en los ochenta se empaparon (o simplemente conocieron y se hicieron eco) de las revistas de la época: «Zona 84», «Cimoc», «Totem»… incluso la estilización artie del «Cairo» o incluso me atrevo a incluir cabeceras aún más osadas como «Madriz» (je, generación a la que pertenezco,claro). El buen y virtuoso dibujante, capaz de ilustrar perfectamente lo que sea, como aval de la calidad del medio cómic:

Bourgeon, lo-que-sea: literalmente

De un modo intuitivo, este «modelo lector», ocasional o generacional, aprecia hoy que el cómic, sí, o ya por fin, es adulto… en un sentido de historia de género bien templado y enfocado ya no a niños (sea el histórico, la aventura, ciencia ficción, costumbrismo, denuncia política…). Pero sobre todo evidencia un virtuosismo gráfico, que equipara el cómic a la pintura «a la clásica». Quien ilustra el barco de ahí arriba, bien puede hacer un cuadro «a la Delacroix», por supuesto:

 

En esta aproximación al mundo de la historieta (rendida, fervorosa, por tanto apreciable en algún grado) tenemos que entender una cierta perversión de la manera de entender al cómic como arte. Sosteniendo la valía del medio mayormente en este portento gráfico (aunque admitiendo que lo contado esté muy bien) estamos entendiendo al cómic de un modo artesanal, donde frente a la primacía del concepto puede la del acabado. Y además, como entendemos por «acabado» el virtuosismo gráfico desde una óptica naturalista (buen dibujante es el que sabe y puede imitar la realidad) se aleja al cómic de toda posible sofisticación conceptual.

Es un modelo que francamente se ha superado. No eliminado ni tenido por malo, claro. Hay muchos ejemplos actuales de cómic «artesanal» (entrecomillo, es una manera de aludir a todo el concepto anterior, una abreviatura) y son magníficos tebeos, pero con el cómic nos encontramos ante un arte, no una artesanía, donde además el dibujo, sea naturalista o naive, tiene una única meta: narrar, ser narrativamente expresivo, conseguir el ritmo, el tono, el «mood» que la historia precisa. Por tanto, no despreciando ese estilo clásico, hay que entender que solo es un camino más, no el «verdadero», ni «el bueno». Autores como Chris Ware han demostrado su dominio del dibujo realista en cuadernos de ilustración, un estilo que como autor de cómics rechaza de plano:

C. Ware abocetando -es broma-, y (siguiente) cómic terminado

Pero muchos otros autores que transitan esa misma senda, digamos la de «El Concepto», no han evidenciado su capacidad como dibujantes… o es más, puede que ni la tengan. Puede que, académicamente, sean dibujantes «menores» y poco aptos para el retrato verista o el bodegón al óleo en su sentido más barroco y «natural». ¿Debe esto importarnos? No. Marjane Satrapi, sin duda el centro de una diana en este sentido, puede ser (lo dudo, pero no importa) una dibujante mediocre en un sentido clasicote, pero con su trazo infantilizado encuentra la expresividad que «Persépolis» pedía a gritos, y sin la que la obra carecería de uno de sus principales componentes discursivos.

Por no hablar de la capacidad de la autora para planificar maravillosas páginas, encuadrar justamente, hacer, en fin, cómic puro sin atarse a servilismos ajenos al medio (el «acabado», el «virtuosismo» más epidérmico…).

"Satrapi no sabe dibujar" (grandes coletillas del siglo XXI)

Quien ha persistido en la lectura de historieta más allá de los ochenta, quien hoy navega por los laberintos de la novela gráfica o el cómic de autor,  no suele caer en el maniqueísmo de identificar, en fin, a un autor con el dibujante a secas. Porque el fallo profundo que percibo en este equívoco (sin importancia, anécdota periodística sin más) es el concebir de un modo artesanal, habilidoso, al artista conceptual que, hoy por hoy más que nunca, es el creador de cómics. Y he dicho «más que nunca», no «por 1ª vez». Conste. La fuerte consideración de un cómic como un acabado visual de poso verista, plasmación de una idea base en la sociología del arte (la de el artista como persona tocada por un don que el espectador considera inalcanzable) debe, pues, vehicularse a otros derroteos, hasta recomponer la naturaleza de la historieta, mucho más mixta, y que por tanto obtiene sus valores de una pluralidad de consideraciones que, como vectores diversos, señalan finalmente a un único objetivo: narrar con imágenes. A partir de aquí, seguro que entender automáticamente «autor de cómic» y «dibujante de cómic» deja de ser tan frecuente.

Y todo ello sin haber entrado en el papel del guionista, ese ente en la sombra que no ilustra nada y por tanto es mucho menos importante… Y un…

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CAPITÁN AMÉRICA, LA LEYENDA VIVIENTE, de Lee, Kirby y otros

El siguiente artículo, aparecido en Faro de Vigo el 29 de Julio, obedece a un intento de aprovechar la percha evidente del estreno cinematográfico de ‘Capitán América’ para hablar del personaje, apuntar algunos títulos de reciente publicación y, sobre todo, reseñar el «ómnibus» de ‘Capitán América, la leyenda viviente’ de Lee/Kirby y otros ilustradores. Se amplía muy poco, lo justo para enmendar mi olvido hacia esos otros artistas, presentes en el grueso volumen.

El estreno inminente de la película del Capitán América lleva a la gran pantalla y al 3D a un héroe que es ya un icono estadounidense con 70 años de historia.

Desde la aparición de Superman en 1931, una cohorte de justicieros disfrazados tocados de poderes, sofisticado armamento o habilidades atléticas sin parangón, proliferó en las baratas y exitosas páginas de los cómic-books, cuadernillos de historieta en los que diez años más tarde y en plena II Guerra Mundial nacerá otro superhéroe de la mano de Joe Simon y Jack Kirby. Uno, en cierto modo, diferente a todos; más simbólico y comprometido con la causa estadounidense y sus soflamas propagandísticas que ninguno. Democracia, igualdad y libertad enarboladas orgullosamente en unos colores, una bandera. El Capitán América era eso, la mismísima bandera de los Estados Unidos convertida en traje de superhéroe. El justiciero, además, era un simple hombre, sin poder alguno (salvo la perfección atlética otorgada por un experimento… curiosamente, los enemigos del nazismo perpetraban así al “uberman”, pero convertido en paladín del bien). Tampoco ostentaba avanzados gadjets, sino un escudo (tan icónico como el propio traje).
No fue el primer superhéroe simbólico y “nacionalista”, pero sin duda fue el más puro y el que mejor caló entre los lectores. En los cuarenta peleó, claro, en el frente y contra el enemigo alemán, pero el advenimiento de la guerra fría supuso una época de cancelaciones para numerosas series. El Capitán América pasó a hibernar con muchas otras colecciones. Y mientras dormía, el guionista Stan Lee y el coautor del héroe, Kirby, crecían como artistas y alcanzaban la fama mundial con personajes como X-Men, Spiderman o Los Vengadores. Y en esta última colección, la de un grupo de superhéroes compuesto por Iron Man, Hulk, Thor, La Avispa y el Hombre Hormiga, los autores decidieron resucitar al “mayor soldado americano”, urdieron una historia en la que el Capitán habría permanecido congelado, descongelándose en el cuarto número de la serie. Este punto es el que recupera un ambicioso tomo de más de seiscientas páginas: la segunda y más gloriosa vida del héroe de las barras y estrellas en manos de un Lee en su plenitud (que le brinda historias de su presente y de su pasado bélico, que perfila a sus más mortales villanos e inventa las historias más asombrosas) y de un Jack Kirby que crece número a número (partiendo ya de un nivel mayúsculo). Las figuras de Kirby poseen cierta naturaleza pétrea y grandiosa, totémica, destilan poder y movimiento como telúricas fuerzas de la naturaleza. El Capitán América se mueve como el mismísimo viento y golpea con la fuerza de un volcán, y nos lo creemos, y lo sentimos, gracias al nivel gráfico del ilustrador, que somete la narración a esquemas compositivos sencillos pero eficaces. Al dibujo de «El Rey» (sobrenombre del dibujante para el fandom) hay que sumar otras plumas, algunas de ellas nada menores, como son los casos de Romita, Kane o las tintas de Sinnot y Giacola, pero la impronta kirbiana es ciertamente un referente y reclamo para comprar este lib(az)o (además de, evidentemente, ser el ilustrador mayoritario en este tomo).

El libro que edita Panini, perfecta antesala para la película, está editado con justo esmero, el coloreado respeta la idiosincrasia original (colores puros, luminosos) y el papel rugoso nos acerca a las viejas revistas de cómic-book. Además, se enriquece con numerosos textos teóricos e introductorios, de modo que la lectura también es aprendizaje de una serie sin duda capital dentro de la historia de la historieta.
Y si “Capitán América. La leyenda viviente”, como se llama el libro, es una verdadera obra de coleccionista y el testimonio de un modo de hacer cómics ya lejano (magistral, naive), hay que señalar que hoy la salud editorial del personaje es óptima. Quien se acerque al cine y descubra por primera vez al “Capi”, dispone de una colección mensual guionizada competentemente por Ed Brubaker e ilustrada por autores más que solventes, concentrados en narrar con eficacia y elegancia las aventuras de Steve Rogers (identidad secreta del patriota enmascarado). Es una colección que, sin duda, goza de un arranque sólido, más cercano al género del alto espionaje que a los superhéroes puros y duros, un laberinto de conspiraciones y secretos del pasado que, además, Panini está recopilando en lujosos tomos. Van ya cinco, siendo este último el de la muy mediática historia de “La muerte del Capitán América”.
Y por concluir, señalar que también existen curiosidades como “El primer vengador”, un libro orientado al público más joven. O, no debe olvidarse, una versión más salvaje y neocon del personajes (justo, violento, patriótico, sin medias tintas… como en los años 40, vamos), en la versión que Mark Millar plantea para el grupo “Los Ultimates” (también editado en tomos por Panini), versión remozada y adulta de Los Vengadores de la que no pocas ideas está aprovechando Hollywood para sus adaptaciones de superhéroes Marvel, desde entender a Iron Man como un ejército hy-tech de un solo hombre, a la apariencia del Thor de Kenneth Branagh.
Bien: las carteleras esperan la llegada del mayor soldado de los Estados Unidos de América, pero él ya está entre nosotros en forma de muy diversos cómics. Y pocos recuerdan que en realidad “el Capi” ya conoció el cine en 1990 y en un serial de los años cuarenta. Aunque los tiempos son otros, y donde antes había bochorno, hoy, quizá, obtengamos grandiosidad. El 3D y los FX sí son armas nuevas para el soldado con escudo.

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