Alan Moore

Alan Moore y los superhéroes hoy

Qué grande el barbudo.
Qué listo, inteligente, el chamán.
Hablamos de un tipo que es tenido por el más grande guionista de todos los tiempos, así que para una vez que quiere dar una entrevista, se viste de Black Emperor y, Godspeed you!, la arma buena.

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Señor de las tormentas

Veamos las frases que recuerda El País en el artículo de la polvareda:

... abrazar lo que son sin ambages personajes infantiles de mediados del siglo XX indica una retirada de las abrumadoras complejidades de la existencia moderna.

nos encontramos con la nostalgia del siglo pasado dominando posesivamente el ámbito cultural y negándose a permitir que esta era sin precedentes desarrolle una cultura propia, relevante y suficiente para los tiempos que corren

Encuentro preocupante que el público de las películas de superhéroes esté ahora prácticamente compuesto por adultos, hombres y mujeres en sus 30, 40 o 50 que se apuntan ansiosamente a ver personajes expresamente creados hace medio siglo para entretener a chavales de doce a quince años.

Así que ahí lo tenemos, un Moore icono engrandeciéndose por una sabia y diletante actitud como entrevistado. Y el gallinero, aquí abajo, todo revuelto… Pero realmente ¿Ha dicho Moore algo que no sea bastante cierto (paso por alto que cada sentencia suele comenzar con un «para mí» bajo el cual toda discusión debería apagarse… esto va de gustos personales)?

Que los superhéroes son en origen, y es su naturaleza serlo, fantasías para niños y adolescentes no me parece ningún secreto, sino una obviedad. Y que la industria del entretenimiento los ordeña hoy, pues también es evidente. Por cada creación nueva, ¿cuántos reborns vacíos hemos leído/visto? Pues eso.

Pero además, si analizamos un poco los acercamientos más claros a lo superheróico de Moore, caramba, es que creo que claramente es un autor que nunca ha «apoyado» el género. Miracleman es una barbaridad que viene a demostrar el terror de alcanzar la semi divinidad. Watchmen no solo se centra en personajes tremendos sino que parece venir a reírse de las edades Golden y Silver. Quizá Supreme (que no leí entero, de hecho, leí poco porque me aburrió) sea el más «cariñoso», aunque intuyo que también tiene mucho d crítica hacia la deriva del género en cambios de siglo. La ABC va más allá de ser género sin más, y digamos que llega a él a partir de sus referentes previos en el tiempo (mitología, ficción pulp, novela decimonónica…)

Yo personalmente me he criado leyendo Marvel, y DC-Zinco, que me pilló con la bisagra de Moore y Miller cuando yo tenía la edad adecuada, 16 años más o menos. Así que disfruto el género pero sí, pocas veces lo veo como algo más que un divertimento… lo que ya es mucho, por cierto. Que vamos, no le pido a Hawkeye de David Aja y Matt Fraction que me hable de la corrupción del sistema capitalista y del modelo posible de nueva sociedad para el s. XXI,  o de las relaciones de pareja con un seropositivo a tu lado, sino algo que me divierta y entretenga. Si además resulta que sus aspectos técnicos son superlativos, pues no me empacho nada al decir que fue uno de los mejores tebeos del 2013, por encima de, no sé, Playground de Berliac, una maravilla (tomen nota) donde se analiza la función del arte a través de la figura del cineasta Cassavettes. Pues mira, por su impacto «gramatical» me parece superior lo del super-arquero y sus cuitas con mafiosos de barrio y chica-quiere-a-chico.

Por otro lado tenemos el tema del reciclaje. Que es algo preocupante, que Marvel y DC pueden perpetuar sus iconos, pero es una operación carente de sentido. Oye, ¿que en la nueva tanda de revisionismos Marvel aparecen cosas aceptables o más que aceptables y que la peli de vengadores da el tebeo de Sh perfecto, en su media hora final? Pues bien, me alegro, pero como novedoso, dar una vuelta de tuerca a Power Man o llevar al cine a Iron Man, no va a serlo. Ojalá me equivoque, pero temo que los tiempos de hacer algo nuevo con el género han pasado hace mucho. Ahora solo queda el posmodernismo, y el oficio. Yo si hay oficio, aplaudo.

Moore, más radical, piensa que con eso no basta, que hay otros temas a los que el cómic debe atender. Lo que por otro lado ya sucede, y más que nunca, diría.

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El fin del terror.

Articulo breve, prácticamente informativo, sobre el tercer libro (que completa la saga de Alan Moore y varios dibujantes) de «La Cosa del Pantano», publicado en Faro de Vigo el 12 de Octubre.

Concluye la edición de “La Cosa del Pantano” en su versión, hoy ya clásica, de Alan Moore, con un tercer tomo de ambiente espacial y ánimo experimental.

 

Horror cósmico

“Swamp Thing”, la Cosa del Pantano, es un personaje nacido en los setenta y que en la década siguiente languidecía sin pena ni gloria. Entonces apareció un escritor barbudo desde Inglaterra y renovó al personaje y reformuló el género del terror en el cómic. Nunca más relatos-con-susto-final, ni simple gore dibujado, el terror en “La Cosa del Pantano” es una experiencia subliminal, conceptual, donde la carne sufre por las pesadillas del alma. Alan Moore (“V de Vendeta”, “Watchmen”) comenzó su leyenda americana con esta obra de “DC Comics”.
La editorial ECC ha tenido el acierto y la elegancia de culminar el proyecto de recuperación (en formato “luxe”) que otra editorial había iniciado en su día, respetando totalmente el formato de los dos libros previamente editados. El resultado, una trilogía unitaria (que aglutina los más de cuarenta comic-books mensuales originales) donde solo el cambio de sello en la solapa, y poco más, nos hace advertir los vaivenes editoriales de la saga en España.
No es demasiado importante, en este contexto, glosar las virtudes de un tomo, el trercero de tres, si no se han leido los anteriores (un consejo, háganlo), ni tampoco ante el lector ya experto en Moore. Con todo, el libro es un punto de arranque renovado tanto en su argumento como en su estilo, ya que el personaje protagonista sale de una larga saga (la censada en el tomo dos) y se embarca en otra odisea, esta de carácter espacial. Y ese viaje por el universo permite al guionista explayarse en su querencia por los densos textos de apoyo, prácticamente literatura acompañando imágenes. Estas, aunque se deban a varios artistas (Stephen Bissette, Rick Veitch, John Totleben), mantienen un tono general orgánico, que da un acabado especial, húmedo y musgoso, vivo casi, a las páginas de la obra (que por cierto, concluyen en los guiones Veitch y Tottleben, con buen pulso)

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«Swamp Thing»: terror contemporáneo en el viejo pantano

Cuando Alan Moore irrumpió en el mercado americano para encargarse de “La Cosa del Pantano”, consiguió revolucionar el género del terror y renovar al mundo del cómic.

Hay que reconocer que el género del horror no es de los más adecuados para ser transmitido en forma de cómics. Sin el poderoso sentido de realidad que aporta el cine, pero lejos de la cualidad sugestiva que tiene la literatura, las historietas de terror tradicionalmente se amarran al esquema de relato truculento. La EC Cómics fue una editorial que, en los años cincuenta, revolucionó el panorama americano introduciendo en un mercado infantil todo orden de barbaridades. Sus comic-books eran generosos en historias macabras, sanguinolentas y sobrenaturales, pero hay que reconocer que, incluso entendiendo que aquellas “historias desde la cripta” son maravillosas y reivindicables, todos sus golpes de efecto apenas podrían asustar a un infante de su tiempo. Le seguirán todo tipo de publicaciones (¿quién no recuerda nuestro “Creepy” de los años ochenta?), pero el terror apenas evolucionaría a cuentagotas hasta los años ochenta. Hasta un barbudo y joven sajón de nombre Alan Moore.

La historieta de terror precisaba de un talento capaz de condensar una nueva teoría para el cómic de horror, que entendiese el medio y lo que podría ofrecer como vehículo para asustarnos. Y cuando Moore se hizo cargo de “La Cosa del Pantano” en 1984, consiguió precisamente eso renovando una antigua serie de la “DC Cómics”: sin manifiestos, con trabajo y constancia, este tebeo mensual redefinió al género. Porque lo que hizo el guionista británico fue, antes que buscar el susto (vana tarea en viñetas) o la truculencia pura (algo que a la postre resulta más risible que espantoso, en cuadernillos grapados), hurgó en los miedos atávicos y en el subconsciente colectivo.

Sus historias se hundían en los terrores infantiles, en el horror de la pérdida del ‘Yo’ profundo, en los secretos pavorosos que escondemos, sea la fauna insectívora como símbolo del horror, sea la menstruación como algo ajeno pero íntimo al tiempo, o una personificación de la degradación medioambiental con forma de “sin techo”. El miedo es así la angustia más honda y personal que anida en nuestro interior y sólo determinados resortes pueden amplificar. Y esos resortes, claro, son la ficción. Y para Moore, el vehículo idóneo podía ser, cómo no, la historieta.

Todo esto, claro, precisa de un ilustrador muy determinado. Y Stephen Bissette (como dibujante principal) será el hombre ideal. Naturalista pero siempre desdibujando los márgenes de la realidad, puntilloso (sus insectos reptantes son algo que no se olvida), con un diseño de página orgánico, como si cada una fuese el interior de un cuerpo vivo (y templado, viscoso y fluido)… Bissette es un portento como ilustrador de lo terrorífico.

Pero además “La Cosa del Pantano” supone un hermoso cuento (sí, paradoja) sobre un ser, la “Cosa”, aprendiendo que no es un humano, asumiendo su nueva naturaleza como criatura atávica, vegetal, más cerca de bosques y fragas que del mundo de los hombres. Pero enamorado de una mujer. Y ese amor alcanza una imposible y poética carnalidad en el último capítulo del primer tomo (de los tres con que Planeta de Agostini completará la serie) difícil de olvidar.

Artículo publicado en el Faro de Vigo el 4 de Febrero de 2011

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